ÍndiceNavegación

índex català      septiembre - octubre  n° 44

Reseñas 441

Gilberto Da Costa Cuentos de Octubre
                                                       
Por Alejandro Tellería
VV AA Mujeres mirando al sur;Antología de poetas sudamericanas en USA
                                                        
Por Concha García
Christopher Priest El último día de la guer
ra
                                                         Por Marcos González Mut
Erri de Luca Montedidio
                                                      
  Por Carlos Vela

"Magia Okupa-Y-Resiste"1

portada DacostaGilberto Da Costa,
Cuentos de Octubre
Barcelona, 2004, Ed. Anagal – Colección "Penalizados en Concurso"

 

El encargado de esta sección de reseñas me envía cada cierto tiempo –con la periodicidad editorial ajustada como reloj digital japonés de nombre en inglés– un libro para leer, cuya reseña me pedirá entregar con la misma precisión electrónica oriental Citizen antes de la fecha de cierre. Sin embargo aquí entrego una reseña que contraviene por todos lados esta regla no escrita, porque he encontrado un misterioso libro-conejo-de-mago cuya solvencia de manejo narrativo no da ganas de obedecer a nada ni a nadie.

Compré Cuentos de Octubre en septiembre. Un tío se acercó a la terraza de Gràcia donde yo tomaba un café, agobiado por el sopor de una tarde en que el verano me quiso recordar su presencia. Me alcanzó un libro y me pidió que lo ojeara, porque iría a hacer lo mismo en otras mesas y volvería a ver si quería comprarlo. Cuando volvió, era tarde para no hacerlo: ya me había metido en la magia de este libro-conejillo-de-indias donde Gilberto Da Costa es su autor y su protagonista a la vez, porque ése es un nombre ficticio. Sólo sus colegas, agrupados en el colectivo literario experimental llamado Anagal que lo publica, conocen su verdadera identidad. Quizá por miedo al desafío que este libro representa para la industria editorial española, el Gran Hermano que llena los estómagos de quienes deciden obedecerle a ciegas. Quizá porque miedo no es la palabra adecuada, a tenor de "Cero Gramos de Magia", la historia de la vida real que cierra el libro y les sirve como reclamo de identidad, donde Anagal / Da Costa manda a la ficción a tomar aire y se extiende explicando que él / ellos no desafían a nadie sino, más bien, procura(n) ir por la vía auxiliar de la avenida Literaria convenciendo personalmente a los dueños de las librerías de vender sus libros. Para él / ellos, la expresión del escritor no tiene límites: sólo la ventila(n), permitiéndole respirar los aires siempre nuevos y frescos de la libertad.

Pero la ficción no se va a tomar por saco tan pancha. Antes de irse, se deja la piel en excelentes pedazos de cuentos como "El Inmortal", donde un abuelete teme no morir; "El Argumento de Yaiza", o cómo ligarse a una tía en una estación de metro; los requiebros amorosos de Teo en "La Quiniela" y en veintitrés cuentos más que harán las delicias de cualquier bibliófago selectivo que no puede comerse los libros que vende Opencor ni, mucho menos, saciar su voracidad en McDonald’s. Da Costa –da igual cómo se llama– ha bebido en el mismo bar donde bebieron Bukowski, Kerouac y Henry Miller, pero se ha provisto también de unos buenos cubatas de tranquilidad y precisión que bien podría haberle puesto Guy de Maupassant. Aunque se echa en falta una corrección de estilo bien pagá, la prosa de Da Igual hace gala de oficio y resulta más conmovedora que aquella que con frecuencia se tira en papel de alta calidad y se forra en presentaciones impecables y suaves al tacto de tan finas, con lo que se puede perdonar ciertas imperfecciones que con seguridad resultan de la austeridad de su producción.

Sé que no necesito pedirte disculpas, Ernesto, por no haberte entregado la revisión de un mediocre libro finalista de algún Concurso tipo Novela de Verano, repleto de tópicos, con nombre pretencioso y apellido de editorial rimbombante, como el que me encargaste para este número. No tengo cargos de conciencia por haber elegido en cambio reseñar un libro-ratón que con su magia se ha metido a trompicones para okupar mi biblioteca hambriento, pequeño y con olor a sobaco, pero valiente y triunfal. Me enorgullece haber leído una pieza que representa con dignidad la urgencia y conmoción que debiera surgir siempre de la pluma del escritor.

Para conocerlos, basta enviar un correo-e a la dirección anagalista@yahoo.es.

