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índex català              julio - agosto  n° 43

Reseñas 431
Fernando Iwasaki Ajuar funerario
Eloy Tizón La voz cantante
Djuna Barnes Poesía Reunida
Andrés Barba Ahora tocad música de baile
César Aira Las noches de Flores
Koji Suzuki The Ring
El melancólico sabor de lo posible

Iwasaki.Fernando Iwasaki
Ajuar funerario
Madrid, editorial Páginas de Espuma, 2004

Lo escribió Borges: Hay argumentos que se prestan menos a la escritura laboriosa que a los ocios de la imaginación o al indulgente diálogo, tales argumentos serían la impalpable sustancia de esas páginas que no se escribirán. Fernando Iwasaki ha querido escribir esas páginas soñadas por Borges. El sueño data de 1974. El cumplimiento del sueño, de 2004. Es este Ajuar funerario (hay que notar, en este título prodigioso que parece de Thomas Browne, la aproximación de lo doméstico y lo sepulcral y la voluntad de confundir ambos espacios, porque esa confusión deliberada y poética recorre y acaso define la naturaleza central del libro).

Lo forman una serie de pesadillas breves redactadas con laconismo. Esas pesadillas son como esqueletos de cuentos. Pueden no sobrepasar el párrafo o la página. Exploran, sin mayor sorpresa para los resignados lectores del género, los ámbitos acostumbrados del espanto: las muchas posibilidades deliciosas de los tenues difuntos, las cámaras infestadas, el íntimo comercio secreto de niños y muertos. Forman un catálogo espléndido y admirado. Dos hechos, sin embargo, lo debilitan. El número desaforado de pesadillas, que acaba por abrumar y dispersar la atención del lector y cierta ironía lateral que deja entender, desafortunadamente, que su autor no las cree del todo y que son menos una sincera exposición de miedos hondos que el perfume y pasatiempo de un minuto, nada más. Esto no es un defecto. Apenas es una confirmación más de que la literatura fantástica contemporánea suele ser una literatura de juego que no busca la renovación de una herencia sino su recreación más o menos acertada, desde el desapego irónico o desde la reflexión simbólica, pero muy pocas veces desde la invención y adición de propuestas novedosas.

Tres citas presentan el libro y avanzan su propósito. Una es de Borges, cuya perduración sigue promoviendo, y quizás oscureciendo, los ejercicios de imaginación de la literatura fantástica universal. Las otras son, previsiblemente, de Lovecraft y de Poe. Del primero basta recordar que su obra es la última inflexión decisiva del género. Del segundo, que es suya aquella poética de la narración que reclama, para los cuentos, la edificación de un sistema de circunstancias proporcionadas que desde la misma primera línea ya prefigure, secretamente, la línea final. Fernando Iwasaki ha urdido una serie de cuentos reducidos a su argumento cuya brevedad cifre los muchos buenos horrores que su vasta imaginación ha recopilado. Ha desdeñado las circunstancias. No ha querido, o no ha sabido, recordar que todo lector de espantos demanda, por encima de lo demás, ese moroso enlazamiento de circunstancias menudas que gratamente lo conducen a la revelación ulterior y que la decisión de borrar o atenuar hasta hacerlas imperceptibles esas circunstancias es ajena a sus expectativas y las defrauda. Cabe suponer que Fernando Iwasaki se haya propuesto la demolición general de un modelo y que a la manera de algunos escritores sudamericanos (Monterroso, Arreola, una parte de Bioy Casares) fomente la depuración de los cuentos, su disminución progresiva, su concentración infinitesimal. Esa esperanza es válida, pero el espanto no resulta la mejor materia para llevarla a cabo. Es más efectiva la perplejidad filosófica o la fábula que inquiere, a fuerza de asombros, la milagrosa variedad del mundo. Lovecraft y Poe, que son la antesala de su libro, lo habrían desaprovado. Habrían considerado que se trata menos de un libro de cuentos que de una memoria de borradores apresurados (los cuadernos de notas de Nathaniel Hawthorne, uno de los iconos del género, registran numerosos ejemplos de borradores apresurados que suelen superar los de Fernando Iwasaki pero significativamente Nathaniel Hawthorne se abstuvo de publicarlos porque, con razón, los consideraba meras premoniciones de cuento). Algunos, sin embargo, debidamente discutidos, ponderados y tramados, serían cuentos fabulosos. Fernando Iwasaki es un decidido soñador de terrores. Tal como se leen ahora son meras notas. Son un pregusto que deja en el fondo de la boca el melancólico sabor de lo posible. Marcos González Mut

