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Antoni ClapÉs y CafÈ central:
una aventura literaria

 

Antoni ClapÉs y CafÈ central

por M. Cinta Montagut

 

Antoni Clapés es una de esas personas inquietas cuya actividad literaria, cultural y creadora, se desarrolla en distintos territorios, a cual más proceloso, que se extienden por diversos ámbitos de la cultura entendida siempre como una aventura del espíritu en la que, igual que en las aventuras míticas, muchas veces hay que enfrentarse con dragones, trasgos o meigas y otros peligros innumerables.
            Editor, activista, traductor, pero sobre todo poeta en busca siempre de un discurso imbricado en la modernidad, entendida como contemporaneidad en lo que ésta tiene de frágil e inestable. Su relación con la literatura comienza en 1964, cuando empieza a escribir poesía. También hay una relación con el arte y con la plástica, pues participa de forma activa en el movimiento Fluxus, en la creación -en 1970- de la sala Tres  de arte contemporáneo, y en la edición y publicación de libros de arte en los que colaboran pintores y poetas. Él mismo colabora con frecuencia con el pintor Benet Rossell, y junto con él acaba de publicar Miro de veure-hi.
            Uno de los caminos más fructíferos de los emprendidos por Clapés, aparte del de su propia obra poética, es el de la edición, con la fundación -en 1989- de Cafè Central,  junto con creadores como el poeta Victor Sunyol o la escultora Marga Ximenis. El nuevo sello editorial se funda con la intención de ser una alternativa a los circuitos tradicionales de la publicación de poesía. Esa intención primera se ha mantenido a lo largo de los años, así como su originalidad, su libertad de planteamientos y su apertura, ya que es multilingüe y publica tanto a escritores consagrados como noveles. Son conocidísimas sus plaquettes en las que ha publicado a Perejaume, Ángel Crespo, Luc Lefort, Gertrud Stein o Felicia Fuster, entre otros muchos.
            Su independencia, las ediciones cuidadas, el compromiso con la libertad frente a la creación, le han valido a Cafè Central uno de los premios FAD de 2007. En la entrevista que ofrecemos a continuación Antoni Clapés nos da más detalles de su trayectoria.





"Yo creo que lo que no tiene sentido es perpetuar las llamadas vanguardias clásicas que, efectivamente, han entrado en el museo"

TBR: ¿Qué ha supuesto para ti la concesión del premio FAD?

Bueno, en realidad se trata de una medalla: los premios FAD se conceden anualmente a diseñadores y arquitectos, y las medallas a personas o entidades que se hayan distinguido por su  aportación a la vida social y cultural de la sociedad. Lo compartimos con Minúscula, Media Vaca y Mudito & Co.
            Como dice el acta, la medalla se concede “A Cafè Central, en representació de les editorials petites, independents, lectores de textos nous, editores d’escriptors públics, és a dir, amb opinió, compromeses, arriscades, sovint en mans d’una o dues persones que soles tenen cura tant de la qualitat literària del catàleg com del disseny de l’objecte”.
            Pero yo destacaría también que, más allá de lo editado (más de doscientos cincuenta “artefactos”, entre libros, plaquettes, hojas volantes, pliegos, etc.) lo importante ha sido la organización de todo tipo de actos vinculados a la poesía: lecturas, mesas redondas, conciertos, performances, ciclos... que totalizan cerca de medio millar actos.
            En todo caso, ésta es la primera vez, en casi veinte años de existencia de Cafè Central, que una entidad pública distingue nuestro trabajo. Seguramente, el silencio institucional es el precio de la independencia, del no deber favor alguno.
            A nivel personal, me gustó que quien se fijase en Cafè Central fuese, justamente, el FAD, una entidad centenaria y muy ligada a la renovación y la modernidad de Barcelona.

TBR: ¿Quiénes integráis ahora Cafè Central?

Víctor Sunyol y yo, solidariamente, formamos el tándem que hace posible la existencia de esta casi editorial. Desde el principio.
            Y, claro, el número –indefinido pero numeroso– de personas que siguen, temporada tras temporada, nuestras propuestas.

TBR: La editorial se diversifica en distintas colecciones, algunas con un solo número, y en cambio hay dos colecciones de plaquettes. Háblame un poco de las distintas colecciones y del porqué de la duplicidad en las plaquettes.

