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marzo - abril 2001  num 23

Hip
Hop

Eduardo Aladro Vico

Agencia.

Agencia de colocación.


Hoy saldré de la escuela y me dirán que debo buscar empleo. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. Soy joven, no quiero estudiar más, nunca he trabajado, todos me dirán que he de buscar empleo. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. Iré a la agencia de colocación, me atenderá una señora, se interesará por mi nombre, preguntará por mis estudios y mis habilidades. Con este currículum no le será fácil, claro que es usted muy joven. Qué estás mirando, que estás mirando ahí.
         Un día despertaré y sé que recibiré una llamada. El trabajo, me dirán, muy bien puede no corresponder a sus expectativas. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. Pero no se queje, que no es ésta hora de grandes satisfacciones para nadie. Vaya y vea si puede ser de provecho. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. Habré de presentarme en una dirección y resultará ser una pequeña empresa de fontanería. Regresaré a la agencia y preguntaré si no hay nada más. Me observarán con ironía. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. En ese momento, la radio interrumpirá sus programas para emitir un comunicado importante. Ante los graves sucesos que tienen lugar en el. Qué estás mirando, que estás mirando ahí.
         Regresaré a la empresa y me darán el primer encargo, y al regresar del primer encargo descubriré que vuelvo a casa de mi mujer, y parado en la puerta reflexionaré y repararé en que yo no tengo mujer, y miraré la placa que aparece en la puerta y leeré, y leeré y leeré y releeré, y será un nombre que no es el mío. Qué estás mirando, que estás mirando ahí.
         En el preciso momento en que me decida a huir de allí, me abrirá la puerta mi mujer, y preguntará qué haces ahí como un pasmarote, y preguntará entonces qué hay del trabajo, y preguntará bueno por qué no entras, y preguntará hoy no me das un beso. Yo la miraré y no la reconoceré, y ella será al menos quince, si no veinte años más vieja que yo. Qué estás mirando, que estás mirando ahí.
         Me personaré en la agencia y les haré partícipes de mi desencanto (callaré por el momento lo de mi mujer). Pero ellos me dirán que no lo considere definitivo, me advertirán incluso de la conveniencia, más que nunca en estos tiempos, de no dar nada por definitivo. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. Ah, me advertirán, guárdese del peligro de lo definitivo, insistirán, grave peligro el de lo definitivo, me avisarán, hoy nada es definitivo, me dirán. (No preguntaré por el momento por lo de mi mujer.) Qué estás mirando, que estás mirando ahí.
         Regresaré a la empresa, regresaré a mi casa, regresaré a la empresa, regresaré a mi casa, iré en coche al campo con mi mujer, regresaré a mi casa. De vez en cuando regresaré a mi casa y regresaré a la empresa y regresaré a mi casa y pensaré que no soy fontanero, que no estoy casado, que no me gusta el campo y que no sé conducir. Qué estás mirando, que estás mirando ahí.
         Un día caeré enfermo, una gripe ligera, y en la cama pensaré que, a pesar de todo, hay algo que no termina de casar. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. Me recuperaré y volveré a la empresa y proseguiré mi trabajo y seguiré con mis encargos, pero no terminaré de sentirme del todo cabal. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. Un buen día, el jefe nos reunirá a algunos y nos apercibirá de la posibilidad de que se reduzca la edad de jubilación, en cuyo caso seremos los primeros interesados, advertidos quedan, no hay nada que agradecer. Miraré a mi alrededor y advertiré serena angustia en los semblantes de los venerables caballeros convocados conmigo. Qué estás mirando, que estás mirando ahí.
         Regresaré a casa y me dejaré embargar por la melancolía. En esta hora necesitaré más de mi mujer, pero ella se mostrará irritada con mi actitud. Nuestra relación comenzará de veras a deteriorarse. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. Por lo demás, no soportaré a su hermano, mi supuesto cuñado, pero él insistirá en llamarme por teléfono y en invitarme al fútbol y en beber después y en ofrecerme puros y en hablar de personas y en mencionar lugares que, bien mirado, yo no conoceré, pero optaré por disimular. Qué estás mirando, que estás mirando ahí.
         Un día iré al quiosco, compraré el periódico y leeré el titular: ¿Quiere explicarse? Que se explique, y repararé en la nueva oferta de libros: obras maestras del pensamiento universal. Hojearé El libro del desasosiego, La montaña mágica y Fenomenología del espíritu. Vaya, debe de ser la traducción. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. Empezaré a notarme cansado y a sentir profundo desagrado por toda la situación, pero no veré el modo de escapar. Qué estás mirando, qué estás mirando ahí.
         En la empresa una telefonista nueva me sonreirá mucho y me propondrá ir a tomar algo. Yo accederé y reiremos y beberemos y callaremos y nos miraremos y reiremos otra vez y entonces yo le hablaré de mi situación, y ella reirá menos y beberá más deprisa y pagará y se marchará y al día siguiente no me sonreirá más. Qué estás mirando, que estás mirando ahí.
         Pasarán los años y olvidaré todo, enterraré mi desazón y me resignaré a mi trabajo, aceptaré a mi mujer y conduciré mi coche, beberé con mi cuñado y viajaré al campo de vez en cuando. Pasarán, pasarán los años. Qué estás mirando, que estás mirando ahí. Hoy vendrán de visita los nietos. Qué críos más majos. Cómo es que hasta ahora nunca nos habían.
         Qué estás mirando ahí. Un día leeré en la prensa otro titular. Qué estás mirando ahí. Como un solo hombre, todos junto a la patria. Qué estás mirando ahí. Hoy llegaré al trabajo y abriré mi casilla. Qué estás mirando ahí. En el interior me habrá deslizado una nota el jefe. Qué estás mirando ahí. Deberé comparecer en una dirección para un trabajo. Qué estás mirando ahí. Me dirigiré al otro lado de la ciudad. Qué estás mirando ahí. Las personas aparcarán los coches y seguirán a pie. Qué estás mirando ahí. El coche hará un extraño. Qué estás mirando ahí. Qué estás mirando ahí. Qué estás mirando ahí.

© 2001 Eduardo Aladro Vico

Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.

biografía

Eduardo Aladro Vico (Madrid, 1962). Licenciado en filosofía, desde 1987 reside en Bruselas, donde trabaja, escribe y hace teatro. Ha publicado El extraño huésped  (Bruselas, excritos, 2000), en el que la primera versión del cuento que aquí publicamos apareció con el título «Rap», y participado en la antología de relatos brevísimos Quince líneas (Tusquets, Barcelona).En la actualidad, ultima un nuevo libro de relatos: La noche de todos los santos.

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-Narrativa

Ring Lardner: Hay ciertas sonrisas
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Eduardo Aladro Vico: Hip Hop
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