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Graciela Cros

EDAD DE ORO

 

¿Esta foto carnet 4 x 4
es mi Norma razón de hace catorce años?
¿Esta foto puesta a vivir con deliberación ante mis ojos
y una manchita rosa en el mapa
donde se lee México D.F.
son mi Norma razón de hace catorce años?

¿La que camina acalorada por Mixcoac el 5 de agosto
la que regatea por chiles en el mercado de Tacubaya
la que sonríe a las cotorras en Coyoacán
tiene que ver con este gesto helado de la foto carnet 4 x 4?

¿La que se irrita y maldice ajena a este clamor
a estas palabras
en Ixtacalco ahorita martes 15 de octubre
en Ixtapalpa luego bajo una lluvia fina
la que despierta en almohada de plumas
y es domingo como un puente de luz entre sus ojos y el buen sol de Chapultepec es la mía
la que supo como nadie ser Norma?

Es una mancha rosa en este mapa México D.F. y calla cosas
el poderoso ¡me subleva! No habla.

¿Por qué no dice Norma la de hace catorce años en Buenos Aires
Norma razón la mía?

Algo más que puerta cerrada es México D.F.
Algo más que ciego signo de pregunta
Algo más que un UBI SUNT para rumiar como en el tango.
Algo más.

¿En esa ciudad hay claridad en las veredas como en la calle Catamarca?
¿Hay plazas de bancos monacales de recatado fraseo como la Martín Fierro?
¿Hay Norma?
¿Hay subjuntivo 5ta. Declinación Catulo Horacio Edad de Oro?
¿Racine Corneille Edad de Oro?
¿Gorgias Tirante el Blanco Edad de Oro, hay?

¿Césped hay en México D.F. para poner al niño a jugar?
¿Tiempo hay para que digas los nombres queridos y ellos
te rodeen respondan reclamen Norma?

¿Crecientes turbias como las del Tigre en México D.F. hay?
¿Leones míticos que miran a través de las solapas
directo al corazón y su espina como en Palermo hay?

¿Poeta agobiados que reniegan del barniz emblemático de la poesía y sus ritos, “que salen y desafían a la opinión” como quería el Viejo Pound, que enferman de úlcera por los medios de comunicación y el salario en estos duros tiempos deportivos?

¿Gente al margen, alegría, dolores, miedo, miedo, hay?
¿Ves volar pájaros en México D.F., lluvia caer, brotes crecer, pasado pesar, en esa mancha rosa llamada México D.F.?

¿Decís Mixcoac Tacubaya Coyoacán Xochimilco San Ángel
como antes decías Parque Patricios Once Miserere
Independencia y Rioja, Urquiza y San Juan?

¿Alguna vez decís “desde esta muerte del exilio los recuerdo”?
¿Ella, mi Norma, dice “los recuerdo”?

¿La de México D.F., la de Ixtapalpa, San Ángel, Coyoacán, Xochimilco, la de mil nueve ochenta
dice “me acuerdo te recuerdo a todos con mi sangre los recuerdo”?

¿Es mi Norma la que dice, nombra, sin voz,
es?

 

 

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MAMBOS TRISTES

                                      

                                                           

 

                                        A María Bedoián

                                       Desaparecida en junio de 1977

 

(Escribo torpemente.
A tropezones.
Casi como un topo bajo el sol tenaz de la montaña.
Escribo desde un tiempo sin calificativos,
en el que hilo suave
la loca divagata de ciertos mambos tristes):

María
                 es importante que me diga
                 que no te vi de niña:
                   -Yo no te vi de niña-.
                 No trepé a tus árboles.
                 No amé a tus muñecas.
                 No salté en tu rayuela.
                 Mi pañuelo no estuvo en tu rodilla
                 sucia y lastimada.     

