ENTREVISTA

Cristina Peri Rossi, la escritura múltiple

por M. Cinta Montagut

Lea la selección de poemas preparada por la autora en este mismo número.

 

Cristina PeriCristina Peri Rossi es una escritora «múltiple»: escribe poesía, novela, cuento, relato breve, artículos periodísticos… Hoy hablaremos con ella de poesía porque, a mi entender, es la forma literaria que contiene todas las otras y porque la poesía permite siempre una mirada más profunda sobre la significación que toda obra literaria transmite.

TBR: ¿Cómo te defines como poeta? O, en otros términos, ¿qué es para ti la poesía?

Peri Rossi:Hay dos ideales de escritora: «la poeta» (o «el poeta»)  que desprecia los otros géneros porque tiene una idea muy elevada de la poesía, y una escritora que, como yo, piensa que la literatura –hasta la poesía– se expresa en diferentes formas, no exclusivamente en verso, y ni siquiera, siempre, en verso. Mi ideal es una escritura lo más abarcadora posible, y hay “asuntos” –por no decir temas-  que exigen más lo narrativo que lo metafórico, y no he querido renunciar a ellos.  Como lectora, no podría renunciar a los  cuentos de Salinger o de Saroyan, ni a la gran novela de Proust, ni a los inteligentísimos ensayos de McLuhan o de  Susan Sontag, de modo que, como escritora, he pretendido abarcar todas esas formas de expresión, pero teniendo en cuenta que la escritura es, siempre, artificio (arte hecho), es decir, creación deliberada de belleza. Aún la belleza de la fealdad o del mal. (No en vano Baudelaire tituló su poemario Las flores del mal.)
            En cuanto a la poesía, es una esencia, no una forma. Yo encuentro tanta poesía –desolada,  solitaria, final– en un cuadro de Hopper como en una película de Visconti, un grabado de Eduardo Sanz o, a veces, en el gesto de una mano, en una mirada. Como toda esencia, la poesía es irreductible: no se puede definir. No hay poesía en todos los poemas –hay más mala poesía publicada que buena  y está bien que así sea: si toda fuera buena, no podríamos distinguirla de la que no lo es–  pero a veces la hay también, y mucha, en otras formas de expresión.
            Para mí, la poesía es percepción y emoción, asuma la forma que asuma (verso, palabra, relato, escena, composición musical). Pero no cualquier percepción ni cualquier emoción. Se trata de una percepción no vulgar, de una emoción no vulgar. La poesía exige un refinamiento de los sentidos y de la inteligencia.  Como se trata de una percepción, tenemos que ser muy humildes: yo he escuchado decir que hay poesía en un gol de Ronaldinho, y para quien lo dice, eso es poesía.  La poesía está en la mirada de quien contempla, no en la cosa en sí. Está en la percepción, no en el objeto.

TBR: En tu poesía el exilio es un tema recurrente desde Diáspora (1976).  ¿La plasmación poética del tema te permite distanciarte de él o, por el contrario, te sirve para incrementar la nostalgia, que es otro de los motores de tu poesía?

