The Barcelona Review

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Reseñas

95

 

Vértigo Joanna Walsh
Deja que te cuente
Shirley Jackson

Fantasmas de la ciudad
Aitor Romero Ortega

Seres de un día
Antonio Luis Ginés
La frontera y otros poemas Karmelo C. Iribarren
Tremor de polvo rojo Nieves Alvarez

LAS CARAS DE UNA MUJER

portadaVértigo
Joanna Walsh
Periférica, 2018.

 

La escritora francesa George Sand dijo “La mujer no existe. Sólo hay mujeres cuyos tipos varían al infinito”. Algo así parece ocurrirle a la protagonista de Vértigo (Periférica, 2018) de la inglesa Joanna Walsh.  Pero quizá sería más justo pensar que la mujer existe, o trata de hacerlo, y su proyección se divide en una multiplicidad de haces lumínicos que son cada una del puertas de esta narración.  Así se intuye del primero de los relatos: “No me parezco a estas mujeres. Quiero proyectar su apariencia en la mía y, con ello, toda la historia que ha hecho que estas mujeres se parezcan a sí mismas y no a mí”. Sin embargo, Walsh acredita conocer a todas esas mujeres que pueden ser las caras de una única multiplicadas a su vez por la totalidad de ellas. El resultado es una pluralidad de visiones que enriquecen la estructura global.
La autora opta por una escritura poco acostumbrada que dificulta su clasificación lo cual debe ser tomado como positivo, ávidos siempre críticos y filólogos por encasillarlo todo.  Tal vez Vértigo podría leerse como una sucesión de relatos con características comunes o como una novela más o menos fragmentaria. Sería esa voz, siempre uniforme e identificable, de todos los cuentos la que construyese aquélla.  Sea cual sea la opción elegida por el lector, no influirá en la apuesta de Walsh por una narrativa ágil, original y sin constricciones innecesarias. Las frases cortas y conclusivas (“No hay nada como el enfriamiento del amor para no exagerar las cosas”) afianzan este planteamiento. La experimentación lingüística juega un papel importante en la obra de esta escritora en general y, particularmente, en esta entrega. Contar se vuelve, no tanto una argumentación, como una cadena de reflexiones.
     Las historias que construye la protagonista centran su razón de ser en la mujer y su existencia poliédrica.  Son historias abiertas donde la abstracción temporal y espacial franquea el camino del lector para definir estos parámetros.  La vida se deshoja desde diversas perspectivas femeninas tan externamente cotidianas en ocasiones como introspectivas en otras.  La mujer como madre, experimentada, que contempla las dudas de la hija por una falda comprada en grandes almacenes, por la que siente empatía pero a la que no logra transmitir dicha experiencia. La madre como sacrificio, que transforma su cuerpo y sus rutinas, en beneficio del hijo (“Después de que naciéramos a nuestra nueva y joven maternidad,  por puro pragmatismo, de nuestros pantalones brotaron innumerables bolsillos”). La mujer, incomprendida, agotada por la cotidianeidad que ve ensanchar su físico y envejece en un proceso irremisible de extrañamiento. La esposa preocupada por la infidelidad del marido, por cuestionarse la suya propia, por su carácter dependiente. En fin, sus múltiples facetas que desarrollan, a la par, variadas personalidades.
     Walsh asume con facilidad estos papeles que diversifican  los encajes (malos encajes) de la mujer en el mundo. Su condición históricamente arrastrada de sexo débil, las dificultades para el éxito o la vulnerabilidad sobrevenida en buena parte de las situaciones son algunos de ellos. Y lo hace sin un ápice de sentimentalidad ni rencor. Más bien quizá con cierto humor e ironía como en el comienzo del relato Año Nuevo: “Año Nuevo en el sofá. Replegué mi vida sobre mí misma, siete veces. En los últimos pliegues simplemente se dobló. Me sorprendió que fuera tan manejable”.
     Sin duda, estamos ante una de esas autoras que, con un lenguaje sin afectación y una visión sin prejuicios de la realidad, nos regala buena literatura y contribuye a cambiar una visión estereotipada de las escritoras. Vértigo es una muestra de compromiso sin estridencias y de análisis social. Joanna Walsh justifica sobradamente las alabanzas de la crítica y convierte la lectura de la  obra en un ejercicio de adhesión.

