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índex català  septiembre - octubre 2007 no. 60

Reseñas

60

Ningún dios a la vista Altaf Tyrewala

El velázquez de París Carmen Boullosa

Una gota de ámbar Emilio Gavilanes

Casa de luciérnagas.
Antología de poetas hispanoamericanas de hoy
Mario Campaña

 

portada TyrewalaNingún dios a la vista
Altaf Tyrewala
Trad. María Corniero
Madrid, Siruela, 2007


“Ningún día…” es una novela coral del Mumbay actual-antigua Bombay. Las dos novelas cortas incluidas en el libro se caracterizan por la superposición de las voces de sus personajes. Este protagonismo colectivo logra hacernos un fresco sobre la situación de una de las grandes urbes de la India contemporánea: desarrollo de una clase media, inmigración, relaciones problemáticas entre la población de religión hindú y la de religión musulmana, la pobreza extrema, etc.

La naturaleza coral y la estructura narrativa de “Ningún dios a la vista” y “Así fue como empezó todo” nos recuerda a la novela de Luis Romero intitulada “La Noria”, ambientada en la Barcelona de finales de los años cuarenta y comienzo de los años cincuenta del siglo pasado. Al igual que en la novela de Romero, la historia avanza gracias al salto de un personaje a otro por contigüidad física, en la mayoría de los casos.
En la novela de Tyrewala los protagonistas son narradores, o más que narradores, reflexionan sobre la realidad circundante. Algunas de estas reflexiones carecen de toda verosimilitud, apareciendo el “autor implícito” de una manera tosca y afectando a la ilusión narrativa. Es decir: no nos lo creemos…

Podemos calificar, sin lugar a duda, a “Ningún dios a la vista” como una novela “de tesis”. Su autor nos presenta un mundo en el que los personajes son huérfanos de la divinidad. No obstante hay personajes, como el médico abortista de “Ningún dios a la vista”, que encuentran en la religión “él único medio para esconder(se) de (s)í mismo”. La idea de culpabilidad, trasmitida familiarmente, puede conducir a la religión como medio de fuga…

Ambas novelas también aluden a los problemas de convivencia que se dan entre la comunidad hindú y la musulmana, más en carne viva desde la creación del estado de Pakistán. En ambas novelas se habla de problemas tales como la persecución religiosa, los complejos por ser musulmán o la vida en los guetos. La idea de que la miseria iguala gravita por toda la novela…

Las dos novelas cortas incluidas en esta edición se caracterizan por compartir una misma estructura narrativa, que en muchas ocasiones colabora a la ausencia de verosimilitud. La voz de los personajes parece difícilmente identificable con sus reflexiones, en muchos casos. No sería exagerado hablar de una “polifonía desafinada”. Alejandro Marqués

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El velázquez de París
Carmen Boullosa
Madrid, Siruela 2007

“A comienzos de 2001, en un pequeño restaurante de París, un hombre mayor manosea a las dos jovencitas que lo acompañan. Lo que mas extraña a la voyeureuse de la mesa de al laso, es escuchar a este hombre jactarse de poseer algo tan extraordinario como el velázquez que fue dado por perdido durante el incendio del Real Alcázar de Madrid en la nochebuena de1734”; esto reza la contraportada, resumiendo bien la trama central de este nuevo libro de la escritora mexicana Carmen Boullosa, recientemente publicado en España, y al que podría describírsele a su vez como la historia de un cuadro y las historias encerradas en un cuadro. El lector es conducido a tres mundos distantes en el tiempo, y que por lo visto, ya no se recuerdan entre sí, y se tienen relegados al olvido. Uno, el nuestro, el del siglo XXI, donde se inicia la acción, concretamente París, ciudad en la que ya no quedan vestigios de su alo literario y bohemio, mas bien una urbe bullanguera de tráfico y caos, es vista así por su protagonista, testigo nostálgica de mejores años en la ciudad luz. Dos, el mundo donde sucede el incidente que da lugar a la pérdida del cuadro de Velázquez, la noche del 24 de diciembre de 1734, en el incendio del Alcázar de Madrid. Y tres, al momento retratado por el pintor en el lienzo, denominado por los historiadores como la Reconquista, o la expulsión de los moriscos.

