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índex català      enero - febrero 2006   n° 51

El Evangelio según Michel Houellebecq

houellebecqLa posibilidad de una isla
Michel Houellebecq
Traducción: Encarna Castejón.
Alfaguara, Barcelona, 2005.

“Bienvenidos a la vida eterna”, así comienza la nueva novela de Houellebecq, como el anuncio de un hecho consumado, el triunfo definitivo sobre la muerte y su amargo aliado, el mecanismo de la reproducción humana. “¿Quién de entre ustedes merece la vida eterna?” Éste es el desafío que al volver la página, sin salir del breve prólogo de la novela, Houellebecq se atreve a proponer al lector, especialmente al más ingenuo. Cuando la novela llega a su final y el último clon del protagonista se enfrenta por fin a la materialización de la vida eterna y abraza la “posibilidad de una isla”, en medio de la devastación del tiempo y el espacio, la narración concluye con esta ambigua sentencia: “La vida era real”. La cuarta novela de Houellebecq se configura, pues, como un viaje filosófico entre dos polos extremos de la experiencia humana: el afán de eternidad e inmortalidad que subyace al inicio de cada vida y la aguda conciencia de su irrelevancia en el orden cósmico.

La trama de la novela se organiza así como una narración en contrapunto entre el relato autobiográfico de Daniel 1, un cómico ácido y desengañado, clown cinematográfico y televisivo, y los comentarios de sus clones (Daniel 24 y Daniel 25) desde un remoto futuro. Daniel 1, profesional paradigmático de la sociedad del espectáculo, refiere básicamente las desventuras de su exitosa carrera artística, la práctica y problemática del sexo y el sexo de las chicas jóvenes en particular; así como su fallido matrimonio con una mujer a la que no le gustaba practicarlo y le aterrorizaba envejecer (Isabelle) y el desesperado amor por una jovencísima actriz española, Esther, a la que le gustaba demasiado; y, además, a su interesada participación en la apoteosis de los “elohimitas”, una secta (réplica de la secta real de los “raelitas”), que promete la juventud eterna a sus fieles gracias a un sofisticado procedimiento consistente en clonar sus cuerpos transfiriéndoles los datos esenciales de su conciencia. El relato episódico de Daniel 1, un triunfador absolutamente consciente del fracaso ontológico inherente a cualquier existencia humana, no carece de alicientes humorísticos y eróticos, provocaciones constantes hacia toda forma de veneración (ni Nabokov se salva del varapalo) y una mirada sarcástica demoledora hacia las creencias y conductas más necias de nuestra época (incluida la consagración pública de resabiados bufones como Daniel). Los comentarios de los clones se rodean de una melancolía inquietante e inhumana, propia de seres que han excluido el placer y el dolor de sus neutras vidas.

Esta insólita amalgama de crónica realista contemporánea (Daniel 1 registra los hechos relevantes de su vida con una conciencia dolorosa de la vejez y el sufrimiento, pero también del placer, a fin de que los neohumanos mantengan una conexión emocional e intelectual con él) y de perspectiva postapocalíptica sobre el futuro (la tierra ha sido devastada por guerras, cataclismos geológicos y una gran sequía, y la especie humana ha regresado a la barbarie tras sufrir numerosas mutaciones) confiere a esta novela una cualidad altamente sugestiva e innovadora. En cualquier caso, la finalidad última de esta original hibridación narrativa (naturalismo existencial y ficción científica) radica en poder postular la “inmortalidad” del texto novelístico que el lector actual lee con igual fascinación o disgusto con el que la leerán las generaciones posteriores de clones.

