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Barcelona Review número 12


Reseñas

El club de lucha por Chuck Palahniuk
Yo amo a mi mami por Jaime Bayly
Santitos por Maria Amparo Escandón
Antes del fin por Ernesto Sábato

Club de lucha

El club de lucha

Chuck Palahniuk

Muchnik Editores

234 páginas

"Somos los hijos medianos de la historia, educados por la television para creer que un día seremos millonarios y estrellas de cine y estrellas de rock, pero no es así. Y acabamos de darnos cuenta —dice Tyler—. Así que no intente jodernos". Eso declara Tyler Durden, fundador de los Clubs de Lucha, que se propagan (en la novela de la que es protagonista) por Norteamérica como una epidemia; y está hablando muy en serio. Es la voz de toda una generación usada y traicionada; atrapada en la esclavitud consumista; en una vida diseñada y controlada por los medios de difusión. O al menos es la voz que Chuck Palahniuk otorga a esa generación, a través de los personajes que conforman el mundo siniestro y violento que nos ofrece su primera novela El Club de lucha (Muchnik Editores, 1999).

Acabo de cerrar el libro y no puedo menos que sentarme a la computadora y tratar de comunicarles de alguna manera la impresión que me ha causado, e invitarlos a que la compartan conmigo, leyéndolo.

La novela de Palahniuk (Portland, Oregón, 1964) es un catálogo de desmoronamientos humanos y sociales, un catálogo corrosivo, escrito en una prosa económica, que va armando su historia a chispazos, mediante situaciones e imágines que supuran una presión enorme; una desestabilizadora desazón. Esta novela destaca por el control de su estructura y por la seducción con que despliega ante nosotros un universo de brutalidad y desamparo. Otro logro es el ritmo, que no es propiamente literario —en el sentido clásico de la literatura como historia contada— sino mediático. Un ritmo que desvela un paisaje deshumanizado, fragmentario, que se manifiesta mediante descargas de información, ráfagas de estímulos visuales o sensoriales. Palahniuk no intenta contarnos una historia; más bien se las arregla para mostrarnos una en páginas que funcionan como pantallas. Páginas descarnadas, fluorescentes, sanguinolentas como las de un telediario. En eso descansa gran parte del poder de esta novela que tiene sus antecedentes en La Naranja Mecánica de Anthony Burgess y en obras de Boris Vian tales como Escupiré sobre vuestra tumba y La hierba roja. Aunque a la prosa del joven Palahiuk todavía le es ajena la suntuosa elegancia y la efectividad de la obra maestra de Burgess.

El Club de Lucha discurre en una realidad grotesca, triturada, en la que el narrador encuentra equilibrio sólo en las sesiones de terapia de grupos para enfermos terminales. A las que acude no porque sufra una enfermedad terminal sino para que alguien le preste atención. Allí conoce a Marla, un fraude como él, que vive robando vaqueros de las lavadoras y vendiéndolos en tiendas de ropa de segunda mano. Marla, con la que vive una de las más extrañas historias de amor desde la de Colin y Cloe en La espuma de los días de Vian. Y está Tyler, proyeccionista de cine y camarero a destajo. Tyler que se dedica a insertar fotogramas de penes enhiestos y vaginas gigantescas en películas como Bambi. Tyler, con quien el narrador funda los Clubs de Lucha y el Proyecto Estragos, que tienen como objetivo destruir la sociedad de consumo, instaurar la anarquía, acabar con la civilización y de esa forma "mejorarla un poco"; Tyler que fabrica jabones con grasa de liposucciones.

Chuck Palahniuk ha irrumpido en la novelística norteamericana con un libro sorprendente, fresco y retorcido, siniestro y clarividente. El escritor trabajó como voluntario en un asilo de enfermos terminales y asegura que muchas de las cosas que acontecen en su novela le han sucedido a él o a sus amigos. Bajo la sombría —salpicada de un humor sangriento— apariencia de esta novela de ecos falsamente fantásticos, late la realidad nuestra de cada día. Leerla es una experiencia desasosegante y, sí, también, deliciosa; que hará que de ahora en adelante tomemos muy en serio a su autor./JA