                 Pero anoche en mi sueño
                 claramente decías:
                 “Charlemos
                                    tenemos tanto
                                    que decirnos”.
                           Y me tomabas de las manos
               y eran sólo preguntas que venían
                                                               caían
                                                           estallaban
a borbotones
                     fieras
                               apuradas
                                              se abrían
como estrellas en la madrugada:

¿Era dura esa bala que te rasgó la carne?
¿Eran tuyos los gritos que cortaban mi almohada?
¿Era roja la sangre que te borró la cara?

                        Acaso
                         ¿les hablaste?
                         ¿les explicaste algo?
¿Les tuviste ciego odio o solamente lástima?
                         ¿Los miraste a los ojos?

                Ellos
                          ¿tenían ojos?
                Tu piel
                           ¿se puso pálida
                                                    cenicienta
                                                    de vidrio?

¿Envejeció de golpe tu piel tirante de muchacha?
                 ¿Murmuraste “Dios mío”?
                 ¿Te tapaste la cara?
                 ¿Era dura esa bala?
                 ¿La escuchaste llegar?
                 ¿Supiste que llegaba?
¿Tuviste tiempo para prepararte
                    o acaso
te destruyeron antes
                                 de esa dura bala?
            María
                 ¿y tu pelo?
¿qué pasó con tu pelo escurridizo como ala?
                  ¿y tus dientes?
¿no les mordiste nada con tus dientes tan grandes?

¿Cómo pudieron
                           cómo
                                    con tan bello animal?
            María
                  ¿ellos amaban?
            Ellos
                  ¿tenían hijos?
                  ¿sabían de tu hija?
(Casi como un topo bajo el sol tenaz de la montaña
escribo torpemente.
A tropezones.
Con este dolor sordo sorda culpa miedo sordo sorda bala.
Hay caminos
                       María
                                  que sólo sirven para ir.
                                   Nunca para el regreso).
                                 

 

de Pares partes, 1985

 

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A LA NOCHECITA  

 

A la nochecita me pongo a cocinar una feijoada
para Mansilla que viene del desierto
buscando un porqué.
Alguien le dijo que la sé hacer.
Que aprendí en Itabira do Mato, Minas Gerais,
la ciudad donde nació Carlos Drummond de Andrade
y adonde todos saben nunca fui
pero sueño con ir.
Con jugo de maracujá, leche condensada
y vodka
hice una jarra de capeta bahiana,
bebida del demonio,
y por si hace falta pasar a la caipirinha
dejé a mano una cachaça envelhecida
del valle de Paraiba que promete.
Un rato antes piqué unos ajos barrigones
en la tabla y un par de cebollas.
Lloré un poco aprovechando la ocasión.
Me sentí feliz de estar tan triste.
El cuchillo no tenía filo y lo pasé por la piedra
como si supiera.
Hice igual con la feijoada:
anoche dejé los porotos negros en remojo,
la carne temperada con diversos aromas,
y ahora
mientras pongo el arroz,
espero a la visita,
confío en la inspiración.

 

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MANSILLA

 

Dice labios y las mujeres nos soltamos el pelo,
lo esponjamos con las manos o lo sacudimos
girando la cabeza a un lado y otro
con movimientos rápidos.