El lector se quedará más prendado de los dos últimos escenarios que del primero, que es el que propicia el relato y lo sustenta. La imaginación de la autora es desbordante a la hora de narrar lo que pudo haber sido, lo que pudo haber ocurrido con la obra del pintor de la Corte, el consentido de Felipe IV. Los personajes se contrastan con los personajes del lienzo, que son observados con lupa por una escritora atenta. La relación no es gratuita. El lienzo es rescatado por quien podría ser el nieto del nieto de la personaje retratada en la esquina superior izquierda, la heredera de Ben Hayan, “el primer rey que hubo en el Alcázar.” Las interpretaciones que se hacen de las diferentes escenas del cuadro le dan una suerte de movilidad, como si de pronto esas imágenes estáticas cobraran vida y comenzaran a moverse. Uno a uno van surgiendo, secretamente, en la cabeza del lector, los paralelos con el mundo de hoy, que verá en la España actual, las múltiples herencias de la cultura morisca, y encontrará incomprensible cuánto hemos olvidado aquel legado y qué poco sabemos de él.

Este ejercicio de imaginación a su vez nos acerca al arte, y el arte a la época. Como lectores pasamos a ser observadores y tal vez tengamos en cuenta esta historia la próxima vez que nos situemos delante de un cuadro. Quiénes hayan visto la obra de Velásquez en vivo y en directo querrán volver a verla y quiénes sepan poco de la historia de España, también, tal vez se animen a interesarse por ella.   

Por otro lado la novela, pese a que es corta y aparentemente sencilla, establece una dinámica interesante a la hora de estructurar el relato. Aunque la misma voz parece narrar todo el libro, en los capítulos que cuentan el periplo del cuadro, el tono cobra un tinte que nos recuerda a los libros de la picaresca, lo que le otorga, curiosamente, una verosimilitud inesperada. Cabe recalcar que ha sido editado pulcramente y que parte de esto consiste en acompañar el texto con ilustraciones muy bien elegidas. La autora por su parte garantiza ya con su nombre en la portada una maestría en el arte de escribir. Mikel Puig.

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portads GavilanesUna gota de ámbar
Emilio Gavilanes
Ediciones de la Discreta, 2007

Salvada de la epidemia de novelas históricas que, en opinión de una amiga, asola el panorama literario español de los últimos años, aparece este pedacito de intrahistoria titulado Una gota de ámbar. No habiendo leído nada del señor Gavilanes antes de esta novela corta, bien puede este autor haberse contagiado de esta fiebre historicista a la que acabo de referirme en alguna novela anterior, pero en Una gota de ámbar, lo que le ha interesado contar es un momento en la vida de los vecinos de un edificio de viviendas en Madrid, en el tiempo presente.

El relato, dividido en veintiséis secuencias cortas, narra lo que ocurre dentro de cada una de las viviendas de un bloque de pisos, y cada secuencia finaliza de la misma manera, con cada protagonista sobresaltado por un fuerte ruido al que cada uno de ellos dará una explicación diferente : la explosión de una bombona, un portazo…
Una gota de ámbar es, salvando las distancias de género y sin ánimo de ofender a su autor, un 13, rue del Percebe literario y tragicómico, donde cada vivienda es un mundo y, mientras la de la pensión del tercero prepara una paella para sus inquilinos, el del ático se encierra de los acreedores. Todo contado sumaria y simultáneamente. Así es la novela que nos ocupa, una suma de secuencias simultáneas, de lo que acontece en cada piso de un bloque de viviendas. En la primera secuencia, se narra a un hombre que recorre el exterior del edificio en su camino a no importa dónde, tal vez Gavilanes se ha retratado a sí mismo en este comienzo breve y él, el autor, es el hombre solitario que echa una ojeada desinteresada a varias de las ventanas del edificio. En las siguientes secuencias, se cuentan las reflexiones de una escritora que vive con su hermana y su sobrina, de un hombre maduro que llega bebido a casa, a malencararse con una esposa con la que no se entiende, de un matrimonio preocupado porque su hija pequeña se ha encerrado en una habitación y temen que no sepa salir de ella, de un anciano sordo que vive solo, de una pareja homosexual, de una señora que ha disecado a su loro… Cada una de esas historias es una pieza de ámbar en la que ha quedado atrapado un mosquito, una planta, la gota de ámbar del título, es decir, un instante normal en la vida de personas corrientes que el autor atrapa con su relato, un instante normal en la vida de una comunidad de vecinos que se ve estremecido por un suceso extraordinario, ese fuerte ruido que se explica en la última secuencia.