La idea de crear unas ediciones independientes de todo y de todos (instituciones, crítica, medios de difusión, etc.) empezó a fraguarse en 1988, aunque no fue hasta el año siguiente que hizo su aparición pública; la idea era llevar directamente los textos del autor al lector. Editar bien y vender a precio de un café (que entonces era poco más de veinte duros).
            Cafè Central se dio a conocer por medio de un material ligero y contundente a la vez: las plaquettes –una palabra que, en aquel entonces, no se comprendía muy bien. Se trataba de aprovechar las facilidades que la autoedición proporcionaba –fíjate que hablamos del año 88: ahora todo el mundo tiene un PC y una impresora y puede producir textos bien editados.
            Un Mac “clásico” y una láser hicieron el milagro de transformar aforismos de Ángel Crespo, sonetos de Perejaume o la poesía de Jack Foley (un poeta vanguardista de San Francisco) en un material que viajaba con facilidad.
            Esta primera colección duró hasta 1997, creo y, tal como estaba previsto, publicamos  99 títulos, de los cuales se imprimían 99 copias. Se editaban tres o cuatro títulos a la vez, y se presentaban en bares un poco especiales, donde los autores leían sus textos, se bebía vino y se charlaba. Asistía mucha gente. Se mezclaban lenguas, géneros, generaciones... El resultado fue muy gratificante. Viajamos por toda Cataluña, el Rosselló, Valencia, Palma, Madrid, Salamanca, París... hasta Buenos Aires, donde leímos poemas en Tortoni.
            Paralelamente, empezaron a nacer nuevas colecciones: narrativa (la primera novela de Matthew Tree), ensayo, filosofía... que no llegaron a fructificar, por graves problemas de infraestructura. Lo que sí ha funcionado, y muy bien, ha sido la colección de poesía Jardins de Samarcanda (que pronto alcanzará los 50 títulos), gracias al acuerdo de coedición con Eumo, y las nuevas colecciones (Black Mountain, Converses, Poètiques).
            Hace tres años volvimos a la carga con otra serie de plaquettes, simplemente porque nos gusta este tipo de material, que permite todo tipo de ensayo y tensión.
El lector que desee saber más sobre nuestro catálogo puede consultarlo en mi página web.





"Cafè Central se dio a conocer por medio de un material ligero y contundente a la vez: las plaquettes"

TBR: ¿A quién no has publicado y te gustaría hacerlo? ¿Cuál o cuáles son tus libros favoritos de los publicados en Cafè Central?

No tenemos una planificación demasiada rigurosa, salvo en Jardins. De manera que procuramos estar bien atentos a lo que se hace por ahí, o nos envía un autor o nos recomienda alguien. Por lo tanto, no puedo decir ahora cuáles van a ser los próximos títulos de Black Mountain, por ejemplo: improvisamos mucho, claro. Me hubiera gustado editar algo de Valente: estuvimos en contacto, pero no hubo tiempo. Me interesa mucho su poesía y su poética.
            No quisiera caer en la pedantería, pero me gusta por igual editar la más humilde hoja volante de un poeta novel que el mejor libro de un Nobel. Amo la poesía y amo editar poesía, y pongo la misma pasión en todo lo que hago.
            (Sí es cierto que he tenido decepciones personales con algunas de las personas a las que he editado: la mezquindad y la miseria moral también existen entre poetas.)

TBR: Siempre has estado relacionado con la vanguardia, desde la época de Fluxus. ¿Cómo ves las vanguardias? ¿Existen o no existen?

Algunas veces he contado que el contexto familiar hizo posible desde pequeño mi proximidad y familiaridad con el arte y la literatura, y con los fenómenos vanguardísticos. Viví de cerca el fenómeno Gallot (action painting) a principio de los sesenta y posteriormente participé en la creación de Sala Tres, ya en los setenta. Y, claro, el fenómeno Fluxus me ha interesado muchísimo, porque creo que la vanguardia sí sigue teniendo sentido. Porque hay que seguir avanzando, aunque sea por caminos que después alguien diga que eran equivocados. Hay que ir desplazando los límites cada vez “más allá”. En este sentido, me veo como un afortunado, al vivir tan de cerca las experiencias poéticas de Carles Hac Mor y de Víctor Sunyol, dos de los creadores más potentes en relación a la capacidad de generación de un lenguaje liberado de toda función representativa para ser cada vez más autónomo.
            A veces se dice que la vanguardia ya no existe, que hay que volver a lo clásico. Que hay que “eliminar a los poetas cuya escritura no se entiende”, como pretende la reacción. Y es que hay mucho personaje tridentino con altavoces potentes.
            Yo creo que lo que no tiene sentido es perpetuar las llamadas vanguardias clásicas que, efectivamente, han entrado en el museo. Pero el espíritu vanguardista, este deseo rompedor, de avanzar acaso sin un destino predeterminado, creo que no morirá jamás. Y no se trata sólo que existan nuevas “formas”, medios nuevos (tecnologías, vídeo, hipertexto, internet...), la globalización, etc. Se trata de mantener un espíritu que, tal vez, se halla ya en los presocráticos: poner el acento más en el verbo –la acción, el hacer, la poiesis– que en el nombre –la cosa, el resultado.

TBR: ¿Consideras que Cafè Central es un sello vanguardista?

No soy yo –ni, creo, nadie– quien deba expedir sellos, como si fuera un estanco. Por lo dicho hasta ahora, creo que ya se ve por dónde camino...
            En todo caso, sí creo que Cafè Central, como sello editorial y como colectivo a favor de la acción poética, es una extensión de mi obra poética. Y pienso y tengo la voluntad de que mi obra sea contemporánea, que se alinee con otras escrituras intemporales que lleguen a emocionar a los hombres y mujeres de los inicios del siglo xxi.

