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índex català     noviembre - diciembre  n° 45

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La novela Ríos
Veinte años no es Larva

Por
Juan Francisco Ferré

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"Larva es otro Libro de Buen Amor, escrito seis siglos después del originario por un Ovidio hispano versado en el ars amandi de la urbe más animada y la movida de su tiempo y metamorfoseado en archilector de la modernidad narrativa."

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Cero no ser…
Julián Ríos

Lo diré sin ambages y parodiando el famoso poema castellano. Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar que es el morirse de risa gracias a Julián Ríos. No nos engañemos. Si no fuera por Ríos, la literatura española sería un velatorio interminable por la defunción de la lengua española y su descomposición púdica y pública. Un velatorio sin verdadera novela bufa, todo sea dicho. La vela fúnebre del velatorio se transformó en novela de novelas, o meganovela, gracias a la gracia incomparable de Ríos, que velaba por todos nosotros, los lectores de entonces, que somos y ya no somos los mismos, qué se le va a hacer. Y así se gestó la gesta de Larva, la novela gigante o giganovela. La primera novela cibernética de la literatura española, por la gran cantidad de información que almacena para el cerebro de sus usuarios, y también la primera novela activa, por el alto nivel de participación y colaboración que exige de éstos, y adictiva, por el enganche verbal que causa su escritura.

Y así puedo decir también que desde que descubrí las ingeniosas y culteróticas aventuras de Babelle y Milalias, seudónimos protagonistas de esta novela que no vela su cadáver, no he dejado de considerar el espacio textual de Larva como un gay saber y una utopía ilimitada de libertad imaginativa y felicidad carnal al alcance de todos los lectores: lo que habrían sido el mundo y la vida si muchos de los valores intelectuales y vitales que proliferaron en la década de los sesenta y setenta y en parte de los ochenta no hubieran sido oprimidos de modo siniestro en la siguiente década por tantas regresiones inesperadas y tanta normatividad estéril como las que rigen hoy nuestras sociedades del malestar más o menos consensuado. Siempre he pensado que el espíritu y las formas libérrimas de Larva representaron en cierto modo, en el inconsciente político español, y representan todavía hoy para quien sepa leer la novela desde esta óptica algo diferente, además de un desafío literario que recompensa sobradamente a su lector, la alegoría más alegre y carnavalesca de lo que debió ser la transición y no fue, ni terminó siendo, la democracia española. Quizá la democracia sin más, el régimen político más adecuado a la reconversión de la historia en comedia, si se me permite esta reflexión (co)lateral.

En todo caso, un libro único en el que la libertad de expresión se transformaba en expresión de libertad (una de esas paradojas que hoy todavía dan que pensar, cuando la libertad de expresión se entiende como derecho virtual de ejercicio cada vez más dudoso, o al que se invita directamente a renunciar al sujeto postmoderno). Por eso también Larva es el libro más libre de la literatura española y uno de los más felices de la literatura universal: en el siglo pasado (el siglo de la mejor novela literaria y el primer siglo de la telenovela, su antípoda cultural), yo sólo encuentro otro libro que exprese de modo comparable la felicidad libidinal de la vida y la literatura, y es Ada, o el ardor, de Vladimir Nabokov.

Larva es una obra suma que aporta a la literatura española lo que le había faltado desde hacía siglos, la hilaridad y la comicidad de las palabras y las cosas, exactamente desde el Libro de Buen Amor de Juan Ruiz (otro JR rejuvenecedor del idioma más tierno como Julián Ríos). Larva es otro Libro de Buen Amor, escrito seis siglos después del originario por un Ovidio hispano versado en el ars amandi de la urbe más animada y la movida de su tiempo y metamorfoseado en archilector de la modernidad narrativa. Sin olvidar tampoco todo lo que la postmodernidad había revisado en el canon moderno de la novela. Porque Larva es también la cima de la postmodernidad hispana. Una obra que lo canibaliza todo con desenfreno en su proyecto de generar y regenerar la cultura total del siglo veinte en un crisol de lenguas y literaturas: la comedia griega y latina, el Satyricon de Petronio (y también la visionaria revisión de Fellini, un síntoma de contemporaneidad), las epopeyas hindúes, el carnaval de la edad media y el renacimiento, la escritura femenina del Japón medieval, la picaresca hispana, los cuentos chinos, Cervantes, el barroco, la lógica del sinsentido de Lewis Carroll, el enciclopedismo delirante de la modernidad (Flaubert, Joyce, Arno Schmidt, Borges), la nueva novela española (Juan Goytisolo y Martín Santos) e hispanoamericana (Cortázar o Cabrera Infante) y la experimentación verbal y la fragmentación de la experiencia y la identidad propias de la era postmoderna (Pynchon, Barth)…

