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índex català     marzo - abril  n° 47

ENTREVISTA

A

FERNANDO AMPUERO

Por
Ernesto Escobar Ulloa

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"Todos mis personajes siempre están violando los diez mandamientos"

Fernando Ampuero es un tipo alto, fuerte, de una energía y un humor contagiantes, que busca la carcajada con ese afán tan limeño que opta por la risa antes que el llanto. Basta estrecharle la mano para sacar las mismas conclusiones que se sacan de él al leerlo: es un hombre de acción, de aventuras, amante del mar, la literatura, el arte, los viajes, la buena mesa y los amigos. Su obra está comenzando a gozar en el extranjero del reconocimiento del que goza en el Perú, país en el que alcanzó cotas de verdadera devoción a partir de la publicación de su libro El Enano, historia de una enemistad, mordaz e hilarante diatriba contra un antiguo enemigo personal, el popular periodista de la televisión peruana César Hildebrandt.

Ampuero me recibió en su departamento de Miraflores, custodiado por el servicio de seguridad que lo protege de los narcotraficantes y malhechores que se la tienen jurada, por ser su principal quebradero de cabeza desde que se hiciera cargo de la Unidad de Investigación de El Comercio, prestigioso e intachable periódico nacional.

Envueltos por esa maravillosa vista del Pacífico, desde donde se aprecian las casas de sus amigos Alfredo Bryce Echenique y su recordado Julio Ramón Ribeyro, me habló de su obra, de su experiencia periodística y del Perú.

TBR: Las mujeres de algunos de tus libros son, a mi parecer, como sacadas de la imaginería hollywoodense. La Mabel de Caramelo Verde, por ejemplo, procede claramente del cine negro, es una especie de Lauren Bacall en versión chola...
FA: Gracias, me estás halagando (Risas)… Y es que, sí, por ahí va la cosa: buena parte de mi obra responde a la imaginería del cine noir norteamericano, o bien al cine en general. La mitología de mi generación, o, si se quiere, el equivalente de lo que han sido los dioses griegos para los escritores del siglo XIX, es el cine, los grandes personajes del cine. Y en cuanto al género noir o novela negra, la femme fatale, la mujer mala, o la puta con corazón de oro, es definitivamente un estereotipo que de alguna manera inspira y prefigura a la Mabel de Caramelo verde. Pero naturalmente Mabel, como bien dices, es una femme fatale a la peruana, se inscribe dentro de un contexto muy específico, el de los años finales del gobierno aprista, esa época de terrible descalabro económico y político. Ella es una mujer que se halla en una situación económica precaria y que intenta salir del atolladero, aunque no lo ve fácil. A excepción de su buen aspecto – que es todo su capital, porque se trata de una chola guapa -, no cuenta con las herramientas para defenderse en la vida: es pobre, carece de contactos, nunca tuvo una educación adecuada, y de ahí que, al igual que tantos jóvenes en su condición, ande pensando todo el tiempo en fugar a los Estados Unidos como una posibilidad para salir adelante. "Si voy a ser una ciudadana de segunda categoría", se dice, "mejor serlo en un país donde pueda tener una vida más digna que en éste". Sin embargo, falla al escoger su boleto de salida. Se enamora de Carlos Morales, un cambista de dólares, un blanco pobre, el punto más bajo de la escala social en una ciudad como Lima; en suma, un sujeto que encarna a un personaje colectivo del gobierno aprista: el desempleado. Carlos Morales es alguien que encuentra una oportunidad ‘laboral’ al ser reclutado por un grupo de mafiosos que se dedican al lavado de dinero, y que de pronto descubre que el cambio de dólares es algo más que una alternativa contra el desempleo. Hay pues una atmósfera noir, pero no es para nada una novela norteamericana, es una novela muy peruana. Y a estas alturas, según me comentaron Julio Ortega y José Miguel Oviedo, que la han releído, ya no es tanto novela negra, sino más bien casi una novela histórica, pues recrea una época que se vivió en el Perú.

