ÍndiceNavegación

índex català   sep - oct  2002  n° 32

Barcelona, mujeres poetas (5)

Esther Zarraluki, Barcelona, mujeres poetas Esther Zarraluki


Esther Zarraluki (Barcelona, 1956) ha publicado Ahora, quizás, el juego (1982), Fin de amor (1986), Cobalto (1996) y el cuaderno El extraño (2000). Pertenece al consejo de redacción de la revista de poesía Barcelona, 080. Nos ha cedido amablemente dos poemas inéditos que presentamos al final de una pequeña selección de su obra anterior.
______________________

deadflower.
 
Una mujer arranca plantas
que dejó morir. Las miraba
secarse. Con sus sucios dedos
se ensaña en las raíces,
en la traición, en los tentáculos
de la hermosura.
(Cobalto)


 
Las pescaderas
remueven el hielo

hablan con el cliente y piensan
en sus cosas, algunas
con los pezones duros bajo
el milagro de sus puntillas

de noche aman sus carnes

tiran las cabezas al suelo
descaman la piel
con encías inocentes

asoman sus uñas rojas cuando
destripan al pez y
le cambian el nombre

el poema se les parece
(Cobalto)
 
Judit

I
Esta tarde pidió un baño
y sus mejores vestidos.
Crucé las cintas y recogí su olor
en mis manos nudosas.
Trencé su pelo, corrientes de agua
entre las venas. Bebí un poco
para apagar el miedo.
Cargué la comida y el vino
y salí tras ella. Columnas
de humo rodeaban la ciudad.
 
II
He visto muchas muertes,
y la miro a ella, a sus dedos,
más finos que las venas
que atraviesan.
Le sujeto como a los animales
en el corral, la víspera
de la fiesta,
y recuerdo el parto de Judit.
Cuánto ruido, cuánta materia,
cómo se alza
por encima del humo
y grita
su principio y su fin.

III
Sube la montaña ligera,
como si huyera de mí. No veo su cara.
Vi cómo se arrancaba las pulseras, se
frotó la boca con las manos y las cuentas
golpearon sus pechos. Huye, ligera,
sin más fardo que las imágenes de la sangre.
Ahora
su cuello pide olivos jóvenes, aceitunas entre
los dientes, leche en los pezones.
La sigo como puedo. La carga es pesada.
Recojo la muerte, envuelvo la cabeza de la muerte.
Ya no recuerdo
por qué.
(El extraño)
 
Paisaje

Cañas apoyadas contra el muro.
Y frágiles estructuras
por donde trepan los tallos.
Ausente el dueño,
corre el agua por el surco.
Pensar viendo el humo y los cañizos.
(El extraño)
 
 
Alimento

A la hora del desayuno siempre voy al mismo bar. La mujer es aún joven. Lleva una melena corta que peina hacia atrás con el dorso de la mano ocupada.
A veces me quedo a comer. No se come bien. Los bocadillos tienen regusto a cebolla y hay en todo un exceso de sal. El aire parece salir de la sartén y por la tarde, en cualquier sitio, huelo el aceite en mi ropa. Pero sigo yendo.
La mujer tiene un hijo que va al instituto y que come allí cada día, con los codos apoyados en la barra y las piernas abrazando el taburete. Coloca frente a él humeantes platos que en nada se parecen a los que a mí me sirve. Humeantes y misteriosos platos que el muchacho devora mientras la mujer, que no abandona sus tareas, le echa ojeadas gozosas al pasar.
El otro día, cuando le sirvió el postre, tenía las manos rojas, rezumantes. Dejó el plato ante su hijo y apoyó los codos frente a él, con las manos en el aire. El líquido bajaba ya más allá de las muñecas, pero ella no se movía. Le miraba comer la granada en azúcar con una sonrisa en los labios. El muchacho comía en silencio.
(inédito)

 
Las noticias, no creas, traen esperanza

Un hombre puede vivir con poco si aparta el trozo de fruta oscuro y olvida las imágenes que alejan el sueño, si como un perro voltea sobre sí mismo y hace un nido contra las luces. Si recoge las piernas hacia el pecho, mastica lentamente y no permite que palabras se disfracen de serpientes o corzos.
A veces, un hombre que vive con poco ve el noticiario, imagina mujeres desveladas y piensa que nada sería suficiente si una le mirara. Él, que aprendió a alimentarse y a no malograr su sueño, se pondría de la vida sus pulseras, sus tatuajes, la muerte de los árboles por corona.
A veces, en las noches frías de bombardeos y cobardía, un hombre que vive con poco se dice poemas, porque pensó en la muerte y en mujeres velando e imaginó sus piernas y sus estómagos tristes.
(inédito)

©Esther Zarraluki

Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.

navegación:    

  septiembre - octubre 2002  número 32 

-Narrativa

John Cheever: Una visión del mundo
Barry Gifford: Dos cuentos de Wyoming
Stuart David: Lo que Nalda decía
(extracto)
Jordi Salvat: El sueño de Flash Gordon
Mària Suàrez: Avon llama

-Poesía Esther Zarraluki. Barcelona, mujeres poetas (5)
Pere Pena: Dos poemas inéditos
-Ensayo Rodrigo Fresán: El mundo según Cheever
Eloy Fernández Porta: Noticias del bulevar periférico
-Entrevista

Stuart David

-Reseñas G. González de la Vega Antología de relatos    españoles de piratas 
Antoni Libera Madame
Stuart David Lo que Nalda decía
-Secciones
  fijas
Breves críticas (en inglés)
Ediciones anteriores
Envío de textos
Audio
Enlaces (Links)

www.BarcelonaReview.com  índice | inglés | catalan | francés | audio | e-m@il