Notas de actualidad

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Una noche de lectura, música y conversación con
Nick Cave: The death of Bunny Munro

Barcelona, Casino de l’Aliança del Poble Nou, 24 de octubre de 2009, 22:00h

Por Marc García

 

En ocasiones, ante la magnitud de lo visto, leído u oído, las capacidades críticas quedan
desarmadas y en suspenso, hipnotizadas ante lo extraordinario. Lo que sucedió en el
Casino de l’Aliança el sábado 24 por la noche fue una de esas ocasiones. Después de unos días de extremada euforia, me siento más capacitado para analizar objetivamente
(en la medida de lo posible) el extraordinario concierto-recital que Nick Cave ofreció
para 700 privilegiados; no obstante, la conclusión final es la misma que saqué sólo cruzar las puertas del recinto, al final de 130 minutos vibrantes: se trata, sin duda, de uno de los 5 (o incluso 3) mejores conciertos que he tenido el placer de presenciar en mi vida.

Nick CaveLa velada apuntaba magníficamente. Se nos presentaba como una mezcla de recital literario, en que Cave leería fragmentos de su nueva y notable novela, concierto íntimo en formato de trío y debate participativo con la audiencia. El emplazamiento era ideal: un teatro de barrio extraordinariamente conservado, con un aforo muy reducido y una acústica perfecta. Mi asiento, en la fila 7, envidiable. La noche prometía. Y la noche cumplió, y sobrepasó todas mis expectativas.

El show se inició con una proyección documental que relataba la vida de los vendedores ambulantes americanos a mitad del siglo pasado (reforzando la conexión con Muerte de un viajante que ya sugerí en la crítica del libro). Después de esto, Cave, impecablemente vestido de negro como suele ser habitual en él, entró en escena, y en la penumbra, empezó a recitar, histriónicamente y con la autoridad de un predicador, un breve fragmento (2 páginas y media) del capítulo 3 de la novela; quizá sea uno de los trozos más provocadores de la misma, en que Bunny Munro hace gala de su misoginia mientras se dedica únicamente a observar cuerpos femeninos y dar rienda suelta a su lúbrica imaginación. Mientras tanto, unas caderas cimbreantes se proyectaban a sus espaldas, y el excepcional y polifacético Warren Ellis añadía efectos de sonido para reforzar la proyección.

Acabada la lectura, Cave habló y sentó las bases de lo que sería la velada, permitiendo peticiones y preguntas “tan personales como queráis, tan estúpidas como queráis”. En honor a la verdad, cabe decir que predominaron las intrascendentes; anecdóticas y divertidas en ocasiones (“¿Dónde está tu bigote?”, “¿Qué tienes en la taza?”), directamente burdas en otras (“He oído una canción llamada “The vagina song”, ¿eres tú quién la canta?”). También recibió preguntas sobre su colaboración con Johnny Cash, sus relaciones con prensa y público, sus nuevos proyectos (anunció nuevo disco con Grinderman, su grupo paralelo, para principios de 2010) o su interés (en este caso, falta de él) por los nuevos grupos. Cave, en general, respondió a todo con su habitual sorna y sarcasmo, por la vía rápida, resultando divertido aunque también un poco altivo. La pregunta que pareció tomarse más en serio fue la referida a por qué alguien a quién la prensa suele retratar como refractario a las entrevistas se prestaba ahora a un evento participativo de esta índole. Cave dijo que sus relaciones con los medios eran una batalla perdida, ya que siempre preguntaban lo mismo, y daban de él una imagen monolítica, dijera lo que dijera. Afirmó que, en cambio, prefería dialogar con gente que apreciase su trabajo de verdad y que pudiese aportarle perspectivas nuevas, pareció razonablemente sincero al decirlo...

Mi pregunta fue la única centrada exclusivamente en lo literario (una importante parte de los asistentes no estaban ahí por eso, sino atraídos por el reclamo de una voz renombrada), fue sobre las similitudes con La carretera, Cave respondió irónicamente que él escribió antes su primer borrador, así que probablemente Cormac McCarthy buscó en Internet y lo plagió. Las similitudes, pese a todo, no son casuales. Pedí una canción (Henry Lee, Where the wild roses grow o Breathless, para un amigo que no se atrevió a intervenir –un saludo, Miquel, cobarde), pero mi sugerencia cayó en saco roto; en su lugar, me dedicaron otro bello tema: Love letter.

