biografía del autor

imageJOSÉ MARÍA MICÓ

PRIMERA ESTACIÓN


 

 

Emblema

Imaginad un cuadro.
Figuraos que ahora,
con mano lenta y con pincel tirante,
puso en él una nube y un jardín,
un encañado, un sol, una ventana
y unos lejos brumosos mal cubiertos
por un escorzo, de mujer sin duda.
Admitiréis que un lecho renegrido
parece necesario,
que la mujer está mirando el tiempo,
que alguien que no se ve la está mirando,
que encima de una mesa convalecen
unas prendas recién aborrecidas.
Tras el cristal, la rosa se contiene.

El hombre que no veis suda y descansa.
No hace mucho tenía
el cuerpo sobre el lecho,
la mano en la mujer, la boca en vilo
y envilecida al cabo de las horas.
Dejó en la mesa la razón y expuso
los trajinados hombros al esfuerzo,
sin más paisaje que la compañía.
Ahora descansa y suda,
tiene la mano en la pared y mira
con familiaridad la ociosa espalda,
el lecho, la ventana, el sol, el tiempo,
la nube, el encañado... Ahora, siente
que en jardín la rosa se confía.

(De La espera.)

 

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BLANCA Y AZUL

Yo sé por qué te llamo
blanca y azul.

Imagino que ahora,
media noche por filo,
mecida por las sombras
ambiguas del recuerdo,
pensarás que estas manos
ofrecían tan solo
una sarta de burdas
sorpresas de tahúr.
Yo sé por qué te llamo
blanca y azul.

Es todo lo que tengo.
Manos que fueron niñas,
que prestaron sin tasa,
que se asieron a un sueño,
viejas manos que saben
que la muerte temprana
es la única forma
de eterna juventud.
Yo sé por qué te llamo
blanca y azul.

Que no baste lo dicho
para ponernos tristes.
El encuentro merece
un brindis por las horas
cedidas al exceso
de sentimientos nobles,
aunque fuese por falta
de sentido común.
Yo sé por qué te llamo
blanca y azul.

La carne nunca es débil,
pero las almas frágiles
se quiebran con un guiño.
La noche, maliciosa,
por cobrarse más piezas,
nos enturbia los ojos,
nos endulza los labios,
nos apaga la luz.
Yo sé por qué te llamo
blanca y azul.

(De Letras para cantar.)

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BARRIO LAS ERAS (FRAGMENTO)

 

Como el color se encastra en la mirada,
como la sangre acoge el alimento,
así una entraña sin color ni sangre
deja en su lecho de confusas sombras
el sol de la niñez, la flor de un sueño.
Hoy vuelvo a desgajar aquellos frutos
sobre un mantel perdido para siempre.

(De Camino de ronda.)

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BREVE HISTORIA DE ESPAÑA

Cuando hay que descubrir un Nuevo Mundo / o hay que domar al moro, / o hay que medir el cinturón de oro / del Ecuador, o alzar sobre el profundo / espanto del error negro que pesa / sobre la Cristiandad, el pensamiento / que es amor en Teresa / y es claridad en Trento, / cuando hay que consumar la maravilla / de alguna nueva hazaña, / los ángeles que están junto a su Silla, / miran a Dios... y piensan en España.
(José María Pemán)

Tengo en casa el Poema
de la Bestia y el Ángel,
envidia de bibliófilos:
«Zaragoza, Ediciones Jerarquía,
abril mil novecientos treinta y ocho,
Segundo Año Triunfal».
Cierta dedicatoria
del poeta a un amigo
seguramente médico
hace más raro mi ejemplar.
En la primera página, el obrero
de las Industrias Gráficas Uriarte
dispuso sabiamente,
sobre papel de precio,
unas letras doradas:
«Franco, Calvo Sotelo, José Antonio,
Sanjurjo, Mola».
Aún resulta hermoso
el brillo de esos nombres.

Con su fulgor se enciende
el recuerdo y me lleva
a los mismos parajes,
al campo sin cuidar de Pina de Ebro,
abril mil novecientos treinta y ocho:
allí un moro domado
por algún ángel español de aquellos
que miraban a Dios
segó con tiro de fusil cristiano,
no con fiera y hereje cimitarra,
los días del soldado
Francisco Gómez Cuéllar,
muerto a los treinta años
con tiempo suficiente
para mantener vivo mi linaje.

(De Letras para cantar.)

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FÓSILES

 

1
La memoria
es la limosna que el desposeído
se da a sí mismo.

2
El olor del jazmín es casi tacto.

3
En cada hijo se renueva el rito
de la extinción.

4
Todo el que vive
toma su duración como victoria.

5
Si el tiempo existe,
no es necesario que la muerte acuda.

6
Erguidos en el fondo del paisaje,
los árboles ofrecen
una falsa impresión de permanencia.

7
Toda estancia es un tránsito.
Todo viaje se convierte en fuga.
Toda fuga es un fin que no se alcanza.

(De La sangre de los fósiles.)

