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índex català     noviembre - diciembre  n° 45

Reseñas1 45
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Ultramarina
Malcolm Lowry
Alto voltaje Germán Sierra
Koba el temible La risa y los Veinte millones Martin Amis
La última lágrima Stefano Benni
Granta en español 2 VVAA
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El viaje interminable

portada-LowryUltramarina
Malcolm Lowry
Traducción de Jaime Zulaika
Tusquets, Barcelona, 2004

La novela Ultramarina tiene su origen en el viaje iniciático que Malcolm Lowry emprendió a los dieciocho años desde Liverpool rumbo al Extremo Oriente, trabajando en un vapor como marinero, camarero y ayudante de fogonero, viaje estimulado principalmente tras la lectura de la novela del escritor noruego Nordahl Grieg, El barco sigue su rumbo -a cuyo autor siempre profesó una abierta admiración- así como la novela de Conrad Aiken, Viaje azul. En 1927, tras concluir sus estudios secundarios en Leys, Cambridge, se matriculó en el Christ College, de esta misma ciudad, pero antes rogó a su padre que le dejara emprender este viaje antes de comenzar su carrera universitaria. Malcolm se había criado en Caldy, en Cheshire, cerca del gran puerto de Liverpool, había leído a O´Neill y a Conrad, llevaba el mar en la sangre y sobre todo iba a encontrar de esta manera la posibilidad de probarse a sí mismo como un hombre entre otros hombres. Tanto de este viaje como del resto de cosas que escribió Lowry puede decirse que jamás lo hizo sobre nada que no hubiera vivido; tal vez por esta razón era necesaria esta primera singladura para iniciarse como novelista, pues a partir de este momento, vida y obra anduvieron de la mano. El día que comenzaba el periplo marinero su padre lo acompañó al muelle en la limusina familiar, gesto desastroso de buena voluntad que marcó desde un primer momento el signo de esta travesía al presentarle ante el resto de la tripulación como un intruso en el mundo del mar.

Así le sucede a Dana Hilliot, protagonista de Ultramarina, al embarcar en el Oedypus Tyrannus; en tierra quedan su novia Janet y el mundo burgués de origen para adentrarse en otro, primario y brutal, muy alejado de su refinada condición. La fuerte tensión producida entre estos dos ámbitos opuestos es la guía sobre la que se sustenta la novela y que se refiere, por un lado, al espacio social al que Dana pertenece, la fidelidad a su novia Janet y a la imagen de pureza que ella representa -a los que recurre en su constante monólogo interior- y por otro lado, a la necesidad de sentirse reconocido por la tripulación, representación de un universo antagónico y rudo -al que el autor hace referencia en tercera persona. Ese mundo interior, privado, representa no sólo su fidelidad a Janet, sino el nexo de unión con su mundo de origen; que, a su vez, lo aleja todavía más del resto de la tripulación. En medio de esta tensión, sólo el alcohol y los duros trabajos en el "molino infernal" que es el Oedypus Tyrannus le proporcionan un cierto desahogo, aunque a los ojos de sus compañeros -en particular Andy- Hilliot es un señorito despreciable. Es sobre todo en el capítulo tercero cuando el esfuerzo físico y el episodio etílico alcanzan su tensión máxima. Dana efectúa un descenso a los infiernos que es un acto de purificación, enfrentándose a todos los elementos que provocaban la tensión narrativa, en especial a su castidad y al antagonista Andy. Mas no nos confundamos, el alcohol y la cantina son el refugio en el que se desarrollan las agonías del borracho, trasunto del místico que ha abusado de sus poderes mágicos, del hombre moderno que ha sido expulsado del paraíso terrenal. Aquí se comienza a gestar una de las constantes en la obra de Lowry, según la cual el hombre tiene en su contra a todos los elementos del mundo. En Ultramarina sin duda se plantea el tema de las fuerzas que moran en el interior del hombre, y que le llevan a asustarse de sí mismo. El tema es también el de la caída del hombre, el de sus remordimientos, el de su incesante combate hacia la luz bajo el peso del pasado, el de su destino.