Peri Rossi: Está incluso antes, en Descripción de un naufragio, que es del 74, paralelamente a muchos relatos de La tarde del dinosaurio, que también publiqué en l976. Sin embargo, fijate, querida Cinta, que sólo publiqué Estado de exilio en el año 2003, cuando obtuvo el premio internacional de poesía Rafael Alberti, otro exiliado. Esos poemas fueron escritos en l973, es decir: tardé treinta años en publicarlos. Y no hay uno solo, en ninguno de mis libros, que hable del exilio como un desgarramiento personal; siempre es una experiencia de muchos, lo suficientemente abarcadora como para que se puedan identificar otros y otras desarraigad@s. El exilio no es sólo un hecho real; es una situación ante la vida, ante la sociedad y el mundo en el que nos toca vivir. El tema lo desarrollé en mi novela La nave de los locos, donde el protagonista, Equis, le explica a una oriunda que basta con trasladarse de una frontera a otra para convertirse en una extranjera.  En un poema de Estrategias del deseo,  hablo de la sensación de extranjería en un bar gay, por ejemplo. Asumir la individualidad, la subjetividad, es asumir, para siempre, la soledad, el hecho de que nacemos y morimos solos, aunque ambas cosas ocurran en un hospital, y de la mano de alguien.  Yo puedo sentirme exiliada también en mi ciudad natal, Montevideo: es la melancolía de la falta de identificación, de la dificultad de integrarse.
            La nostalgia es un sentimiento, un estado de ánimo, propenso a la expresión literaria o artística, es verdad, y en mi caso, lo he cultivado como fuente de inspiración. No es una nostalgia definida; no puedo decir nostalgia de qué es. Justamente el carácter impreciso de esa nostalgia da lugar a la representación imaginaria o poética. Coincido con Margaret Atwood cuando dice que la poesía surge de la parte melancólica de nuestro cerebro. Pero no sólo de ahí. También hay poesía que surge de la inteligencia, o de la ironía, o de la exaltación, de la exuberancia, de la pasión. Bécquer lo dijo con mucha precisión: “no escribo cuando estoy emocionado, sino cuando recuerdo la emoción”. Toda obra literaria es un intento de luchar contra la fugacidad, contra la muerte, contra la desaparición, y por eso es nostálgica. Hasta las novelas de ciencia ficción son nostálgicas, generalmente de un pasado perdido y remoto, que se evoca justamente por su ausencia.

TBR: En tu obra poética, los barcos son una constante desde Descripción de un naufragio hasta La inmovilidad de los barcos. ¿Son los barcos el correlato objetivo del exilio o del viaje interior? Háblanos de ello.

Peri Rossi: Y además, mi mejor novela, según la crítica, se llama La nave de los locos.
Te voy a contar algo que no he contado nunca y sobre lo que no he escrito todavía, porque a pesar de que he publicado más de treinta y tantos libros, soy muy perezosa.  Cuando era chica,  el paseo de los domingos era ir en auto, con mis tíos, a ver los grandes barcos blancos atracados en el puerto. El puerto de Montevideo es de gran calado, y allí estaban grandes, silenciosos, inmóviles,  ellos, los barcos. No hablábamos. No decíamos nada. Nadie pronunciaba una palabra. Sólo mirábamos. ¿Qué miraríamos? ¿Qué pensaríamos?  Era como un ritual, como ir a misa. Veíamos algunos pasajeros ir o venir, pero a mí me llamaba la atención el silencio: algún pañuelo blanco de despedida, el runrún opaco del mar, contenido, manso. Eran domingos muy grises. No recuerdo que fuéramos nunca en verano. A veces, de pronto, se escuchaba, bronca, grave, la sirena de un barco que lentamente comenzaba a zarpar. Los barcos, antes de partir, dan un aparatoso rodeo, como si fueran muy torpes, muy pesados.
            No puedo decir qué me producía aquello.  Los barcos siempre eran blancos, y yo veía cómo los tripulantes los pintaban amorosamente, con mucho cuidado, como si fueran mujeres amadas. Todo eso me producía curiosidad y tristeza, al mismo tiempo, dos emociones que desde entonces casi siempre me acompañan. Con el tiempo, evocando aquellos domingos, me doy cuenta de que el silencio que había dentro del auto debía estar cargado de reminiscencias y de recuerdos, porque tanto mi tía como mi tío eran nietos de emigrantes. (Sin embargo, ésta puede ser una reflexión poética posterior. Quizás íbamos al puerto a ver los barcos porque no había dinero para ir al cine, o porque no existía la televisión, como hoy en día.)
            Yo me exilié en un hermosísimo transatlántico italiano, llamado Giulio Cesare, que durante quince días hizo la travesía de Montevideo a Barcelona, y durante ese tiempo, me pareció una casa o una ciudad  flotante, de la que no quería salir. Allí había de todo: una biblioteca, una sala de juegos, una enfermería, los salones para comer y hasta una capilla religiosa. Era como el útero materno. Me imagino que a Jonás no le debió de hacer mucha gracia que la ballena lo expulsara de su vientre.
            Parece obvio decir que colecciono barcos. Como Neruda, pero a la escala de una modesta escritora sin dinero, no de un embajador. Colecciono maquetas de barcos, barcos encerrados en botellas, sellos de barcos, imágenes de barcos.  El único viaje de placer que he hecho en mi vida fue a Isla Negra, luego de la muerte de Neruda y después de la caída de Pinochet, por supuesto. Quería conocer su colección de objetos de  mar. Los objetos de navegación me fascinan, y todavía recuerdo, con frustración, que a poco de llegar a Barcelona, fui a los Encantes [el mercado de pulgas de Barcelona] y vendían un mascarón de proa, una figura femenina, naturalmente. No la pude comprar, no tenía suficiente dinero, pero quedó en mi memoria. No la compré, de modo que  no adorna  mi casa, sino mi nostalgia.