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Cantantes, los de mi tiempo

TizonEloy Tizón
La voz cantante
Barcelona, Anagrama, 2004

Conozco a varias mujeres agraciadas. Me refiero a las de gracia exterior, a las que se puede gritar "¡guapa!" por la calle en una tarde de verano. De ellas, algunas rompen mi convicción personal que dice que la inteligencia es inversamente proporcional a la belleza física. Alba, una de este grupo y reciente amiga mía –pasó tiempo antes de poder decir esto último, vaya si pasó– me sugería hace poco leer un libro de Italo Svevo llamado La Novella del Buon Vecchio e della Bella Fanciulla. Reconozco en ella lucidez y asertividad emocionantes, a menudo deliciosamente atrevidas, y por provocar también mis ansias de buena lectura decido inscribirla dentro de las pocas excepciones que he encontrado a mi discutible regla.

Al empezar la lectura de La Voz Cantante, tropecé con un epígrafe de La Conciencia de Zeno de Svevo y, por interpósita persona, con Alba. Sobra deducir que afronté con ganas adicionales la misteriosa tarea de leer a otro lector de un autor a quien no he leído yo: al terminar de hacerlo, seguía deseando encontrar alguna voz que me cantase algo.

Tizón organiza su novela con un leitmotiv inicial, los momentos en que ha visto al diablo. Lucifer en persona. El Angel Caído. Belcebú. Ya lo ha visto antes. Sabe que es él. Está convencido. No es otro. Sin duda. Y en grupos de frases mínimas como las anteriores describe con redundante puntillosidad las andanzas de Gabriel Endel, su protagonista, pretendiendo sustentar porqué éste ha quedado solo en el mundo. Tizón ingresa con tanto pudor al fuero interno de Endel, que hace parecer su novela una mera repetición de recurso estilístico. Yo quería su corazón, o al menos su sesera. Eso, a pesar de que por costumbre yo pido todo, a un libro o a Alba o a quien sea, porque me molesta la mediocridad políticamente correcta de conformarse con mínimos; que me lo den o no ya es otro cantar y no depende de mí, pero siempre pido lo máximo. El autor me ha dejado sin siquiera ese mínimo. Hasta eché de menos aquella frase de culebrón latinoamericano que dice "cada vez que respiro, es para decirte que te quiero. Si respiro, y no digo que te quiero, casi no tiene sentido respirar". Por lo menos así se intenta sugerir un sentimiento desgarrador, ardiente, ciertamente vital, como corresponde a un ser humano. El diablo que el protagonista ve en el padre de su amada Mónica Friser me resulta más amable que cualquier suegro desalmado de best seller veraniego leído en la playa. Tizón no logra convencerme de amar a Mónica, de odiar a su padre ni de compadecerme de Gabriel, con un texto que posee la tibieza y parquedad de un moribundo.

En el momento de apuntar esto me asalta una idea terrible: el problema debo de ser yo, y no el autor, por exigente. Un lector convencional no se preocuparía de tanto detalle como Alba no se inquieta por mis reclamos, porque cada uno es como es y Tizón tiene un punto fuerte en su prosa suave, que facilita la lectura. Vuelvo a dudar y pienso que lo blando de su tratamiento es el verdadero suavizante del libro, y lo que me ha impedido tener una opinión concluyente sobre él. Endel es para mí un personaje al que no he podido conocer bien; alguien de quien diría, si fuera real y alguien me pidiera un juicio sobre él, "fórmate tu propia opinión".

Finalmente, diré en honestidad que lo único que rescato de La Voz Cantante es que me haya recordado leer a Italo Svevo, más por haber impactado antes a mi guapa e inteligente amiga que por inspirar a un escritor que traiciona su promesa de cantarme algo con un libro atractivo solamente por bien escrito pero magro de conceptos; mono por fuera pero hueco por dentro, como una coqueta verbenera víctima del caló.