TBR: Has dicho también que la novela negra es ideal para describir el Perú, por la situación tan policial en la que está sumido el país, pero que al mismo tiempo aún nos falta potenciar la novela picaresca como otro género representativo...
FA: Sin duda. Bueno, fíjate, la novela negra se escribe sola en el Perú. La realidad peruana es novela negra casi a tiempo completo. Pero enfrascarse en la conjura del crimen, la injusticia y la corrupción no es la única salida para los escritores. (Yo, en lo personal, me dedico fundamentalmente a perseguir corruptos con mi trabajo periodístico). Y un escritor, en fin, debe escribir lo que le viene en gana. La literatura es una pasión, y las pasiones no acatan libretos. Ahora bien, nadie ignora que la literatura peruana más importante del siglo XX ha sido proclive al realismo, ofreciendo un retrato duro y desencantado de la realidad, pero sin menospreciar otras opciones, entre ellas la picaresca, cuyas simientes fueron sembradas por los poetas satíricos de la colonia, por los costumbristas del siglo XIX, por Ricardo Palma y Alfredo Bryce, sin olvidar desde luego algunos libros muy jocosos de Mario Vargas Llosa, entre lo más representativo. Y en esta opción, en efecto, los limeños nos sentimos muy cómodos. Somos un país que inventa chistes todo el tiempo y que se libera a través del humor. Yo, en efecto, veo en muchos de mis cuentos una ironía esencial que explica a mis personajes.

TBR: Pero también tendrías que reconocer un humor más sangriento, si nos referimos a tu crónica novelada El enano, historia de una enemistad...
FA: Respecto a ese libro, que es una crónica novelada, no niego mi responsabilidad. El enano se podría inscribir dentro de la picaresca como libelo con ambiciones literarias, pero indudablemente mucho del mérito de esta obra procede del propio Hache, el personaje que ahí retrato. Hache, que es un famoso periodista de la televisión, es un auténtico dotado del humor involuntario. Es cómico, a pesar suyo. Cuanto más serio y ceñudo se pone, cuánto más se considera a sí mismo la conciencia moral del país, más ridículo resulta. Yo pienso que más adelante, dentro de quince o veinte años, cuando algún arqueólogo literario se ponga a leer El Enano, historia de una enemistad, va ignorar los prejuicios de la época y juzgará el libro como literatura picaresca y quizá también como un relato que da cuenta de cómo era el mundo de la prensa en el Perú en los últimos treinta años del siglo XX. Actualmente este libro, que es una de mis obras más vendidas y que ha sido pirateada hasta el cansancio, es para muchos lectores un jolgorio, un divertimento en toda la línea. Es quizá el libro que más me ha acercado al público lector. Todavía hoy, a dos años de su publicación, me encuentro a diario con gente que me abraza en la calle o en los supermercados felicitándome por el libro. Pienso que mucha gente avasallada por el periodismo amarillo se ha sentido reivindicada con El enano. Hay personas que se sienten vengadas, que me dan calurosas abrazos y me agradecen, pero que, al mismo tiempo, tan pronto me ven, se matan de risa y exclaman: "¡No sabe cómo me he divertido con su libro!". Sin embargo, disfruto más con la cálida y serena reacción de los lectores a los que les gustan mis cuentos y mis crónicas. Debe de ser porque en los cuentos, cuando los escribí, invertí más amor y pasión, y en El enano sólo he sentido la imperiosa necesidad de aplastar a un insecto.

TBR: Mucha gente, que tenía una imagen muy sesgada y parcial, se desengañó del personaje gracias a tu libro, y ahora duda de su credibilidad como periodista...
FA: Mira, Hache es un periodista que en sus inicios tuvo una trayectoria seria e importante, pero que después se fue deteriorando y finalmente se convirtió en un periodista sin mayor credibilidad entre los bien pensantes. Los ejemplos de su vil oficio abundan, pero te voy a mencionar los más recientes. Actualmente yo trabajo en el diario El Comercio y estoy dirigiendo su Unidad de Investigación, desde donde hemos hecho denuncias fuertes contra el dueño de una aerolínea peruana, Fernando Zevallos, una suerte de Al Capone en América latina, según la DEA. Este señor, que se estaba comprando todas las líneas aéreas del continente, amenazaba no sólo con convertir al Perú en un narcoestado, sino en montar en el cono sur un festival aéreo del narcotráfico. Zevallos me hizo un juicio por 5 millones de dólares, luego otro juicio por cien millones de dólares, involucrando a El Comercio y a Miguel Ramírez, investigador de la Unidad, y uno más por otros cien. 205 milllones de dólares, en total. Los va a perder, claro. Porque nuestro trabajo periodístico se basa en infinidad de indicios, pruebas, testimonios de expedientes ocultos y entrevistas. Conclusión: hemos recibido amenazas, campañas de difamación, hemos visto cómo intimidan y matan a varios testigos, y hasta estamos obligados a vivir rodeados de guardaespaldas. Hace unos meses, incluso, uno de mis guardaespaldas ha sido herido de bala en una pierna. ¿Qué hizo Hildebrandt? Hildebrandt, por sus odios personales contra Fernando Ampuero, se convirtió casi en una suerte de abogado de Zevallos, nos acusó de pro chilenos, pregonó que queríamos ayudar a Chile porque la aerolínea de este señor estaba compitiendo con Lan-Chile. Más claro: cuando un periodista recurre al mal uso del patriotismo, la cosa resulta bastante grave. Ya hace mucho lo dijo Boswell con certera elocuencia: "El patriotismo es el último refugio de los bribones".