Por otra parte, el tratamiento narrativo reservado a la secta “elohimita” no carecería tampoco de ironía. La historia de su reconversión en una nueva religión de éxito, con un ingente número de adeptos en todo el mundo, producto de la coincidencia de sus postulados fundacionales con el culto contemporáneo a la juventud, la diversión perpetua, el hedonismo vulgar y la idolatría materialista de la sociedad de consumo, hacen de esta parodia corrosiva de la vida eterna un efectivo correctivo aplicable también al sistema de valores dominante del capitalismo global. La vida humana, según la perspectiva científica adoptada por Houellebecq, habría entrado en una incontrolable fase de devaluación a finales del siglo XX y comienzos del XXI , condenada a repetir sus errores hasta la extenuación o bien obligada a reinventarse, como ya planteara en Las partículas elementales , a través de una forma de vida superior, integrada por clones generados y controlados por una vasta red de inteligencias cibernéticas.

Por tanto, si tuviera razón Guy Scarpetta (estupendo escritor y crítico parisino responsable, sin embargo, de que la etiqueta “nuevo reaccionario” se aplique al autor de esta novela polémica) y aceptáramos considerar como gran demérito de Houellebecq el haber devuelto su crédito artístico a la “novela de tesis”, habría que entender esta hipotética tesis novelada del modo más irónico posible: un ataque frontal al modo en que el mundo y la vida han sido organizados por las sociedades humanas desde su misma aparición. Y una implacable refutación de sus fundamentos más firmes escenificada como irrisión de la ambiciosa creencia de que una vida tan banal e insignificante pueda aspirar todavía a alguna forma de inmortalidad o soñar con alguna estratagema de perpetuación infinita.

No obstante, a pesar de definirse como “novelista kantiano”, Houellebecq habría desarrollado este argumento especulativo con tanta radicalidad y un sentido tan agudo del estado terminal de la cultura humana (no sólo del humanismo occidental sino también de las diversas religiones o sistemas de valores, lo mismo el Islam o el catolicismo que el comunismo, el fascismo o el consumismo) que dejaría de ser un postulado ideológico de innegable eficacia para convertirse en un puro escenario novelístico, la premisa creativa de un artefacto de indefinible ambigüedad moral. Una actitud pesimista tan desafiante y excesiva, en suma, que acaba resultando tonificante, como sucede con sus precursores más notorios: Chamfort, Sade, Baudelaire, Flaubert, Céline o Bernhard. Por no hablar de Lovecraft, maestro gótico del horror mundano.

Éstas serían, finalmente, algunas de las razones por las que al ciudadano del siglo XXI, tan cansado de las mentiras piadosas de los partidos políticos y otros grupos del poder establecido como de los mensajes publicitarios que han suplantado la promesa de felicidad ultramundana por una posibilidad de satisfacción material en realidad inalcanzable, el discurso de Houellebecq le resulta tan convincente. En cierto modo, todas las novelas de Houellebecq (completo ahora el ciclo con la publicación de esta contundente cuadratura de todos sus motivos y obsesiones) constituirían el “inconsciente político” de la sociedad europea contemporánea. El increíble éxito de Houellebecq se fundaría entonces en haber sabido articular, no importa si por afán de notoriedad mediática o de cruda revancha social, como le achacan sus enemigos, un discurso provocativo, minoritario e impopular con fuerte tirón mayoritario en un contexto comunicativo donde la narrativa parecía condenada por imperativos comerciales a la inanidad estilística, el entretenimiento inofensivo o el ocio más anodino. Ésta es la médula paradójica del fenómeno Houellebecq. Y el resto es literatura.

Juan Francisco Ferré

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Relámpagos en la tempestad
Dedicado a Eduardo Haro Tecglen