Y si no me gusta Svevo, el epígrafe final es de Giovanni Papini: si a Alba le gusta, tal vez lo lea yo también. Alejandro Tellería

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BarnesLa prosista desnuda

Djuna Barnes,
Poesía Reunida
T
raducción de Osías Stutman y Rosa Lentini
Barcelona, Igitur, 2004

 

Djuna Barnes (Nueva York, 1892-1982) formó parte junto a Scott Fitzgerald, Ezra Pound, Gertrud Stein o T.S. Elliot de la denominada generación perdida de artistas norteamericanos, expatriados casi todos ellos en el París de los años veinte, ciudad a la que, como enviada por Harper’s Magazine, Djuna Barnes llegó cuando ya había publicado The Book of Repulsive Women (1915). No obstante fue El bosque de la noche la novela que en 1936 se ganó un lugar entre los más grandes libros en prosa escritos jamás por una mujer, el mismo T.S. Elliot –iniciando así una desinteresada colaboración que duraría hasta su muerte en 1968- afirmó en el prólogo que la novela gustaría especialmente a los amantes de la poesía. A la dedicación poética pues consagraría Djuna Barnes sus últimos cuarenta y dos años de vida, encerrada en el pequeño piso del Greenwich Village, mientras hacía frente a su delicado estado de salud y su acentuado alcoholismo. Contra la opinión aceptada, su trabajo en el área poética fue intenso.

No le faltaba razón a Djuna Barnes cuando se calificaba a sí misma como "la escritora desconocida más famosa del mundo". Con el paso del tiempo se fue convirtiendo en un personaje cada vez más célebre y sin embargo desconocido, como desconocida ha sido para el público en general su pasión poética, de la poco que se sabía. Los iniciados en su obra conocían un libro de poemas de juventud titulado The Book of Repulsive Women (1915), cuyo contenido, en aquella época en que la literatura no podía hacer determinadas referencias a la sexualidad, fue calificado de obsceno. Del mismo modo, conocían los once poemas reunidos en A Book en 1923 (obra que comprendió una colección de relatos, teatro e incluso dibujos) así como los dos poemas pertenecientes a El almanaque de las mujeres de 1928, al igual que varios capítulos en verso de Ryder, en el mismo año. El mayor regalo que nos ofrece este volumen editado es comprobar que Djuna Barnes no puede seguir siendo la maravillosa autora de El bosque de la noche, pues se nos revela como una de las más grandes de la lírica estadounidense del siglo XX. El mérito de esta revelación se debe, en parte, a la encomiable labor realizada por Osías Stutman sobre las más de 2.500 páginas que en la Universidad de Maryland conforman la Djuna Barnes Collection, que sacan a la luz la marcada tendencia de la poeta a guardar una caótica maraña de papeles -en ocasiones supone la existencia de cientos de versiones de un mismo poema- que el paciente poeta argentino se ha encargado de ordenar y que sirve, dicho sea de paso, para ofrecer la obra poética de Djuna Barnes no sólo a la lengua castellana, sino al inglés, idioma en el que hasta ahora se conocían sesenta y ocho de estos poemas, la mayoría publicados entre 1911 y 1929. Constituyen una excepción las versiones limpias de algunos de éstos, en buena medida gracias a la colaboración de Hank O’Neal, su secretario desde 1978 a 1981, momento en el que fue despedido.

Todos estos cuarenta y dos años de encierro en su apartamento neoyorquino de Patchin Place son principal consecuencia del fin de su etapa parisina y de su tormentosa relación con Thelma Wood, debidamente reflejada en El bosque de la noche. A partir de ese momento Djuna Barnes se consagró a una labor poética de la que resultan obras como The Antiphon y que absorbe por completo su existencia. Su actividad creativa es contradictoria pues muestra y oculta, quiere enseñarnos en sus poemas, pero encubre sus fuentes, que se sumergen, generando una obra cuya lectura exige el compromiso del lector, su esfuerzo. Su obra poética es personal y vulnerable, inconfundible, responde al simbolismo de su introspección meditativa.

La poesía reunida en este excelente volumen comprende ochenta y cuatro poemas recogidos en tres espacios. El primero a los poemas escritos entre 1911 y 1929, el segundo por otros siete publicados entre 1938 y 1982, y finalmente, el tercero por cuarenta y cuatro poemas inéditos elaborados entre 1940 y 1982. Acaso los poemas comprendidos en la primera sección resultan más asequibles a la lectura -por su lirismo y por estar dotados de una mayor claridad- frente a los postreros -más surrealistas y opacos aunque más emotivos- sin embargo la temática y la actitud configuran una constante que recorre de principio a fin el presente volumen. Así, la complejidad de las relaciones humanas –de las que desconfiaba por completo- la atracción por la muerte, una sensación de horror de la vida moderna, y el paso del tiempo se mezclan con elementos lingüísticos arcaicos y modernos, aderezados con frecuentes imágenes de raigambre surrealista. Como sucediera en la prosa contenida en El bosque de la noche, su amarga visión de la naturaleza humana rebrota en estos versos con idéntica crudeza, obsequiándonos con su desgarrador lamento la síntesis de su descalabro existencial. Su extrema sensibilidad como escritora se muestra en la capacidad para conciliar su malestar vital con una agudeza y una ocurrencia fuera de lo común.

