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UN POETA EUROPEO

por M Cinta Montagut

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 JAMR

 

Juan Antonio Masoliver Ródenas (BARCELONA 1939) Poeta, narrador, traductor y crítico literario, ha sido Catedrático de Literatura española y latinoamericana en la Universidad de Westminster en Londres.
Como narrador la publicado los libros de relatos La sombra del triángulo (1996) y La noche de la conspiración de la pólvora (2006) y las novelas Beatriz Miami (1991) y La puerta del inglés (2001).
En 1999 publica su Poesía reunida y más tarde La memoria sin tregua (2002), Sonia (2008) y el poemario en catalán El laberint del cor (2008)

TBR.-Eres un escritor de relatos, novelas, crítica, poesía además de traductor ¿Son actividades paralelas o sucesivas?¿Puedes escribir poesía al mismo tiempo que una novela?

JAMR- Son actividades estrechamente relacionadas: el relato exige la concisión, la intensidad y el crescendo de la poesía; la novela no tiene que ser prosa poética pero si que  ha de tener, cuando es necesario, una carga emocional parecida a la de la poesía; criticar la obra de los demás ayuda a criticarse a sí mismo y también a familiarizarse con las distintas posibilidades de la novela o la poesía: el crítico está obligado a ser ecléctico y esto le libera de prejuicios; la traducción exige una lectura sumamente crítica y al mismo tiempo permite asistir al work in progress, al proceso de creación del autor. Por otro lado, son todas experiencias que ayudan a liberarse del rígido concepto de género. Y debería añadir la actividad de profesor de literatura en una universidad, que te obliga a saber comunicar, a hacerlo con amenidad y despertar el interés del estudiante, a profundizar sobre una serie de textos y a estimular distintos puntos de vista.
        
Sin embargo, me resulta difícil simultáneamente narración y poesía. Y una de las razones por las que mis novelas son fragmentadas es porque el fragmento no interfiere tanto con la poesía. Por otro lado, cierta simultaneidad es inevitable, puesto que tanto mis libros de poemas como los de cuentos están concebidos como una unidad que admite modificaciones pero no salirse del proyecto inicial. Eso me obliga a abandonar la escritura de la poesía para volver a la prosa y viceversa, pero ambos proyectos siguen vivos en mi mente y hasta se enriquecen con la compañía. En cuanto a la crítica y la traducción, son actividades que casi nunca interfieren con la creación. Sólo ocurre cuando estoy escribiendo un ensayo, cosa bastante frecuente. Ensayo y crítica son actividades cercanas pero muy distintas. En el ensayo el elemento creativo es mucho más visible.

TBR.-Has publicado ya un buen número de libros de poesía y en ellos los temas dominantes son  sobre todo la memoria, la infancia, el erotismo como algo fugaz y lo escatológico( orina, excrementos). ¿Por qué estos temas?

JAMR- No es lo mismo el tema que el tratamiento del tema. ¿Por qué estos temas? Porque son las realidades de nuestro cuerpo, y mi poesía es esencialmente visual y somática, lo que explica también que esté construida sobre imágenes. A los temas mencionados aquí habría que la presencia del mar, los amigos, los caballos, las casas, la muerte y, sí, Dios, la Virgen o la Cruz, puesto que no soy creyente pero sí heredero de una tradición cultural. San Juan de la Cruz recurría al amor erótico para expresar la experiencia mística; yo recurro a la elevación espiritual para expresar el amor erótico. Por otro lado, hay una realidad que podríamos llamar histórica y otra psicológica. Los años de represión en los que me eduqué intensificaron el misterio del cuerpo. Y al vivir en un pueblo, las vivencias sexuales eran mucho más intensas; había, por así decirlo, más rincones oscuros. En los pueblos, la diferencia de clases (y por lo tanto de educación sexual) está mucho más difuminada. Y se vive mucho más en la calle, la gran maestra. También la muerte es, aquí debería decir era, mucho más visible: con frecuencia veía pasar la carroza de los muertos por delante de mi casa, desde todo el pueblo se oían las campanas sonando a muerto, uno de nuestros juegos prohibidos era entrar en el cementerio y contemplar fascinados el osario, amigos nuestros habían muerto ahogados, atropellados por un tren o electrocutados  en un poste de la electricidad. La muerte nos era muy familiar. Y finalmente, el mar era una presencia que evoca inmensidad, misterio, hedonismo, lejanía, y tantas otras cosas.
        

