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Juan Antonio Masoliver Ródenas

gris

 

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De Poesía reunida (Acantilado, 1999)

No puede ser solamente
iluminada en medio de la calle.
Es una calle amplia y arenosa
cubierta por el frío, vacía, con
húmedas aceras y moreras, puertas
oscuras, chimeneas
aplastadas por el cielo gris.
Y en medio, iluminada,
no puede ser de nadie,
dónde está en carpintero
o la carpintería o el ciego
que la abandonó.
Donde están los vecinos de esta calle,
dónde están
los jóvenes o la lluvia o un perro
o dónde está la casa.
Otaca
sigue la invisible curva
        de la playa,
todas las calles dan al mar y al viento,
los habitantes huyen, no hay iglesia,
no es de nadie este pueblo,
no puede ser de nadie:
       solamente
una calle limpia y arenosa
y en medio de esta calle, abandonada

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Cuando los niños lloran sobre
los juguetes y las manos y están
los zapatos mal y no hay luz
en la casa de las ventanas cerradas
es que adiós, tienen miedo en
la puerta,  corre el viento
por la calle de los eucaliptos.
¿Ves aquel jardín amarillo con nísperos
y albaricoques? ¿Se besan tu madre
y la vecina o se hablan? ¿Por qué
estás solo en el jardín de las hormigas
rojas? ¿Por qué no te besaba
las lagrimas? Vestida con escote
y tacones y sus piernas de porcelana
¿iban al baile? ¿con las uñas
y la boca pintadas se irían a besar?
Hay tanta arena en las esquinas
de las puertas. ¿Por
qué nos dejan con este miedo
tan oscuro? Cuando regresan
ya sube el oleaje por las calles.
¿Por qué ríe y se desnuda y otra vez
no nos dejan dormir ni me ve
llorar estas lágrimas calientes
como jardines? Al llegar el día
con las aldabas y los postigos ya
está cantando en la cocina
con la ventana abierta en un enjambre
de avispas.

 

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Soñaba que Luis Maristany,
Benet Rossell y Alberto Blecua
eran ángeles que volaban:
les oía reírse, se alejaban,
volvían, reían y volaban
y yo estaba en el suelo
con mis pies de barro.
Era ameno su vuelo, me consolaba,
me ayudaba a creer en Dios,
era una criatura, entre mis lágrimas,
feliz. De pronto oí un grito
desgarrador, como una madre
pariendo a un  hijo muerto
y me desperté: a mi lado, roto,
estaba el cuerpo de Luis
y no encuentro consuelo ni
Dios en este cielo vacío
de ángeles.

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De La memoria sin tregua  (Acantilado, 2002)

 

Y ahora la isla leva anclas
hacia un reino más cierto,
lejos de esta belleza
excesiva y real. Estamos
en el Paseo
donde mujeres de espeso vello
nos venden crucifijos y rosarios.
Regresa de la ausencia Clara
Luz, tiene los ojos agrietados,
nos llama y el dolor se amansa
en el aire irreal, como una barca
que regresa con los muertos
de entonces para vivir de nuevo
lo ya vivido y olvidado.
Está la arena llena de canastas
de cerezas y luz. Y oímos
una puerta muy lejana,
una aldaba en el tiempo,
y es como cuando en el alba
nos llega el mugido de los lobos
marinos y tú me besas
como si fuéramos mujeres
y hablas en una lengua
demasiado real para entenderte
y el amor es de pronto como un pozo
de aguas fecales
y me abandono
a los espejismos del vertedero.

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Rumores de la caleta
en las aguas del recuerdo.
Barcos que salen de Cuba
para no volver jamás.
Luz de ceniza en los ojos
que te contemplan desnuda
en la ventana del sueño.
Dale la cesta a mi madre
para que compre diamantes
y te los ponga en los senos.
Cómo duele tu presencia
Cuando ya no puedo amar.
Naves que van y no vuelven,
rumores que nos devuelven
cantos que no sé cantar.
Toma esta canasta de agua,
desnúdate en el espejo,
mira donde hay que mirar.
¡Si te turbara mi ausencia!
Voy por el mar y tropiezo
con las sombras de tu cuerpo.
Vuelven los barcos de Cuba
pero Cuba ya no está.

 

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Mira el revoltijo
de las cosas que fueron.
El vuelo de los insectos
en torno a los frutos
que se pudren.
La inconsistencia
de la belleza
y del amor
como palabras de sombra
en corazones de piedra.
Mira también
el agua del viento
en los cristales de la memoria.
De tu vientre en el aire
ofreciendo dádivas
que son heridas:
un vuelo de insectos
en torno al vello,
el revoltijo de lo que fue
hasta no ser nada.