Alejandro Tellería

**************************2

portada MujeresMujeres mirando al sur Antología de poetas sudamericanas en USA
Edición crítica a cargo de Zulema Moret
Madrid, 2004, editorial Torremozas.

Hace cuatro años, después de un viaje a Nueva York en el que conocí a varias poetas latinoamericanas, confirmé una vez más que no toda la poesía que me llega por canales oficiales representa exactamente lo que hay, ni tan siquiera si se trata de poetas que hablamos la misma lengua y sentimos unas preocupaciones más o menos parecidas en torno al acto de escribir. Algunas, como Lila Zemborain, María Negroni y Mariela Dreyfus, además de ofrecerme su amistad me dieron a conocer obras de otras poetas que vivían, como ellas, en Nueva York y se dedicaban también a la enseñanza en distintas universidades. Fue cuando empecé a interesarme por descubrir más nombres, más obras. Ello dio como resultado un artículo y una selección de poemas de seis poetas "neoyorkinas" publicado en la revista Salina de la Universitat Rovira i Virgili, gracias al interés de su directora la también poeta Sara Pujol.

El libro que hoy reseño Mujeres mirando al Sur, de la profesora y escritora Zulema Moret, viene a añadir más información y sobre todo, a dejar constancia de una realidad tan grata como interesante. La poesía escrita por mujeres todavía debe dejar constancia de su diferencia, no de calidad, por supuesto, sino de su condición de inferioridad cuando debe hacerse visible. La selección que ha hecho Zulema Moret se ocupa de poetas que viven en distintos lugares de Norteamérica, un total de diecisiete poetas con una obra lo suficientemente consolidada como para empezar a tenerlas en cuenta. Quizás no abarquen todos los países de Sudamérica. La propia Zulema explica que no fue posible a pesar de que lo intentó. Hay cinco argentinas: Gladys Ilarregui, María Negroni, Alicia Partnoy, Lila Zemborain y la propia Zulema Moret; cinco chilenas: Margorie Agostin, Carmen Aravena, Liliane Brintrup, Emma Sepúlveda, y Cecilia Vicuña; tres peruanas: Mariela Dreyfus, Victoria Guerrero y Rocío Silva Santisteban; dos colombianas: Consuelo Hernández, y Antonieta Villamil; una venezolana, María Auxiliadora Alvarez y una ecuatoriana: Ivón Gordon.

¿Cuál es el mapa que ha dibujado Zulema Moret? Apoyándose en el concepto de Nación de Benedict Anderson, que desarrolla la idea de que las naciones no son sólo entidades políticas soberanas sino también comunidades imaginarias. La autora parte de la perspectiva de diáspora o exilio, ya que detrás de este proyecto convertido en antología se esconde tal vez inconscientemente la hipótesis de cómo es o sería esa "comunidad poética imaginaria" de mujeres que dispersas (siendo ésta su condición fundamental) enuncian sus particularidades en un inmenso país, los Estados Unidos, y en otra lengua.

Perfectamente definida su intención, las voces que nos presenta tienen en común sobre todo que escriben en una lengua que está en fricción con otra. Aunque resulta interesante el planteamiento de que en algunas ocasiones, estas mujeres que viajan por diversos motivos, echan raíces, en otras no, provocando así que lo "latinoamericano ande suelto, vaya a la deriva en rutas dispersas".

La impermanencia, desde el punto de vista geográfico, sería otro rasgo común a todas las poetas seleccionadas, lo cual provoca que discurso poético acabe siendo otro al que estamos acostumbrados, en un país donde la gente no solo echa raíces sino que se queda clavada en ellas como tabla de salvación. Por ejemplo se observa como rasgo común una mirada fragmentada que ahonda en el cuerpo, y que como dice Zulema Moret, estos cuerpos son signos que remiten al país, a la sociedad. La autora entrevista a las poetas y nos demuestra que son signos polisémicos: cuerpos políticos (A. Partnoy, Margorie Agostin, Emma Sepúlveda), cuerpos eróticos (Mariela Dreyfus, Rocío Silva), cuerpos en peregrinaje (Gladis Ilarregui, Consuelo Hernández...)