E importa, como he dicho, el tratamiento. Mi poesía está marcada por una memoria muy aguda, casi dolorosa, del pasado. Esto tiene dos consecuencias. Lo que aparecen son imágenes, es decir, es una poesía plástica, pictórica. Por otro lado, la memoria me impide mitificar. En mi poesía no hay nostalgia, deseo de recuperar un tiempo perdido, y hay mucha desmitificación. Estos dos elementos se dan también en el erotismo y en el amor, enemigo de las abstracciones. Hay un pesimismo basado en el recuerdo de los aspectos negativos del pasado y en la conciencia de la fugacidad, no sólo del amor, sino de todo lo que  vivimos.
        

Dicho esto, no toda mi visión del amor es negativa. Hay muchos momentos de exaltación en los que consigo vivir la experiencia poética con la misma intensidad que la física. Hay, como he dicho, una elevación mística, de raíz erótica, una exaltación del cuerpo que nace del placer y que conduce al orgasmo y al abandono. Nada que no experimente cualquier cuerpo humano. 

TBR.- También hay humor en tus poemas ¿qué importancia crees que tiene?

JAMR - Si creo en la desmitificación, creo también en la desacralización. No soporto la trascendencia. Dejé de ser creyente desde muy joven, pero eso no me impidió vivir, sufrir, debería decir, la sacralización y la trascendencia hipócrita. Y la poesía no puede llevar máscaras. Celebro la desnudez de los cuerpos, la de los sentimientos, la del lenguaje. Y la trascendencia es melodramática, no trágica. El humor es irreverente, destrascendentalizador. Y es desenmascarador. ¿Por qué no se le niega el humor a la novela y se le niega a la poesía? Lamentablemente, la poesía con humor suele ser banal, como lo suele ser la exaltación de lo cotidiano, que encuentra su gran maestra en Santa Teresa.

TBR.- Javier Lentini definía al poeta como a un transgresor, ¿suscribes esta opinión? ¿Qué es para ti ser poeta?

JAMR - No creo que el poeta tenga que proponerse transgredir sino que es un  transgresor, un outsider, con todas las incomodidades que eso comporta. Lentini lo fue en su poesía, en sus traducciones, en la creación de sus dos insustituibles revistas, Hora de poesía y Asimetría.

¿Qué es ser poeta? Muy simple: escribir poesía. La pregunta es la de Bécquer: ¿Qué es poesía?  Sé muy bien lo que no es. Y precisamente porque lo sé, la escribo. El poema es el resultado visible de algo que es, por así decirlo, invisible y aparentemente inasible. Relación de amantes furtivos, más que de pareja estable. El lenguaje poético permite expresar lo que no permite expresar el lenguaje cotidiano. Por lo mismo, busca lo que la realidad nos niega, se alimenta del misterio, de lo invisible, de lo indecible. Más se la define, más encantos pierde.

Sabemos, en todo caso, lo que no debe ser. No debe ser sentimental (uno de los reparos que se le puede hacer a Bécquer), aunque sí tener un sentimiento poético que despierte emociones. No debe ser musical, es decir, melódica, sino que ha de crear su propia musicalidad, su propio sentido del ritmo y de la armonía, su propio canto de sirena. Y no debe ser prosaica, es decir, no hay que confundir la comunicación con el abaratamiento del lenguaje. Expresarse no es simplemente utilizar palabras que los demás entienden, sino llevarnos por senderos oscuros, bosques o galerías iluminados por la palabra poética.

 TBR.- Escribir poesía es para muchos poetas una necesidad vital e incluso una forma de vida ¿Qué es para ti la poesía?

JAMR - Una parte de mi vida que no niega las otras partes, pero sí que se convierte en centro de ellas. Un  creador lo es las veinticuatro horas del día, como lo es, o debería serlo, por ejemplo, un religioso; no sólo en el momento en que escribe.

TBR.- A lo largo de tu vida ¿ qué poetas han sido importantes?; ¿a quién relees?