TBR: ¿Se podría considerar un fracaso literario el hecho de que El Enano no haya tenido una réplica de parte del personaje afectado?..
FA: ¡Cómo que no hubo réplica! (Entre sorprendido y enojado).

TBR: No tiene réplica como libro…..
FA: Ah, bueno, pero eso se debe a que en el terreno literario el susodicho es un inepto…

TBR: Sería muy interesante para la literatura peruana que hubiera dos libros…..
FA: Él ya intentó escribir una novela y le fue pésimo. Se llamaba Memorias del abismo. ¡Mira tú qué título! Yo creo haber dicho alguna vez que, para un enano, cualquier cosa es un abismo, hasta subirse a un sardinel. (Risas) Esa novela fue un libraco ampuloso, con personajes acartonados y un lenguaje pretencioso hasta la cursilería. Pero, eso sí, él se siente capaz de replicar con artículos, algunos de las cuales a veces resultan cómicos. Incluso me ha amenazado con sacar un volumen de artículos que titularía Gigantes de la estupidez (Carcajadas). Pero, hasta dónde yo sé, no lo ha hecho, y quién sabe por qué. Su respuesta, su réplica, ha sido más bien atacar todas mis investigaciones periodísticas, y, claro, ha acabado por las patas de los caballos. Dio tribuna a sicarios de narcos, le sirvió entrevistas en bandeja a presidentes regionales corruptos que El Comercio cuestionaba, impugnó el destape que hicimos de Bavaria y apañó al asesor presidencial César Almeyda en la supuesta coima de dos millones de dólares. ¡Claro que no es tonto! Después, barajándola, terminó dándonos la razón en muchos casos. Hoy el pobre Hildebrandt es un periodista que posa de independiente, pero que no pasa de ser un solemne mentecato que se da ínfulas.

TBR: Algo muy dañino para el país…..
FA:
Yo diría que no sólo es dañino…

TBR: ¿A qué te refieres?..
FA: A que también es contaminante. Y ello porque el enano es popular. Forma parte de ese fenómeno de nefastas popularidades deplorables, la prensa chicha, la telebasura, esas celebridades que contaminan a la gente desinformada o con pereza mental. Algo de veras muy triste. En el Perú un pobre infeliz como Antauro Humala tiene 30 por ciento de aprobación, y un sátrapa como Fujimori tiene otro 25 por ciento, después de todo lo que hoy conocemos sobre ellos, robo, corrupción, crímenes… Y bueno, sí, el mentecato de Hildebrandt es popular. El temperamento del Perú actual tal vez se podría resumir en una anécdota que me sucedió a mí: en las últimas elecciones presidenciales, le pregunté a un taxista: "¿Oiga, usted por quién va a votar?", el taxista me respondió: "Yo voy a votar por el APRA", y yo retruqué: "Pero acaso usted ya olvidó toda esa bola de robos y corrupción cuando ellos estuvieron en el gobierno", y el taxista me contestó: "Sí, sí, los apristas robaron… pero robaron lo justo; algo muy diferente a Montesinos y Fujimori, que se llevaron el país en peso" (Risas). Una cosa absolutamente increíble, ¿no te parece? Esta anécdota expresa toda una idiosincrasia, la forma de pensar de un país que tolera un cierto umbral de corrupción, del mismo modo en que toleramos un dolor…Y volviendo a lo de Hache, no hubo una respuesta literaria, pero sí hubo una respuesta mediática, me hizo una campaña de barro por todos lados. Tiene muchos contactos y amiguetes. Una de las críticas literarias más espectaculares que he recibido fue la que me hiciera Magaly Medina, directora de un espacio de telebasura y que entonces era su amiga, quien frente a las cámaras agarró mi libro (El Enano), lo tiró al suelo, y lo empezó a pisotear con el taco del zapato, diciendo: "esto es lo que hay que hacer con este libro". Mi hija, que vio de casualidad la escena, me llamó por teléfono: "¡Papá, prende la tele! ¡Magaly está pisando tu libro en este momento!" (Risas). ¡Qué espectáculo! ¡La literatura debería desatar más a menudo pasiones de este tipo! (Risas). Bueno, esta misma mujer, Magaly, se peleó tres meses después con su gran amigo César Hildebrandt y entonces volvió a comentar mi libro y se puso a leer fragmentos enteros, diciendo "Sí, debo admitirlo, Ampuero tenía toda la razón…" (Risas)...