 

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MUCHACHA VIEJA

 

Muchacha, ven aquí. Voy a decirte
lo que nunca te han dicho, voy a hacerte
lo que jamás te han hecho, lo que nadie
sino yo puede hacerte,
porque yo estuve el dieciséis de enero
abrazado a otros ojos
y eran los tuyos los que merecía.
Los ojos que tenías
cuando solo eras tú,
larva a la espera de animosas alas,
ansiosa por cambiar los libros de aritmética
por la ciencia aplicada de la vida.
Fíjate,
es hoy el primer día,
parece que habrá tiempo para todo
y tus padres te ponen
alambres en la boca
y un profesor de inglés para el futuro.

Y yo me aproveché de tu inocencia.
Mejor que tú sabía
lo que inventan las piernas
cuando las bocas queman
y mueren de deseo como peces sin aire,
como aquel pez sin sombra que en los sueños
brilla como una llama,
arde como en los sueños arde el agua.
Mejor que tú sabía
las posibilidades de una alcoba,
las consecuencias de una noche en vela,
la maldición de una promesa en falso...

Y estoy mirando ahora
tu cabeza perfecta.
Al tocarla percibo
que el pez de la ilusión sigue brillando
y de puro brillar ya se consume,
dejando en la penumbra
los desperfectos de mi anatomía.
Tú también has crecido,
muchacha vieja,
y hoy te he citado para confesarte
que me vales así,
deteriorada y todo,
porque así te tomé, porque sabía
que tu esplendor de las primeras noches
iba cargado con tu podredumbre.

Y he de volver al baile
una noche más negra,
cogerte una vez más por la cintura,
ecuador de otro mundo,
mundo creado y brote de otro mundo,
descerrajado vientre del que salen
otros viejos más viejos que nosotros
y acuden a la luz como polillas.
A la luz engañosa que nos pide:
salid a respirar,
venid y respirad con otros seres,
que es vida lo que veis.

Vieja muchacha, ven, no tengo nada
que tú no tengas, salvo el modo extraño
con el que digo y hago este poema.

(De La sangre de los fósiles.)

 

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Α · Ω

 

De todas las penumbras en que he estado,
ésta es la más profunda.
Por encima de mí duran los sueños.
Bajo el pulido envés de estas dos fechas
soy ruina de robadas esperanzas.
Lo que fui ya no es, y aquí os declaro
mi póstumo deseo: que esta muerte
a todos os parezca prematura.

(Parcialmente inédito.)

 

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ISLA

 

Centro del centro.
Tierra sin tiempo.
Hueso del mundo.
Aire sin cerco.
Astro cercano.
Raíz sin fondo.
Muro de agua.
Lago de tierra.
Cielo en reflejo.
Todo en la nada.
Linde sin linde.
Fuego sin llama.
Llama en el agua.
Mar hacia adentro.
Raíz segada.
Cristal cegado.
Materia exacta.
Huida quieta.
Muerte en la vida.
Madre sin patria.
Matriz gastada.
Fondo de espacio.
Espina rota.
Deriva firme.
Mano vacía.
Grito encauzado.
Fuga sin fuga.
Vida varada.

Solo tú: isla.
Punto final.

(Parcialmente inédito.)

Biografía:

José María Micó nació en Barcelona en 1961 y es catedrático de literatura española en la Universitat Pompeu Fabra, donde ha promovido el primer Máster Universitario en Creación Literaria. Su obra filológica comprende ediciones de clásicos como Alemán, Cervantes, Quevedo y, sobre todo, Luis de Góngora. Autor de varios libros de estudios literarios (el más reciente, Las razones del poeta, Gredos, 2008), ha traducido a grandes poetas europeos como Ausiàs March (Páginas del Cancionero, Pre-Textos, 2004), Jordi de Sant Jordi (Poesía, Barcino-DVD, 2009) y Ludovico Ariosto (las Sátiras en 1999 y el Orlando furioso en 2005, por el que ha obtenido en España el Premio Nacional a la Mejor Traducción y, en Italia, el Premio Internacional Diego Valeri y el Premio Nazionale per la Traduzione: nueva edición revisada Madrid, Espasa, 2010). Su obra poética incluye los libros La espera (1992, Premio Hiperión), Letras para cantar (Pamiela, 1997), Camino de ronda (Tusquets, 1998), Verdades y milongas (DVD, 2002) y La sangre de los fósiles (Tusquets, 2005). Ha sido incluido en varias antologías y traducido a diversas lenguas; en Italia se ha publicado una selección de sus versos con el título de Prima stazione. Poesie scelte 1990-2005 (Florencia, Pagliai Polistampa, 2008, traducción de Francesco Luti).