No cabe duda de que Ultramarina prefigura la obra maestra de Malcolm Lowry, Bajo el volcán. Aunque en aquélla la muerte todavía no es el hilo conductor inexorable, se adivina la "fuerza del lado oscuro que desea la muerte", los síntomas de la más terrible de las fiebres, la de la ambivalencia espiritual en la que subyace un anhelo de crucifixión, "puesto que el sufrimiento es creación y la creación es amor". Pese a que entre ambas novelas media todo un proceso de aprendizaje, ya en ésta primera el protagonista realiza su particular descenso alcohólico a los infiernos, siendo consciente como lo es Lowry de que "hay mil escritores que pueden crear personajes convincentes hasta la perfección por cada uno que pueda decir algo nuevo sobre el fuego del infierno". La precisión a la que llegará el autor en el Volcán, cuando narra el tránsito etílico del cónsul Firmin hacia el abismo, tal vez se muestra en Ultramarina con mayor reiteración y tozudez, la construcción de la novela es un tanto impetuosa y todavía no presenta el orden dentro del caos del que Lowry podrá hacer gala más adelante, sin embargo, el empuje creador que hay dentro de la novela es de una fuerza demoledora. Acaso esta fuerza dependa, en parte, de la ya referida relación de la novela y la experiencia, transmutada hasta conseguir que adquiera toda clase de connotaciones simbólicas. Es necesario, sin embargo, precisar que lo que pudiera ser considerado como reiterado o excedido en la lectura de Ultramarina obedece a una constante que el propio Lowry jamás ocultó -que es el principal defecto de sus novelas, del que nacen los demás- esto es, el contenido espiritual del libro es más subjetivo que objetivo, más propio de un poeta que de un novelista y este hecho dificulta la empresa de llevar a buen término el contenido. A la vista de la concepción poética de la obra estos posibles defectos no importan tanto al fin y al cabo; el lector debe pues conocer que así como los poemas deben ser leídos varias veces antes de que su sentido se revele, la lectura de Ultramarina –y por extensión, la prosa de Lowry- merece un especial cuidado debido al profundo calado de su lirismo: "Siento dentro de mí, por así decirlo, una corriente tempestuosa, mientras mi corazón late al ritmo de las máquinas y yo voy con el barco hacia los veranos eternos. Fuera estalla la tormenta, ¡se ve el resplandor del fuego tropical! Bueno o malo, parece que esto es existir... Es como si hubiera estado silencioso y confundido por el sueño toda mi vida".

Malcolm Lowry regresó del viaje que le había llevado a través del Canal de Suez hasta los mares de Japón con un buen puñado de notas tomadas a bordo del Pyrrus. A la vuelta ingresó en el St. Catharine’s College de Cambridge como había prometido, pero ya nada sería igual; el viaje que nunca termina no había hecho sino comenzar, para fortuna de nosotros, los lectores.

Carlos Vela

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Crónicas de una (de)generación

portada-SierraAlto voltaje
Germán Sierra
Mondadori, Barcelona, 2004

Germán Sierra es un extraño personaje. Una suerte de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, si en vez de aspiraciones criminales le reconociéramos sólo aspiraciones cognitivas y estéticas, aunque él preferiría que se le confundiera con el provocativo profesor Challenger de El mundo perdido, de Conan Doyle. Un cruce exitoso de científico y escritor, un híbrido perfecto de ambas vocaciones obtenido en ese laboratorio formidable que es el proyecto de tener una vida propia. Pero Germán Sierra es autor fundamentalmente de una trilogía de novelas -El espacio aparentemente perdido (1996), La felicidad no da el dinero (1999) y Efectos secundarios (2000)- que lo ha colocado a la cabeza de los narradores de nuestro presente y también de nuestro futuro, gracias a su intransigente inteligencia y su absoluta (post)modernidad.