TBR: Has dicho que el cuento es el género más difícil...
FA: Lo que yo considero básicamente mi obra más importante son mis cuentos. Este es, para mí, el género literario por excelencia, aún cuando no es un género de venta masiva. Tú le ofreces un libro de cuentos a las editoriales españolas y se les paran los pelos, te piden novelas. Es una pena. Eso no significa que desdeñe la novela. Ahora mismo, te informo, estoy escribiendo una novela inmensa, ya tengo 400 páginas en limpio…

TBR: ¿El título…?..
FA: El título nunca lo digo, soy supersticioso… Pero volvamos al cuento; este es el género más complejo, más difícil, ¿no crees? El cuento se basa en el efecto literario. Y requiere una buena primera línea. Si te sale una primera línea bien escrita, conseguirás que fluyan todas las demás, y para esto, claro, es necesario que sepas exactamente hacia adónde te diriges... Cuando uno escribe un cuento, tiene la obligación de saber adónde se dirige. Este conocimiento, que es fundamental, te librará de frases gratuitas y te permitirá mantener la tensión. Yo me he impuesto a mí mismo una especie de arte poética, sabes, un canon en la medida de que todas mis historias responden a la influencia de dos grandes libros, La Biblia cristiana y Las mil y una noches, ambos libros sagrados para mí, en el sentido de que, gracias al primero, mis personajes siempre están violando uno o varios de los diez mandamientos: desean a la mujer del prójimo, o roban, o matan o mienten. Cuando los personajes acatan los diez mandamientos, no pasa nada… (Risas) y todo se desinfla. Creo que toda la literatura depende, incluso desde antes del cristianismo, de la violación permanente de los diez mandamientos. La literatura narrativa es la infracción de los mandamientos en millones de variaciones que, en definitiva, organizan las tramas de los cuentos.

De Las mil y una noches, en cambio, tomo el espíritu narrativo, la forma de contar, la intensidad que es imprescindible insuflar a las historias, y que por cierto es la misma intensidad a la que echó mano Sherezade cuando le contaba sus cuentos al sultán. Ella tenía que ser lo suficientemente interesante como para evitar que todo su auditorio, que solamente era el sanguinario sultán, no se aburriera. De lo contrario, le cortarían el cuello a amanecer. Shererezade, como bien sabes, detenía sus cuentos al amanecer y se ofrecía a contar el desenlace a la noche siguiente. Y a la noche siguiente terminaba su historia, y empezaba otra que de nuevo dejaba interesadísimo al sultán al llegar el alba. Bueno, yo creo que escritor de cuentos debe escribir con el propósito de atrapar al lector, sin permitirle un bostezo.

TBR: En una pasada entrevista, César Aira me decía que le gustaba trabajar con arquetipos, pero no para sacarlos del arquetipo, sino mantenerlos como tales y trabajar así con ellos. Creo que la diferencia contigo es que tú también trabajas con arquetipos pero para humanizarlos… ¿Estas de acuerdo?..
FA: A lo mejor. Pero los arquetipos tienen que ser tangibles. Por más estravagantes que luzcan, yo, antes que nada, tengo que creer en mis personajes y también creer en sus circunstancias… Deben constituir un material verosímil. Los personajes que pueblan mis historias pueden ser reales o inventados, pero por encima de todo creíbles. Julio Ramón Ribeyro, que es uno de los cuentistas que más admiro, decía que las historias de fondo biográfico deben contarse de tal manera que cuando el lector las lea se diga: esto me huele a ficción, y por otro lado, al abordar historias de ficción, deben contarse de tal manera que el lector diga: "Ah, esto le ha sucedido al autor, esta clarísimo…". Después de eso, obtenida la magia (me refiero a la que logra dejar en suspenso la incredulidad del lector), cada autor aplica su receta narrativa. Yo apuesto porque cada historia tenga su verdad poética. Si la tiene, las cosa van a funcionar mucho mejor.