Una obra, en suma, en la que la cultura se descalza de sus altos coturnos cual Mesalina desmelenada para acudir en pos del placer del texto a lupanares o ergástulos y celebrar allí su orgiástica disolución y paradójica resurrección, y salir de esas saludables saturnales renovada y revitalizada. Un libro ingenioso hecho casi enteramente de citas y excitación, de acoplamientos verbales tanto como carnales, donde lo culto y lo afrodisíaco se abrazan con ardor en el desmembramiento de cada palabra como no se había vuelto a hacer desde Rabelais. Porque Larva es una meganovela, como he dicho, que se compone de infinitas micronovelas, de las ramificaciones interminables y las fricciones sin cuento a que da lugar el cruce polimorfo de una palabra con otra, el roce de una lengua con otra, la perversión de un refrán, una frase hecha o un tópico gastado. Una novela que construye su ética sexual desde la fonética, desde los étimos o raíces en celo de las palabras hasta los encuentros o desencuentros amorosos de los personajes en los escenarios de un Londres reinventado y carnavalesco.

Decía Groucho Marx con razón que no había nada en la vida que mereciera la pena que no se pudiera hacer en la cama. Curiosamente, Julián Ríos piensa lo mismo. Larva, un homenaje explícito y desenfadado a ese mueble vital, me descubrió en el momento de su publicación, hace más o menos veinte años, que el circuito comunicativo entre sábanas y páginas leídas o escritas, el movimiento continuo de amar, escribir o leer, la circulación promiscua de los libros, las amigas y las camas, podía volver la vida de un joven aspirante a escritor aún más excitante de lo que ya lo era sin esa novela en cierto modo sicalíptica y vocacional. Del dicho al lecho, como rezaba el lema de escritura que Ríos acuñó de coña en una de sus originales páginas, va sólo un trecho…

 

 © Juan Francisco Ferré, 2004.

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BIO: Juan Francisco Ferré es crítico literario de Diario SUR y colabora como narrador, crítico y ensayista en revistas como ArteletrA, Bestiario, Bazar, Turia, The Barcelona Review, Letras Libres, Hueso Húmero, Inti, Letra Internacional, Quimera o Lateral. Ha publicado los libros narrativos Ajuste de cuentos, Homenaje a Blancanieves, La vuelta al mundo y I love you Sade. Prepara la inminente publicación de la novela La fiesta del asno y del ensayo monográfico Alegorías de la postmodernidad. Ha sido seleccionado en las antologías Afinidades electivas (Letras Libres, 2003), Golpes. Ficciones de la crueldad social (DVD, 2004) y Mass Media + Máquinas (Laia, 2004). Juan Goytisolo lo ha destacado entre los escritores más interesantes surgidos en el panorama literario español durante la última década.

El autor en The Barcelona Review:

La Edad Media (TBR 34)
Múltiples anulaciones: el ingenio infinito de David Foster Wallace (TBR 36)
Carne de Catástrofe: Una estética de lo real
(TBR 38)
I love you Sade –reseña- (TBR 40)
Fragmento de La Fiesta del Asno
(TBR 41)

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noviembre - diciembre  n° 45

Narrativa

Barry Gifford: Bailando con Fidel
Jaime Espinal: Para evitar los daños mencionados
Jaime Espinal: Cultura Metro
David Hernández de la Fuente: A la hora del bocadillo

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Fernando Iwasaki
"Si folláramos más, escribiríamos menos"

Poesía

Galicia, mujeres poetas (III)

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Ultramarina Malcolm Lowry
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