biografía del autor

imageYezid Cepeda

Aproximación a la Teoría Literaria

 

TODAS LAS MALAS HISTORIAS TERMINAN CON UN TIRO -1- 
(Un consejo o Teoría de la recepción)

Tres hombres en cuarto se apuntan directamente a la cabeza con un arma. Uno al otro y este al siguiente en un triángulo perfecto. Se siente la tensión, la inmanencia, el final. Los motivos: muchos; de que serviría saberlos si solo bastaría el golpe de una puerta al cerrarse para escuchar el estruendo.
Si va a entrar agáchese, porque la puerta siempre suena.

TODAS LAS MALAS HISTORIAS TERMINAN CON UN TIRO  -2-
(Estructuralismo forzado)

- ¿Que pensarán, que no puedo hacerlo? ¡Por favor! Venirme a mí con retos a estas alturas...cuantos trabajos he tenido así… miles, y eso sin contar los asuntos personales que aumentan decididamente la cuenta. Aunque lo que no entiendo es el lugar, la cita. No conozco el primero que cumpla una cita con su muerte...en fin, los últimos días no han sido necesariamente comunes. Aún mantengo esa maldita sensación de desconfianza, de inquietud; todo por esas palabras que ella pronuncio al final de su plegaría...-“cuídate de ti mismo”. Valiente cosa. Mis últimas palabras tendrán que ser magnificas, llenas de inventivo orgullo para quién me ejecute sienta sin remedio el peso de su acción, y la carga que asume. ¿Pero un consejo? Aún no entiendo por que estaba con ella, su soberbia, su arrogancia, y esa serena experiencia de explicarlo todo la hacían detestable; en el fondo quizás por eso acepté, era mi trabajo...y quería hacerlo, qué mejor.

Ahora, solo, en el cuarto, comienzo a sentirme de nuevo mal... tengo esa maldita frase en la cabeza... no recuerdo más... sé a que vine... tengo que hacer mi trabajo... pero solo estoy yo... aquí, con mi arma en la mano y ese espejo que me mira de frente.

TODAS LAS MALAS HISTORIAS TERMINAN CON UN TIRO  -3-
(Omnisciente e intradiegético)

Odio los cuentos que no quieren dejar algo a cambio.
Porque, sí, efectivamente detrás de los cuentos, pocas veces hay algo, y peor aún si se dicen cortos.
Estoy ya harto de esas inventivas sorpresivas que solo recrean la inquietud; porque aunque este sentado sé que nadie me irá a matar al terminar la lectura con una puñalada traicionera en un siempre sillón verde, o peor aún,  que no sentiré la absurda presencia –o ausencia- de un dinosaurio somnoliento.
No; yo prefiero los cuentos que definitivamente dejen algo al terminar su lectura, algo con que creer que al narrarlo mi ausencia será recordada.
Me gusta esta historia: alguien lanza un juicio sobre algo –digamos sobre el cuento- de camino a la entrada de un cuarto.
Ese alguien, soy yo.
Son las ventajas de contar las historias; sé las cosas un poco antes de que sucedan.
Cuando voy entrando al cuarto, cuando toco suavemente el pomo de la puerta, sé, que no sé algo.
No seré yo el único en ese cuarto; alguien llegará conmigo, al mismo tiempo; alguien al que conozco muy bien, aunque nunca antes lo haya visto.
Pero ya es tarde... es una trampa; como todos los cuentos malos.
Lo miro y le digo:
-Ahora, deje de interrogarse, no soy un espejo, soy solo yo... y un poco usted; no lo entendería; la ventaja es que yo también tengo un arma, una igual a la suya.

TODAS LAS MALAS HISTORIAS TERMINAN CON UN TIRO  -4-
(Autoconciencia de la derrota)

No me gusta verlo así, pero francamente ya no puedo hacer nada, no puedo aunque quiera; el ya no quiere ser el mismo y yo por eso no quiero estar con él, simple. Si de mí fuera estaría ya lejos haciendo una real vida con la que valerme, pero si sigo con él me convertiré en una ficción más y nunca me verá como soy, como quiero ser. Es ya hora de que se haya levantado, hora de que creyera en mí y dejara de lado todas sus mentiras, todos sus egos; pero sigue ahí, quieto, indeleble. No puedo más y comienzo a sentirme sola y a sentirlo lejos, haciéndome daño; ya no hay remedio. Desde esa cama mira fijamente el techo, como a un espejo, en una concentración severa sin que nadie lo detenga o distraiga; en este cuarto en el que han pasado tantas cosas él ya no es él, es otro, es muchos, pero no él, lo sé. Yo creo que esta en otro lado, en otro lado un poco igual a este, sus ojos me lo dicen. En otro cuarto, con otra puerta y quizás hasta con otros, otros como él; espero que no le hagan daño. Pero de igual forma yo ya tengo que irme, lo tengo decidido, no puedo esperarlo más. Siento en sus ojos algo, su mirada dice algo, indica un poco de tensión, de inmanencia, no lo sé, coimagemo si previera el final. Siente como si estuviera amenazado por algo o por alguien, allá en ese otro lado, así este solo, así sea él mismo. Esta hubiese sido una historia que le habría gustado hacer, que hubiese querido manejar un poco a su antojo. Pero no, ya no. Yo tampoco puedo hacer lo que tenía pensado, no podría, aunque quisiera, prefiero dejar el arma aquí a su lado para que lo haga otro, o por si él mismo se decide, no lo sé. Solo le susurro que se cuide mucho, aunque sea de él mismo, miro el arma a su lado y dejo por fin este cuarto cerrando suavemente la puerta.

Biografía:

Yezid Cepeda BuitragoYezid Cepeda Buitrago (Bogotá, 1980). Licenciado en Lingüística y Literatura. Premio nacional de literatura ciudad de Bogotá en el 2003.  Finalista  en el concurso Bogotá capital mundial de libro 2007. Muchos proyectos sin concluir, algunas publicaciones, trabajos insfructuosos. Actualmente es profesor y reniega de eso.