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marzo - abril 2001  num 23

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Albert
Ràfols-Casamada

Huésped del día – Dietario 1975-1984

(fragmentos)

 

1975

Domingo, 7 de septiembre, Cadaqués

Ayer por la noche cayeron cuatro gotas y, a lo lejos, detrás del Pení y el faro de Cala Nans, se veía relampaguear. No fue nada, pero sirvió para darle la razón al «fraile-que-señala-el-tiempo» (que Maria compró hace unos días en Figueras) y que ayer se empeñaba en indicar lluvia.

Hoy, en cambio, hace un día luminoso, de tramuntaneta.

Por la mañana continúo trabajando en el cuadro de ayer. Intento unificar la parte central sin que cambie la composición. Finalmente esa parte queda de diferentes ocres y la zona de abajo blanca. Sin darlo todavía por terminado, comienzo otro.

Una tela de las mismas dimensiones que la de ayer. Hoy, para la distribución inicial de las masas, parto de la distribución de planos y objetos que veo frente a mí en el patio. Ello me sirve únicamente como ayuda para distribuir los espacios y los centros de tensión. El cuadro no pretenderá, en absoluto, parecerse a lo que tengo delante (dos paredes, una madera, unos botes de pintura). Antes bien, a medida que voy trabajando, procuro borrar la semejanza que pudiera tener con el dibujo. No obstante, quedan las presencias. Ése es el punto que me interesa: no están los objetos, pero sí las presencias: unas manchas contrastando con el entorno, creando unas relaciones equivalentes -en mi lenguaje plástico- a las relaciones entre los objetos; más unas nuevas relaciones , originadas por las anteriores y específicas de este cuadro (de cada cuadro) y que son las que le hacen dar a la obra el salto a la abstracción.

(Explicar más ese punto del salto a la abstracción. En la práctica lo veo muy claro, pro me cuesta explicarlo.)

Mientras escribo me llega la música de las sardanas que tocan en el paseo y los chillidos de las golondrinas. Los dos sonidos ligan muy bien.

A Erik Satie 1997

1979

1 de enero, Calaceite

Las horas se trenzan y se destrenzan alrededor del fuego del hogar, gesticulante e inmóvil, fascinante. La voz clara de un día ventoso entra por la ventana, se filtra a través de las cortinas. Sobre el muro, la sombra leve de las flores secas del jarrón: un ramo del boj que cogimos ayer. El hilo de la conversación ascendiendo a través del aire como un humo leve, como la gris y ondulante línea de humo de una barrita de incienso que quema cerca de la radio. Tarde recogida, tiempo callado del primer día del año.

 

1983

25 de octubre, volando hacia Nueva York

Viajando en tren, en barco o incluso en coche, sin conducir, he podido escribir algún pequeño poema. El avión es muy diferente. Estoy inactivo, receptivo, parece que podría hacerlo, pero no. Por bonito que sea estar entre nubes, estar entre las nubes, no tengo la tranquilidad de espíritu que necesito para crear una imagen, para encontrar una de aquellas relaciones insólitas que, para mí, son la base del poema.

Ahora, tras pasar una zona de turbulencias, el avión vuela más suave, ¡pero faltan todavía seis horas para llegar a Nueva York! Viajar en estos grandes aviones es tan moderno que me cuesta habituarme. ¡Es tan abstracto ese pasar de un lugar a otro por una especie de espacio-tiempo sin puntos de referencia! Por más abstracta que sea, en muchos aspectos, mi obra, he de confesar que me gusta mucho tener los pies en el suelo.

Ayer leía unos fragmentos de los Cuadros de viaje de Heine. Los fragmentos que hablan del Tirol hasta llegar a Italia. ¡Qué delicia de viaje! Desde las ventanas del carruaje ve las montañas, los pueblecitos, las mujeres hilando en la puerta de sus casas. Tiene tiempo para observar, para escribir, para fijarse en los detalles pintorescos, para enamorarse casi de la mirada de una muchacha que ve en una ventana. ¡Es otra historia!

Estos inmensos campos de nubes, impasibles, blancas, como montañas de sueño, atraen la mirada por la extraña belleza que a menudo tienen. Pero si las miras demasiado acaban contagiándote la tristeza de su desolada soledad. Las horas se hacen largas.

© Albert Ràfols-Casamada
© de la traducción: Núria Casellas

(Estos fragmentos de Huésped del día se reproducen aquí por cortesía del autor y de las Ediciones de la Rosa Cúbica)

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