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índex català  septiembre - octubre 2007 no. 60

Ya nada es rito y otros poemas
Poesía reunida 1987-2003

Concha García

portada Concha Editorial Dilema,
Colección Ocnos Alas,
Madrid 2007

presentado en Barcelona el 18 de septiembre por Santiago Martínez
en la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña – Ateneu Barcelonés

Fue, probablemente, una de las mejores ocasiones posibles para iniciar la temporada poética 2007-2008: la publicación de esta Poesía reunida de Concha García (La Rambla, Córdoba, 1956), poeta y crítica literaria, y, sin duda alguna, una de las escritoras que más ha trabajado en las últimas dos décadas en favor de la consolidación y la divulgación de la joven poesía española, en particular de sus voces femeninas. Además, ha colaborado regularmente con TBR con poemas, reseñas y artículos, motivo por el cual remitimos a la primera selección de poemas que publicó aquí (véase TBR 29) y también a su artículo sobre «Poesía en la Patagonia», un territorio que no ha abandonado y que sigue recorriendo con la vista puesta en nuevos trabajos. Os ofrecemos a continuación una selección, cedida por la propia poeta, en la que ha preferido dar un lugar especial a poemas de sus primeros libros.

foto-presentacin-concha

Retrato fingido

Algo de gozo, nunca un latido constante
y la forma de cerrar las ventanas
en un corredor resentido. Parece liviana.
Cuando surge de broches y maquetas es aún
silenciosa, turulata y cambiante
en recorridos viscosos. Parece loable,
sacrifica partículas con un tenaz
balbuceo entre toallas y peines.
Es yerta y fría, poco tocable. Se siente
enervadora y poco lucrativa
si le deja la lluvia panorama distinto.
Descorre camino muy punzón si salida
es tener hipo con asco o si mira
con un deshilvanado interés la espalda
de una gruesa mirada comedora
de ornamentados alfajores. Recorre tu tez
con los dedos. Es larga la costumbre
de poner intervalos. Perdona si sabe.
Dice que nunca se exalta y es brava
la forma de no acentuar en absoluto
las sílabas. Tampoco mora.
Ni habitaría. 

de Otra ley (1987)

*****

Desamor

Me parte. Que no me olvide
si me partiera más
dentro de unas veladas
cuando cuaja la risa
y es porvenir casi todo.

de Otra ley (1987)

 

Voluntad

Ha pasado la saliva, toda mi saliva.
La que tengo cuando se me seca la boca
la que tiene horquillas en el paladar, la saliva
mezclada en un vaso lento, ha pasado
garabateando mi garganta, mi garganta
está asqueada de siempre saliva, chorritos
de saliva. El miedo tiene miedo a su propia
saliva, que tragué y que trago.
Trago duramente porque para que se licúe
necesito beber otra cosa. Beber.

de Pormenor (1992)

*****

Diversas nimiedades

Sobresaliendo del libro, una tira de papel
que señala el párrafo.
Ha dejado abandonada su futilidad
y lee. Al leer
oquedades arbitrarias asolan
su otro pensamiento.
No se entrega de lleno a nada. Ni siquiera
el libro le aparta del todo. Una vez
cree que se entregó y le pareció una estafa.
A través de la cortina ve la calle.
Es hermosa la calle.
Pasan hombres solos. Mujeres solas.
Pasan deprisa. Las ciudades se han olvidado
de la lentitud. Todo le parece que concluye
en su propia naturaleza. Que no se desarrolla
más que un absurdo ciclo de ir aquí
y allá, de relojes acelerados,
de contraluces
que perdieron el brillo de la luz originaria.
Hasta la lectura, presumiblemente lenta
es un acopio de citas, de información.
Su sentimiento se aparta: en otro lugar
de la memoria las vidas transcurren
lentas, y alcanza de súbito
la duda originaria,
una duda inexplicable que le obliga
a revelarse como alguien que no entiende
nada de lo que ha leído. La vida
son páginas acumuladas. El polvo sobre
las páginas. Hombres solos. Mujeres solas.
La cortina. La calle. La luz resquebrajada.

de Ayer y calles (1995)