Dice ojos verdes y hay un desmayo momentáneo,
generalizado, sin previo aviso
todos perdemos la noción.
Dice ojos rojos y los hombres experimentan
un peso lapidario en el centro del pecho
mientras las mujeres ejercemos
la superstición y el rezo.
Dice coartada, rehén, y todos
nos tambaleamos un poco, perdemos el equilibrio,
nos aferramos al pasado, a barandas y respaldos de sillas.
Dice sur, araucaria, barda, canal, Neuquén,
Roma, Los Ángeles, gramilla, perros,
padres, dentaduras, mesa del escándalo,
campos del Señor, y los terapeutas no dan abasto,
ponen el cartel de no hay más turnos,
las ojeras les tapan la cara
y sueñan con playas remotas.
Es que el poeta habla del nudo,
del nudo que nos ata y no se ve.
Mansilla dice domingo y la melancolía
se derrama sonámbula como petróleo en el mar,
el Titanic vuelve a hundirse y con él nos vamos todos a pique, comprobamos que las profundidades marinas
son cosa de temer, hay oscuridad, desolación y frío.
Pensamos quién vendrá a rescatarnos
de esta caída fatal.
¿Vendrá Mansilla?
¿Vendrá la poesía?
Mansilla dice estepa y las mujeres
giramos como autómatas hasta quedar
de espaldas a la montaña,
achicando los ojos buscamos
la línea del horizonte
pero está perdido
y aunque nos parezca tonto y sentimental
comenzamos a caminar
para encontrarlo.
No es cataclismo ni es profecía,
no es devoción ni desmadre de
la naturaleza,
Mansilla es poeta
y como todos los poetas
ignora su poder.
HENDERSON Y LAS OSCURAS
De chica pasé unas vacaciones
sola,
sin mis padres,
en el campo de unos parientes.
No sé explicar cuál fue la razón
pero ni ellos
ni mi hermana
se quedaron durante ese período
que para mí fue dichosamente
infinito.
Las Oscuras era una estancia próspera,
con una casona señorial
y un parque de árboles exóticos,
abetos amarillos, acacias moradas, aromos azules,
sauces eléctricos y cipreses rayados como cebras.
Yo desconocía sus nombres
pero esa desmesura vegetal
me fascinaba.
Nunca había visto algo así.
También había una pileta de natación
con el agua sucia, verde, espesa,
llena de sapos y culebras.
Tampoco supe porqué la tenían
en ese estado de abandono.
Sé que contemplar esa superficie turbia
me llevaba a un mundo irresistible, ominoso.
A la hora de comer servía la mesa una mucama.
Yo la recuerdo con uniforme, guantes y cofia.
Digo “yo la recuerdo” y hago esta aclaración
porque volví a mi casa
y conté historias fantásticas.
Una era la de los conejos, cientos de ellos,
a quienes el personal de servicio
sacaba a pasear cada tarde
llevándolos de una cadenita de plata
sujeta a un collar de brillantes.
Relaté con entusiasmo sucesos extraordinarios
ocurridos en ese campo de Henderson
y nadie puso en duda mi palabra.
Nunca me trataron de mentirosa.
Muy por el contrario, la familia entera
me pedía una y otra vez
mi cuento de las vacaciones.
Así empecé a escribir.

 

de Mansilla, 2010.


© Graciela Cros para TBR 2013


Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review.
Rogamos lean las condiciones de uso

 


CrosGraciela Cros nació en Carlos Casares (provincia de Buenos Aires) en 1945 y reside en San Carlos de Bariloche, Patagonia Argentina, desde 1971. Estudió Lenguas y Literaturas Modernas en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado 11 poemarios: Poemas con bicho raro y cornisas (1968); Pares Partes (1985); Flor Azteca (1991); Decimos (1992); La escena imperfecta (1996); Urca (1999); Cordelia en Guatemala ( 2001); Libro de Boock (2004); La cuna de Newton (2007); Hacer la de Elvis (2009) y  Mansilla (2010).

Como antóloga preparó Marcas en el tránsito. Antología de Poetas Jóvenes de Bariloche (1995). En narrativa publicó la novela Muere más tarde (2004), Premio de la Secretaría de Cultura de la Nación por la Región Patagónica, además de tres volúmenes de cuentos, entre ellos, Sin venganza no hay madera. En 2003 editó el disco compacto Cordelia en Guatemala / Poemas leídos por su autora.

Su obra, distinguida en numerosas oportunidades y traducida al inglés y el portugués, aparece en antologías del país y del extranjero como las recientes: 200 años de poesía argentina; selección y prólogo de Jorge Monteleone (2010); Poesía en tierra (Fondo de Cultura Económica, 2005); Antología de Poesía de la Patagonia; selección y prólogo de Concha García (Málaga, España, 2006); En el revés del cielo, Diálogo entre dos orillas compiladora: Concha García, (Paradiso Ediciones, 2006). Imparte talleres y seminarios de poesía y escritura creativa.

http://unadepoetas.blogspot.com/