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Óscar Gual

Cortando por lo sano

 Gual

Entrevista de Javier Pérez de Zabalza

 

La primera tentación a la hora de entrevistar a Oscar Gual acerca de la publicación de su novela Cut and Roll (DVD Ediciones, Barcelona, 2008), es rendir un homenaje a los postulados de uno de sus personajes y acortar el esfuerzo pasando de contactar con el autor e inventarse sus declaraciones de pe a pá. Puede que esta metodología de entrevistas sin el entrevistado sea más recurrente de lo sospechado, sin embargo, exige saber ponerse en la piel de otros, y uno, que no practica el método (Stanislavsky), jamás habría sabido conjugar el delirio como lo hace el de Almassora.

¿Recuerdan el episodio que Quentin Tarantino grabó para Four Rooms, aquel en el que un desorientado Tim Roth se veía en la tesitura de tener que cortar el dedo de un tipo que no conocía a cambio de un montón de billetes? Como si de su primo-hermano se tratara, pero sin histrionismos ni mayores dilemas morales, Joel, el protagonista absoluto de Cut and Roll, también anda metido en líos de cercenamientos. Gual se extirpa al personaje, que, aclara, “no es su alter ego literario”, y nos lo ofrece como miembro palpitante de una quinta inerte rendida al determinismo. A Joel cada vez le cuesta más descifrar a las personas, todo le parece una parodia, la gente actúa como si fuesen estereotipos, como uno espera exactamente que actúen. Es aburrida. Sufre una especie de solipsismo y se cree rodeado de actores malos. El ineludible bagaje del ingeniero informático permite a Gual trasladar, sin resultar abstruso, la óptica científica a su cínico diagnóstico; con la incisiva precisión de un escalpelo y la efectividad de una motosierra, disecciona la actualidad y coloca en ella a Joel, “un tipo normal en una época complicada”. Sorprende su visión del mundo como un entorno aséptico de teletiendas, manuales de instrucciones, videograbaciones e infructuosos esfuerzos por mantener mascotas, en convivencia con un inesperado costumbrismo de bolsas de Alcampo, máquinas tragaperras y mortadela rellena de aceitunas. ¿Existe redención posible en semejante mundo? Para que exista posibilidad de redención debe haber un estado ulterior, y mejor que el actual, al que acceder cuando uno se redime. Si observamos el estado de la gente que es feliz en este mundo nos damos cuenta de que están sumidos en un estado de amniótica idiotez. Además, suscribirte a GreenPeace sale bastante caro. La única respuesta posible a ese anquilosamiento parece la de abandonarse a una pulsión metamórfica y esquizofrénica: La novela cuenta con la presencia estelar de un multiforme Konstantin Stanislavsky en el papel de de su vida, Joel pasa de reparar autómatas a desmontar personas y, con esta primera novela, Gual se reinventa de ingeniero a escritor. Todos ellos se complican la vida con estas decisiones. ¿Tan difícil resulta estarse quietecitos? El aburrimiento es el motor que mueve el mundo, amigo, se lo vengo diciendo. La verdad es que, como usted lo cuenta, parece que soy el que peor parado sale de los tres.   

Todo apunta a que Joel está condenado a vagar por la futura obra literaria de su creador. Por lo pronto, ya se le ha visto asomar por el libro colectivo Odio Barcelona, donde, en su aportación, Gual retoma al personaje en una pirueta metaliteraria. Podríamos considerarlo un personaje con vida por delante. Conociéndolo, creo que va a seguir dando guerra, con su trabajo, su vida rutinaria, su misantropía y es muy factible que nos crucemos de nuevo en un futuro. Me atrae la idea de llegar a verlo de forma crepuscular, viejo y hastiado de tanto cuchillo, a modo del Batman de Frank Miller en The Dark Night Returns. No es casual la referencia tebeística. Quien lea El Dorado, la recién publicada novela de Robert Juan-Cantavella, descubrirá que ambos libros confluyen en un mismo capítulo compartido, Track 13, narrado desde diferentes perspectivas. Sucede que las vidas de Joel y Escargot se encuentran. A partir de ahí suceden cosas un tanto extrañas y con consecuencias directas en ambas tramas. Todo un ejercicio narrativo que va más allá del simple cameo cómplice. ¿De dónde surge la idea de realizar este crossover literario, tan habitual en el cómic y poco frecuente por estos pagos? Creo que estos pagos, o si no lo quiere decir usted lo diré yo, la aburridísima literatura de hoy en día, debe tomar ejemplo de artes más jóvenes y dinámicas como son el cómic o los videojuegos. El crossover me parece una figura divertida y muy efectiva para ampliar la vida y la profundidad de una trama, dotarla de una mayor credibilidad, sin importar si es una novela o una película porno.