En su conjunto, estas novelas cuentan como si fueran una sola los tres momentos de la generación que salía de la infancia cuando comenzó la transición, aprendió a vivir y creció con ésta y luego se acomodó, con mejor o peor fortuna, a una realidad inaceptable, que no había resuelto del todo, ni resolvería nunca, las cuentas con el pasado, y a los cambios que se fueron sucediendo a una velocidad que aún provoca vértigo y náuseas. Si tuviera que colocarles un título colectivo a estas novelas, ninguno mejor que el de "Trilogía de la paranoia de diseño". Las tres se consagran a demostrar narrativamente que los modelos virtuales y el patrón del diseño han suplantado a la realidad tal y como la conocíamos, transformada ahora en un parque temático globalizado; y controlan ya totalmente nuestras vidas, sometidas a los imperativos de la cultura comercial y cibernética y las metamorfosis corporativas del capital. Todo en el mundo se ha vuelto susceptible de ser diseñado: diseñamos las drogas que consumimos pero también los cuerpos que deseamos, las dietas alimenticias, las relaciones sociales y familiares, la vestimenta, las carreras universitarias o profesionales, los sueños y las fantasías, la moda, la cultura y la gestión de la cultura como moda, la sexualidad y la transexualidad, nuestros miedos y temores, etc. También diseñamos o nos diseñan nuestras guerras y hasta nuestro rechazo a la guerra ha sido diseñado e instrumentalizado por otros.

Alto voltaje, su primer libro de relatos, confirma todo lo que sabíamos de Sierra y se constituye en su discurso del método narrativo, la aplicación sistemática de un programa de ionización del relato enunciado, precisamente, en el relato "Iones". Esta nueva propuesta literaria, que se podría denominar "realismo transgénico", combina la observación científica, la especulación intelectual y la exactitud verbal en una amalgama artística donde brilla la luz de la inteligencia creativa en mitad de las mutaciones de la vida contemporánea. Es como si el desgastado formato de la ficción dominante fuera sometido a teletransporte y reapareciera, tras completar el proceso, totalmente renovado y reforzado para enfrentarse a los desafíos narrativos del siglo XXI. El resultado de la operación es tan asombroso como inquietante.

Esta serie de catorce relatos evidencia la condición bicéfala de la literatura de Sierra: un dominio infalible de las técnicas narrativas y una tendencia, rigurosa, incansable, a la experimentación, la persecución de nuevos paradigmas de expresión o representación. En la primera línea, más narrativa, destacan "Amnesia", donde la enfermedad del título favorece una nueva perspectiva sobre la realidad cotidiana, "La sordidez", en la que se alegoriza con gran sentido del humor el proceso degenerativo de toda una generación, o "Alto voltaje", el más extenso y nuclear, sobre la claudicación ideológica del sujeto postmoderno. En la otra línea, más innovadora, sobresalen "Centro comercial", sobre el deseo y la identidad reelaborados por la experiencia del consumo, "Artemio Devlin", deslumbrante relato de ambiente musical, y "Preludio a la siesta de una máscara de gas sexualmente excitada", donde el desierto californiano, la adicción narcótica, sabias dosis de lesbianismo lisérgico y un puñado de imágenes brillantes producen la sugestiva recreación de un estado de desánimo generacional, una fascinante fusión de desarraigo y carnalidad, evasión y derrota.

Como creador y científico, lo que Germán Sierra propone en sus ficciones narrativas es una estética experimental: una estética de la experiencia contemporánea y, sobre todo, de la experiencia de trazar líneas de fuga de esta postmodernidad agonizante.

Juan Francisco Ferré

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portada AmisKoba el Temible La risa y los Veinte millones
Martin Amis
Traducción de Antonio-Prometeo Moya
Anagrama, Barcelona, 2004

Digamos el nombre Augusto Pinochet. Digamos el nombre Fidel Castro. ¿De quién de ellos nos sentimos melancólicamente cómplices?

De acuerdo. No seamos demagógicos. Pero esa pregunta nos coloca ya en situación de entender de qué trata este libro aunque la cuestión de Koba el Temible sea otra, menos latina. ¿Por qué buena parte de los intelectuales europeos de izquierdas aceptaron sin crítica los horrores soviéticos cuando fueron tan unánimes ante el espanto nacionalsocialista? ¿Cómo pudieron creer las mentiras de Stalin, o antes de Lenin, o al mismo tiempo de Troski? ¿Por qué todos sabemos de las atrocidades de Buchelwald y nadie de las atrocidades de Ekibastuz? ¿Por qué suena reaccionario preguntarse todo esto?