El fenómeno lingüístico en todo su proceso: creación, recepción. edición, convive con el otro y no se ahoga, aunque sigan estando en inferioridad de condiciones. Como dice la ecuatoriana Ivón Gordon, "escribir poesía en español en los Estados Unidos ya en sí es cruzar fronteras, salir a flote en el lenguaje de la madre, en el lenguaje del amor", y sin duda este es el lado maternal de la lengua, pero ojo, maternal, no femenino, ni feminista. Lo maternal es una categoría por sí sola., así lo demuestra muy bien en un poema María Auxiliadora Alvarez desplegando además otras cuestiones: "Usted nunca ha parido/ no conoce/ el filo de los machetes/ no ha sentido/ las culebras del río/ nunca ha bailado/ en un charco de sangre querida.../ Por supuesto no todas las poetas hablan desde ese lugar. Y aunque tengan en común ser latinoamericanas, no tienen en común ni genealogía, ni militancia, ni condición sexual, ni clase social, es decir en común solo tienen quizás que son poetas y mujeres. Algunas conscientes de serlo como Victoria Guerrero: "Cuando recién comencé a escribir, pensaba que estar dentro de lo "femenino" era bastante peligroso, me autocensuraba, pero ahora creo que es una opción política importante y una forma de descubrir las potencialidades de nuestra experiencia corporal". Otras, como Margorie Agostin niegan o al menos cuestionan la tradición: "Si me preguntaran por la mujer, negaría el "Walking Around" de Neruda y diría que sucede que amo ser mujer". Antonieta Villamil dice. "Ante una situación de inexistencia tan precaria, nuestras letras y nuestra voz conllevan en esencia el poder de darse a luz en lo innombrable y lo indecible para lograr un asomo de existencia". Otras poetas constatan otro tipo de preocupaciones como Gladys Ilarregui que cada vez que trabaja en una serie de poemas se pregunta por el espacio, sobre dónde se apoya y qué lugares lleva a la página. Lila Zemborain se preocupa más por los aspectos pictóricos del poema, del lenguaje, es una de las voces más interesantes junto con María Negroni, que "no encuentra regazo donde fijar su respiración". La obra de Negroni es de las pocas que conocemos en nuestro país.

La noción de identidad (mujer, poeta, madre...) junto a la de frontera, o lengua marcan la selección de estos poemas, que podría haber sido otra. Yo creo que el libro cumple su cometido: abrir un espacio nuevo en la poesía en nuestro país, un espacio que llega de ese sur definido por Zulema Moret de una manera contundente y poética: "¿Qué es el sur en la memoria del tiempo vivido, en los caminos atravesados para salvar la vida, en la noción de otredad desde la lengua que se hereda? ¿Qué es el sur sino esa débil noción de patria que se extiende a lo largo de paisajes, cordilleras, lugares insospechados...? Y desde luego, como dice Rocío Silva, el objetivo de la poesía es lanzar dagas a los lectores y atravesarlos con flechas de fuego. Por eso ella misma se acerca más a los lenguajes expresionistas y disiente de los estetizantes: la poesía debe perturbar y no agradar. De eso se trata, desde luego. Zulema Moret nos promete otra antología de poetas sudamericanas que viven y han desarrollado la mayor parte de su obra en España. Ojalá no se demore mucho. Concha García

**************************3

"Vidas paralelas"

portada PriestChristopher Priest
El último día de la guerra
Barcelona, Minotauro, 2004

El delicado género lateral que es la literatura fantástica cuenta con tres escritores contemporáneos que libro a libro lo enriquecen de asombros. Son John Crowley, Andrew Crummey y Christopher Priest.

El primero escribe libros en los que la magia y la poesía se confunden; una de sus obras (canonizada por Harold Bloom) es una historia secreta del mundo en la que pueden resultar decisivas el hermetismo, la severa nación de los ángeles o las irradiaciones ilusorias de aquella fabulosa Praga autómata y barroca de Rodolfo II.

El segundo es, quizás, el mejor discípulo de Borges y Calvino.

El tercero, Christopher Priest, se resigna a la ejecución de lacónicas pesadillas que súbitamente entorpecen la realidad de quienes las padecen y de quienes las leen.

Suele pasar que sus libros, sus pesadillas, resultan ininteligibles. Pero como en ciertas películas de David Lynch importa menos dilucidar el orden exacto y el propósito de esas pesadillas que sentir el grato vértigo que producen sus vueltas y revueltas y audacísimas discordias. Se sabe de lectores, sin embargo, que empeñan sus noches en el ordenamiento y resolución de esos vértigos. Acaso Christopher Priest lo quiera y su esperanza sea, precisamente, que sus lectores, como los protagonistas de sus libros, sientan la necesidad y la segura imposibilidad de dar sentido a lo que carece de sentido. Acaso Christopher Priest, así, quiere comunicarnos su íntimo concepto del universo.