.Yo amo a mi mami

Yo amo a mi mami

Jaime Bayly

Anagrama

401 páginas

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Un mundo para Jimmy

Cuando Alfredo Bryce Echenique publicó hace años Un mundo para Julius revolucionó el panorama literario iberoamericano. Navegando entre la fina ironía y la crítica más mordaz, aquella novela desmenuzaba el universo sordo y ciego de la oligarquía limeña. A través de los ojos del pequeño Julius, nacido en el seno de una riquísima familia en la que un ejército de nanas y criadas se encarga de trasmitir el amor cálido y mullido a unos niños perdidos entre organzas y batistas, con un estilo proustiano Bryce Echenique mostraba el anacrónico panorama de una clase social que ha vivido de espaldas a la realidad mestiza que se impone en el país.

En un declarado homenaje a la novela de Bryce, el joven novelista Jaime Bayly retoma el mundo de Julius, esta vez a través de Jimmy, un niño de nuestro tiempo. Si el afrancesado Julius, que se entretiene jugando en la majestuosa carroza que conserva la familia, estaba destinado a un futuro parisiense, Jimmy tiene los ojos puestos en Miami. Más concretamente en el reino de Dadeland, a donde sus mayores viajan constantemente para llenar la despensa de ricos alimentos importados y los armarios de ropa de marca. Una de las angustias de Jimmy es no haber ido nunca al Disney de Orlando, meca contemporánea de la clase acomodada latinoamericana. En el jardín del protagonista ya no hay carrozas que evocan épocas más gallardas, sino una vulgar piscina. La oligarquía apenas ha cambiado en sus feroces prejucios y su insensibilidad frente a la servidumbre "chola", pero los encajes y olandas de antaño huelen a rancio. La plata ha sido sutituida por el piuter. Ahora viven atrincherados en un búnker mientras la "indiada" avanza inexorablemente.

Bayly, como su admirado Bryce, nunca se aparta de la ironía y el humor planea en los capítulos que hilan la memoria infantil de Jimmy. Y viene bien este tono para aliviar la profunda herida de un personaje que se sabe raro y disidente en el mundo en que le ha tocado vivir. Ya en sus anteriores novelas el autor indagaba en una figura paterna que reúne lo peor de nuestra cultura: un machismo salvaje en el que se exacerban hasta la repugnancia la homofobia y el desprecio hacia la mujer y un sentimiento racista que confunde al más pobre y oscuro con un animal de carga exento de dignidad. Tal parece que "los de arriba" aún se preguntan si los indios tienen alma. Junto a ese hombre despreciable y capaz de hacer añicos todo lo que huela a sensibilidad y delicadeza, se encuentra la mujer infantilizada, sometida doblemente por el matrimonio y una religiosidad pueril.

Jimmy es un superviviente en un medio hostil. Desde muy temprano comprende que ha de camuflar gestos que pudieran despertar la ira del padre. Se alía con los matones de la clase para no sucumbir aplastado por éstos. Se confiesa sin convicción ante un cura enfermizo. El niño sueña con rescatar a su bella madre del cloroformo con que la adormece el Opus Dei, pero nada puede hacer por esa mujer extraviada entre cócteles y fiestas benéficas. Solitario y hambriento de cariño carnal y tibio, Jimmy descubre "el mundo de los afectos" entre los pucheros de las criadas. Esas mujeres esforzadas y humildes que lo abrazan, le cuentan historias y lo introducen gozosas al lagrimeo de las telenovelas. Todas ellas velan por el muchacho, tan perdido en su lujosa casa de los Cóndores.

Si en libros anteriores como No se lo digas a nadie, Fue ayer y no me acuerdo y La noche es Virgen Bayly relata el viaje hacia delante de drogas y sexo duro de sus antihéroes -siempre en el contexto de la alta burguesía- en Yo amo a mi mami destacan los pasajes de un lirismo sobrio. La evocación del abuelo materno, un hombre comprensivo y justo que no atormenta al sensible niño, o el capítulo dedicado a su hermana Soledad, una Remedios la Bella sin trucos del ya manido realismo mágico, provocan una emoción íntima. Con esta novela Bayly demuestra que además de dominar el lenguaje vivo de la calle y el pulso de su tiempo, es capaz de bucear en sentimientos más profundos.