TBR: ¿Y el mar? ¿Qué papel simbólico juega?

Peri Rossi: Creo que en mi obra el mar es el símbolo polivalente que ha sido en todas las culturas y en todas las artes, desde los griegos a nuestros días. Más que el mar, yo diría que es el agua lo que me fascina, en todas sus formas: lluvia, mar, río, estanque, lago, fuente, manantial, hielo y nieve. Uno de mis ensayos favoritos es el de Gaston Bachelard,  El agua y los sueños; lo leí cuando era joven aún, y me permitió conocer y sentirme integrada en una larga tradición de artistas que han tenido el agua como símbolo múltiple. Mis pintores favoritos también han pintado el mar: Turner y Caspar D. Friedrich, Hopper y Eduardo Sanz. También me gusta el agua en la música.  Y los días lluviosos, yo me siento feliz sin motivo, sólo porque llueve. El agua vuelve más melancólicas todas las cosas, les confiere una luz diferente. El sol es una vulgaridad, por eso lo venden en las agencias de viajes.

 

TBR: Tu primer libro de poemas Evohé (1971) es un poemario de alto contenido erótico que causó cierto escándalo por la libertad y el poco convencionalismo con que hablabas del deseo y de su realización. En otros libros tuyos el tema reaparece siempre con fuerza; por ejemplo, en Otra vez eros o en tu último libro, Habitación de hotel. Háblanos de la importancia que le das a este tema en tu poesía.

Peri Rossi:  Creo que, en verdad, el único tema de la existencia y, por tanto, del arte, es el deseo, aunque asuma, a veces, formas místicas, u opte por la evasión,  por la sublimación o por la renuncia. Estoy hablando del deseo como pulsión, como libido. El deseo erótico es una de las manifestaciones que puede asumir, pero fijate que se habla de la erótica del poder (que existía mucho antes de ser nombrada), o de la erótica de la moda, hasta del erotismo del fútbol. En cierto sentido, erotismo y pulsión artística son la misma cosa.  Por eso decía Octavio Paz que toda poesía es erótica. No se refería a que fuera la expresión del deseo carnal, sino del deseo de belleza. En el erotismo hay un deseo de belleza que no existe en la genitalidad. 

 

TBR: El poeta no escribe «sobre las cosas/sino sobre el nombre de las cosas», dices en Lingüística general. ¿Sigues pensando lo mismo de la palabra poética?

Peri Rossi:  La cosa y la palabra que la nombra, en cualquier lengua, no son lo mismo.  El objeto mesa no es la palabra mesa, ni es la palabra table, así como Magritte pintó una pipa y escribió debajo: “Esto no es una pipa”. Dicho de otro modo: la palabra es una representación, no es la cosa en sí. De ahí que aquello que digo depende mucho más de quien me oye que de mí, o lo que escribo. Esto provoca cierta melancolía, una imposibilidad: la comunicación absoluta es imposible a través del lenguaje, aun en el seno de la misma lengua. Nadie, nunca, podrá tener la certeza de ser bien escuchado, bien leído: si el lenguaje es un hecho social, una convención, cada hablante habla su lengua, por decirlo de alguna manera, del mismo modo que tiene su propio inconsciente. Voy a dar un ejemplo sencillo. Al poco de llegar a Barcelona, una amiga catalana  me dijo: “Tú eres un trasto”.  Me sorprendí mucho. En Uruguay, país de habla castellana, “trasto” es un objeto viejo, inútil, que no sirve para nada. Es una palabra despectiva.  Quedé un poco tocada por esta observación, y cuando le pregunté por qué me había calificado de vieja y de inútil (entonces tenía treinta años), se rió y me explicó que en Barcelona tenía una acepción lúdica, cariñosa, que solía aplicársele a los niños.
Además de una fuente de malentendidos, el hecho de que la cosa y la palabra no sean lo mismo, es una fuente de placer. Recordemos, por ejemplo, algunas de las formas para nombrar la llovizna, además de llovizna: garúa, xirimiri, orbayo.