Tal vez la secuencia más bonita es la de la poetisa que, al escuchar una canción antigua, evoca los sentimientos producidos por una noche de verano de hace treinta años en que alguien la besó, y en la cual Gavilanes reflexiona sobre la fragilidad de la vida humana y todo lo que se pierde cuando la vida de uno se acaba :

…Todo (aunque poco, es todo) lo que escribí aquella misma noche era aquel muchacho del que ya no recuerdo nada. Casi no hay ni rastro de la noche, de aquella canción que el tiempo me hizo creer que había sentido como inolvidable y que ha estado guardando, intacto, el perfume de aquellos días […] A menudo una empieza a recordar y se pone melancólica pensando en tanta maravilla, en tantas cosas únicas que hemos conocido o experimentado y que se perderán con nosotros…

La prosa de Gavilanes es, a un tiempo, fresca y madura, desprendida de ese sentimentalismo barato que algunos escritores intentan pasar por lirismo sublime y que tanto se ha utilizado en las novelas de la década de los ochenta y los noventa. Con su estimable prosa, Gavilanes disecciona las pequeñas realidades simultáneas de un bloque de viviendas ; es un entomólogo aplicando un microscopio sobre sus personajes para describir asépticamente todo lo que hacen.

Como última reflexión, hay que mencionar el grado de experimentalidad de la obra, tanto en la idea de la que nace, la de contar un instante simultáneo en la vida de varias personas, como en el hecho de que bastantes de las secuencias comienzan con pedazos de frases, como si la prosa de Gavilanes fuera una cámara que se desliza de una habitación a la otra, de un piso al otro, en cuestión de décimas de segundo –o como si fuese la mirada de James Stewart en La ventana indiscreta, de Hitchcock- y capta fragmentos de conversación que comienzan minutos antes u horas antes.

-…oído entrar –dice, sorprendida, medio sentada, medio tumbada en el sofá.

Y siento la obligación de finalizar esta reseña con mi propia gota de ámbar, que es mi reflexión sobre la literatura de nuestros días : me pregunto qué se preservará en el tiempo de entre todas las obras producidas en los últimos veinte o treinta años, en los países de habla hispana, si serán las obras que nos hablan de reyes, soldados y conquistadores, o si serán estas otras obras que, como la novela de Emilio Gavilanes, nos hablan de gente que no piensa en la posteridad, de hombres y mujeres que ven y celebran la belleza de lo cotidiano, lo que no quiere perpetuarse en la memoria de nadie, pero que, en su cotidianeidad, en su normalidad, explica una época, un país, una ciudad. Cuando el noventa y nueve por ciento de los escritores queremos ser Cervantes y que nos rindan culto en el cuatrocientos aniversario de nuestro nacimiento o de nuestra muerte, hay un uno por ciento que, posiblemente, escribe para pasar el rato, para que lo lean los amigos, para esperar con mejor humor la nueva temporada futbolera o de Fórmula 1. No sé a qué porcentaje pertenece Emilio Gavilanes, el escritor, pero sé que su novela, Una gota de ámbar, en su modestia de forma y fondo, suscita reflexiones de peso sobre la vida humana : que no somos ná y que no pasa nada si no somos ná. Raquel Moran.

