biografía del autor

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En anciano ahogado

       

         

De entre todas las visiones que recuerdo de mi infancia, todavía no muy lejana, destacaría la del anciano ahogado.

      Para empezar, es bastante difícil que un niño que no vive en un país en conflicto tenga la oportunidad de ver un cadáver. En todo caso, y siempre habiendo cumplido cierta edad, se pueden ver muertos: pero estos muertos no son reales. Son muertos de plástico, muertos amortajados y trabajados de tal manera que parecen de cera y, a pesar de que, si has tenido la oportunidad de contemplarlos, significa que los conoces, no son, en realidad, la persona que conocías. Son muertos de juguete, sin olor, apenas dramáticos. Siempre a través de un cristal, se les adula y se les brinda un mínimo homenaje litúrgico que consigue que la situación se ablande y se dé paso a unos mocosos capítulos familiares en los que el muerto (inexplicablemente) pasa a un segundo plano.

      En segundo lugar, y derivando consecuentemente de lo anterior, cuando por circunstancias excepcionales tienes la oportunidad de ver a un muerto auténtico mientras eres un niño, siempre es mucho más impresionante y revelador que cualquier otro hecho que te pudiera acontecer: mucho más que la pornografía, mucho más que el crecimiento de los edificios, infinitamente superior a los descubrimientos mundanos que te son permitidos. Eso, y no creo recordar un ejemplo más paradigmático, es lo que marcó en mi vida el punto de inflexión que me ha llevado a donde ahora me encuentro.

       

      Debía contar con unos siete años. Bien, ya conocía por entonces el fascinante fenómeno de la muerte, pero, como ya he comentado, de una manera un tanto aséptica. Mi madre había organizado con una familia amiga nuestra un día de playa, con rodajas de sandía y bocadillos variados. Fue en la segunda tanda de baño cuando lo que parecía un pie rozó mi pierna. Creía que era una medusa, y por eso, al principio, me asusté. Pero luego el devenir de la marea movió el cuerpo del anciano, mostrándolo lentamente ante mis ojos, como un escaparate giratorio muestra un producto estrella.

      Había algunos cangrejos pequeños agarrados en los párpados y en las comisuras de los labios. Me recordaron a unos pendientes perlados que mi madre se ponía cuando había una cena importante en casa.

      Siguió flotando a ras, espumoso. La resaca de una ola lo volvió a arrastrar al fondo, y, de la misma manera que se había mostrado, comenzó a desaparecer. Salí del agua, tranquilo, y decidí que era un buen momento para comer sandía y dormitar plácidamente al sol, bien barnizado de protector solar.

      Por supuesto, no comenté nada a nadie.

      Llegada la noche, ya en mi cama, notando mi piel, recalentada por el sol, ajándose con el tacto las sábanas frescas, tomé la firme decisión de no volver a comer cangrejo nunca más.

Biografía:

Riot Uber AllesRiot Über Alles (Óscar Valero, Barcelona 1979) es ilustrador, pintor, diseñador gráfico y escritor. Hasta la fecha, ha publicado dos poemarios: El Plan Cáustico (Ed. Baile del Sol, 2005) y Hierro Lamido (Ed. del Pájaro Temprano, 2008). También es autor de varios cuentos ilustrados autopublicados, y de numerosos fanzines. Ha colaborado como ilustrador en revistas como Lateral, Quimera, El Viejo Topo, BonArt y CaldoDeCultivoMGZ. Entre otras, ha realizado exposiciones en la Galería Montcada, Welldone, El Niu, Montana Gallery, Künstaner y en Iguapop, esta vez de la mano de Rai Escalé, con el que realizó una serie de 16 obras conjuntas que fueron expuestas en Mayo del 2008. Actualmente está ultimando su último poemario ilustrado, que aparecerá a principios del año 2010.

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