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De Sònia  (Acantilado, 2008)

 

Como unas persianas que se abren
lentamente. Así es el conocimiento
del dolor. Se abren los listones y la luz
nos hiere con sus cuerpos
desnudos y su enjambre de avispas.
Los cerramos de nuevo y nos invade
el miedo a la oscuridad,
el pavor del tiempo que se acaba.
Náufragos sin agua, corazones
sin amor, huérfanos de padres
todavía vivos. Ahora pasa
la muchacha rubia. ¿Se acerca
o se aleja? ¿Nos abandona
o nos recupera? Tenemos
palabras pero nadie las oye.
Las escribimos en paredes negras.
Oímos los listones de las casas
vecinas y sabemos así
que la vida es este triste caminar
por un muro con cascos de botella
que llenan de destellos la penumbra.
Ah, vello rubio que la brisa mece
y nos ciega como arena
en la luz que acecha en las persianas
podridas por el tiempo inmóvil.
Espacio inútil como cruces de sombra
en el desierto. Oh, luz negra
en las noches negras
de esta habitación sin más ventanas
que las que dan a un pozo.
Y, al abrir las persianas,
la muerte nos acoge en su regazo.
La luz se nos ha hecho innecesaria.
Los harapos de la memoria
se los lleva la brisa como flores
sin ojos que las miren,
como un cuadro nunca pintado.
Y somos anteriores a la vida.

 

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Trátase en primer lugar
del pecho izquierdo
que es el que ciega
y el que ilumina como un faro
el pecho desplazado a la derecha
igualmente irrepetible. Espera.
Deja que anochezca continuamente
y se enciendan las cúpulas de mármol
y sus joyas o frutos tan suaves
que parecen pezones.
Y ahora se iluminan los dos pechos
en las calles de mis ojos,
en la luz de su arena. Y arde
el vello y se incendia la guarida
en tus nalgas simultáneas.
Si vuelves a quererme
volverás a saber como es tu cuerpo.
El mío se ha perdido
Entre gemidos.

 

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Pasa el cielo como un velero azul.
Pasa el aire con un espíritu alado.
Yo recorro las calles de mi pueblo
anclado en el vacío. Y estoy solo.
La desdicha que llega de las sombras.
Los engaños del mar. El campanario
roto. Las alimañas del recuerdo.
Las ventanas que se abren
como un sueño. Y regreso al ahora
de las casas muertas, de la Virgen
quemada, de las azoteas en el agua.
Lluvia de sal. Mujeres engañándose
con las manos. Y mi madre en el vapor
del día que no acaba. Ahora El Masnou
se aleja y esta ausencia me alivia.
Se aleja el cielo, el aire, la memoria,
y estoy solo abrazado a la muerte
que me alivia de tanto desconsuelo.
Ojalá te quitaras el vestido
y me dieras el aire de tus pechos,
la luz del vientre, la única vida
posible y verdadera. El sexo
que es ausencia. Las palomas
del aire al que ascendemos.
La música que duele entre los muslos.
Y recorro tu cuerpo y estoy solo.

 

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 De El laberint del cor (Café Central/Eumo Editorial, 2008)

 

Fil d’or
per la mort
de les dones.
Als ulls la catedral,
el pit rodó,
el borrissol del cul,
el cotó del sexe
per uns ulls
que miren massa,
pateixen massa
i no es sadollen.
La sotragada,
aquest miratge
de ser tu i jo
l’amor,
tot el cel que estimem
i els llavis del sexe
que s’obren com flors
roges i negres
dels dies de la platja
a la memòria.*

*Hilo de oro/ para la muerte/ de las mujeres/ En los ojos de la catedral,/el pecho redondo/ la pelusilla del culo/ el algodón del sexo/ por unos ojos/ que miran demasiado/ padecen demasiado/ y no se sacian./ La sacudida/ ese espejismo/ de ser tu y yo/ el amor,/ todo el cielo que queremos/ y los labios del sexo/ que se abren como flores/ rojas y negras/ de los días de la playa/ en la memoria.    

       
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El dia  necessita
un altre dia
ple, sense llum
ni dies. Només
la paraula
secreta
que et xiuxiuejo
per besar-te l’orella
paraules que no entens
i que entendràs
entre gemecs d’amor
que són plaer
d’amor. Deixo
els poemes
i vaig amb tu
als llençols,
a la sorra
i al sostre
junts com els pubis
que s’estimen.
No ni ha
un dia últim.
És sempre el primer dia
de maig
i el primer poema,
el que més m’afalaga,
ple de paraules secretes
com els laberints del cor
i del cos.**

** El día necesita/ otro día/ lleno, sin luz/ ni dios.Sólo/ la palabra/ secreta/ que te susurro/ para besarte la oreja/ palabras que no entiendes/ y que entenderás/ entre gemidos de amor/ que son placer/ de amor.dejo/ los poemas/ y voy contigo/ a las sábanas/ a la arena/ y al techo/ juntos como los pubis/ que se quieren./ No hay/ un día último./ Es siempre el primer día/ de mayo/ y el primer poema/ el que más me complace/ lleno de palabras secretas/ como los laberintos del corazón/ y el cuerpo.

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