No responde. Tan sólo habla de estas preguntas y de aquellos a los que interroga. Y habla de su padre. Y de su nueva vida en Uruguay. Y de sus amigos. Y de cómo era el Amis joven de los años 1968 ó 1974.

Se ha repetido que este libro es una continuación de Experiencia, sus memorias. Digamos que lo es, pero no sólo. Experiencia se cuestionaba la relación entre padres e hijos. Por un lado, la relación literaria de Martin Amis con su padre, el escritor Kingsley Amis, adúltero, adusto, radical. Por otro, la relación de Martin Amis con sus hijos mayores, los que tuvo con su primera mujer, con los que establece esa extraña relación de padre sin familia que es propia de ciertos divorciados. Claro, también trataba sobre aquellos temas que le llevaron al escándalo: el engaño, el dinero, las visitas al dentista, la ruptura con otros escritores famosos. Pero eso es espuma.

Koba el Temible se pregunta por ese siglo XX que padeció el horror de las ideologías. Qué ocurrió para que por un nombre como el de Hitler, o Stalin, o Mao, o Lenin o Troski se respondiera exterminando familias, condenando a millones al hambre, a la pólvora o al exilio. Ideologías. La parda y la roja. La de Auschwitz y la del Gulag. Cuando hasta los mejores aceptaron mudos que el asesinato en masa nos llevaría a un mundo mejor.

Se interroga en tres partes. En la primera Martin Amis se recuerda escéptico, en los años de su juventud, rodeado de amigos de izquierdas. También recuerda a su padre Kingsley, en la madurez conservador, pero que antes tuvo sus quince años de estricta y hasta comprometida devoción soviética, y se cuestiona por una relación que ya no es sólo literaria sino también, además, ideológica.

En la segunda Martin Amis, que ha leído mucha bibliografía y goza de una inteligencia para envidiar y temer, resume y hace recuento de los muertos por el hambre, el fusil o el hielo de Siberia. Digamos, a modo de ejemplo, que en un año sin guerras, 1938, hubo 4,5 millones de detenciones y unas 500.000 ejecuciones en el "paraíso" del soviet.

En la tercera, cerrado el círculo, se dirige a su amigo el ensayista Christopher Hitchens y a su padre volviendo a preguntar por qué. Su padre ya murió. Su amigo Hitchens supongo que ya no lo es, o no tanto (si un día conocen a Martin Amis, no le lleven la contraria, puede ser extraordinariamente brillante en el insulto).

Pero las estructuras de los libros de Martin Amis son mínimas anécdotas si las enfrentamos a su estilo. A la suerte de seguir la tradición del inglés. Si la mayoría de nuestros contemporáneos escritores en castellano decidiera tratar estos temas de la guerra, la muerte, el hambre, el exterminio o la delación, el tono sería duro, desgarrado, estricto, melancólico, dolido o rencoroso. Se movería entre los márgenes del recuento frío o la emoción dramática. Pero no se permitiría hacernos reír. Nunca haría uso de la ironía, o el chiste. Martin Amis sí. Incluso hace de ese humor un tema y lo lleva al subtítulo. Es decir, que no tomándose ni una página a broma, hará que la carcajada sea de hielo y nos removamos incómodos si alguien pregunta qué es lo que nos ha hecho gracia. Pero a veces, entre 20 millones de muertes, reiremos y eso será como boquear gozando del aire.

Al final este Koba trata de esto. De 20 millones de muertos y una risa. Así de temible.

Pablo Arias

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portada BenniLa última lágrima
Stefano Benni
Traducción de Sofía González Calvo
Lengua de trapo, Madrid, 2004

Es posible que una reseña mía sobre un libro de Stefano Benni no sea del todo objetiva. Lo confieso: soy un apasionado fan de casi todo lo publicado por Benni desde hace ya unos cuantos años.