La traducción de los poemas corresponde a la colaboración de Osías Stutman y Rosa Lentini, y es fiel al sentido de los mismos, conservando la máxima precisión posible. Gracias a la versión bilingüe y a las valiosas notas, se pueden apreciar los recursos estilísticos y la riqueza de significado de algunos términos en su lengua original. Vaya por delante nuestra más sincera felicitación por tan importante evento editorial.

Carlos Vela

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BarbaAndrés Barba
Ahora tocad música de baile
Barcelona, Anagrama 2004

Andrés Barba irrumpió en el panorama literario con la novela corta El hueso, pero fue La hermana de Katia, finalista del Premio Herralde 2001, la que le mereció un lugar de excepción en el panorama de la nueva narrativa española, lugar que ratifica esta vez con Ahora tocad música de baile, su última novela.

Un alto contenido psicológico que se adentra en el incierto terreno de las relaciones personales, así como en la muerte y en la fatalidad del destino, se despliega a lo largo de toda la narración. Desde el momento en que Inés Fonseca se ve afectada por el mal de Alzheimer, los otros tres miembros de la familia, el marido y sus dos hijos, revelarán por medio de monólogos, la verdad sobre sus miedos, deseos, odios y desavenencias.

Bárbara, la hija, casada con un piloto, trabajadora de un hospital y madre de dos niños, sólo consigue relacionarse con su padre, Pablo Fonseca, antiguo trabajador de RENFE. En cambio el hermano mayor, Santiago, frío y seguro, soltero y de buena situación económica, viviendo al margen del padre y de Bárbara, fue toda la vida el ojito derecho de Inés, que, tan preocupada por su porvenir, llegó a poner en dificultades a la familia para que pudiera estudiar en una universidad privada. Inés Fonseca fue siempre una madre autoritaria y Pablo nunca sintió amor por ella sino hasta que la vio sumida en la enfermedad; desaparecidos el autoritarismo y el carácter intransigente de Inés, surge un amor extraño, piadoso e inocente.

Andrés Barba se mueve con comodidad al ofrecernos retazos de la desazón que planea a lo largo de la novela, los mundos de estos personajes incompletos, insatisfechos con sus vidas, reunidos en lo que denominamos el núcleo de la sociedad burguesa, acerca de lo que el mismo autor ha dicho en una reciente entrevista: "La familia es la salvación. También es detonante de incomunicación, sí, pero nuestro ser en el mundo está claramente determinado por nuestro ser en la familia. Por eso es tan importante resolver nuestros asuntos familiares, porque determinan nuestras carencias de una manera muy clara".

Se trata de tres personajes con una profunda carga psicológica cuyos frentes se hallan abiertos por los patrones de conducta heredados por el destino, la ambivalencia del alma humana, sus luces y sus sombras así como las propias relaciones familiares. Los personajes se sienten extraños entre ellos aunque finalmente la familia actúa como tabla de salvación.

Otro de los temas de esta obra es el vacío que la insatisfacción supone, un aspecto considerado básico por su autor. "El vacío es uno de los asuntos que más nos preocupan a los humanos. La plenitud, el llenar de sentido lo que parece que carece de ello... la felicidad, el sentido de estabilidad provienen de alguien que ha conseguido llenar de sentido lo que aparentemente no lo tiene. Lo considero un tema esencial".

Ahora tocad música de baile es una obra extraña dentro del panorama literario español ya que la novela psicológica no está muy en boga entre nosotros. Su escritor, si bien es filólogo y profesor universitario, tampoco responde a un patrón muy común ya que asegura no dedicar mucho tiempo a leer literatura y sí en cambio filosofía. Además ni su lenguaje, ni la temática de esta obra o los personajes son los que esperamos encontrar en un joven escritor. Este libro supone, si no lo fue ya su anterior obra, la confirmación de un original escritor que nos ofrece un viaje a lo más hondo del ser humano.