salesIncierta gloria
Joan Sales
Trad. de Carlos Pujol
Planeta, Barcelona, 2005

Nos encontramos ante una de las grandes novelas en nuestra narrativa del siglo XX y sin duda, una de la que más profundidad han aportado al tema de la Guerra Civil española. Aparte de no equiparar a los bandos contendientes -según la insensata tendencia actual- presenta con gran belleza el dolor ante lo irremediablemente destruido, de donde le viene a Joan Sales su compromiso con los que no han sobrevivido. En su estilo, Incierta gloria puede considerarse una gran narración clásica aderezada con los más finos detalles propios de la narrativa moderna. La grandeza de esta novela reside en que lleva implícita una gran pregunta que se interroga sobre la complejidad del contexto, tanto de las experiencias individuales como de las colectivas, del mundo del frente y de la vida en la retaguardia. Y sobre todo, se interroga sobre la juventud, sueño del que tarde o temprano estamos condenados a despertar. El propio Sales lo define -parafraseando a Baudelaire y a Shakespeare- como una tempestad tenebrosa surcada por relámpagos de gloria romántica, la incierta gloria de un día de abril –que alude a la proclamación de la Segunda República- buscada sobre todo en el campo del amor y de la guerra -si ésta sale al paso, como le sucediera a la generación del autor. Esta sed de gloria produce una ansiedad, más intensa cuanto mayor es la incertidumbre de poder alcanzarla. Captar alguno de esos momentos es el principal cometido de Joan Sales en esta narración.

Novela fruto de una concienzuda labor, armoniza la crónica de la crisis de un momento histórico con la de los cuatro personajes sobre los que gravita la novela. El refinamiento con el que la narrativa de Joan Sales logra captar la complejidad del trasfondo histórico tiene su base en la construcción de los tiempos muertos, estrategia con la que Evelyn Waugh dio forma a la trilogía Hombres en armas . En Incierta gloria las voces no conforman escenas corales, sino que se suceden conforme cesa la voz precedente; nos muestran unas figuras rebeldes y angustiadas, fruto de la herencia existencialista a la que Sales rinde tributo. Las tres voces encadenadas –la de Trini, la de Cruells y la de Luis- cuentan en sus misivas lo que sucede en Barcelona y en el Frente de Aragón hasta su descomposición en la primavera de 1938, presentando la crónica de una crisis humana y de un tiempo histórico. Por encima de todo este entramado planea la ausencia de un cuarto personaje, Solerás. De esta forma indirecta se enfatiza el impacto que su personalidad produce en la vida de los anteriores. Es el verdadero protagonista de la narración y representa la encarnación del héroe, libre, culto y observador del mundo que le circunda, a quien Dostoievski habría acogido de buena gana en su galería de personajes atormentados y contradictorios. Solerás resume el ideal de fidelidad a los valores de la juventud –ideales que acaban siendo traicionados en la madurez. Encarna al romántico enamorado de las causas imposibles, la melancolía por la juventud que huye, todos esos valores que justifican la tendencia final de la novela: la superación del desengaño a través de la negación de los valores mundanos.

El relato, pues, está dotado de un ágil dinamismo a tenor de la sucesión de voces y cartas, abarca con gran naturalidad los temas más complejos, desde las convicciones religiosas a los aspectos políticos del momento, sin olvidar el tratamiento desenfadado de sus modelos literarios: Greene, Bernanos y otros escritores católicos del momento, apuesta esta última de gran interés para comprender la novela, puesto que la búsqueda desesperada de Dios, en medio de la tragedia, parece un objetivo contradictorio e inasible. A pesar del énfasis con el que son tratados todos estos temas hay algo que trasciende por encima de otras consideraciones en estos pasajes y es, por un lado, que la carga de poesía que transportan eleva su valor, por otro, que nunca ocultan la verdadera lección que se esconde detrás de cada experiencia, sino que más bien hacen de esa definición se convierta en algo más elevado. Aquí reside la lección que nos dejan los maestros.

Carlos Vela

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  Secuestro express o cómo hacer que Hollywood se interese en tu película

jakubowiczSecuestro Express
Jonathan Jakubowicz
Miramax, Venezuela 2004

 

“Cada sesenta minutos una persona es secuestrada en América Latina. El 70% de las víctimas de secuestros no sobreviven la odisea.”

Acaso sea una obviedad: en algún momento de sus carreras, escritores y realizadores, desearían contar con el respaldo de una sólida editorial o un influyente estudio de cine que les permita a sus propuestas llegar a la mayor cantidad de lectores o espectadores posibles. Creo que esta aspiración forma parte de los anhelos de cualquier autor en ambas disciplinas. Sin embargo, no es una meta fácil de alcanzar puesto que no basta con el talento y la constancia. También el azar suele jugar aquí sus caprichosas cartas.