La mía no fue la única de las peticiones desatendidas, y esto marcó la contradicción básica de la noche entre lo anunciado y lo recibido; Cave afirmó: “Si queréis oír algo, decidlo, quizá lo toquemos...mientras esté en el repertorio”, a lo que la gente respondió con risas. No iba en broma; consultando repertorios de otros conciertos europeos, he podido comprobar que éste sigue un orden casi inalterable (con un par de modificaciones por bolo); no obstante, el setlist fue tan perfecto, tan parecido a lo soñado y que probablemente nunca repetirá (las condiciones de una de sus giras habituales no se lo permiten), que no fue posible articular queja alguna.

Nick CaveSin duda, fue lo musical lo que dominó la velada, convirtiéndola básicamente en un concierto maquillado y embellecido. Cave sabía que su público no había pagado para oír largas letanías, sino para escuchar sus temas en directo, y cada vez que leía, casi se disculpaba por ello. Lo literario se limitó a la introducción, a un texto más largo (7-8 páginas extraídas del capítulo 15, que relatan uno de los habituales episodios tragicómicos y ridículos de intentos de seducción frustrados por parte de Bunny, y que arrancó numerosas risas) a mitad del show leído en castellano con corrección (aunque también con cierta afectación) por el actor Álex Brendemühl, y a un corto fragmento (apenas página y media del capítulo 13) en el tercer cuarto, en que Cave declamó con mucha más solemnidad y delicadeza, acorde a las características del texto, en que quizá el personaje más interesante del libro (Bunny Jr.) lee una enciclopedia a la vez que constata como su mente retiene los detalles más intrascendentes mientras que la figura de su madre recientemente muerta se desvanece de forma progresiva. Así, Cave tocó 3 de los palos predominantes en su novela: el erótico-provocador, el tragicómico e hilarante, y el lírico y dramático, y pasó a dedicarse a lo que le ha convertido en el icono que sin duda es: la música.

El concierto, como ya hemos dicho, se realizó en formación de trío (con Cave tocando fundamentalmente el piano, que alternaba con guitarra acústica y eléctrica, Martin P.Casey al bajo y el todoterreno Warren Ellis al violín, guitarra acústica, batería e incluso flauta y maracas –en ocasiones, llegaba a tocar dos instrumentos a la vez-), y en él predominó el repertorio más intimista del cantautor australiano (especialmente centrado en álbumes como The good son o The boatman’s call), abriendo con una impecable West country girl dominada por el violín y siguiendo con Hold on to yourself, de su último y notable disco, Dig!!!, Lazarus, Dig!!!, que también tuvo cierto protagonismo. Algunos momentos álgidos (de entre muchos otros, pero el espacio se me acaba) fueron la enorme The mercy seat interpretada sólo al piano, la bella e inquietante Do you love me? (part 2), o la final e inesperada Lucy. No obstante, a ratos Cave también rockeó a gusto: buenos ejemplos son un Tupelo tan desquiciado que terminó con la primera cuerda de su guitarra acústica reventada, unas potentes Dig!!!, Lazarus, Dig!!! y Midnight man, o una absolutamente punk Grinderman(tocada sólo con Cave a voz en grito, Casey al bajo, y Ellis golpeando obsesivamente los platos mientras movía las maracas), que dio paso a unos bises protagonizados por la bellísima Lime tree arbour, una clásica Red right hand mucho más potente y acelerada de lo habitual y la ya citada Lucy, que cerró el concierto con sorpresa y nota álgida.

Al final del mismo, totalmente impresionado por lo que acababa de ver y oír, me acerqué al escenario, como un fan más, para que Cave me firmara el libro, y no pude evitar decirle lo que ya anunciaba al principio de ésta crónica: que el suyo fue uno de los cinco mejores conciertos que he visto jamás. Sorprendido, Cave replicó con un entusiasta “Oh!, man!” y me estampó un beso en la cabeza. Fue un bizarro y divertido momento que culminó una noche memorable que, desde ya, figura en la historia musical con mayúsculas de la ciudad de Barcelona.

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