TBR: En un poema tuyo dice: «las palabras son espectros»; ¿quiere esto decir que escribes a través de la memoria?

Peri Rossi: Cada palabra quiere decir lo que significa en el diccionario de la lengua, más todas las reminiscencias y evocaciones que tiene la historia de su uso, de su empleo.  Quiere decir que las palabras son memoria, más historia, más sombra. Sombra de las cosas que no podemos asir definitivamente, porque todo es fugitivo, cambiante, como nosotros mismos. Las palabras están vivas, y como toda cosa viviente, guarda un tesoro de memorias. Por eso, hay que leer las obras de los contemporáneos: para poder gozar de su riqueza. La Divina Comedia hay que leerla llena de notas al pie de página, porque ya las palabras y las metáforas no quieren decir lo mismo. Aquellos que, con petulancia, dicen que no leen a sus contemporáneos tendrían que hacerse ver el narcisismo.

 

TBR: En Las musas inquietantes  (1999) dialogas con varias obras pictóricas de diversos autores, o las interpretas. ¿Crees que la poesía ha de dialogar con las otras artes para dar una mejor interpretación del mundo?

Peri Rossi:Y mi novela La nave de los locos, muy anterior (es de l984),  contiene una larga interpretación y recreación del Tapiz de la creación, de la catedral de Gerona, una de las reliquias medievales más importantes de la cultura occidental (el alcalde de Gerona nunca se dio por aludido, ni la ciudad, lo cual demuestra  la escasa importancia política y social de la literatura). Por supuesto, la poesía como cualquier expresión artística dialoga con otras; la poesía nació al compás de la música, y Caspar D. Friedrich se inspiraba en los poetas jóvenes como él. Nada está separado en nuestro mundo. Lo que me pasma y me asombra es la ignorancia que suelen tener los poetas (y no me refiero sólo a los que escriben versos) acerca de la ciencia. Homero, en la Ilíada, describe como un médico las heridas que sufren sus héroes, nombra los músculos, las articulaciones. La ciencia también es una poética. El día en que la ciencia y las artes se separaron, todos salimos perdiendo. Tenemos que reunirlas individualmente.

 

TBR: En tu poesía es frecuente la presencia de la ciudad, a veces con su nombre, como Barcelona o Berlín; otras, a través del vocabulario, calles, bares. ¿Dirías que tu poesía es una poesía urbana? ¿Es la ciudad un simple escenario o tiene otras connotaciones?

Peri Rossi: Mi poesía es urbana, contemporánea, con carteles de Pans & Company o de La Caixa, pero también, y quizás por eso mismo, con nostalgias de la comunión con la naturaleza que es un sentimiento que ya describieron los grandes románticos.  Para mí el gran escenario de la literatura a partir del siglo XX es la ciudad, como hicieron Baudelaire y Balzac con París, Julio Cortázar con Buenos Aires, los jóvenes cuentistas norteamericanos con Nueva York. Las ciudades modernas son fuentes de ocio, de placer, de conflictos, nos atraen y nos repelen al mismo tiempo. Aunque ahora hay un regreso a la ciudad más pequeña, más humana, que me parece completamente sano y necesario.

 

TBR: La ironía y el humor son dos procedimientos estilísticos presentes en todos tus libros. ¿Los utilizas para decir aquello que no está bien decir o por otro motivo? Pienso por ejemplo en tu «Oda al pene» de tu libro Aquella noche.