Stefano Benni (Bolonia, 1947) es todo un fenómeno literario en Italia, donde miles de seguidores esperan ansiosos cada nuevo libro suyo. Ha publicado en 18 países pero, desgraciadamente, en España no ha encontrado la repercusión que merece y el número de obras traducidas al castellano son escasas.

La última lágrima, que consta de 27 cuentos, es una buena opción para empezar a conocer el mundo de Benni. Un mundo que, a simple vista, nos puede parecer exagerado, grotesco, pero una segunda reflexión después de leer cada cuento en seguida nos hará dar cuenta de que, desgraciadamente, en ciertos casos es la realidad la que supera la ficción dando al autor la razón en sus planteamientos de visionario. Los temas tratados son diversos, pero predominan los que vertebran el mundo occidental actual, sobre los que descarga su ironía infinita, la televisión, la política, el dinero, la prostitución, las modas.

Los cuentos Papá en la tele y Un mal alumno son dos de los retratos más ácidos y a la vez elegantes que se han escrito sobre la cultura televisiva. En El invitado de honor se mofa de la nueva derecha políticamente correcta pero con reminiscencias fascistoides del pasado, al igual que lo hace en sus habituales artículos en el periódico italiano Il manifesto. Y en El palacio de las nueve maravillas nos avanza el futuro inmediato de la prostitución.

Son tan solo unos cuantos ejemplos de la riqueza y diversidad de los cuentos de Benni. Unos cuentos que, como bien reza la contraportada, son "para llorar de risa o reír de desesperación". Leyéndolos el lector reirá, pero también le quedará un regusto agridulce, no porque el libro sea triste, sino porque nos adelanta un imparable futuro del que parece que no vamos a poder escapar.

Me queda por descubrir, el tiempo lo dirá, si realmente ocurrirá una guerra norte-sur en Italia, que vaticina su cuento Snipers.

Su otro libro de cuentos publicado en castellano es El bar del fondo del mar (Seix Barral), a la espera de que alguna arriesgada editorial se atreva a traducir sus fantásticas crónicas, Bar sport y Bar sport 2000, con los cuales queda patente que n son muchas las diferencias que nos separan del país transalpino, al menos en cuestión de bares.

Para conocer al Benni novelista recomendaría ¡Tierra! (Anagrama) o La cofradía de los celestinos (Siruela). Ambos impagables.

Sergi Escolano

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Nada de gringadas

portada GrantaGranta en español / 2
Hotel América
VV AA
Emecé, Barcelona 2004

A Gisela

En la reseña del primer número de Granta en español, critiqué una de las características que podía englobar esa primera edición: el hecho de que, aunque correcta, la literatura de aquellos jóvenes autores daba alarmantes muestras de encasillarse en los límites de la literatura burguesa, y que de continuar la tendencia, acabaríamos por legar a la Historia o el periodismo "la narración de los grandes acontecimientos de nuestro tiempo, para los que la literatura ha sido tan útil desde siempre".

No creo que Valerie Miles y Aurelio Major, editores de Granta, me hayan escuchado, lo cierto es que este segundo número (cuyo título -Hotel América- parecía vaticinar más de lo mismo) difiere justamente en eso del anterior y encaja a la perfección con lo que, particularmente, suelo exigirle a la literatura, ponerle rostro humano a lo que la Historia solo puede expresar con datos.

Hotel América reúne casi una treintena de relatos cuya temática gira en torno a Estados Unidos. Lo interesante del criterio utilizado es que un buen puñado de los autores procede del país en cuestión; lo que es de agradecer, puesto que criticar a la superpotencia no solo se ha convertido en el primer deporte mundial, sino también en un lugar común, en una simpleza peligrosa que ya desde hace algún tiempo raya con la xenofobia o el racismo. (He oído de jóvenes mochileros americanos que recorren Europa con banderitas de Canadá para evitar posibles altercados).