El argumento central de su obra completa (descontando unas prescindibles primeras efusiones de ficción científica) es el problema de la identidad personal: las muchas variaciones inquietantes de lo que se es o de lo que se cree que se es.

El último día de la guerra (cuyo nombre original es La separación) es su exploración más honda, o la culminación, por el momento, de ese argumento central, que ha venido inquiriendo en sus libros anteriores: La afirmación, El prestigio, Los extremos o El glamour.

El último día de la guerra, sin embargo, no se resigna, como los libros anteriores de Christopher Priest, a explorar los mecanismos de la identidad personal (la memoria, las relaciones sociales, el hondo horror paulatino de irse desconociendo) sino que aborda los mecanismos de identidad global y pone en cuestión la urdimbre de la realidad histórica.

El ámbito general del libro es la Segunda Guerra Mundial y sus ramificaciones públicas y secretas. Los protagonistas son gemelos. Ese hecho no es menor: enriquece de duda el argumento central y responde a la obsesión de Christopher Priest por los misterios de la dualidad (él mismo es hermano gemelo y padre de hermanos gemelos). Otros protagonistas son Churchill o Hess o el conde de Bernadotte. Esos nombres, que los libros de historia han impuesto, parecen afantasmarse después de leer el libro.

La obra de Christopher Priest ha sido comparada con la obra de Wells, de Hardy, de Walter de la Mare.

Esas comparaciones son menos esclarecedoras que propagandísticas. La obra de Christopher Priest, especialmente El último día de la guerra, es deudora voluntaria o distraída de la obra de Henry James. No del Henry James de los salones y las vastas herederas americanas. Del otro. Del Henry James que página a página asedió la consistencia de la realidad mediante la ponderación de las diferentes maneras de narrar o percibir un mismo hecho. Del Henry James que en el cuento La esquina alegre imaginó la posibilidad de que cada vez que se elige entre dos opciones la opción desechada no se anula sino que perdura en una suerte de alternativa secuencia paralela.

Hay momentos de El último día de la guerra en los que un mismo hecho es percibido o narrado o hasta alucinado desde diferentes ángulos hasta que el hecho mismo parece disolverse en humo hermoso y nada y con él, nosotros, y el mundo. Leves discordias, ambigüedades, reticencias, debilitan poco a poco la realidad. Hay momentos en los que alguien parece estar muerto y estar vivo, estar en Londres y estar en una remota ciudad nórdica. Hay momentos en los que, abrumados, seguimos la lectura como el que sigue un sueño atroz del que se exige vanamente una salida, una pausa de lucidez, un breve atenuamiento de las distorsiones permanentes que lo informan.

Marcos González Mut

**************************4

portada Erri LucaErri de Luca,
Montedidio
Traducción de César Palma
Madrid, Akal, 2004

Erri de Luca (Nápoles, 1950) ha recorrido un sinuoso camino hasta convertirse en un reconocido narrador, pese a que la escritura íntima y secreta siempre acompañara sus pasos. Militante de la extrema izquierda italiana y comprometido miembro de la organización Lotta Continua, obrero de la Fiat, albañil durante veinte años, mozo de almacén, camionero en África y compulsivo espectador televisivo, decidió convertirse en lector en un intento de acabar con su teleadicción y salvar con provecho una parte de la estéril jornada laboral; de paso aprendió de forma autodidacta el hebreo, del que ha traducido alguno de los libros del Antiguo Testamento. No es de extrañar que cada página suya surja apegada a la experiencia y que cada palabra muestre una sorprendente intimidad física. Hay en la escritura de este narrador una aire de necesidad de fijar el recuerdo, de hacer duradero un instante que antes que inspiración es vivencia.

