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índex català     noviembre - diciembre  n° 45


Marta Dacosta

Galicia, mujeres poetas (III)

Marta Dacosta

Marta Dacosta Alonso (Vigo, 1966), licenciada en filología gallego-portuguesa, es poeta y ejerce como docente en Enseñanza Media. Ha publicado los poemarios Crear o mar en Compostela (Deputación de Lugo, 1994, 1º premio de poesía "O Grelo" en 1993), Pel de ameixa (premio González Garcés de poesía, 1995, convocado por la Deputación Provincial da Coruña), Setembro (Galaxia, 1998, premio "Martín Códax", En atalaia alerta (1999, accésit del premio de poesía Esquío) y As Amantes de Hamlet (Edicions Espiral Mayor, 2003).
      Ha publicado en diferentes revistas como Castrellis, Olisbos, Dorna, A festa da palabra silenciada, Congostray o en el periódico A Peneira. Asimismo ha participado en las publicaciones colectivas: Intifada, oferenda dos poetas galegos a Palestina, 8 e méio, O entrelazado das palabras y en las antologías Para saír do século, nova proposta poética, (Ed. Xerais, 1997), dEfecto 2000, (Letras de Cal, 1999), Novas Voces da Poesía Galega, (Consello da Cultura Galega), A poesía contemporánea a partir de 1975, antología (Ed. A Nosa Terra), 25 anos de poesía galega 1975-2000 (Biblioteca 120, La Voz de Galicia), Antología de Joven Poesía Gallega (Enfocarte.com); así como en Negra Sombra, intervención poética contra a marea negra, Alma de beiramar o Sempre mar.
      Ha publicado las series de poemas Fragmentos (Lúa Nova, nº20), O meu nome é Antígona (Grial, nº160) o A princesa na torre, (Biblioteca Virtual Gallega, www.bvg.udc.es).
      En la actualidad es liberada sindical en la Confederación Intersindical Galega (CIG) y forma parte de la Directiva de la Asociación de Escritores en Lingua Galega (AELG)
      Desde 2003 colabora como columnista con el semanario A Nosa Terra.

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Hoxe estou en silencio xogando co pasado,
mentres vexo chegar andando a miña avó,
que aínda é tan pequena como eu a recordo
e segue alí no vello paseo Afonso XII.
Eran cen escaleiras as que nos separaban,
o mundo da cidade vencido de ruídos
e a praciña de pedra en que aínda hai un pozo
ou a casa pequena da indomable Manuela.
Recupero a memoria de Pepa silenciada
pola peste da gripe cando empezaba o século,
e o misterio da vida en garrafas de barro
e algodón por Gonzalo, que naceu a destempo.
Recupero a friaxe e o sal do mar na noite
e a chalana afogada na outra beira da ría,
á miña nai tirando carbón desde a bufarda
ou atada a unha silla de falar castellano.
E eu sinto que son hoxe tantas que entón me foron,
Saladina, Manueliña, Rosa ou tamén Pepa,
e a mesma Teresa que nos fala incansable
mentres o tempo vai rodando pola tarde.

de Setembro, 1998


Hoy estoy en silencio recorriendo el pasado,
mientras veo llegar andando a la abuelita,
que aún es tan pequeña como yo la recuerdo
y sigue allí en el viejo paseo Alfonso XII.
Eran cien escaleras las que nos separaban,
la ciudad en su mundo vencido de ruidos,
la placita de piedra en que aún hay un pozo
o la casa pequeña de la indómita Manuela.
Recupero la memoria de Pepa silenciada
por la peste de la gripe al empezar el siglo,
y el misterio de la vida en botellas de barro
y algodón por Gonzalo, que nació antes de tiempo.
Recupero el frío y la sal del mar en la noche
y la lancha ahogada en la otra ribera,
a mi madre tirando carbón de la buhardilla
o atada a una silla de hablar en castellano.
Y siento que soy hoy las que entonces me fueron,
Saladina, Manueliña, Rosa o también Pepa,
y la misma Teresa que nos habla incansable
mientras el tiempo va rodando por la tarde.

de Setembro, 1998

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Orfa estou
sobre este marzo incrible
lanzando miles de palabras ao centro do abandono
e coa pel do deserto vestindo as miñas pernas.
Os cabelos son de area e a boca
pedra ferida polo vento.
Non podo abrir os ollos á ventisca
e non os vexo, non vexo as vosas mortes sobre o entroido
no centro do balbordo,
no extremo da corda que voaba
desde a escada de caracol hai tantos anos.

hai un tempo en que a morte
rodea esta distancia e se aproxima
sobre o deserto e o vento
no abandono

de En atalaia alerta, 2000

Huérfana estoy sobre un marzo increíble
lanzando miles de palabras al centro del abandono
con la piel del desierto vistiendo mis piernas.
Los cabellos son de arena y la boca
piedra herida por el viento.
No puedo abrir los ojos a la ventisca
y no os veo, no veo vuestras muertes sobre el carnaval
en el centro del ruido,
en el extremo de la cuerda que volaba
desde la escalera de caracol hace ya años.