Daniel Sánchez Peralta

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AiraLa ilusión veraz

César Aira
Las noches de Flores
Barcelona, Mondadori, 2004.

A las cervecerías y billares de Gracia, Lolita, ah y a los helados.

La contraportada no dice nada, tampoco las reseñas-epígrafes de páginas web tipo Amazon o Corte Inglés Libros.com. A grandes rasgos más o menos dicen lo mismo: "La crisis argentina obliga a un matrimonio mayor a aceptar un empleo como repartidores de pizzas con horario nocturno". Poco más.

Mejor. Que no digan nada. Dejemos que el libro nos sorprenda. Porque la buena literatura es como el buen cine, sorprende. Y la sorpresa está garantizada cuando además de tener entre manos una buena historia, se tiene entre manos la técnica para contarla. Técnica es una palabra de la que recela el lector corriente, ocasional, aquel que a fin de cuentas condena o convierte en best-sellers los libros, quizá porque la asocia con dificultad, con literatura sesuda, con una suerte de petulancia académica y aburrida exclusiva de eruditos. La otra literatura, la sencilla, la que se considera entretenida y fácil de leer, carece de técnica, supuestamente, y se puede disfrutar tanto en la playa como en el metro o en la cama.

César Aira (Coronel Pringles, 1949) es el ejemplo viviente de que dicho distingo es un error. La técnica literaria no siempre viene en dos tomos de pasta dura de tres kilos cada uno, también viene en libros de bolsillo. En la abundante e inclasificable obra de este escritor argentino que ha escrito de todo –novelas, ensayos, cuentos, teatro- brilla la audacia, la libertad, combinadas con un toque diría hasta naif tras el que se realza el convencimiento de que la ficción no solamente debe entretener -su principal objetivo-, sino que además, como en un juego de magia, revelar otra verdad, desenmascarar lo que, detrás de una mera apariencia, dimos por sentado.

Las noches de Flores es lo que cualquiera llamaría una novelita solo porque puede leerse en una tarde. Pero una novelita que sin grandilocuencias ni aspavientos retóricos relata una gran verdad, de esas que duelen. La técnica ha conseguido encerrar en unos cuantos personajes y sus apariencias a toda una sociedad, y describir así, para quienes no viven el subdesarrollo, el descalabro moral que este conlleva, y el modo cómo el bacilo de la corrupción –en todo el sentido de la palabra- se injerta en casi todos los ámbitos de la vida.

Con esa "inquietante humildad" que caracteriza su prosa –según afirmara un reconocido crítico literario- César Aira practica cómodamente el ejercicio de contar lo que quiera. Partiendo de que en la literatura no existen reglas y cabe todo, como ya demostrara en Ema, la cautiva o Cómo me hice monja, el escritor argentino desafía al lector desde el principio, y aunque este, confiando en sus cinco sentidos, acepte el reto, lo más probable es que caiga de nuevo en la trampa y se vea burlado.

Descubrirse burlado, no obstante, resulta un placer y se agradece. Del mismo modo nos engaña la realidad. No por otra cosa la literatura se parece a la vida. La técnica empleada por Aira sería en efecto la artimaña con la que la copia. O por lo menos la ficciona. Crear dicha ilusión es el fin supremo de todo escritor que se considere realista, ilusión que no se logra con arduas descripciones, sino más bien con trampas.

El sentido común me impide contar la historia de Las noches de Flores, sería aguar la fiesta. Para terminar solo diré que me alegra saber que César Aira se edite cada vez más en España, y que sus libros, como los de Roberto Bolaño, sirvan de norte a la nueva generación de escritores latinoamericanos. Ernesto Escobar Ulloa

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Un clásico contemporáneo

The RingKoji Suzuki
The Ring
Traducción de Javier Calvo
Barcelona, Mondadori, 2004

Desde hace algunos años, los amantes del cine de terror, disfrutamos de una oleada de nuevos valores que provienen de Oriente; Japón, Hong Kong y Corea, para ser más exactos. Muchas de las películas asiáticas que llegan a nuestras pantallas y videoclubs tienen origen literario. El caso de la obra que nos ocupa es el más famoso. The Ring, la más popular de las novelas del premiado autor japonés Koji Suzuki (Shizuoka, 1957). Suzuki además de recibir los parabienes de la crítica, tiene multitud de seguidores que han creado numerosos clubes de fans, algo más propio de una estrella de rock o de cine que de un hombre dedicado a la literatura. Si bien Koji Suzuki debe su fama a las novelas de terror, en especial en Europa y el mercado anglosajón -Paradise (1990), Spiral (1995) o Dark Water (1996)-, en su país natal ha sido ampliamente reconocido por su tratamiento de géneros diversos, como pueden ser las novelas de amor o las de ambiente marino.

