biografía del autor

imageHéctor Domingo

El Peregrino

 

1

La Ceremonia del Ahogamiento de una Vieja Máquina de Escribir es una tradición tan antigua que resultaría inútil cualquier intento por encontrar sus orígenes. El mecanógrafo suele hacer un peregrinaje con las rodillas al piso y su pequeña fábrica de párrafos en la espalda hasta llegar al río, playa o lago más cercano. Una vez en el lugar elegido, el hombre toma el resto del día y la noche como una última oportunidad para recapacitar su decisión. Así, cuando el cielo vuelve al azul claro, el paseante casual podrá encontrarse con un abrigo, una bufanda, un sombrero o un zapato solitario que flota cerca de la orilla; o bien, con un demente estilando agua que besa y abraza a su máquina de escribir como si lo hiciera con la vida misma.

2

Cuentan de un tal Julio Luss, hombre de pocas palabras en labios, pero muchas en papel (trescientas cincuenta por minuto antes de que los dedos le quedaran tiesos por la artritis), que en cierta ocasión recorrió más de cuarenta kilómetros sobre sus rodillas y con los ojos cubiertos, rumbo al océano más próximo. Julio había decidido que la sensación de humedad en la piel y el aroma a peces y a sal serían sus brújulas. Tuvieron que transcurrir tres días de un penoso avance hasta que el hombre por fin olfateó el momento justo para desatar la venda de sus ojos. Lo hizo más por curiosidad que por certeza: el mar nunca podría tener un olor tan penetrante, a menos que mil peces hubieran decidido tomar la playa a un tiempo. ¿Por qué entonces el tufo? Las mesas de madera y las básculas que, al abrir los ojos, vio frente a él le dieron la respuesta: en aquella pescadería de aquel mercado municipal al que había llegado por error no se vendían mariscos frescos.

3

Un par de kilómetros hacia el oriente bastaron para que Julio llegara al mar luego de corregir el rumbo; esta vez con la mirada tan dispuesta como las rodillas. Vino la noche y con ella la meditación y un veredicto: No hay peor deshonra para una máquina de escribir que diez dedos hambrientos que ya no pueden doblarse ni para teclear la palabra li-mos-na.
      Cuando la marea bajó de nuevo para descubrir al sol, la máquina ya no estaba, pero Julio sí, ejercitando sus dedos tiesos en el arte de escribir sobre la arena.


Biografía:

Héctor Domingo (Arandas, Jalisco, México, 1971) es autor del libro Bitácoras de Soledad. Algunos de sus relatos han sido publicados en revistas literarias de diversos países. Su sitio en la red es: www.hectordomingo.com.mx/