barcelona review #19

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Barcelona Review número 19

Reseñas
:

potterHarry Potter y el prisionero de Azkaban J.K.Rowling. Emecé Editores ( Barcelona, 2000) 359 páginas.Traducción de Adolfo Muñoz García y Nieves Martín Azofra.

Nos llega una nueva entrega de las aventuras de Harry Potter (Harry Potter y el prisionero de Azkaban). Con esta suman tres, las dos anteriores fueron Harry Potter y la piedra filosofal, y Harry Potter y la cámara secreta. Las aventuras de este aprendiz de mago han resultado un fenómeno editorial y han convertido al niño de la cicatriz en forma de rayo en la frente, en ídolo de lectores de todas las edades. Este es uno de los máximos logros de J.K. Rowling, su capacidad de despertar el interés de niños y adultos por igual. Otros son la consistencia y la fortaleza de sus personajes, la amenidad de sus historias, su imaginación, y la autosuficiencia del mundo que se ha inventado y por el que discurren enfrentándose al mal, Harry y sus amigos.

Rowling no posee la riqueza imaginativa ni la prosa suntuosa de un Michael Ende, ni la ternura y el talento creador de mitos de J.M. Barry, pero sí un amor por sus personajes que trasmite con facilidad al lector, una prosa efectiva, directa y cargada de sugerencias, y una frescura que hace que sintamos como nuevo el mundo que nos propone. Y esta frescura es un detalle tan misterioso como las formulas mágicas que se aprenden en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, porque nace de elementos conocidos y utilizados hasta la saciedad en la llamada literatura infantil, o de aventuras: magos, brujas, fantasmas, unicornios; el eterno enfrentamiento entre las fuerzas del Bien y el Mal. No es nada fácil, usando estos elementos tópicos para el género, crear un universo que fascina y encanta al tiempo que comunica esa sensación de originalidad que acompaña siempre una buena historia. Y esto lo consigue con creces la autora.

Por otra parte, Rowlings no ha caído en la trampa del éxito. Después de vender millones de libros en todo el mundo y lograr fama y fortuna con su primer libro, las siguientes entregas de la serie han resultado ser tan buenas o mejores que la primera. Es pertinente apuntar que el último volumen, hasta ahora, Harry Potter y el cáliz de fuego, que acaba de aparecer en medio de gran expectación en Inglaterra y Estados Unidos, tiene setecientas páginas y promete ser la más compleja y elaborada de todas las aventuras del niño brujo. En estos tiempos en los que los autores sucumben con facilidad a los imperativos del mercado y a las presiones de sus editores, es bueno ver como esta autora se mantiene fiel a aquellos a los que se debe y por los que demuestra tener un enorme respeto: sus lectores. Juan Abreu


milan KLa ignorancia Milan Kundera. Tusquets Editores (Barcelona, 2000) 199 pag.Traducción de Beatriz de Moura.

En la última novela de Milán Kundera, una pareja de regresa al país natal del que huyeron veinte años atrás. Allí, como en un sueño, deambulan de un sitio a otro, de una persona a otra, constatando a cada instante la fragilidad del mito del regreso, la imposibilidad de recuperar; la trampa siniestra que puede llegar a ser la nostalgia.

Una casual aventura amorosa sirve de marco al itinerario de desarraigos que conforma el viaje al paisaje natal, a la casa de la infancia, a lo que queda de la familia, a los amigos, a las calles de la ciudad que habitaran; al territorio de la nostalgia. Pero todo ha cambiado porque los personajes han cambiado. Porque son otros que miran con extrañeza y en ocasiones con repulsión lo que fueron. Y aquel mundo que creían les pertenecía es ajeno y extraño e irrecuperable. Este libro nos comunica una devastadora convicción: que las cosas que perdemos se pierden para siempre. Todo se pierde para siempre.

Somos criaturas inconsecuentes y la ilusión de continuidad de nuestra vidas no es más que eso, una ilusión, parece decirnos Kundera. Fragmentos, episodios que afloran de la oscuridad y la nada del pasado, sin sentido y sin propósito. Pertenecer es un despropósito, y las patrias, por nacimiento o adopción son accidentes fatigosos, fardos con los que cargamos a lo largo de nuestras vidas, lastres que sólo están condicionados por la inmediatez, el caos y la muerte.

Puede reprochársele al libro cierta tendencia a sermonear, que por otra parte es típica del autor, y conclusiones desatinadas como la de situar el nacimiento y muerte de la figura del emigrado entre la Revolución Francesa y la desaparición del comunismo soviético; afirmación que ignora y sacrifica en aras de un trivial esquema literario, a miles de fugitivos que huían del comunismo cubano, de la pobreza y el salvajismo capitalista, o de algún fundamentalismo religioso, al tiempo que Kundera escribía su novela.

Salvo esto, con maestría y vigor que parecían perdidos después de dos frustrantes novelas (La lentitud y La identidad), Milan Kundera regresa a los territorios profundos a los que nos acostumbraron obras extraordinarias como La broma o La insoportable levedad del ser, aunque sin alcanzar nunca el nivel de dichos libros.