Además de su valor literario, la obra de Jaime Bayly tiene otro valor añadido: el testimonio de toda una clase social. Si alguna vez tuviera que impartir una lección sobre los prejuicios y males que asuelan a las sociedades de nuestro continente, haría leer a los alumnos estas historias sobre una oligarquía cuyo refinamiento y exquisita educación no la han redimido de su cicatería moral. Al final, les diría: así es como no se debe ser con el pobre, con el mestizo, con el homosexual, con la mujer, con el indefenso. Jimmy se merece otro mundo. G.M


Santitos

María Amparo Escandón

Plaza & Janés

Santitos: mucho ruido y no tantas nueces.

Cuando oí por primera vez de esta novela me atrajo el cintillo publicitario que la anunciaba como una obra que iba "más allá del realismo mágico". La ruptura del canon, la transgresión de lo establecido y domesticado por la fama, siempre me han parecido excelentes cartas de presentación para un/a escritor/a que debuta. Así que me lancé en busca de la primera novela de la mexicana María Amparo Escandón. Confieso que leí sin apenas interrupciones hasta la página 165, lo cual quiere decir casi hasta el final de la edición en español que acaba de publicar Plaza y Janés. Y es que la historia de Esperanza, una hermosa e inocente mujer de pueblo mexicana, en busca de su hija, a través de burdeles y barrios bajos de California es realmente un atractivo argumento, llevado con ritmo, momentos de ingenioso humor, y un toque de inocencia y magia que es sin dudas lo más genuino de esta escritura.

Esperanza es una viuda joven y resignada a vivir para la crianza de su hija adolescente Blanca. Un día ésta enferma y muere repentinamente. Esperanza recibe un golpe insólito, inaceptable cuando comprueba que el cadáver ha desaparecido de la tumba. San Judas Tadeo, el mismísimo santo católico del cual ella es devota, se lo ha informado en una súbita aparición en el horno grasiento de su cocina y le ha ordenado que emprenda la búsqueda de la joven. He aquí un elemento estructural típico que incluye a esta obra en el llamado estilo del realismo mágico, esa mezcla inseparable de lo fantástico con la más ramplante cotidianeidad, la inclusión de ese detalle mágico sobre el que se fundamentará la verosimilitud de lo narrado. ¿Cómo subiría al cielo Remedios la Bella sin sus sábanas blancas?, preguntaba García Márquez?

En este caso estamos ante la repetición de idéntico recurso: sólo con cierto espesor de la capa de grasa y en ciertos hornos le dará su divina gana de aparecer al antojadizo San Judas. Este motivo singular, que será el que desata la acción y el desplazamiento de la protagonista, también será la justificación que tiene la autora para que luego, por falta de información (San Judas no reaparece así como así) Esperanza ande desorientada y recalando en burdeles y casas de entretenimiento sexual, adonde espera enconrtrar a su hija secuestrada por algún mal hombre.

Sin embargo, este aparente caos tendrá sus consecuencias en el desarollo del personaje. Si bien nunca halla a su hija, Esperanza atravesará por una suerte de rito de iniciación en su propia sexualidad que la hará redescubrirse, produciéndose lo que la crítica señala como lo mejor de la obra: su mezcla de "sexo y religión" , "de lo místico y lo mundano". Ahora bien, para que esto suceda, al final de la novela la autora descuida la que ha sido hasta entonces la obsesión de su protagonista y se concentra en su apasionada relación amorosa con un famoso practicante de lucha libre, el Angel Justiciero, en el que se concentran las más desafortunadas concesiones al melodramatismo y al kitsch que hace la autora.

¿Estamos entonces ante un doble viaje que no sólo denota el infinito amor maternal de Esperanza y su conmovedora e inocente fe religiosa, sino que también alude a un trayecto de autodescubrimiento de la protagonista que encontrará finalmente el atractivo del placer, el juego sexual y el pecado allí donde se suponía que sólo hallara vicio? Unas líneas antes de concluir la novela nos da pie para esta interpretación, dice Esperanza: "De lo único que estaba segura era de que nunca se habría acercado al Angel Justiciero aquella noche en el Coliseo si antes no hubiera conocido a todos esos hombres" (220). Releída desde esta perspectiva, la trama pierde concentración como relato de carácter mítico y a la vez paródico en torno al amor maternal y la religiosidad femenina, pero tampoco gana credibilidad en su costado romántico, dado lo caricaturesco de la contraparte masculina del romance, ni profundiza en la nueva sensibilidad de Esperanza, dado el atropellado acontecer del final.