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Más allá de ser mujer

portadaCasa de luciérnagas
Mario Campaña
Antología de poetas hispanoamericanas de hoy
Barcelona, Editorial Bruguera, 2007

En noviembre de 2004, en un restaurante en la zona del puerto de Montevideo, me reencontré con la poeta Silvia Guerra y allí hablamos de nuevo de la necesidad de recoger en una antología las voces más significativas de la poesía de mujeres latinoamericanas. Yo estaba impresionada por la lectura de muchas voces que desconocía y que desde luego, si hubiesen llegado a nuestro país en el momento que comenzaron a publicar los mejores libros, los años setenta y ochenta,  habrían cambiado el mapa poético entre las lecturas de quienes entonces admirábamos, ante la evidencia de unas voces donde el lenguaje corría libre y el pensamiento se vestía de diversos puntos de mira que tendía a darnos una visión acertada de un estado del alma más allá de la condición femenina. Ahora el poeta nacido en Ecuador y residente en Barcelona Mario Campaña ha hecho posible aquel hermoso proyecto, iniciado en su primera fase con la poeta Silvia Guerra. La antología reúne  a 34 autoras de 11 países de Latinoamérica.  Es razonable que todavía haya que hacer antologías de género porque como dice el antólogo muy acertadamente,  en América Latina la historia de los hombres y mujeres no es la misma, y como en todas partes, la realidad y el trabajo intelectual compartidos por hombres y mujeres terminan siempre transmitidos según las jerarquías de esa cultura del poder, y así también la verdad de la vida práctica y de la cultura queda hurtada al futuro y el género aparece no sólo en la poesía sino también en la historia. Es cierto que en los últimos años la poesía escrita por mujeres en su mayoría aporta bastante terreno regado con nuevas aguas fertilizando por ello un terreno a veces demasiado estéril por repetido. En el prólogo el atento lector que es Mario Campaña lo subraya: hay una búsqueda de sabiduría en lo temporal, en lo azaroso y una cierta mística del cuerpo, también un mayor acercamiento al mundo social e histórico desde experiencias reales, y por último la exploración en el lenguaje, un lenguaje que abre posibilidades desde lo estético y desde lo llamémosle moral, termino tan de moda. La elección de los poemas dibuja una ruta de poesía madura que representa lo que mejor han dado y darán de sí la obra de estas autoras. Voces que nos llegan por primera vez como el de la poeta guatemalteca María de los Angeles Ruano, las chilenas Lila Calderón y Elvira Hernández, , la boliviana Blanca Wietthücheter, la mexicana Carmen Boullosa,  la ecuatoriana Sonia Manzano, la argentina Irene Grus,  la propia Silvia Guerra, o la peruana Carmen Ollé,  me hace pensar en lo necesario que sería que en este país que tanta poesía edita, mire más cerca de quienes escriben desde el otro lado del Atlántico. El antólogo ha intentado huir de la actitud escolástica que hace creer  que la poesía sólo se puede hacer de una manera , lo que hace que esta antología no esté orientada en la selección de los tópicos que los hombres han elegido como particular de la poesía escrita por mujeres, ya demasiado sabidos y aburridos. Por último, sería preferible en cierta medida que esta clase de antologías de género fuese desapareciendo por dos razones, la primera es que cuando hablamos de mujeres poetas se nos presentan siempre de una manera coral lo cual provoca que se diluyan las voces, y la segunda es que la poesía no puede continuar dividiéndose en razón del sexo de quien la escriba, eso ya se hizo, ahora pasemos a otra cosa. Concha García

 

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f i c c i ó n

Mathias Énard: Manual del perfecto terrorista
Juan Trejo: Emboscada (II parte)
Juan Mattio: La persistencia de la noche

e n s a y o

Jesús Nieves Montero: “Bolañitos, borgecitos y otros párvulos literarios”

p o e s í a

Concha García: Ya nada es rito y otros poemas

r e s e ñ a s

Ningún dios a la vista Altaf Tyrewala
El velázquez de París Carmen Boullosa
Una gota de ámbar Emilio Gavilanes

Casa de luciérnagas. Antología de poetas hispanoamericanas de hoy Mario Campaña

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