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índex     enero - febrero 2002  num 28

!| biografía

La decisión o Cheap Flight to Barcelona
 Pepa Devesa

–¡Tengo el disco duro y el fax en casa de Mercedes, el monitor aquí, los discos en mi apartamento de Providence, ¿qué coño hago ahora?! –Me había levantado de la silla y gesticulaba nerviosa como de costumbre con cara de angustia.
      –Lástima que Almodóvar no ande por aquí, de verdad; lo que se está perdiendo.
      Esa era Marlene, otra invitada en el acogedor apartamento de Boston que pertenecía a las otras dos mujeres que no estaban tampoco muy lejos del ataque de nervios. Yo llevaba un vestido de verano de buen corte pero de tela casi plástica, barato como siempre, con dibujo geométrico rojo y blanco que no hubiera desentonado en las primeras películas de nuestro apreciado director.
      Marlene estaba en Boston de visita, y para echarles un vistazo a sus dos hijas, una en cada costa del país. Le preocupaban las dos, cada una por una razón distinta, pero en el fondo la misma. Aunque colombiana, era una madre española. No como mi madre, pero madre al fin y al cabo:
      –Sandra me preocupa. No se mueve. Mira el precio que tienen ya los apartamentos, y ella y su novio son tan tranquilos, se van a quedar sin nada. No pueden permitirse pagar $2000 por un estudio. También le preocupaba el hecho de la hija que estuviera ganando peso sin parar.
      El día siguiente íbamos la madre, la hija, Cris, amable persona y atrevida conductora, y yo, a las agencias que, una tras otra, nos decían:
      –No tenemos nada disponible, nadie se quiere mudar, porque los precios han subido tanto...
      Por la tele oí que la previsión en el número de estudiantes nuevos en Boston había sido superada por mucho y de ahí la falta de alojamiento. La procedencia socio-económica de esos estudiantes, desde luego, propiciaba el que ellos pillaran los apartamentos antes que nadie y, sobre todo, a cualquier precio.
      Llamar a los anuncios del periódico en busca de compañeros de piso no era divertido. Dejar montones de mensajes y recibir unas cuantas respuestas, algunas negativas, tampoco.
      Fui a una entrevista. Realmente parecía que me iban a dar un trabajo, en lugar de una habitación. No pude soportarlo. No tenía el cuerpo para esa entrevista en profundidad con tanta exigencia. La señora, hermosa india, con el bloc de las preguntas sobre las rodillas. Aparte del presupuesto limitado.
      Entrevista fallida: Quedo con un tipo que parece muy simpático y gay, y que se va a poner un chaleco naranja para que lo reconozca, en un café modernillo cerca de la casa de mis amigas. El tipo no aparece. Estupendo.
      De nuevo en Providence, hablo por teléfono con un hombre mayorcito, hablador y vegetariano, que pone como condición para vivir en su casa que no cocine carne roja. Bueno, siempre puedo comerme un bistec gordo cada vez que coma fuera. Pero ya la prohibición, quizás junto con otras razones que son las mismas que me alejan de los demás apartamentos, me echa para atrás.
      Y ¿sabes? No estoy yo para pasar por muchas entrevistas de este tipo, opositando por un trozo de hábitat, cuando tengo todas mis pertenencias, exceptuando disco duro, monitor, y fax, en un apartamento solo, que hace apenas tres semanas me encantaba, y donde ahora no me atrevo a entrar. Tengo que vaciarlo intentando traerme compañía, por miedo a que el psicópata pobre desgraciado que me amenazó de muerte me vea entrar o salir y vuelva a devolverme el gran cuchillo de cocina con que salió corriendo de allí.
      Una semana antes de la amenaza de muerte por teléfono, amenaza e insultos para que duela más, ya María me dijo que saliera corriendo. No quise precipitarme y nadie, aparte de ella, me lo aconsejaba. Así que, tras una semana durmiendo en casas de amigos, volviendo poco a poco a mi apartamento y quedándome allí de noche finalmente, buscando trabajo y apartamento en Boston con tranquilidad, diez de la mañana, y teléfono:
      –Te voy a matar, so puta. Te voy a matar, puta hispana.
      Y así fue como Mercedes y Montse se encontraron en mi casa hasta que llené mi maleta de ropa y me largué a su casa. Mi ex me ayudó a sacar la tecnología, lo único de valor de mi apartamento, por la noche. Esa tecnología repartida ahora por Nueva Inglaterra.
      Y por eso estábamos en Boston, yo casi gritando pero sonriendo, histérica quizás, Cris poniendo canciones de Pet Shop Boys y Rosalba levantando las cejas en señal de sorpresa o incredulidad, o ambas. Pero todas sonrientes y desorientadas. Suerte que hay hambre y en algún momento habrá que salir a comer. Y en la cena somos las cinco mujeres normales que somos, dentro de lo que cabe. Oímos con gusto las interesantes historias de Marlene, y con gusto devoramos la comida, también tan interesante que hacemos salir al chef para felicitarlo personalmente. El metal tornasolado de las mesas me encanta y hace juego con la comida y con la conversación.
      Me doy por vencida, me dice Rosalba, que es mi mejor amiga y la más dura. Ella no estaba cuando lo decidí, pero lo pudo adivinar antes de que lo decidiera:
      –¡Aire, CheapFlights.com y a Barcelona!
      No estoy preparada, pero tampoco es momento de pasar por estas entrevistas buscapiso americanas.
      Me dicen cobarde. Que podía haber aguantado un poco más. Cierto. Pero ya no vale de nada. Y la pena de dejar lo que ha sido mi casa durante ocho años está ahí. Sí. Y no ya mi casa sino mi familia. Estos amigos. Lo bueno sigue y seguirá. Antes lloraba cada vez que dejaba a mi familia; ahora cada vez que dejo a mis amigos. No soy la única, y no moriré. La última vez que los visité pasé unos de los mejores tiempos de mi vida. Rosalba me dijo al despedirme que me veía mejor que cuando estaba allí. Será el clima mediterráneo. Será el haber escapado de un sin sentido. Será el subsidio de desempleo.
      También me llaman valiente, o como dice alguien ahora, contradiciéndose:
      –Nena, tú tienes agallas..
       

© 2002 Pepa Devesa

Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review. Rogamos lean las condiciones de uso.
pepaDevesa.jpg (4021 bytes)biografía:

Tras estudiar Filología Inglesa en la Universidad de Alicante, realizó un máster de Estudios Hispánicos en EE.UU., donde comenzó a traducir y se dedicó durante ocho años a la enseñanza de español. Actualmente reside en Barcelona, donde es traductora y profesora de inglés y español para extranjeros.

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 enero - febrero 2002  num 28 

-Narrativa

Lawrence Schimel - Taxi acuático
Iñigo García Ureta - Cuando no queda nada
Pepa Devesa - La decisión
Antonio Padilla - Una trompeta lejana

-Poesía

Barcelona, mujeres poetas 3: M. Cinta Montagut

-Quiz Julio Cortázar (segundo –y último– round)
-Reseñas Catherine Millet, David Benioff etc

-Nota

Cine y literatura en el CCCB

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