Sin excederse de los límites de lo explotado por la escritura femenina dentro del realismo mágico (léase Allende, Esquivel y Mastretta) Escandón ha entregado una muestra de su exuberante imaginación, su dominio del dinamismo del español y de su habilidad para urdir rasgos ideosincráticos mexicanos en la trama. Por lo tanto, no me asombra la excesiva atención que le ha concedido la crítica, que no suele señalar con el mismo entusiasmo el trabajo de escritoras que se ocupan de los aspectos no mágicos ni extraordinarios, sino del absurdo y el sentido de la realidad como Dialmela Eltit, Cristina Peri Rossi y Clarice Lispector. No obstante, hay espacio para tantos estilos como lectores. Entre tanto, esperamos que la versión cinematográfica de Santitos, que se anuncia como estreno para la primavera de este año, tenga más éxito que las frustadas adaptaciones del realismo mágico que la preceden./MC


Sabato: Antes del finAntes del fin

Ernesto Sábato

Seix Barral, Biblioteca Breve

189 páginas

Acaba de aparecer lo que, desgraciadamente, parece ser el último libro de Ernesto Sábato, Antes del fin (Seix Barral, 1999); un testimonio emocionante, estremecedor, del espanto que puede ser el tiempo de la vejez. El tiempo de las pérdidas y de la cercanía de la muerte. Un repaso además, por la vida del escritor: sus militancias políticas, sus dudas existenciales y sus sufrimientos y alegrías terrenales. A Ernesto Sábato debemos algunas de las novelas más importantes de la literatura escrita en castellano de este siglo, me refiero a El túnel —que luego de ser rechazada por numerosos editores fue publicada en Francia gracias al apoyo entusiasta de Albert Camus—, y a esa obra maestra titulada Sobre héroes y tumbas. Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires en 1911 y estaba destinado a ser por su talento para las ciencias abstractas, un importante físico. Trabajó en el campo de las radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie, en París, hasta que en 1945 abandonó su carrera científica, en medio de las protestas de colegas y amigos, para dedicarse a la literatura. Decisión a la que tenemos que estar agradecidos sus lectores.

Sábato es un humanista de viejo estilo, un hombre comprometido con los desposeídos, un anarquista y un izquierdista que se distanció y denunció los crímenes stalinistas; un hombre que ha combatido con igual inteligencia las atrocidades de las dictaduras de derecha y de izquierda. Lo que le trajo la crítica y el odio de la "izquierda de caviar", tal y como la define acertadamente el mismo Sábato. Esa izquierda patética, esclavizada por el neoliberalismo que tanto critica. El autor de Sobre héroes y tumbas nos recuerda al respecto las palabras de Camus, tan pertinentes hoy: "Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen". Y añade por su parte: "El escritor debe ser un testigo insobornable de su tiempo, con coraje para decir la verdad, y levantarse contra todo oficialismo que, enceguecido por sus intereses, pierde de vista la sacralidad de la persona humana. Debe prepararse para asumir lo que la etimología de la palabra testigo le advierte: para el martirologio". Esta actitud lo llevó a presidir con gran coraje la comisión que investigó el horror de los desaparecidos; el genocidio perpetrado por los militares en su país, Argentina.

Antes del fin es un libro amargo, siempre honesto, de enorme rigor ético. El libro de un gran escritor que, golpeado rudamente por el paso del tiempo, se nos ofrece con profundidad y lucidez que sólo otorga la proximidad de la muerte. Sábato, al borde de la gran soledad ha hecho un alto para hablarnos de su vida, pérdidas, pasiones y amores. A pesar del apresuramiento a veces evidente, de su irregularidad, en esta pequeña obra está el mejor Ernesto Sábato. Antes del fin constituye una oportunidad única de contemplar a un gran escritor que espera, con valentía y honestidad, revestido de una humanidad a la intemperie, lacerante, la llegada de la muerte. Un libro imprescindible para los lectores de este imprescindible escritor argentino. /JA


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