La narrativa de Erri de Luca se ha ido introduciendo en nuestro país de manera discreta e imparable desde que se publicaran Aquí no, ahora no (Akal, 2000), Adelfa, arco iris (Akal, 2000), Tres caballos (Akal, 2002) y Tú, mío (Muchnik, 2000), novela con la que traspasó las fronteras de su país, comenzando a ser traducido en varias lenguas. Todas estas novelas se caracterizan por la brevedad en su extensión, formato acorde con la sequedad de su prosa y por un tono poético propio de este narrador, avezado lector de La Biblia. Su novelística transmite el peso de algo acabado, totalmente formado, cercano a la prosodia de los textos sagrados, en los que de Luca encuentra una colección de remotas historias que exigen un acercamiento hacia ellas sin buscar una complicidad en el lector. A propósito de su estilo, el propio autor ha reconocido que se encuentra ligado al duelo, una fórmula que invoca el pasado sin apelar al recuerdo y que en esta novela se aprecia en el uso del presente, incluso cuando lo invocado pertenece al recuerdo. Montedidio se reduce a lo indispensable, evitando al lector el –en ocasiones- excesivo peso de lo superfluo que domina la narrativa. En su estructura abundan los elementos talmúdicos y la literatura hasídica, habida cuenta las similitudes que encuentra este novelista entre el judío del gueto y el napolitano. Como el resto de sus novelas es un relato conciso, escrito con una prosa austera que muestra a un escritor pudoroso a la hora de inventar pero dotado de una honestidad indudable que sólo transmite lo que se encuentra apegado a la realidad de lo vivido. Montedidio es el barrio de Nápoles en el que de Luca pasó parte de su infancia y de cuyo material ya se nutría su primera novela Aquí no, ahora no. Ahora vuelve a estos escenarios sirviéndose de la voz de un humilde muchacho de trece años que refleja en un rollo de papel de bobina su asombro ante el descubrimiento de la vida y su temor a convertirse en adulto, mostrando al tiempo el bullicio de los laberínticos callejones napolitanos. Es éste un lugar encantado en el que todos los vecinos se conocen y saludan, donde los espíritus tienen también presencia. El realismo de los escenarios y la veracidad de las experiencias del muchacho en el aprendizaje de la vida se conjugan con la fantasía en dosis iguales, ambas supeditadas a un fin y necesidad idénticas, como es mostrar el encantamiento de ese despertar despojándolo de la habitual mirada nostálgica que marca a este tipo de relatos, convirtiendo así en prodigio veraz en el que no tiene cabida sino lo imprescindible.

Montedidio es una colección de breves momentos narrados en tiempo presente, extraídos de un rollo de papel que al girar muestra escritas las cosas pasadas que enseguida se enrollan y desaparecen, que recuerda un Nápoles que ya no existe y muestran la progresión del muchacho en el camino de la vida a través de una infancia asombrada, sus comienzos como aprendiz en una carpintería, la muerte de un ser querido, la iniciación en el amor de la mano de Maria, el conocimiento de la realidad histórica a través del zapatero judío. Los personajes parecen figuras extraídas de la memoria común pero es en la manera de contar donde surge el prodigio, oculto entre detalles poéticos, ritmo pausado, humildad y dulzura. Erri de Luca hace que sus historias surjan con precisión de la conciencia de sus personajes a través de párrafos concretos, despojados de descripciones, que suenan a vida más que a fabulación. Su escritura aflora con necesidad, rezuma experiencia, por eso no necesita sino de lo imprescindible. Cada párrafo es tan preciso que se sustenta en su propia enunciación, como si la capacidad de evocación fuera tan poderosa como para hacer aparecer lo evocado. En este enunciado de la voz descansa la poética de este magnífico autor. Carlos Vela

 

© The Barcelona Review, 2004.
Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.

navegación:    

septiembre - octubre  n° 44

Narrativa

Patxi Irurzun: Ese Tocho (segunda parte)
Claudia Ulloa Donoso:
Actor
Hernán Ortiz:
Un Dios Sin Ideas
Alejandro Pelaez:
Taylor C706 con Flavor Burst

Entrevista

Entrevista a César Aira
"Me gustaría ser un buen ejemplo de compromiso con la literatura"

Palabras del oficio

Juan Bonilla
El estatuto del desubicado -Sobre Los príncipes nubios-

Poesía

Galicia, mujeres poetas (II)
Emma Couceiro
Cristal Méndez

Daniel Najmías Los poemas sin sueño

Reseñas

Gilberto Da Costa Cuentos de Octubre Por Alejandro Tellería
VV AA Mujeres mirando al sur;
Antología de poetas sudamericanas en USA
Por Concha García

Christopher Priest El último día de la guerra
Por Marcos González Mut

Erri de Luca Montedidio Por Carlos Vela

Secciones fijas

-Reseñas
-Breves críticas (en inglés)
-Ediciones anteriores
-Envío de textos
-Audio
-Enlaces (Links)

www.BarcelonaReview.com  índice | inglés | catalán | francés | audio | e-m@il