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índex català   mayo - junio  2003  n° 36

ENTREVISTA A
EDMUNDO
PAZ
SOLDÁN


"Es fácil atacar a las dictaduras una vez que éstas caen"


por Ernesto Escobar Ulloa

Edmundo Paz Soldán nació en Cochabamba, Bolivia, en 1967. Es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell. Ha publicado las novelas Días de papel (Premio Nacional de Novela Erich Guttentag, 1992), Alrededor de la torre (1997), Río fugitivo (finalista en el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, 1998), Sueños digitales (2000) y las colecciones de cuentos Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) y Amores imperfectos (1998). A su vez, es coautor, junto apaz soldan Alberto Fuguet, de la antología de nueva narrativa latinoamericana Se habla español (2000). En los días en que se realizó esta entrevista, le fue otorgado en su país el Premio Nacional de Novela 2003 por El delirio del Turing, hecho que pese a alegrarnos, a decir verdad nos cogió a contrapié ya que lo que nos motivó a conversar con él fue su anterior publicación, La materia del deseo (Alfaguara, 2002) -véase la reseña en TBR 35 - y la realidad política y social que esta novela retrata con acierto.
 

TBR: Tengo la impresión de que entrados ya en este nuevo siglo, empiezan a asentarse las bases de una nueva literatura, menos frívola que la de los noventa y más comprometida con los problemas de la actualidad. Tu novela, La materia del deseo, asume, con todas sus consecuencias y responsabilidades, las características de una literatura de compromiso, es decir, te será ineludible en esta y otras entrevistas hablar de los problemas políticos y sociales de América Latina.
EPZ: Creo que lo que ocurrió es que, cuando los escritores de la generación del noventa aparecimos en escena, dimos una imagen algo frívola porque teníamos muy claro cómo no queríamos escribir, pero no teníamos claro nuestro propio proyecto narrativo. Creo que con los años la cosa está más clara: algunos de nosotros queremos escribir novelas con contenido político y social, pero queremos ir más allá de la típica novela política-social. Benavides es un claro ejemplo de esto. En cuanto a La materia del deseo, parte fundamental de mi proyecto consistía en narrar cómo mi generación se relacionaba con lo político: es decir, de manera indirecta. Como el protagonista, se intenta asumir una actitud distanciada, única, algo cínica, pero al final se debe aceptar que la política se inmiscuye en todas partes, en nuestra vida cotidiana, y más vale afrontar nuestra responsabilidad histórica.

Nuestra actitud de distanciamiento con respecto a las cuestiones políticas no nos va a llevar a nada bueno

TBR: En La materia del deseo has querido representar la responsabilidad histórica de un joven boliviano. ¿Cuál es esta responsabilidad exactamente y si existe, crees que puede ser compatible con la responsabilidad de la juventud latinoamericana en general?  
EPZ: Más que responsabilidad histórica, lo que quería representar es que nuestra actitud de distanciamiento con respecto a las cuestiones políticas no nos va a llevar a nada bueno. El protagonista sufre una crisis por falta de asidero con el mundo; quizás por ello decide rastrear en el pasado, en el recuerdo de las generaciones anteriores, más dispuestas a luchar por el cambio social. A veces hablamos mucho de ruptura con respecto a generaciones anteriores, pero creo que estas tienen mucho que enseñarnos.
 
TBR: En tu novela el padre del protagonista forma parte de un grupo contrainsurgente, al igual que su tío. Esa generación decidió olvidar

los abusos que la dictadura de Hugo Banzer cometió contra sus rivales. ¿Qué podríamos aprender de esa generación anterior?
EPZ: Quizás habría que puntualizar algo. Cuando hablo de la generación del 60-70, pienso en su momento más idealista, en mayo del 68 y en la lucha de algunos contra las dictaduras. Es cierto que después gran parte de esa generación se acomodó de manera muy oportuna, -oportunista, dirían algunos- a los vientos neoliberales de los 80 y los 90. Nosotros de ello sacamos la lección de que no valía la pena intentar cambiar nuestras sociedades, porque esa lucha estaba de antemano condenada al fracaso. Pero creo que hay un momento que vale la pena recuperar: ese momento en que, más importante que el éxito o el fracaso de un proyecto, lo importante era arriesgarlo todo por ese proyecto. Quizás nosotros nos equivocamos menos, pero eso se debe a que arriesgamos menos.