TBR: ¿Y qué papel tienen el lenguaje y el tema?..
FA: Cada historia exige su manera de ser contada. Si empleas la primera o la tercera persona, si usas términos de replana (que yo siempre dosifico al mínimo), si juegas con el tiempo. Sin embargo, lo más importante es el tono. Una vez que estableces el tono de la historia, tienes hecho la mitad del camino.

TBR: Sé que tienes listo un nuevo libro de cuentos...
FA: Sí, y en este caso te puedo adelantar el título, porque va a ser publicado en cosa de tres o cuatro meses, aunque no debería decirlo hasta que salga, pero en fin, ahí va; el título es Mujeres difíciles, hombres benditos.

TBR: Con respecto a tus viajes, ¿qué formación te dio tu etapa de mochilero?..
FA: Bueno, mi etapa de mochilero fue casi una universidad paralela, mucho más intensa y diversa, por supuesto, que estar sentado en una aula frente a una pizarra. Yo pasé más de diez años viajando por todo el mundo, leyendo mucho en el camino, enamorándome mucho, me embarqué en viajes llenos de vicisitudes, felicidades y tragedias. Creo que he sido un pionero del turismo económico de mi generación. He vivido en islas Galápagos, y recorrí buena parte de América Latina y Europa.

TBR: ¿Dirías que el periodismo te alejó o te acercó a la literatura?..
FA: Alguna gente cree que el periodismo aleja de la literatura y por eso le teme. Yo no creo en eso. El periodismo, a mi juicio, te ayuda a prescindir de palabras superfluas. Te enseña a escribir en un lenguaje sencillo, despojado de ornatos, en el que prescindes de rellenos y regodeos. El asunto es saber descubrir poesía en la sencillez. Yo pretendo buscar la belleza en el lenguaje desnudo, y antes que recurrir a la metáfora opto por la enunciación correcta y exacta, a la manera de los poemas de Kavafis, que de hecho es la poética más limpia y desnuda. Naturalmente, esto no me impide gozar de la opción barroca. Pero me emociona más el lenguaje sencillo.

TBR: Cambiando de tema, ¿cómo ves el Perú de hoy? Mejor dicho, ¿qué le deseas por ejemplo a este gobierno de Alejandro Toledo, en este año y medio que le queda?..
FA: Lamento mucho lo que le pasa a este gobierno, aun cuando ha logrado una cierta estabilidad en el país. Y es que la gente no ve el crecimiento económico, ni los futuros beneficios del gas de Camisea, circunstancias que cualquier otro presidente hubiera podido capitalizar mejor. El problema, en definitiva, es Toledo y sus malos asesores, que lo han llevado a hilvanar un rosario de torpezas. Una pena. A Mario Vargas Llosa, simpatizante de Toledo por un largo trecho de este gobierno, le volvieron a formular hace poco la pregunta de Zavalita en "Conversación en la catedral": ¿En qué momento se jodió el Perú? Y Mario, ya bastante harto de que le pregunten siempre lo mismo, contestó: "El Perú se jode todos los días, cada día, todo el tiempo." (Risas).

TBR: "El Perú es un país hecho a la peruana"…..
FA: (Risas). Esa es una frase de Mario Campos, un gran periodista, y un gran amigo, ya fallecido, a quien yo le solía decir: "Tú y yo somos dos escépticos con expectativas" (Risas). Los peruanos hacemos a menudo este tipo de bromas melancólicas. Y algo de esto, a veces, se convierte en periodismo o en literatura. De todo ello el periodismo es quizá lo que va a desaparecer. En cambio, si tienes suerte, la literatura nos puede reconciliar con el futuro, aunque a estas alturas, hay que reconocerlo, la mayoría de los escritores estamos destinados a desaparecer: el carné de trascendencia es un documento del que muy pocos gozarán en el siglo XX y XXI. A los súper best-sellers de los años veinte, no te olvides, hoy nadie los conoce. Han quedado los buenos, claro; genios como Fitzgerald, Hemingway, Faulkner, pero no están todos. Hay muchísimos autores extraviados en el tiempo. Melville iba a ser uno de esos extraviados, pero se salvó a pocos años de su muerte. ¿Pero cuánto se pierden y perderán para siempre? Imagina nomás que sólo en Alemania aparecen cada año 70,000 títulos nuevos. Y hay millones de títulos de autores reeditados. ¿Quién aparecerá y desaparecerá en el resto del mundo? ¿Quién es trascendente y quién no? En suma, esto no debe importar a los escritores. La única alternativa razonable que tenemos los que participamos de esta pasión es alzarnos de hombros y dedicarnos con ahínco a escribir buenas historias, a procurar contarlas bien, a escribirlas con amor, a atender con fidelidad nuestra vocación…

