The Barcelona Review

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Selección de poemas de

Marianne Moore


traducidos por Olivia de Miguel

 

El héroe (The Hero)

 

Donde nos apetece, vamos.
  Donde el suelo es áspero; donde hay
  malas hierbas altas como frijoles,
  dientes hipodérmicos de serpiente, o
  el viento trae la «voz espantaniños»
  desde el descuidado tejo con
  los semipreciosos ojos felinos del búho-
despierto, dormido, «orejas erectas erguidas en finas puntas»-,
en tales lugares el amor no florecerá.

 

No nos gustan ciertas cosas, y al héroe
  tampoco; ni las lápidas extravagantes
  ni la incertidumbre,
  ir donde no se desea
  ir; sufrir y no decirlo;
  quedarse escuchando donde algo
  se oculta. El héroe se encoge ante
lo que se precipita con aleteo amortiguado y un par
de ojos amarillos –de aquí para allá-

 

con un trino vibrante y acuoso, bajo,
  alto, con gorjeos en basso falsetto
  hasta que la piel se eriza.
  Jacob agonizante preguntó
  a José: ¿Quiénes son estos? y bendijo
  a ambos hijos, más al más joven, irritando a José.
  Y a su vez, José irritaba a otros.
Y también Cincinato, Regulo y algunos de nuestros
compatriotas, se han sentido, aunque piadosos,

 

como Pilgrim obligado a caminar despacio
  para encontrar su pergamino, cansados pero esperanzados-
  sin que la esperanza sea esperanza
  hasta que toda base para la esperanza se ha
  desvanecido; e indulgentes, considerando
  el error de sus semejantes con los
  sentimientos de una madre-
mujer o gata. El correcto Negro de levita
junto a la gruta

 

contesta a la intrépida turista que visita el lugar
  y pregunta al hombre que la acompaña: qué es esto,
  qué es aquello, dónde está Marta
  enterrada; «el general Washington,
  allí; su señora, aquí»; hablando como
  si representara un papel, sin verla; con
  sentido de la dignidad humana
y reverencia por el misterio, de pie como la sombra
del sauce.

 

Moisés no sería nieto del faraón.
  No es lo que como
  mi alimento natural,
  dice el héroe. Él no sale
  a ver paisajes, sino cristal
  de roca para ver –el asombroso Greco
  rebosante de luz interior- que
no ambiciona nada de lo que ha dejado. A este lo reconoceréis
como el héroe.

 

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Cabeza de chorlito (Bird-witted)

 

Con inocentes ojos abiertos de pingüino,  

  tres grandes sinsontes inexpertos bajo

el sauce

  permanecen en fila,

ala con ala, delicadamente solemnes,

hasta que ven

        a su madre tan grande

        como ellos trayendo

algo que parcialmente

alimentará a uno.

 

Hacia el agudo crujido intermitente
  de carro con ballestas rotas, que
emiten los tres cuerpecitos sumisos
  moteados de prímulas,
ella se dirige; y cuando
del pico
     de uno, el escarabajo
     aún vivo cae
al suelo, ella lo recoge y se lo
vuelve a dar.

 

Permanece en la sombra hasta que ellos se peinan
  su denso plumaje filamentoso,
recubierto del pálido manto del sauce,
  extienden la cola y
las alas, mostrando, uno a uno,
la sencilla
     raya blanca que recorre la
     cola y atraviesa
el ala por debajo, y el
acordeón

 

se vuelve a cerrar. ¿Qué delicioso trino,
  de rápidos e imprevistos sones
aflautados brotando de la garganta
  del astuto
pájaro adulto, llega del
lejano
     aire tibio
     otoñal antes
de que la prole estuviera aquí? Qué áspera
se ha vuelto la voz del pájaro.

 

Un gato moteado los observa,
  arrastrándose lento hacia el pulcro
trío sobre el tronco del árbol.
  Como no lo conocen
los tres le hacen sitio, inquietante
y nueva dificultad.
     Una pata que pende, perdido
     el control, se levanta
y encuentra la ramita sobre la
que planeaba colgarse. La

madre como una saeta, animada por lo que hiela
  la sangre y recompensada por la esperanza-
de la lucha- puesto que nada llena
  las chirriantes bocas
hambrientas, emprende un combate a muerte
y medio mata
     con pico de bayoneta y
     alas despiadadas al
gato intelectual
que r e p t a cauteloso.

 

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Inglaterra (England)

 

con sus riachuelos y pueblos con abadía o catedral,
con voces –quizá una voz, resonando en el crucero- la
sabiduría de lo útil y lo conveniente; e Italia
con sus equilibradas costas, logrando un epicureísmo
del que se ha extirpado la vulgaridad;

 

y Grecia con sus cabras y calabazas,
cuna de moderados espejismos; y Francia,
«crisálida de la mariposa nocturna»,
en cuyos productos el misterio de la construcción
te distrae del propósito inicial:
solidez medular; y Oriente con sus caracoles, su emocional

 

taquigrafía y cucarachas de jade, el cristal de roca y su imperturbabilidad,
todo con calidad de museo; y América donde
en el sur conducen el pequeño, viejo y desvencijado victoria,
y en el norte fuman puros en la calle;
donde no hay lectores de galeradas, ni gusanos de seda, ni digresiones;

 

la tierra del salvaje; sin césped ni vínculos, país sin lengua en el que las letras
                                                                                  no se escriben
en español, griego, latín o taquigrafía,
¡sino en simple americano que perros y gatos saben leer!
La letra a en salmo y calmo,
pronunciada con el sonido de la a en candil, es claramente perceptible,

 

pero ¿por qué este hecho debería explicar
continentes de malentendidos?
¿Se deduce de esto que por haber hongos venenosos
parecidos al champiñón, ambos son venenosos?
De la vivacidad que se puede confundir con apetito,
de la vehemencia que puede parecer atolondramiento
no puede concluirse nada.
Haber malinterpretado el asunto es confesar que no se ha investigado
                                                                                  lo suficiente.