JAMR - Empiezo por señalar que una cosa son las lecturas y otras las influencias. Los buenos poetas no están visiblemente influidos por nadie, de otro modo habría dependencia, y sólo el tradicionalismo cree en la dependencia, en la continuidad. Lo que hay en nosotros es un poso (y un pozo, si se quiere) de lecturas, no necesariamente de poesía, como hay un poso de otras experiencias. Y, por supuesto, de otras expresiones artísticas. En mi caso, es muy difícil rastrear experiencias visibles de poetas, pero si las hay de pintores y de la música pop. Menciono a menudo lo importante que fue para mí ver, desde muy pequeño, cómo pintaba Miquel Villà.  Asistía día a día a un verdadero proceso en el que una tela vacía se iba transformando continuamente hasta convertirse en la realidad final del cuadro. Villà me enseñó a ver, además, cómo se podía integrar una tradición figurativa a la vanguardia, en este caso, al cubismo, en su caso a través de Cézanne. La importancia asimismo de lo artesanal, de la material. Fue así como me eduqué a concebir el lenguaje poético como un lenguaje plástico.

No puedo hablar de  poetas que me han influido, sino que me han  acompañado a lo largo de mi vida. Catulo, Propercio y Marcial desde mis años universitarios, gracias al profesor y humanista Joan Petit. La primera gran revelación, a través de mi padre y de una traducción de Leopoldo Panero fue Eliot. Lo sigue siendo. Pavese, al que considero un buen poeta pero no un gran poeta, es una de las escasas influencias visibles en mi obra en prosa y en verso, y gracias a su traducción de La playa pude entender la diferencia entre poesía y prosa poética. En un momento determinado me interesó mucho Blas de Otero. Releo a Rilke, Leopardi, Ungaretti, Montale, Apollinaire y, por supuesto, Baudelaire. Mallarmé y Pound. César Vallejo y Octavio Paz fueron las revelaciones latinoamericanas y punto de partida para otras lecturas. Entre los españoles, a Cernuda.. Gil de Biedma me enseñó mucho sobre la construcción del poema, su ritmo, su estructura, su narratividad, pero poéticamente me sentía y me siento mucho más cerca de Claudio Rodríguez, Carlos Barral y, más tarde, José Ángel Valente, de su poesía y sus reflexiones sobre poesía. Releo mucho a Manrique y, entre los catalanes, a Carner, Riba, Foix y Vinyoli. Y por encima de todos está San Juan de la Cruz.

TBR.- No se te encuadra en ningún grupo o tendencia, se puede decir que eres un outsider. Juan Goytisolo dice de ti que eres una voz disonante ¿crees que esto se debe sólo a  que has vivido fuera de España?

JAMR - Cuando a alguien se le puede encuadrar dentro de una generación, malo.
He creído siempre en la más radical independencia, aunque alcanzarla no es tarea fácil. Y se pagan las consecuencias. En cierta ocasión Guillermo Carnero me dijo que me había perjudicado el hecho de que no se me hubiese integrado en los novísimos. Y, desde luego, por edad podría haber sido así, si consideramos a Vázquez Montalbán un novísimo, cosa dudosa. Tampoco se me podía integrar porque fueron una invención de Josep Maria Castellet con la ayuda de Pere Gimferrer, y en esa invención no podía estar incluido por la simple razón de que no publique mi primer libro de poesía, El jardín aciago, hasta 1986, aunque sí habían aparecido poemas míos en revistas como Papeles de Son Armadans, Cuadernos Hispanoamericanos o Asimetría. Carnero se refería, por supuesto, a mi proyección pública. Goytisolo imagino que en  los dos sentidos: haber publicado tarde y haber vivido durante casi cuarenta años fuera de España, en Dublín, Italia y, sobre todo, Londres, y a escribir una poesía fuera de lo normal.  Esta condición de outsider, que luego se  ha ido repitiendo por la crítica hasta el lugar común, cuando ya he dejado de serlo, él fue el primero en señalarla, como fue el primero en señalar otras cosas. Algo lógico, teniendo en cuenta la voluntad transgresora de Goytisolo, su radical independencia y su alejamiento de España sin haber dejado de interesarse por lo bueno y lo mucho malo que ha ido ocurriendo en este país. Su radicalismo fue un verdadero modelo para mí.