TBR: Tu novela describe el reciente pasado político boliviano a través de un formalismo muy interesante, se trataría de un texto cifrado cuyas claves habría que desentrañar por medio de una pesquisa cuasi historiografíca o detectivesca. ¿Por qué optaste por esta estratagema narrativa?
EPZ: En las primeras versiones de la novela había escenas situadas en los años sesenta y setenta. Un amigo que leyó esas versiones me dijo que esas escenas eran la parte más floja de la novela. Ahí me di cuenta que en realidad mi problema era mi incertidumbre ante la verdad histórica, ante lo que había ocurrido en verdad esos años. Y se me ocurrió que debía tratar de convertir ese problema en parte del proyecto formal de la novela; es decir, la forma en que el protagonista va descubriendo la verdad de la historia es indirecta, a tropezones, y en algunos casos hasta le es imposible reconstruir qué fue lo que sucedió. No sólo existen hechos que pueden ser interpretados de diferentes maneras; también existen hechos o acciones que no podemos llegar a entender del todo. La historia ya ocurrió y es un rompecabezas que tratamos de armar (fracasando casi siempre en el intento; nos quedan versiones, no la versión definitiva). Admiro a escritores que pueden escribir con certeza de hechos históricos -Vargas Llosa, por ejemplo-, pero mi proyecto novelístico es otro. Por otro lado, todo eso va con uno de los posibles símbolos del crucigrama en la novela. La literatura para mí es una suerte de crucigrama, un laberinto verbal que los lectores tratan de descifrar y en el que muchas veces se pierden (sin por ello dejar de disfrutar la búsqueda de la solución).

TBR: Asimismo hay muchos juegos de palabras, y todas ellas pretenden activar una sospecha, por ejemplo, la palabra Berkeley, que es una ciudad, el nombre de un grupo y el título de un libro, o el nombre Ashley, que tiene que ver con ceniza, y la palabra ceniza relacionada al mismo tiempo con el narcotraficante, que se come la ceniza de su propio tabaco. O la palabra salamadra que puede simbolizar dos personajes del pasado. ¿Estas relaciones fueron surgiendo de manera casual? ¿Cómo aparecieron?
EPZ: Algunas relaciones ya estaban cuando comencé a escribir la novela. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con Berkeley. Yo estudié en Berkeley, y cuando escribía la novela se me ocurrió que más importante que Berkeley como un lugar que realmente existe, es Berkeley como símbolo de algo: del flower power de los 60, de la contracultura, de la rebelión estudiantil, etc. Entonces decidí acumular referencias a Berkeley: bares, el nombre de un grupo de rock, la ciudad misma, la novela, etc. Una vez que pones esas cosas en un mismo texto, comienzan a dialogar entre sí, a acumular significados. Otras relaciones aparecieron después, quizás estaban en mi subconsciente cuando escribí las primeras versiones, luego un buen amigo mío leyó el manuscrito y, por ejemplo, me hizo notar la similitud entre Ashley y ceniza (ash en inglés es ceniza).
      Incluso sugirió que la novela se llamara La ley de la ceniza. Las últimas versiones, lo único que hice fue darle más resonancia a esas relaciones que habían aparecido de manera casual.

TBR: Hay varias interpretaciones también y demasiados agentes: por ejemplo el MAS, "un grupo armado de izquierda en la clandestinidad", y sus integrantes –no todos de acuerdo-, en contra suya la dictadura de Hugo Banzer, y en medio, el pueblo. ¿No es preocupante esta actitud pasiva del pueblo en medio de estos "agentes del acto"? ¿Por qué, además, ahora le exigimos la comprensión de una coyuntura de la que ni siquiera fue partícipe?

EPZ: Es fácil atacar a las dictaduras una vez que éstas caen, pero lo cierto es que para que una dictadura se sostenga necesita del apoyo pasivo o activo de una sociedad. En el caso específico de Bánzer en Bolivia, tenemos el ingrato honor de ser el único país en Sudamérica que eligió democráticamente como presidente a alguien que en los años setenta había sido un dictador. Las clases medias que votaron por él en los 90 se habían olvidado de la represión de los 70, o al menos pensaban que se justificaba porque no había sido tan dura como la de Pinochet o Videla, y recordaban el lema de Banzer en los 70: "orden, paz y trabajo". De modo que sí, yo sostengo que hay una suerte de "culpa de los sin culpa": los que no quisieron ser partícipes de la dictadura fueron en cierto
modo partícipes.


Los jóvenes de hoy en América Latina hemos heredado de nuestros padres una retórica tradicional


TBR: Por otra parte se olvida que las dictaduras cuentan muchas veces con el respaldo de una mayoría, que son muy populares. Fujimori, por ejemplo, no tuvo mayor aceptación que cuando el autogolpe, casi un noventa por ciento...
EPZ: Sí. Lamentablemente, carecemos de memoria histórica.

TBR: Algo muy interesante en tu novela, volviendo a lo que decías antes, es el enfoque juvenil, que se ve además en otros aspectos y no solo en el modo de afrontar la realidad política. ¿Crees que hay una mayor sintonía entre los jóvenes de diferentes países en este nuevo mundo?
EPZ: El mundo juvenil me interesa como tema. No escribo novelas para jóvenes, no creo que mis textos se restrinjan a eso, sino que escribo novelas sobre jóvenes, o sobre adultos jóvenes. Me interesa ver tanto su forma de relacionarse con la política y la historia como su lado frívolo, consumista. Uno de los temas que exploro es la relación de mis personajes con los medios. Mis personajes están muy conectados, viven con internet, teléfonos móviles, Palm Pilots, etc. Y eso permite que las tribus urbanas de distintos países puedan encontrarse en mayor sintonía que antes. Pero ojo, que no quiero idealizar esto. En La materia del deseo, uno de los temas que me interesaba era ver cómo tanta conexión hoy puede significar, paradójicamente, un mayor aislamiento. Vivimos encerrados en la burbuja del sonido de un Walkman (o un MP3 player), y en vez de salir a la calle a veces nos pasamos toda la noche frente a una
pantalla.

