biografía del autor

imagePaula Goberna Prieto

Caminando en círculos

 


Se sentó en la cama. Los primeros rayos del sol de la mañana comenzaban a entrar en la habitación de aquel viejo motel. Había sido en aquel lugar donde las noches del último año se habían ido consumiendo lentamente, dejando en su lugar una esencia que, probablemente, no fuera bien vista ante los ojos del mundo.

      Ella estaba tumbada al otro lado del colchón. Medio desnuda. Medio tapada. Una sábana era la que retaba a la imaginación a ver hasta donde era capaz de llegar.

      Giró la cara en la dirección de la chica. La miró. La deseó. La memorizó.

      -Es preciosa- se dijo para sí.

      Volvió la vista al frente, hacia la ventana. Hoy se sentía mayor. Había visto demasiadas cosas ya. No le quedaban muchos lugares por recorrer. Ella eso lo encontraba fascinante, para él, era en días como aquellos en los que le pesaba enormemente.

      Su compañía solía hacerle sentir alegre. Dinámico. Lleno de energía. Pero hoy, por más que lo buscó, no había encontrado nada que le incitase a seguir con todo aquello. Se sentía exhausto de caminar por aquella cuerda floja mientras trataba de encontrar el equilibrio entre las diferentes partes de su vida, evitando que se tocasen. Notaba como las cosas habían cambiado. La emoción se había desvanecido, dejar la ventana abierta fue una imprudencia por su parte.

      El que sus edades fuesen tan distintas nunca había supuesto un problema. No había sido más que un simple capricho del destino, el mismo que hacía que cada mañana saliese de aquel lugar dejándola durmiendo en la habitación mientras volvía antes de que su esposa se despertase y se diese cuenta de que no estaba.

      Las manecillas del reloj martilleaban en su cabeza indicándole que debía irse. Pensó en que pasaría si se volvía a tumbar en aquella cama y la rodeaba entre sus brazos. Dejaría pasar todo el día y esperaría, en la misma posición, a la lujuriosa noche. Siempre tenía el mismo pensamiento que llamaba y preguntaba si podía quedarse, pero tras meditarlo un poco le decía que volviera en otro momento. Quedarse allí y olvidarse de todo, dejar la vida pasar sin hacer él nada para evitarlo. La tentación aparecía en cada esquina, pero como cada mañana, volvería a su casa y sería a su mujer a la que abrazaría hasta que se despertara.

      La rutina era la misma en un lugar o en otro y lo había corrompido todo. Sólo necesitaba otro capricho del destino. Nada más. Pero sabía que era pedir demasiado, comenzaba a sentirse relativamente cómodo dentro de los límites impuestos por el tiempo y eso lo estaba marchitando con más rapidez que la edad. Lo que en un momento pareció una salida, disfrazada de un nada inocente beso, ahora se acomodaba tranquilamente en los rincones oscuros creados por los muros que él mismo había construido, colocando con sus propias manos, cada ladrillo. Uno a uno, sin apenas darse cuenta.

      Creía haber encontrado la solución al rompecabezas, pero la verdad era que estaba otra vez perdido dentro de su propio laberinto. Llevaba caminando en círculos toda su vida sin apenas haberse dado cuenta de que siempre volvía al punto de partida, cabizbajo y melancólico. Pero no había nada que el pudiera hacer.

      Le dejó las llaves de la habitación encima de la mesilla. Cogió su chaqueta y se fue sigilosamente, no quería despertarla. Faltaban apenas una hora para que su mujer se levantase. No podía demorarse más o se haría tarde.

 

Biografía:

 Paula GobernaPaula Goberna
 (1988 Vigo, España) Vive en Santiago de Compostela donde cursa la carrera de Derecho. Ha visto sus relatos publicados en diversas revistas literarias.