The Ring es la obra más conocida de su autor. Ello se debe al enorme impacto que causó su adaptación fílmica de título homónimo, dirigida por Hideo Nakata. En todo el mundo han surgido adaptaciones al cómic, videojuegos, páginas web dedicadas a su estudio y sabrá Dios cuántas cosas más. En España la película impactó en el Festival de Sitges donde logró dos premios, mejor filme y mejor director. De ahí se convirtió en objeto de culto. La película contó con una precuela Ring 0 y su posterior secuela The Ring 2 (Ringu 2, Hideo Nakata). Incluso en Corea se llevó a cabo un remake de la cinta de Nakata, The Ring Virus, algo más fiel a la novela de Suzuki, pero inferior a la popular película. Como no hay dos sin tres, el cine norteamericano llamó a la puerta de Nakata y Suzuki y se lanzó a la adaptación de la exitosa The Ring. El resultado: un desastre. The Ring de Gore Verbinski es una pobre e insulsa adaptación de la novela que nos ocupa y que, por si fuera poco, se encuentra muy lejos de la inspiradísima obra de Nakata, quien no cabe duda que ha creado escuela, por suerte o por desgracia. Decenas de filmes fantásticos asiáticos, americanos y europeos han recogido sus influencias y nos han bombardeado con maldiciones fílmicas, niñas malditas y muertos que no son tal.

La novela de Suzuki se ha convertido en un clásico del género de terror actual. Si bien en sus capítulos iniciales es un tanto confusa y en ocasiones resulta difícil de leer – me pregunto si es voluntad del autor, o bien dificultades en la traducción que han dado este resultado -, una vez que descubrimos el posible destino de nuestro protagonista, el autor nos sumerge en una espiral de suspense, en una lucha contra el cronómetro por salvar de la muerte a sus protagonistas. Es extraordinario cómo Suzuki consigue crear el terror en ambientes y situaciones de lo más cotidianos, factor que recuerda en más de un momento a M.R. James y sus fantasmas, capaces de los actos más espantosos a plena luz del día. El autor se aleja de la imaginería y los estereotipos de lo fantástico, para crear un mundo propio, que ha hecho fortuna. Situaciones como el visionado de la cinta de vídeo en casa de Ryuji –extraordinario personaje que en las posteriores adaptaciones cinematográficas aparece difuminado, pese a su enorme importancia -, el relato del destino de Sadako, el episodio del pozo y el desvelamiento de su contenido… son momentos que quedarán para la memoria del género. La lectura de la obra de Koji Suzuki, nos sirve para valorar aún más la brillante adaptación de Hideo Nakata. La mezcla de novela de fantasmas y leyenda urbana con el trasfondo de un país paradigma de la posmodernidad, Japón, arroja una de las grandes novelas fantásticas de los últimos años. Si Spiral o Dark Water son de la misma calidad, hecho que se augura en la adaptación de la última novela citada, llevada a cabo por Nakata, nos hallamos ante un escritor merecedor de figurar entre los grandes de lo fantástico. No creo que a Poe, Lovecraft o Machen les importara.

Sólo nos queda felicitar a la editorial por la publicación de esta estupenda novela y pedirles, por favor, que no esperen al remake de Dark Water que se está realizando en Hollywood para publicar más trabajos de Koji Suzuki. Sus seguidores esperamos con impaciencia sus próximas traducciones. Mientras tanto, no pondremos en nuestro vídeo ninguna cinta sin etiquetar… Juan Vaccaro

 ©  tbr 2004
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 julio - agosto 2004  n° 43 

Narrativa

Juan Bonilla: Las cartas de Mónica
Patxi Irurzun: Ese tocho
Charles Kiefer: Rosa Rosarum

Diálogo

Golpes en la vida tan fuertes…
Golpes por autores y relatos
Eloy Fernández Porta y Vicente Muñoz Álvarez

Palabras del oficio

Francisco Casavella

Poesía

Galicia, mujeres poetas (1)
Chus Pato
María do Cebreiro

Nota de actualidad

Décimo aniversario Lateral y I Premio Lateral de Narrativa
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Reseñas

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Koji Suzuki The Ring

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