Peri Rossi: La ironía y el humor son recursos para desmitificar, para desdramatizar, para reducir el yo. Lo dejó escrito Freud en su ensayo El chiste y su relación con el inconsciente. Los poetas latinos –Catulo y Marcial, especialmente– usaron la sátira con gran maestría, y cuando los leemos, parecen contemporáneos. Los poetas románticos, con su exaltación lírica, abandonaron estos recursos, pero me parecen necesarios tanto en la prosa como en la poesía.

 

TBR. ¿Se puede hablar de autobiografía en alguno de tus libros? ¿En todos? ¿En ninguno?

Peri Rossi. En un sentido muy amplio, todo es autobiográfico, porque hasta lo que soñamos o imaginamos lo es, en la medida en que es subjetivo. Dos personas no imaginan lo mismo. Pero supongo que tú usas autobiográfico por contraposición a ficción.  Escribo a partir de lo que  siento, pienso o imagino, pero lo que siento no es autónomo, no es ni siquiera una elección personal.  Si al ver la mole de la fábrica de cemento en Gavà, al costado de la carretera, experimento una serie de emociones encontradas (rechazo, atracción, seducción, odio), no fui yo quien la colocó allí, de modo que es la realidad la que me provoca esas emociones. Creo que la poesía es la parte más autobiográfica de mi obra, pero también hay poemas que son ficción.

 

TBR: Otra vez eros comienza con un poema titulado «Genealogía», dedicado a Virginia Woolf y otras escritoras y  poetas, que termina con estos versos: «Tienen lugar en el herbolario/junto a ejemplares raros/de diversa nervadura.» Me gustaría que hablaras de esa genealogía y de esos versos finales.

Peri Rossi: A diferencia de la familia, que no se elige, una puede elegir la tradición literaria o artística en la que se inscribe. Yo elijo inscribirme en la tradición de las poetas rebeldes, transgresoras, lúcidas, lúdicas y casi siempre, infelices. Como mujeres fueron ejemplares raros, rompían el código de género de su época. Y lo pagaron bastante caro. Casi todas se suicidaron. No se transgreden las leyes –ni siquiera las de género– sin castigo.

 

TBR: Para terminar me gustaría que nos hablaras del conjunto de tu obra y de la importancia que a tu entender tiene la poesía en ella.

TBR: Sería impúdico y poco prudente que yo hablara de mi propia obra. En cuanto a la poesía, como nunca he establecido una clara división de géneros (tengo relatos muy poéticos y una novela muy lírica, Solitario de amor)  insisto en que es una percepción,  un estado de ánimo, como la llamó el filósofo Amiel.  No estoy más satisfecha de Poesía reunida, por ejemplo, que de mis Relatos reunidos.  Son obras diferentes, no se pueden comparar.  Pero he observado en España que a los críticos, en general, los turba mucho que una poeta sea también novelista y ensayista, o que un novelista sea también poeta. Quieren jerarquizar. O piensan que si escribe poesía y también novela es porque es un mal poeta.  Les gusta que el poeta sea sólo poeta, y el novelista, sólo novelista. Del mismo modo que he escuchado, llena de asombro, a ciertos poetas decir que ellos no leen narrativa, y viceversa, he escuchado a muchos novelistas decir que ellos no entienden la poesía, por eso no la leen. Y se quedan tan frescos.  Con una impunidad asombrosa. Menos mal que yo soy discreta y no les digo lo que pienso de estas limitaciones asumidas con tanto desparpajo.


            Ahora bien, creo que la narrativa pertenece a un estadio más primitivo de nuestro cerebro, y en cambio, la poesía, a uno más elaborado. Es mucho más complejo, como proceso mental, la construcción de una metáfora («querido pimpollo a quien parí», Homero) que la de un relato. Hasta un niño pequeño puede narrar;  pero la metáfora, el elemento esencial de la poesía, exige una elaboración diferente, pone en juego otras sinapsis neurológicas.  Sin embargo, en En busca del tiempo perdido, Proust es un poeta magnífico porque usa una metáfora detrás de otra. Y no está escrita en verso.  Benedetto Croce, hace muchísimos años ya, refutó la separación de géneros con suficientes argumentos estéticos.