hay un tiempo en que la muerte
rodea esta distancia y se aproxima
sobre el desierto y el viento
en el abandono

de En atalaia alerta, 2000
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ou Ofelia, ou Medusa
. Sen elección. Condenadas á inocencia, ao silencio. A todos os silencios.
Pero se coñecemos á dama da poza, se buscamos a razón do abismo e aprendemos a rotación da lúa, nunca máis levaremos a grinalda de Ofelia e as flores non volverán ser brancas. Branca só a palidez da pel, o reflexo da lúa.
Vencedoras de Perseo, nunha illa sen mapas, recolleremos os corpos, virán á nosa praia, todas, todas as que levaron a estrela na fronte e escoitaron as buguinas do mar, as que buscaron o seu cuarto e deixaron un sombreiro sobre as augas

de As amantes de Hamlet, 2003


o Ofelia, o Medusa. Sin elección. Condenadas a la inocencia, al silencio. A todos los silencios.
Pero si conocemos a la dama del pozo, si buscamos la razón del abismo y aprendemos la rotación de la luna, nunca más llevaremos la guirnalda de Ofelia y las flores no volverán a ser blancas. Blanca sólo la palidez de la piel, el reflejo de la luna.
Vencedoras de Perseo, en una isla sin mapas, recogeremos los cuerpos, vendrán a nuestra playa, todas, todas las que llevaron la estrella en la frente y escucharon las caracolas del mar, las que buscaron su cuarto y dejaron un sombrero sobre el agua

de As amantes de Hamlet, 2003

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Ósos de muller,
ósos que encolleron na humidade do inverno,
de todos os invernos
que anegaron o século.
Ósos de muller,
ósos ou cristal que non resiste os días
e se crava na carne
recordando a dor de cada parto,
de cada océano de sangue
que o corpo vomitou.
Ósos de muller
que esmorecen co inverno das mil chuvias
e volven á terra que pisamos,
á eternidade do silencio e á verdade,
á detención do sufrimento.

de As amantes de Hamlet, 2003


Huesos de mujer,
huesos que encogieron en la humedad del invierno,
de todos los inviernos
que inundaron el siglo.
Huesos de mujer,
huesos o cristal que no resiste los días
y se clava en la carne
recordando el dolor de cada parto,
de cada océano de sangre
que el cuerpo vomitó.
Huesos de mujer
que se deshacen con el invierno de las mil lluvias
y vuelven a la tierra que pisamos,
a la eternidad del silencio y a la verdad,
a la detención del sufrimiento.
de As amantes de Hamlet, 2003

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Poema inédito, 2004

Papas de arroz:

Un paíño de canela na man
é o arrecendo que nos envolve,
que escarva na memoria e fai saír
a lembranza máis doce dos poucos anos,
da pequena estatura remexendo,
tirando o limón e a tona,
mesturando arroz, azucre e canela.
A mesma camisa azul,
os chichos de sete anos
e a mornura do leite e o arroz,
case sen espesar, cando chegaba a noite.
Cun paíño de canela traio ao presente
as paredes brancas e as lacenas de obra,
as mesmas en que me agachaba
o día que escoitaba unha canción para min.
Foi case a primeira casa,
a casa das papas de arroz,
das patacas loiras,
dos fritos, con pouco leite,
da carioca que mordía o rabo.
A casa en que xoguei soa
e a cociña era un mundo en si mesmo,
un mundo cunha ventá aberta
sobre o camiño que viña da escola,
que ía a ningures,
o camiño que observaba e repasaba,
mentres cantaba á soidade.

O mesmo arroz con leite
que un día callou,
vómito e anuncio do meu sangue.


Arroz con leche:

Un palito de canela en la mano
es el aroma que nos envuelve,
que escarba en la memoria y hace salir
el recuerdo más dulce de los pocos años,
de la pequeña estatura revolviendo,
sacando el limón y la nata,
mezclando arroz, azúcar y canela.
La misma camisa azul,
los chichos de siete años
y la templanza de la leche y el arroz,
casi sin espesar, cuando llegaba la noche.
Con un palito de canela traigo al presente
las paredes blancas y las alacenas de obra,
las mismas en que me escondía
el día que escuchaba una canción para mí.
Fue casi la primera casa,
la casa del arroz con leche,
de las patatas rubias,
de los fritos, con poca leche,
de la carioca que mordía el rabo.
La casa en que jugué sola
y la cocina era un mundo en si mismo,
un mundo con una ventana abierta
sobre el camino que venía de la escuela,
que iba a ninguna parte,
el camino que observaba y repasaba,
mientras le cantaba a la soledad.

El mismo arroz con leche
que un día cuajó,
vómito y anuncio de mi sangre.


© Marta Dacosta 2004
© traducción de la autora

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noviembre - diciembre  n° 45

Narrativa

Barry Gifford: Bailando con Fidel
Jaime Espinal: Para evitar los daños mencionados
Jaime Espinal: Cultura Metro
David Hernández de la Fuente: A la hora del bocadillo

Ensayo: Especial LARVA
Entrevista

Fernando Iwasaki
"Si folláramos más, escribiríamos menos"

Poesía

Galicia, mujeres poetas (III)

Marta Dacosta
Estíbaliz Espinosa

Notas de actualidad

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Reseñas

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