Vivir fuera ha tenido muchas consecuencias en todos los terrenos de mi escritura. Aunque como crítico he estado siempre al tanto de la dinámica cultural española, y he leído fielmente a poetas y narradores, como creador no he tenido apenas contactos: ni con escritores ni con editores ni con directores de revistas. Por supuesto, había excepciones como Gimferrer, Mariano Antolín Rato, el citado Lentini, José Batlló, Luis Maristany y, por supuesto, Juan Ramón Masoliver. No sólo escritores sino amigos. Luego, más conocido ya como crítico, el círculo se fue ampliando notablemente. Pero ya estaba hecho como poeta.

Me ayudó, por supuesto, el contacto directo con la poesía inglesa, norteamericana, italiana o francesa. El no depender de traducciones generalmente pésimas o censuradas. Y el vivir en otra realidad y en un espacio de libertad como fue el inglés. Llegué a Londres cuando empezaban los Beatles, a los que más tarde traduciría para Losada. Pude ir a conciertos de los Rolling Stones o de Bob Dylan, como en Francia había visto a Brel y a Brassens. Los chansoniers (algún poema mío en francés está influido por ellos) y la música pop fueron muy importantes para mí. En los chansoniers había al mismo tiempo narratividad e intensidad poética. En la música pop, rebeldía, imaginación, un lenguaje más cercano al de la poesía beatnik norteamericana. En resumen: viví en un mundo muy distinto, alejado de la represión y el agobio franquistas, de los que hui a los veintiún años. Esto contribuyó a confirmarme como un outsider, porque en realidad un outsider lo fui desde muy joven, como pueden confirmarlo quienes me conocieron incluso en el colegio.

TBR.-Has vivido muchos años en Londres como catedrático de literatura en la universidad de Wesmintster ¿cómo has visto la poesía española  desde allí?

JAMR - Como he dicho, la he seguido de cerca, pero podía leerla con el necesario distanciamiento y además acompañado de otras muchas lecturas. Cuando llegué a Londres la Universidad estaba sufriendo una transformación cercana a la de la sociedad inglesa. Se empezaron a estudiar a autores contemporáneos y se escribían tesis sobre ellos. Durante cinco años trabajé en una tesis sobre Elio Vittorini y el marxismo, que abandoné porque me parecía un ejercicio estéril y porque en Inglaterra no era necesario el doctorado para llegar a catedrático: lo que contaba era tu habilidad administrativa (fui durante años Jefe de Departamento) y tu curriculum . Pero el gran impacto fue el descubrimiento de la literatura latinoamericana y de sus escritores, gracias a la catedrática del King’s College de Londres, Jean Franco. Mi lectura de los latinoamericanos contribuyó no poco a mi visión de las posibilidades del castellano como lengua poética. Fui muy amigo de Antonio Cisneros, que vivió durante más de un año en mi casa, y por casa pasaron Cabrera Infante, Vargas Llosa, Rodolfo Hinostroza, Augusto Monterroso y tantos otros, y de algunos llegué a ser muy amigo. Con Jason Wilson, William Rowe, ambos profesores de Universidad,  y el poeta y traductor Anthony Edkins creamos una efímera revista de traducción de poesía, Ecuatorial. Y empezaron mis visitas periódicas a México y mis estancias en Buenos Aires, ambas experiencias definitivas para mí.

TBR.- Tu labor como crítico la enfocas sobre todo hacia la narrativa ¿hay alguna razón para ello?
JAMR - Razones obvias: la prensa concede poco espacio –cada vez menos, a medida que crece el interés por los best sellers– a la poesía, y por lo tanto sólo he escrito sobre poetas reconocidos aunque cercanos a mí, como Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Juan Luis Panero, Pere Gimferrer, Andrés Sánchez Robayna, Clara Janés, Olvido García Valdés y pocos más. En tiempos en los que los suplementos estaban menos estructurados (para bien y desde luego para mal), tenía más libertad y espacio para hablar de poesía o a reseñar a escritores anglosajones e italianos.

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