TBR: Y en el caso de las relaciones amorosas: ¿Los jóvenes se encuentran en un punto crítico y confuso en el que hay decidir si romper o continuar con los dogmas del pasado: la fidelidad, la heterosexualidad, la monogamia, etc.? Lo digo porque me pareció que tu protagonista personifica este sentir.
EPZ: Lo has visto muy bien. Creo que, por ejemplo, los jóvenes de hoy en América Latina hemos heredado de nuestros padres una retórica tradicional, machista, que no va con la realidad que nos toca vivir. Rompemos con esos dogmas del pasado, pero en cierta forma añoramos la estabilidad de ese pasado. Quizás queremos ambas cosas a la vez, y de ahí cierta crisis de la masculinidad contemporánea.

TBR: Y el rol de la mujer... Las mujeres en tu novela, Ashley y Carolina, juegan un papel relevante y creo que reflejan la nueva mujer joven, decidida, valiente, temeraria, a la que a los jóvenes les cuesta no solo comprender sino hasta con las que les es dificil establecer la relación de igualdad que ellas reclaman, por decirlo crudamente.
EPZ: Un amigo escritor dice que me especializo en personajes patéticos. Mis protagonistas principales son adultos jóvenes, hombres que se sienten inseguros ante el avance de las mujeres en todos los campos. Saben que deben tratarlas de igual a igual, pero se hallan paralizados, perplejos, y quisieran acudir a esa retórica machista de sus padres, aunque también saben que ésta es hueca y ya no sirve. Esto también ocurre en mi anterior novela, Sueños digitales.

TBR: ¿Esta perdida esta nueva generación? ¿Tiene remedio?
EPZ: Quizás perdida sin saberlo, lo cual no es tan romántico. Se trata de una generación tan conectada que parece de todo menos perdida. Pero bueno, eso es sólo la apariencia. Y no sé si tiene remedio; lo que sí sé es que, al menos para mí, es muy buen material literario.

TBR: Esto podría hacer virar el aspecto temático de la novela actual, ¿no crees?, quiero decir: por un lado, el exceso de información que recibimos con las nuevas tecnologías, por otro, el aislamiento ‘walkman’ del que antes hablabas, asimismo, la vieja generación y la nueva generación masculina no preparada para la nueva generación femenina, demasidos elementos... En cierto modo no tocarlos sería no hacer realismo...

EPZ: A su modo, escritores como Alberto Fuguet y Rodrigo Fresán están tocando estos temas, y mostrando en sus novelas el nuevo paisaje que nos rodea. Fuguet lo hace en clave realista, mientras que Fresán lo hace en una clave más post-moderna, digamos realista delirante. Lo cual significa que esos nuevos elementos que nos da la realidad contemporánea no tienen que ser necesariamente realistas, al menos no en la acepción decimonónica del término. Quizás habría también que actualizar las convenciones del realismo.


TBR: ¿Qué tipo de narrativa contemporánea te gusta leer? ¿Qué le exiges a la novela de hoy?
EPZ: Yo le exigo a la novela de hoy dos virtudes simples pero complejas de lograr al mismo tiempo: sensibilidad e inteligencia. Encuentro eso en la obra de Javier Marías, quizás el mejor prosista vivo en nuestra lengua. También encuentro esas virtudes en autores como Jim Crace, Philip Roth, John Banville, Roberto Bolaño.

Vivimos encerrados en la burbuja del sonido de un Walkman

TBR: ¿Y con respecto a la técnica y el tema?
EPZ: Soy muy ecléctico. Me interesa, más que el tema, la textura de la prosa. Y sí, me gusta la experimentación formal, siempre que no se gratuita, no se caiga en el solipsismo y esté al servicio de la historia que se quiere contar. O mejor, cuando la forma se complementa con el fondo. En literatura, después de todo, la forma es el fondo.

TBR: Acabas de ser galardonado con el premio Nacional de Novela de Bolivia con El delirio de Turing, felicitaciones. ¿Podrías adelantarnos algo de la novela?
EPZ: Es una novela muy ambiciosa, que es un poco como el reverso de La materia del deseo, en el sentido de que si en La materia... me preocupaba de quienes se enfrentaron a las dictuduras, aquí cuento la historia de un grupo de criptógrafos que trabajan en el servicio nacional de inteligencia de Bolivia. La novela se remonta nuevamente a los años setenta, pero está ambientada en el presente, en medio de protestas sociales debidas a la crisis del modelo neoliberal y el surgimiento de grupos antiglobalizadores dispuestos a la lucha contra el sistema. Hay varios personajes principales, piratas informáticos, realidades virtuales, etc.
 

© Ernesto Escobar Ulloa 2003

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