Sobre un esqueleto de relato negro –negrísimo- Cut and Roll propone un recorrido de microhistorias, desvaríos y digresiones, combinando todo tipo de materias y registros en un collage de corta y pega que vira sin ambages del fanzinismo a lo erudito. La pluma de Oscar Gual, felizmente infectada por la cultura generacional y subterránea de las últimas décadas, plaga el libro de referencias que desfilan de manera subrepticia y no intrusiva para quien pueda, o quiera, identificarlas. No creo que tengan demasiado peso en el total de Cut and Roll, diría que es una novela negra que además trata otros temas que no son generacionales sino más bien universales, como la soledad, la identidad o incluso el arte de vanguardia. Pero sirven como comentario velado a la era de la información, que obliga al protagonista a practicarse algún que otro formateo drogaínico ocasional para superar la sobrecarga. La ensaladera referencial que es Cut and Roll tiene su aliño en las dosis de enciclopedismo musical propio del fanático, que, junto a la organización del libro en “tracks” relativamente independientes, como si de cortes sonoros se trataran, contribuyen a dar la sensación de hallarse ante un artefacto encontrado, una suerte de mixtape casera de grandes éxitos. ¿Veremos algún día publicado un Cut and Roll Director´s Cut (Más grande, más largo y sin cortes)? Algunas pistas se quedaron fuera de la selección definitiva, y un par se incluyen como bonus track al final de la novela. Además, modifiqué su orden, creo que acertadamente. Por tanto, el director’s cut existe, está en el \home\documents\ de mi ubuntu, pero una vez superada mi enorme capacidad de autocomplaciencia (esto va sin segundas, no se ría usted), he de decir que la versión editada es mejor.

Y aunque pueda sonar enrevesado, lo cierto es que este debut literario, heredero de lumbreras como Hunter S. Thompson, Hammet o incluso Chesterton, si me apuran, escrito con un estilo ágil y de amarga concisión proporciona una cómoda lectura hasta prácticamente el desenlace, cuando abandona toda narratividad convencional para tornarse expresionismo casi abstracto. Aunque Chuck Palahniuk es el primer nombre que viene a la mente. Sin llegar a asfixia(r), Cut and Roll sí que corta la respiración en sus mejores momentos. Como los que se autoinducen los niños kamikaze del Track 16 que, en busca de estímulos, juegan a aguantar el aire hasta morir. Gual jura que se trata de una práctica real: “Yo jugaba de niño, era un adicto a ahorcarme con las sábanas, el mejor en tercero B, hasta que una vez parece que até la soga demasiado fuerte y no fui capaz de deshacer el nudo. El doctor dijo que mi cerebro estuvo unos pocos segundos sin oxígeno, pero que no es grave, que hubiera podido ser peor. Lo único que hay que hacer es hablarme despacito y en voz alta.” Digámoslo bien claro, pues, aunque la narrativa fragmentada y referencial que propone la novela ponga en bandeja la mención a Tarantino, resulta incluso irritante ver la reduccionista insistencia con que algunos han entendido este guiño. El primer capítulo es un homenaje evidentísimo a Reservoir Dogs. ¡Si hasta los personajes lo saben! Exceptuando esa intro, no hay ningún otro disparo ni conversación tarantiniana en las 300 páginas posteriores. Nada. Puede que si ese capitulo estuviese más adelante, no influenciase tanto al lector, pero es ahí donde debe estar, quizá sea una primera impresión de esas que se queda, como el desodorante. O tal vez se deba a que estamos poco acostumbrados a la mancillante irrupción de ciertas formas de arte “popular” en el “noble, sagrado e inmutable arte de la literatura”. Yo considero que está fatal y desde aquí juro por Espinete que no lo volveré a hacer, en adelante sólo citaré a Camilo José Umbral.