El conjunto, pues, ofrece una gran variedad, tanto formal -cuentos, artículos, ensayos, charlas, más de uno resulta difícil de clasificar- como de perspectiva, y aunque es verdad que todas ellas están motivadas por la crítica, ésta no es por eso menos veraz ni está menos fundada. De hecho el realismo imperante es lo que dota al libro de interés, más aún cuando en vez de crítica hablamos de autocrítica, que se centra en la primera parte del libro, dedicada a los viajeros americanos por el mundo. (la segunda parte hace el viaje en sentido opuesto). Algo que nos viene bien puesto que el odio a EE UU se está convirtiendo en nuestra última hipocresía.

Por eso prefiero los primeros textos del libro. En "El reloj", de A.M. Homes, la protagonista repasa su infancia vivida a caballo entre Washington y Europa, para reflexionar sobre su condición: "Resulta confuso ser estadounidense ahora. Somos un país poderoso, pero el pueblo de Estados Unidos se siente cada vez más importante, a medida que pierde el empleo, la cobertura de la asistencia sanitaria y los ahorros para la pensión". En "Laos" de Nell Freudenberger, una pareja de viajeras americanas descubren que Vietnam no fue el único objetivo: "Nos puso al día de algunas estadísticas: doscientos mil muertos, quinientos ochenta mil bombardeos aéreos estadounidenses, dos millones de bombas lanzadas –más de dos toneladas por habitante-, una media de una carga cada ocho minutos durante nueve años." En "Mis ilusiones", Murad Kalam parte a Egipto y Arabia Saudí "con el convencimiento de que, a diferencia de Estados Unidos, en el mundo árabe musulmán no había corrupción ni hipocresía". Iniciada la guerra de Iraq tiene que hacer las maletas después de llevarse una gran desilusión de aquellos estados policiales. Gary Shteyngart, en "Una pinta rara", nos recuerda como el tono oscuro de su piel le crea problemas en Europa y no en Nueva York o Los Ángeles, "las verdaderas ciudades interraciales del mundo". Lo que no le impide formular una ácida reflexión sobre su país: "La misión mesiánica del gobierno fundamentalista de Estados Unidos y la sigilosa fusión de la Iglesia y el Estado dejan poco lugar para una persona de pensamiento agnóstico, más allá de varias áreas específicas de la Costa Este y la Costa Oeste". En "El rival de la guerra", charla pronunciada por Chris Hedges en el Rockford College de Illinois (la policía tuvo que escoltarlo hasta la salida debido a la hostil respuesta del auditorio) leemos: "Hemos malogrado los buenos sentimientos, la empatía que el mundo sentía por nosotros después del 11-S. Nos hemos replegado en nosotros mismos, hemos debilitado severamente las delicadas coaliciones y alianzas internacionales que son vitales para mantener y promover la paz mundial. Y ahora formamos parte de una dudosa troika en la guerra contra el terror junto a Vladimir Putin y Ariel Sharon, dos líderes que no se encogen lo más mínimo ante la idea de cometer actos de violencia gratuita y sin sentido en Chechenia y Palestina. Somos aquellos con quienes andamos".

En los tiempos que corren son estos los libros que valen la pena. No tanto porque carecen de la superficialidad reinante en Hollywood y la televisión, que también, sino principalmente porque nos permiten acercarnos a una verdad que ignorábamos o solo conocíamos de oídas, y producir así un cambio en nuestra manera de pensar, añadiendo una nueva visión de las cosas, más compleja.

EEU

© TBR 2004 
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noviembre - diciembre  n° 45

Narrativa

Barry Gifford: Bailando con Fidel
Jaime Espinal: Para evitar los daños mencionados
Jaime Espinal: Cultura Metro
David Hernández de la Fuente: A la hora del bocadillo

Ensayo: Especial LARVA
Entrevista

Fernando Iwasaki
"Si folláramos más, escribiríamos menos"

Poesía

Galicia, mujeres poetas (III)

Marta Dacosta
Estíbaliz Espinosa

Notas de actualidad

IV Jornadas Poéticas de la ACEC
Ciclo de tertulias del Literarisches Sofa
Un nuevo Lateral

Reseñas

Ultramarina Malcolm Lowry
Alto voltaje Germán Sierra
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