*****

Incongruencia

Nuevas palabras para viejos contenidos.
Cómo decirlo: no me turba
que una calle sea transversal a otra.
En los pequeños instantes descubrir
que balancearse equivale a nada, y
que una intuición es sólo eso, no proyecta
más que varias verdades. Pasear
para limitar este ansia
levemente trastornada por la falta
de inquietud. De una acera
a otra. El contenido del zigzagueo.

de Ayer y calles (1995)

*****

La memoria

Dirección a casa se han puesto grises
los lomos de los libros y el reflejo
de un vaso vacío brilla ocupando
todo el mueble. Siento el primer
escalofrío de la pérdida. Una rara coherencia
apabulla mis sentidos. He roto un saquito
de arena y mi abuela se ha desparramado.
Abriendo el álbum, algo familiar
que no me mira,  fija su vista
hacia mi chaqueta. Me veo hermosa
porque soy dos estilos de persona
estilos que se acortan o son estilos
de provincia diversos, no sé
si ya quedan provincias. También he visto
dos estilos de muchacha. Una no sé
si regresaba de algún sitio, o si iba,
vestía como hubiera vestido la madre
de cualquiera. Otra llevaba ornamentos
que me recuerdan el brillo del vaso
ocupando todo el mueble.

de Ayer y calles (1995)

*****

Sillas

Días en los que vivir parece una tabla
que apuntala una ciudad, y luego
querer tomar café. Qué clase de correcta
inarmonía duele al desechar los azucarillos.
Un mundo en los dedos y un mundo
más hondo y desgajado que no late
en la mirada de nadie. Momentos así
son todo alrededor de tantas sillas.
Me gustaría emborracharme pero son las diez
y calculo que dentro de ocho horas
estaré perdida. Come algo.
No, porque no tengo apetito. Deseo fumar
y hacer malabarismos con el instante
éste. ¿Sabes que no eres adorable?
Busco echarme en el suelo y tener libertad
para mojarme. Son cosas que comienzan
cuando apuntalas el mundo un lunes.
Si se está realmente quieta
notas el humo del tabaco
en el espejo y te ves irreal
para poder pasar el brazo
por encima de una imagen
que apuntala cinco años de vida.
¿Tienes grietas cuándo sales a la calle?
Tres o cuatro. Y me empujas para no entrar
donde hasta las piedras sienten la lejanía.
Son bares en habitaciones,
pósters iluminados de artificiales ratos
que invitan a morirse de risa
ante una silla. La gente ofrece dicha
con la lengua pastosa, demanda roces
imperecederos apurando una copa,
son brechas de diminutas felicidades
enjuagadas en alcohol. Yo me río
porque me encuentro cobarde,
quiero aferrarme a algo, a una silla,
hacer una prueba de fuego sobre un taburete
dejándome llevar de la mirada
del personaje que pone los discos y me veo
extendida en una biblioteca irreal,
la sabiduría pide demasiado poco.
Es tan temprano. Te quiero acompañar
y derrumbar contigo el puente de la salvación
que nos lleva de esta casa a los vientos
y a las salidas de mar.
Tienes la voz de un gran amor
y una presencia de escondite
que enturbia planes, que sale de dudas
y entra en ciudades donde no hay un local
para abrazarte. Yo te veo en la 315
asomada hacia la calle para ver si llego.
Llega una bandeja con café sobre una silla
que apuntalo al borde de la cama.
Y después yo, que soy las aberturas,
el grifo goteando, el tic-tac, las voces
de la gente que chilla que se quiere morir
de una rabia hecha jirones.

de Cuántas llaves (1998)

© Concha García
©
de la fotografía: Carme Esteve

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tbr septiembre - octubre 2007 no. 60

Editorial: Paradojas del destino

f i c c i ó n

Mathias Énard: Manual del perfecto terrorista
Juan Trejo: Emboscada (II parte)
Juan Mattio: La persistencia de la noche

e n s a y o

Jesús Nieves Montero: “Bolañitos, borgecitos y otros párvulos literarios”

p o e s í a

Concha García: Ya nada es rito y otros poemas

r e s e ñ a s

Ningún dios a la vista Altaf Tyrewala
El velázquez de París Carmen Boullosa
Una gota de ámbar Emilio Gavilanes

Casa de luciérnagas. Antología de poetas hispanoamericanas de hoy Mario Campaña

s e c c i o n e s   f i j a s

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