El joven y talentoso director venezolano, Jonathan Jakubowicz, lo sabe, y quizá por ello se sienta un tipo afortunado. Su opera prima, Secuestro express , con el respaldo de los estudios Miramax, fue estrenada con éxito el pasado mes de agosto en varias ciudades de Estados Unidos y América Latina.

En la más reciente edición del Festival de Cine de Los Ángeles, la cinta de Jakubowicz causó un revuelo inusual —para la proyección de un film latinoamericano— entre el público, la crítica especializada y, por supuesto, los ejecutivos de Miramax. Bob Weinstein, entonces presidente de la productora, dijo: “Es el mejor debut en la historia para un director latinoamericano. Esta cinta es un paso al frente y un nuevo estilo para el cine de acción”. Después, desde luego, se pondría en contacto con el cineasta venezolano.

Pero ¿qué es lo que tiene Secuestro express para que haya cautivado a tanta gente? Según palabras del propio Jakubowicz, guionista, director, productor, editor asociado y editor de música de la cinta, “los atrapó el ritmo y la velocidad narrativa que tiene la película. Me había propuesto hacer un film rápido, incluso más que los de Hollywood y creo que lo logré. La tensión que vieron en la historia muy pocas veces la han visto en películas de otros países. El lenguaje cinematográfico que uso es una propuesta”. En la sala de proyección el espectador “experimentará una situación de secuestro, y se montará en una montaña rusa de emociones de diferentes tipos. Además, se sentirá identificado con todos los personajes, y verá dignamente representados a todos los sectores de la sociedad en que vivimos. Ese era mi objetivo, porque no hay nada más difícil que hablar de las diferencias sociales en un país que está completamente descompuesto”. Y aquí Jakubowicz hace referencia a la situación de profunda escisión que vive la sociedad venezolana por la radicalización política de los últimos años. Incluso la cinta fue rodada durante uno de los clímax de dicha radicalización: el paro cívico de 2002. “Contamos con la colaboración de los Círculos Bolivarianos para estar en la Esquina Caliente, y de los militares disidentes para la plaza Altamira”, sin embargo, el riesgo valió la pena porque “Caracas ofrece una de las locaciones más impresionantes del mundo. Tiene una mezcla de energía, sabor y descontrol que no he visto en ningún otro lugar”. Sólo quien haya vivido o viva en Caracas, puede suscribir a pie juntillas las palabras del joven director.     

El argumento de la película tiene una enorme carga social: una pareja de jóvenes de clase alta es secuestrada y ‘ruleteada' por los submundos caraqueños en una camioneta donde tres delincuentes toman el control a través del poder persuasivo que le confieren sus armas. “Quería hacer un cortometraje sobre un secuestro. Hice ensayos con Trece, Budú y Nigga (los actores que representan a los tres delincuentes del film , que no son actores profesionales, sino raperos en su primera incursión en el medio) a ver qué material tenía. Les dije: ‘vamos a simular un secuestro'. Y seguidamente presencié los mejores 30 minutos de improvisación que he visto en toda mi vida. En ese ensayo entendí que tenía demasiado talento en las manos como para desperdiciarlo en algo que no viese todo el planeta y decidí hacer un largometraje. Con ellos a bordo supe que escribiría la primera gran epopeya urbana de Caracas”.

Otro de los aspectos que llamó poderosamente la atención a los ejecutivos de Miramax fue el bajo costo de producción de la película. Esto se debe en gran parte a que fue rodada en formato digital y luego transferida a 35 mm. “La razón principal de hacerla así fue moral. El formato de cine cuesta más de un millón de bolívares (320 euros al cambio actual en el mercado negro) cada cinco minutos. Yo pensaba que si estábamos contando una historia sobre las diferencias sociales sería una aberración hacerla en un formato, que, cada cinco minutos, consume lo que necesita una familia para comer durante un mes. Además, el video te da el realismo que el cine te niega”.  