Antonio Reseco

 

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portadaShirley Jackson
Deja que te cuente
Minúscula, Barcelona, 2018

Traducción de Paula Kuffer

 

Deja que te cuente es una recopilación de escritos varios —relatos, ensayos, conferencias. reseñas— de la genial autora de «La lotería», el cuento que, tras su publicación en 1948, suscitó la mayor avalancha de cartas que haya recibido nunca la revista New Yorker. (Por desgracia, no se incluye aquí «Biography of a Story», una recopilación de extractos de dichas cartas, aparecido en el volumen que la Library of America le dedicó a la autora 2010, al cuidado de Joyce Carol Oates.) Este reseñista debe admitir que recibe siempre con cierto recelo los libros misceláneos con material inédito de algún gran autor, aunque también debe admitir que, en este caso, dicho recelo se ha demostrado totalmente infundado: la decisión de publicar este volumen por parte de la editorial Minúscula —con la inestimable labor de la traductora Paula Kuffer— ha sido un gran acierto y permitirá que quienes ya disfrutaron (y se estremecieron) con alguna de sus obras sigan conociendo el inquietante e irónico mundo de Shirley Jackson.
     El libro se estructura en cinco apartados: veintidós cuentos inéditos, once ensayos y reseñas, ochos relatos de juventud, diez sketches sobre el tema de la familia y cinco deliciosas piezas sobre el oficio de escritor. Algunos de los cuentos están ambientados en entornos totalmente fantásticos: un mundo donde se ha abolido el tiempo, un bosque siniestro donde hay una cabaña en la que viven tres enigmáticos personajes que parecen salidos de una fábula de Angela Carter; otros, por el contrario, retratan ambientes muchos más cotidianos: una mujer que huye de una crisis de pareja regresando a su pueblo natal, las crueles rencillas entre las estudiantes de un internado, e incluso varios cuentos comparten como telón de fondo la segunda guerra mundial. En todos ellos, incluido el relato (lamentablemente) inacabado que da título al libro, encontramos lo que espera cualquier fan de Jackson: personajes en apariencia inocentes que esconden una semilla sumamente perturbadora, situaciones de suspense fantasmal, finales ambiguos que el lector debe completar escarbando en su conciencia, todo ello escrito siempre en una prosa límpida, rica y veloz.
     Formidables son también viñetas sobre la familia y la vida cotidiana de la escritora-ama de casa que se ve obligada a robar horas al sueño y a las tareas domésticas para escribir sus narraciones y tejer sus fantasías entre cacharros de cocina y preadolescentes insufribles: escenas llenas de humor, de finura y de sinceridad. Y es que quizá sea esto, la sinceridad, lo que más distingue a este volumen de todo lo que se ha traducido de la autora al castellano: aquí Shirley Jackson nos habla de su vida cotidiana, nos deja asomarnos a su laboratorio de ficciones, nos dice qué lee, cómo cocina, a qué juega, en qué se fija para ir recogiendo los materiales con los que más tarde creará sus fantasmas. De aquí también que quizá no sea este un libro para introducirse en el mundo de Jackson, sino para ampliarlo y paladearlo mejor una vez ya conocemos su sabor; para una primera toma de contacto, el lector tiene a su disposición Siempre hemos vivido en el castillo, los Cuentos escogidos (ambos también en Minúscula) y La maldición de Hill House (en Valdemar). Y esperemos que muy pronto les sigan el resto de sus novelas.

 David Paradela López

 

Vértigo Joanna Walsh
Deja que te cuente
Shirley Jackson

Fantasmas de la ciudad
Aitor Romero Ortega

Seres de un día
Antonio Luis Ginés
La frontera y otros poemas Karmelo C. Iribarren
Tremor de polvo rojo Nieves Alvarez

 

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portadaFantasmas de la ciudad
Aitor Romero Ortega
Barcelona, Candaya, 2018

 