TBR: Como creador has tenido y tienes una relación intensa y directa con otras artes, sobre todo, la pintura. ¿Cómo influye esto en tu escritura?

Como dije, desde muy pequeño tuve una relación muy directa con el arte. Y la sigo teniendo. Las personas con las que mayor relación tengo son escritores, artistas, músicos... Esto, evidentemente, es una opción personal que marca un itinerario vital. A veces he dicho que yo soy un profesional de la poesía (e, incluso, del arte), porque es lo que respiro todas las horas del día, a pesar de que, obviamente, me “gano” la vida con una profesión burocrática. Tal vez esta doble vida ha hecho posible que a mis vejeces llegue con el ánimo creador en plena forma.
            Y sí, seguro que esta forma de vivir ha influido en mi manera de pensar y de entender la vida y, en consecuencia, en mi manera de escribir.
            Sin la pintura –sin el el arte, en general–, sin la música, sin las artes del movimiento... me resultaría difícil ser yo mismo y, en consecuencia, escribir lo que escribo, tal como escribo.

TBR: En tu último libro, Miro de veure-hi, escribes una poesía desnuda de todo artificio. Explícanos tu camino hacia lo esencial.

Mi escritura se concreta en un material poético –poemas o discurso en el rasante de la poesía– que deviene una reflexión (poética) sobre la poesía misma, en un proceso de reduccionismo escritual y de decisión estilística y temática que se inscribe en el ámbito del poema como espacio de reflexión. Porque de lo que se trata es de construir la propia utopía del lenguaje (poético).
            Me siento muy próximo a las poéticas del silencio, del vacío, de lo imposible, de la metapoesía... como prácticas que, acaso, afronten los interrogantes sobre cómo tiene que ser la poesía de “después de Auschwitz”.

Miro de veure-hiMiro de veure-hi: un texto en el límite del conocimiento

 

Este último libro de Antoni Clapés continúa con la trayectoria personal del poeta que busca una escritura al margen de toda discursividad, de cualquier sentido narrativo, profunda pero alejada de toda pretensión de ejemplaridad. Se trata, sobre todo, de un ejercicio de desnudez de la palabra, del signo lingüístico entendido como materia a través de la cual construir una obra en la que el mundo referencial aparece tan desnudo como la propia palabra.
            El libro se abre con una cita de Albert Camus: “je suis dans la nuit, et j’essaie d’y voir clair” (“estoy en la noche y trato de ver claro”), de la que sale el título del poemario, y se cierra con otra de René Char, “J’ai toujours mis dans mes écrits toute ma vie et toute ma personne” (“siempre he puesto en mis escritos toda mi vida y toda mi persona”), lo que nos hace sospechar que Antoni Clapés también pone en sus poemas su vida y su persona.
            En el primer poema encontramos una afirmación rotunda: "Ser –sense destí”  (“ser –sin destino”) que nos transmite una clara idea de errancia, de búsqueda.
La errancia puede llevar al poeta al conocimiento o a todo lo contrario. El poeta busca desvelar el sentido de las palabras a veces a través del silencio como último refugio de aquello que se busca, y que en apariencia no es, pero que existe en el aire, en la tierra o en el murmullo del viento:

“Escoltar l’imperceptible/ onejar d’aquesta mar de silencis”*

            La búsqueda del sentido de la palabra, para convertirla en palabra poética o, al contrario, la búsqueda de la palabra poética para convertirla en palabra simple que  de algún modo pueda servir a los otros, servirnos a todos, se hace, y la hace el poeta en la naturaleza, en el desnudo esencial del aire, del desierto, de la tarde, de los pinos, de la nieve.
            La palabra es, a través del silencio, la que nos puede transmitir todo lo que es la persona misma, la corporeidad de quien la escribe. Así aparecen la herida, el dolor y hasta la muerte que es, más que ninguna otra cosa, la última determinación del ser y, en definitiva, la última verdad que devuelve a todas las cosas a su lugar:

“Arribarà la mort
i la seva resplandor fosca
i un silenci semblant
que no conté cap silenci.
I tot restarà en ordre.”**

 

            En todo el poemario se establece una relación dialéctica entre mirar y ver, ver y comprender. Y en esta dialéctica se inscribe el trabajo pictórico de Benet Rossell que no puede decirse que ilustre los textos sino que crea sus dibujos situándose en la misma perspectiva del poeta y transmitiéndonos su propia visión.

* “Escuchar el imperceptible/ondear de este mar de silencios”

** “Llegará la muerte/ y su resplandor oscuro/ y un silencio parecido/ que no contiene ningún silencio./ Y todo quedará en orden.”

 

 Lea en este mismo número fragmentos de Miro de veure-hi de Antoni Clapés.