Un antecedente del fenómeno que empieza a ser Secuestro express lo podemos encontrar en Ciudad de dios , la aclamada película del realizador paulista Fernando Meirelles, basada en la novela homónima de Paulo Lins . Los paralelismos son inevitables. También —y gracias a la intermediación de Martín Scorsese— el film de Meirelles fue distribuido a escala mundial por Miramax. También aborda un problema social: las historias de vida y muerte de un grupo de jóvenes en las favelas de Rio de Janeiro. También algunos roles son representados por actores no profesionales, garotos sacados de las propias favelas . También Meirelles utiliza una forma atractiva y novedosa para contar esas historias: a través de flashbacks con constantes alteraciones en la velocidad de las imágenes en movimiento —cámara lenta, aceleraciones abruptas o rotaciones tridimensionales controladas por video digital que nos remiten de manera instantánea a la revolucionaria The Matrix —, alejándose con profusión de la manera tradicional de hacer cine de denuncia social en América Latina. Pero en este último issue Jakubowicz no llega a tanto, supongo que por limitaciones de presupuesto, no obstante, su planteamiento visual luce enormemente atractivo: tomas cámara en mano, encuadres desenfocados, tipo Dogma 95; aceleraciones abruptas de las imágenes; fragmentación de planos para presentar escenas simultáneas; recursos técnicos que, sin duda, contribuyen a dar más tensión a la trama.

Al grupo de actores novatos que representa el trío de músicos venezolanos Trece, Budú y Nigga, se unen la reconocida actriz argentina Mía Maestro, el cantante y actor panameño Rubén Blades y el conductor venezolano de shows televisivos Jean Paul Leroux. “Budú y Nigga son tipos que han sobrevivido a una realidad que los hace invencibles. Saben actuar con el realismo de un actor formado. Trece es un artista total, una persona leída y un profundo amante de la expresión corporal. Es un demente voluntario y ese es el secreto de todo gran actor”. “Mía Maestro es la mejor actriz de nuestra generación. Ella pasó seis meses aprendiendo el acento venezolano, y cada sílaba que pronuncia en la película es idéntica a la de cualquiera sifrina del Country Club (la zona high de Caracas)”. “Jean Paul tiene un gran carisma y se le nota su pasión por la actuación. Además, ayudó mucho a Budú, Nigga y Trece para que perfeccionaran sus actuaciones”. Rubén Blades “es uno de los seres más sencillos que he conocido. Él nos enseñó mucho sobre lo que es ser un artista completo. Su papel es pequeño, pero él le da mucho ímpetu a su personaje. Además, grabó el soundtrack de la cinta junto a Trece, Budú y Nigga; su primera colaboración en una canción con raperos”.

Jonathan Jakubowicz es graduado en comunicación social, tiene 27 años y trabajó en el equipo de producción de Robert Rodríguez durante el rodaje de Once upon a time in Mexico y Spy Kid 2 . Además ha realizado un documental, Los barcos de la esperanza , acerca de la travesía de judíos refugiados que escapan del régimen nazi en Europa y van hacia Venezuela; y el cortometraje Distance , sobre el escabroso tema del 11 de septiembre. “Yo decidí ser cineasta inspirado por las películas que Miramax distribuyó en los años ‘90. Es el único estudio inteligente de Hollywood. Para mí es un honor gigantesco que la gente que considero lo mejor de la industria del cine, reciba mi obra como digna de ser vista por el mundo entero”.

No soy de aquellos que gustan o tienen la costumbre de predecir el futuro. El mundo del cine es una ruleta rusa. De modo que no asomaré aquí la idea de si en los próximos años Jakubowicz pudiera convertirse en parte de la generación de relevo de directores como Robert Rodríguez, Alejandro Amenabar, Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñarritu, Walter Salles o el mismo Meirelles, por citar nombres que me ha devuelto el olvido en un primer flashback . Sin duda Secuestro express es un gran comienzo, pero aún le aguarda mucho trabajo y constancia por delante. Ojalá que sepa mantener la cabeza en su lugar en un medio donde no es muy difícil perderla.  

Víctor Vegas

© TBR 2006


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