Se ha escrito varias veces que Aitor Romero es un narrador en la estela borgiana. Es cierto que algo hay de laberintos literarios en su prosa. Pero creo que la disposición general de este autor es suramericana más bien, en un sentido más amplio. El volumen se inicia con una cita de Piglia, Cortázar es uno de los protagonistas del volumen; el aroma a Bolaño es evidente, como también que Romero se propone abrevar en Baudelaire sin pasar antes por la Meseta. Es esta dimensión urbana y cosmopolita lo que acerca a Romero a los grandes escritores hispanoamericanos de la segunda mitad del siglo XX. Lo que convierte su libro en un artefacto interesante de forma automática.
     Además, no sé si alguien lo ha anotado, pero existe en este libro una clara vocación o pasión geográfica. Todos los relatos (hasta “La colmena”, una especie de cartografía barcelonesa con el tema de la inmigración incluido también) hasta casos más extremos: “Naima”, donde la enigmática protagonista recorre medio mundo; “Hotel Torino”, que narra un viaje italiano y pavesiano; “Spaghetti western”, que recorre buena del Sur estadounidense, o “Puentes de Bosnia”.
     Pero su tono pausado y reflexivo me ha sonado más parecido a otro novelista de su generación: Álex Chico, que lo ha presentado y reseñado. Lo que también es muy evidente es que Romero forma parte de esa estirpe de narradores que escudriñan el mundo a través de un cristal cultural. El trabajo con la historia, la intervención de un protagonista difuso, la ficcionalización del ensayo, la falta de prisa narrativa, la evidente voluntad de pulir el párrafo, emparenta a Romero con los escritores frescos de esta España cansada de cipreses, realismo y megalomanía, que no quiere dar traspieses a través de una vanguardia demasiado estridente pero tampoco se conforma con las inercias del mercado más mercantil. Intentan, como también López Vega o María Cabrera, transitar un camino medio entre el virtuosismo y el tono menor, llevándose el gato al agua, porque esta posición exigente y autoconsciente es una apuesta segura.
     Borges era el maestro del relato corto, poemático y espiral. Los cuentos de Romero son largos y bien trabados (a no ser que los disperse adrede, como en el primero del volumen, “Conexión Montserrat”). “Naima”, terso y vaporoso, bolañesco, podría incluso haber alcanzado la extensión de una novela corta. “El aeropuerto del sur”, presidido por una cita de Cortázar, resulta un gran acierto: un personaje fallido intenta coger un vuelo, pero éste es cancelado y se ve obligado a esperar durante un período grotesco en el que desaparece el mundo exterior y todo queda teñido de supervivencia e ironía. Romero es particularmente hábil en la creación de micromundos, como el barco Montserrat o el aeropuerto en que yacen un puñado de viajeros mártires. Parecen interesarle especialmente, a este narrador, las relaciones humanas fugaces, incapaces de consolidarse y durar. Y las voces anónimas, ya que suele valerse de narradores desvalidos y desorientados que vagan por el gran mundo sin una intención demasiado clara de durar o dejar huella.
     Un libro cuya calidad no decae. Para apuestas, celebremos que Candaya apueste por escritores jóvenes o casi (Romero nació en 1985) que despuntan de una manera clara, casi diría que insultante.

Andreu Navarra

 

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Hágase la luz

 

portadaSeres de un día.
Antonio Luis Ginés
La isla de Siltolá, 2017

 