 

La sublimada sabiduría china, el discernimiento egipcio,
el devastador torrente de emoción
condensado en los verbos de la lengua hebrea,
los libros del hombre capaz de decir:
«No envidio a nadie excepto a él, y sólo a él,
mejor pescador que yo»,
la flor y el fruto de todo lo que indicaba superioridad,
si no se encontraban casualmente en América,
¿hay que imaginar que no existen allí?
Jamás estuvieron confinados a una localidad.

 

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El San Jerónimo (Leonardo da Vinci’s Saint Jerome)

 

de Leonardo da Vinci y su león
  en esa ermita
de muros derrocados,
  comparten refugio para un sabio
-marco idóneo para el apasionado y lúcido
  Jerónimo versado en el lenguaje-
y para un león pariente de aquel en cuya piel
  no dejó huella el garrote de Hércules.

 

La bestia, recibida como un huésped,
  aunque algunos monjes huyeran
-con su pata curada
  que una espina del desierto había enrojecido-
guardaba el asno del monasterio…
  que desapareció –según Jerónimo pensó-
devorado por el guardián. Así el huésped, como un asno,
  sin ofrecer resistencia, fue encargado de transportar la leña;

 

pero, poco después, el león reconoció
  al asno y entregó toda la caravana de camellos
de sus aterrorizados
  ladrones al afligido
san Jerónimo. La bestia absuelta y
  el santo quedaron de esa suerte hermanados;
y desde entonces su similar aspecto y comportamiento
  estableció su parentesco leonino.

 

Pacífico, aunque apasionado
              -porque de no ser ambas cosas,
            ¿cómo podría ser grande?-
              Jerónimo –debilitado por las pruebas sufridas-
            la cintura afilada comiera lo que comiera,
              nos dejó la Vulgata. Bajo el signo de Leo,
            la crecida del Nilo ponía fin a la hambruna, lo que hizo
              de la boca del león un elemento apropiado para las fuentes,
            un emblema que si no es universal
              al menos no es oscuro.
            Y aquí, aunque solo sea un esbozo, la astronomía
              o los pálidos colores hacen que la dorada pareja
            en el dibujo de Leonardo da Vinci parezca
              bronceada por el sol. Resplandece, cuadro,
            santo, animal; y tú, León Haile Selassie, con tu escolta
              de leones símbolo de soberanía.

 


© de los poemas: Marianne Craig Moore/Random House Mondadori
  © de la traducción: Olivia de Miguel Crespo


Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review.
Rogamos lean las condiciones de uso

 


Olivia de Miguel Crespo 


CrespoLicenciada en Filología Anglogermánica y Doctora en Teoría de la Traducción por la Universitat Autònoma de Barcelona. Profesora titular del  Departamento de Traducció i Filologia de la Universidat Pompeu Fabra. Desde 2006 es Directora del Posgrado en Traducción Literaria de la U. Pompeu Fabra/IDEC . Desde 2010 es codirectora del Posgrado en Traducción Audiovisual de la U. Pompeu Fabra/IDEC y dirige el posgrado en Traducción Literaria on line de la U.Pompeu Fabra/IDEC, así como el Master en Traducción Literaria y Audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra/IDEC
      Traductora desde 1984 para las editoriales Hiperión, Destino, Tusquets, Edhasa, Península, E. del Bronce, Círculo de Lectores, El Acantilado, Siruela, Global Rhythm Press y Lumen. Editora y Directora de la colección “Palabra de Mujer” de la editorial Global Rhythm Press, donde ha publicado obras de Joan Didion, Colette, Slavenka Drakulic, Charlotte Mendelson, Hilary Mantle, Julia O’Faolain, Susan Straight, Kate Chopin, o Nancy Huston de próxima aparición.
      Ha editado: ―Pangolines, unicornios y otros poemas. Antología de la poesía de Marianne Moore. Barcelona: Ed. El Acantilado. ―Oscar Wilde, paradoja y genio. Barcelona: EDHASA. ―Antología de la poesía de Henry David Thoreau (trabajo en curso). ―Poesía Completa de Marianne Moore. Barcelona: Ed. Lumen
      Ha traducido obras de, entre otros: G.K. Chesterton; Edward Said; Joan Didion; Marianne Moore; Gabriel Jackson; Willa Cather; Judith Thurman; George Orwell; Barry Hannah; James Stephens; Oscar Wilde; Henry James; Hermanos Marx; Kate Chopin; George Egerton, ee cummings, Mark Twain.
       Premio Ángel Crespo de Traducción 2005 por Autobiografía de C.K. Chesterton.
      Finalista del Premio Nacional de Traducción 1995, por la traducción de Como almas que lleva el diablo, de Barry Hannah, publicado por la editorial Siruela.
      Miembro del consejo de redacción en Barcelona de la revista de traducción Vasos Comunicantes. Ha sido miembro de la junta directiva de ACEC y de CEDRO y actualmente es vicepresidenta de la junta directiva de ACE traductores.