TBR: Pero los autores son trascendentes para las personas que los leen, ¿no?..
FA: Es cierto, aunque yo lo tomo como una ilusión óptica. Y casi todo en la vida es una ilusión óptica, aceptémosla. De cualquier forma, siempre suele ser gratificante para mí encontrarme con lectores y lectoras de mis cuentos, gente que se me acerca con gran cariño y que comenta escenas o pensamientos de uno de mis cuentos. Esto te produce una gran satisfacción. Y es que, a pesar de que los escritores escriben para sí mismos, también piensan en un lector desconocido y fantasmal… ese lector que es capaz de sostener con el autor diálogos virtuales fuera del tiempo y el espacio…

TBR: ¿Cuál es la mejor mala crítica que te han hecho?..
FA:
Es una buena pregunta… ¿la mejor mala crítica?... Creo que la suscitó mi primer libro, un conjunto de cuentos escritos a los 19 años con el título Paren el mundo que acá me bajo. Varios de estos cuentos se integraron luego en Deliremos juntos, el que es ahora mi primer libro, según mi bibliografía oficial, por llamarla de algún modo. La crítica se la hicieron a uno de mis cuentos que tuvo mayor acogida entre los lectores y que figura en varias antologías. Me refiero a Paren el mundo que acá me bajo, un cuento sobre jóvenes de principios de los setenta, chicos que oían rock y fumaban marihuana y sufrían lo que por entonces llamábamos problemas existenciales. El crítico, cuyo nombre ya no recuerdo, publicó la reseña en una revista muy famosa, en la que elogiaba mucho el estilo del narrador, el diseño de personajes, la trama e incluso la intensidad del cuento, pero remataba su crítica diciendo prácticamente que lo lamentable de mi libro era que me ocupara de una juventud perdida, ya que no era ésta la juventud que iba necesitar el Perú del futuro, pues se trataba de una sarta de vagos y marihuaneros… (Carcajadas). Yo, por cierto, quedé fascinado y hasta agradecido.

 

portada AmpueroFernando Ampuero es cuentista, novelista, poeta, dramaturgo y periodista. Comenzó su carrera literaria a principios de los setenta con la publicación del volumen de cuentos Paren el mundo que acá me bajo (1972). Vivió en las islas Galápagos y, en 1975, obtuvo una beca de literatura en Budapest, donde escribió la novela Miraflores Melody (1979). A su regreso al Perú, se volcó al periodismo, tanto en prensa como en televisión. Ha sido director de los programas televisivos Documento y Uno más uno,  director de la revista Jaque, subdirector de la revista Caretas, editor general de Somos y editor general de Canal N. Actualmente es editor de la Unidad de Investigación del diario El Comercio. Entre sus obras destacan la novela Caramelo verde (1992) y las  colecciones de cuentos Deliremos juntos (1975), Malos modales (1994), Bicho raro (1996) y Cuentos escogidos (1998). También obtuvo gran éxito con los volúmenes de crónica Gato encerrado (1987; edición aumentada, 1998) y El enano, historia de una enemistad (2001). En 1997 dirigió el equipo que elaboró Base Tokio, el verano sangriento, libro que reseña la dramática crisis de los rehenes en la embajada de Japón en Lima; en 1998 apareció el poemario Voces de luna llena (reeditado el 2002 en edición de lujo que ilustró el artista plástico José Tola), en el 2003 estrenó la pieza teatral Arresto domiciliario y en el 2004 publicó el poemario Muslo que subo. Ampuero publica su obra en Jaime Campodónico editor (Lima), Peisa (Lima), Seix-Barral (Barcelona) y Alfaguara (Bogotá). Figura también en diversas antologías nacionales e internacionales, y ha sido traducido a varios idiomas. 

 

© Ernesto Escobar Ulloa 2005

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