Antonio Luis Ginés se ha encontrado, de pronto, en un claro del bosque, como María Zambrano. Ahí, en los claros, se hace la luz y el mundo aparece como recién lavado. Se oye el canto del herrerillo, de los jilgueros, del petirrojo. La mirada se detiene en la hoja que cae y la conciencia se aviva en las formas lenticulares de las nubes. De pronto, la percepción se hace recuerdo, evocación y vivencia: experiencia.
     Como el cazador a la espera de la presa es el poeta. Hay que permanecer ojo avizor para encontrar, para separar luego el oro de la paja, para enhebrar las perlas con el fuego, y que vayan directas al corazón. ¿Al corazón? Por qué no. Se le tiene aprensión a los sentimientos, permanecemos al quite para que la razón lleve siempre la batuta –que no prime lo emocional–, que  sea el intelecto quien marque y remarque la senda, huir de la quietud del claro y regresar al estado de alerta. ¡Centinela, alerta! ¡Alerta está! –gritaban los centinelas en la noche–. Y así son los recuerdos, un presente que llega y se construye con guiñapos de antaño.
     El autor poeta se ha desnudado aquí más que en sus versos. Dos libros de relatos y seis de poesía, entre ellos Cuando duermen los vecinos (1995), Rutas exteriores, (1999), Animales perdidos (2005), Picados suaves sobre el agua (2009) o Celador (2012) constituyen la obra en marcha de Antonio Luis Ginés. Este libro supone, más que un alto en el camino, una madurez que respira y alienta.
     Apresar lo fugaz. Escribir en la duda. Se puede adelantar algo leyendo los títulos de los capítulos: “Desnudez”, “Sombras y murmullos”, Poética casi invisible”, “Fuera/dentro”, “Restos”, “Estar en un sitio para querer estar en otro”, “Escribir, ¿para quién?”.
     No se pretende llegar a alguna conclusión, ya es bastante con plantear situaciones, presencias, obsesiones, disyuntivas, dilemas. Miraba las nubes y pensaba “van a escaparse” y aun hoy sigo pensando lo mismo, pero no hay manera de retenerlas, escribe en la página 63. Y es que el afán de contemplación se hace imposible por la imprevisibilidad de las cosas, por su propio transcurrir. Y si difícil es contemplar, más difícil es transcribir, escribir, ya que el transcurrir es siempre instantáneo, inaprensible. Y además, hay que vérselas con lo cotidiano, los mandatos del vivir, esas obligaciones repetidas que nos roban el tiempo de lo que parece importante.
     El tiempo, el paso del tiempo, que cuando adviene un recuerdo del pasado lo que se siente es como si nada se hubiera movido, como si entre uno y otro punto, el de partida y el presente, no se hubiese instalado la distancia. Tiempo de cronos, la medida, y tiempo de kairós que, según Gilles Deleuze es un momento-lugar único e irrepetible que no es presente y que nos sobrevuela, pues siempre está por llegar y siempre ya ha pasado. Contemplar, no pasar por encima, dice el autor.
     No sólo Deleuze, también se incluyen en la bibliografía y son acompañantes en el pensar Leopardi, Cioran, Bachelard, Bernard Noël, Cesare Pavese o, entre los españoles, Concha García, Andrés Sánchez Robayna y Eduardo García.
     En “Escribir, ¿para quién?” Ginés reflexiona y opta por descartar, al menos en el primer momento de la escritura, al posible receptor. Escribir para sí, sin pensar en los lectores, en ningún lector, que quizá fuera ese el camino seguido por los maestros Hölderling, Novalis o Rilke.
     Lo importante, decide, es que la chispa prenda, que se prenda el fuego y que ese fuego lo queme todo, aunque haya que incluir el dolor, la experiencia que vive en la herida, encendida y abierta como una flor de sangre.
     Ginés hace aquí una declaración de amor; de pervivencia por el lenguaje, por la poesía: “Antes de llegar a la palabra ya la notaba dando golpes en mi pecho como un tambor, antes de todas las noches de desvelo, interminables, ya era puro desvelo” (página 59). Y una declaración de principios: “la belleza es ese árbol repitiendo ciclos, que logrará sobrevivirnos”. Declaración no exenta también de denuncia o de crítica, “mientras ojos ajenos no dejan de mirar sin acatar nada más que el fulgor vacío que brilla en los escaparates.” (página 72).
     Hay ternura y hay proyecto y materia en estas reflexiones, entre las grandes y pequeñas preguntas que poetas y filósofos se hicieron y se harán: el tiempo y el espacio, las relaciones entre las cosas, la vida y la poesía. Reflexiones, ensayos poéticos que, como los instantes que el poema quiere atrapar, se quedan en tablas. Pues no eran otros la intención ni el propósito en este libro, Seres de un día, a caballo entre el pensamiento y la creación.

Juana Castro     

 

Vértigo Joanna Walsh
Deja que te cuente
Shirley Jackson

Fantasmas de la ciudad
Aitor Romero Ortega

Seres de un día
Antonio Luis Ginés
La frontera y otros poemas Karmelo C. Iribarren
Tremor de polvo rojo Nieves Alvarez

 

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Una mirada lúcida


portadaKarmelo C. Iribarren
La frontera y otros poemas.
Editorial Renacimiento
Colección Calle del Aire 2018


Karmelo Iribarren (San Sebastián 1959) es una rara avis en el panorama literario español por su posición de hombre libre que no pertenece a ningún grupo, escuela o estética poética predeterminada. A menudo su obra se ha enmarcado en el llamado realismo sucio por la necesidad  de etiquetar  y almacenar las obras literarias en algún cajón de un imaginario almacén. Otra de las ideas recurrentes es la de situarlo como un seguidor o incluso discípulo de Roger Wolfe y aunque el mismo Iribarren habla de este escritor como de un descubrimiento no se puede decir que sea un seguidor sino como un poeta con una clara afinidad pero con una personalidad diferente y muy personal.
     La poesía de Iribarren es antirretórica, directa, callejera, pegada a la tierra y a la simplicidad de la vida. Es una poesía próxima, urbana, a veces coloquial pero nunca vulgar en la que los bares son el microcosmos que reflejan la vida y la humanidad en un amplio sentido. Humanista al fin.
     La frontera y otros poemas  ratifica todo lo que he dicho hasta ahora. Se trata de un libro que recoge instantes de la vida algunos nimios y sin trascendencia alguna pero que nos indican que el poeta mira la vida desde un ángulo personal que muy bien puede coincidir con el nuestro porque las experiencias que recoge en el poema alguna vez fueron nuestras como en el poema “Los paraguas, los taxis” en el que nos dice “Esa es la diferencia:/los taxis son como ciertos amigos,/nunca están cuando más los necesitas./ Los paraguas, en cambio, mueren por ti”. ¿Quién no ha esperado un taxi bajo la lluvia y el viento ha destrozado tu paraguas?
     Hay en este libro un cierto pesimismo lúcido y una melancolía reflexiva con la que a veces vuelve hacia el recuerdo y nos sorprende al explicarnos que el recuerdo del padre es en realidad el recuerdo de su primera chapa de Kas. Cierto es que de los momentos más trascendentes de la vida muchas veces recordamos detalles insignificantes y lo más grave o importante se nos difumina con el tiempo.
     No obvia en estos poemas la política pero aparece muy sutilmente “y la bomba destella en el retrovisor” de un automóvil que por primera vez encuentra el semáforo verde. El conflicto vasco no se nombra, se vive en ese destello. En el poema “El candidato a pie de calle ” que reparte propaganda hace exclamar a una niña “Mira mamá, hay teatro”.
Ironía, humor que provoca sonrisas y esa frontera, que es la de la edad, a la que vamos llegando poco a poco sin darnos cuenta es lo que nos ofrece este poeta cercano y único.

M C Montagut
© MCM para TBR 2018

 

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Contra la indiferencia

portadaNieves Alvarez
Tremor de polvo rojo  
Amargord Ediciones 
Madrid 2018


Nieves Alvarez es poeta y artista visual con una larga carrera tanto como artista que como poeta actividad por la que ha recibido varios premios. Es además una activista cultural que ha coordinado diversos proyectos literarios entre el que destaca 28.28 La Europa de las escritoras  antología con 28 poetas españolas y 28 europeas.
     Esta poeta en sus obras, de uno y otro signo, siempre ha dirigido su mirada sobre la problemática de las mujeres y su estar en el mundo y eso es lo que hace de una forma original en Tremor de polvo rojo. En palabras de su autora el libro “presenta una realidad que mata” ya que el tema central y único del poemario es la violencia doméstica o violencia de género o violencia machista que estas tres denominaciones podemos encontrar indistintamente utilizadas para hablar de esa violencia que cosifica y destruye a muchas mujeres por el simple hecho de serlo. Violencia que en último extremo mata y cuando no deja secuelas de por vida difíciles o imposibles de mitigar.
     La autora hace ya unos años entrevistó alrededor de cien mujeres maltratadas para conocer sus historias, sus vivencias y cómo se enfrentaban a su futuro lejos del causante de sus males. Esta lacra social ha sido y es para Nieves Álvarez uno de las preocupaciones  centrales de su actividad como artista y, naturalmente, como ciudadana.
     Poéticamente nos encontramos ante un poemario muy bien construido articulado como si  fuera un guión cinematográfico que nos va a mostrar las últimas horas de una mujer apuñalada por su marido. Ya en el primer poema sabemos el desenlace “Solo queda una imagen por rodar: / tu sangre salpicando la pared”. La víctima en su desarraigo y tristeza “cierra los ojos.Finge/que lo que ha sucedido/no fue realidad”.
     El amor, el miedo, el dolor, el grito,el desamparo, la tristeza, la muerte. Todos los estadios por los que pasa una conciencia frente a la agresión de quien hasta entonces ha sido alguien elegido y amado se muestran en estos versos contundentes y al mismo tiempo tiernos ya que a pesar de la violencia que se poetiza no hay excesos sino denuncia y compromiso.
     Destaca el tratamiento que la poeta da a la hija que se queda huérfana “Todo cambia si tienes siete años/y te falta el regazo de llorar.
     Tremor de polvo rojo lleva un prólogo de la poeta Cecilia Quílez  en el que nos dice entre otras cosas “La pasividad no vende, mata”. En el Colofón María Ángeles Pérez López con un poema suyo cierra el texto con este verso “Oh cuerpo de papel para la hoguera”.
La lectura de este poemario nos lleva a la reflexión serena tan necesaria ante estos hechos que parecen no tener final.


M C Montagut

© MCM para TBR 2018

Vértigo Joanna Walsh
Deja que te cuente
Shirley Jackson

Fantasmas de la ciudad
Aitor Romero Ortega

Seres de un día
Antonio Luis Ginés
La frontera y otros poemas Karmelo C. Iribarren
Tremor de polvo rojo Nieves Alvarez


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