Todos sus lectores estamos de fiesta. Juan Abreu


lowryEl viaje que nunca termina. Correspondencia (1926-1957) Malcolm Lowry Selección, prólogo y traducción, Carmen Virgili Ed. Tusquets Barcelona, 2000

Nada (es probable que ni siquiera una ecuación matemática) tiene límites tan precisos que pueda decirse con absoluta y definitiva certidumbre: acá comienza la cosa, acá termina. Por ejemplo una obra de arte, una obra literaria, una novela, o un poema-novela: Bajo el volcán. Suele decirse (Carmen Virgili lo dice): "Malcolm Lowry, autor de una novela única". Supongamos que es así, supongamos que los libros inacabados dejadas por Lowry no son parte de su ‘obra’. Sin embargo, es difícil probar que todo lo concerniente a ese gran y proteico libro que sería su única novela está herméticamente enclaustrado en los tres o cuatro centenares de páginas que lo forman (según la edición). ¡Si hasta podría decirse que la Divina Comedia –por poner un ejemplo-, y especialmente el Infierno, del que el libro de Lowry puede ser visto como una nueva versión (aunque también como una parodia), forma parte de Bajo el volcán (signifique lo que signifique ‘formar parte’)! ¿No sucederá lo mismo con la vida del autor, la plasmada en diarios, testimonios de amigos, correspondencia, de modo que jamás de igual leer Bajo el volcán teniendo a la vista retazos de la biografía de su autor que no teniendo ninguno? Es de Perogrullo insistir en que la obra trasciende esa biografía; aunque es estúpido (y por que alguien afirmó lo siguiente otro dijo lo anterior) pensar que la obra se reduce a la historia de su autor. Ni el alcoholismo ni la paranoia ni el deseo de gloria de Lowry resumen Bajo el volcán, ni Bajo el volcán se desentiende de tales o parecidas realidades.

Eso por un lado; por otro está el hecho de que Bajo el volcán (y la obra inacabada de Lowry en su conjunto) no es una ecuación matemática, un pensamiento que una vez formulado se desentiende (aunque aún en matemática tal autonomía es dudosa) del proceso por el que ha sido hallado para circunscribir su sentido a un sistema perfectamente delimitado. Bajo el volcán se formó en un larguísimo proceso de reescrituras, selecciones de material, consultas a amigos y críticos, indicaciones de éstos, ajustes, desajustes, marchas y contramarchas que hoy lo constituyen, de manera que, aún cuando naturalmente uno puede comprender el libro sin leer más que sus páginas (¡aunque en otro sentido también las desechadas son sus páginas!), otra será la comprensión (‘el mensaje’) si se lanza una mirada a los restos de ese largo proceso. Bien; la correspondencia de Lowry es parte esencial de ese proceso, y, en esa medida, yo diría que es parte significativa de Bajo el volcán (y de la ‘obra’ de su autor).

La última afirmación no vale por igual para todas las cartas de esta excelente selección, pues se incluyen hasta felicitaciones de año nuevo (interesantes en un sentido diferente del que me importa subrayar). Pero hay cinco o seis que son como faros que Malcolm Lowry hubiera plantado a orillas del mar inmenso de su obra, y en particular de Bajo el volcán. La primera y más importante está dirigida a Jonathan Cape, luego editor del libro, el 2 de enero de 1946. Responde a un duro informe de lectura de Bajo el volcán que recomendaba cortes y modificaciones antes de disponer su publicación. Lowry desmenuza los argumentos del lector y uno a uno los refuta, y, más importante, analiza el libro capítulo a capítulo revelando muchas de las claves que al principio pasaron desapercibidas a casi todos y que recién más tarde, cuando la obra se convirtió, por así decir, en un clásico, los lectores fueron descubriendo por sí mismos: "Puede considerarse [Bajo el volcán] como una especie de sinfonía, o, en otro sentido, como una especie de ópera, y hasta como una película de vaqueros. Es música hot, un poema, una canción, una tragedia, una comedia, una farsa, etcétera. Es superficial, profunda, entretenida y aburrida, según el gusto del lector. Es una profecía, una advertencia política, un criptograma, una película cómica, unas palabras escritas en un muro. Puede considerarse también como una especie de máquina... En el caso de que usted piense que he hecho cualquier cosa menos una novela, es mejor que le diga que en el fondo mi intensión era la de escribir, aunque sea yo quien tenga que decirlo, una novela profundamente seria. Pero también es, y lo sostengo, una obra de arte, en cierto modo distinta a lo que usted creía, y también mejor lograda, siempre de acuerdo con sus propias leyes".

La carta también señala la importancia de la cábala y de otros registros simbólicos (míticos en general, y sobre todo numéricos), y de la filosofía; también el contrapunto con Joyce o con la tragedia antigua, y el soterrado humor que recorre Bajo el volcán en opinión del propio Lowry; sobre todo esto, el humor ("especie de puente entre lo natural y lo trascendental"), que Lowry creía perfectamente visible en el libro, y sobre cuya evidencia, hacia el final de su vida, desespera: "En realidad, maldita sea, pensé que Bajo el volcán era divertido, al menos en parte". Seis años antes había dicho: "me propuse que, por lo menos en parte, fuese divertido, aunque nadie parece haberse dado cuenta de ello.

Otra carta esencial de esta selección es la que se dirige a A. Ronald Button, del 15 de junio de 1946. Narra la experiencia rocambolesca sufrida por Lowry y su Margerie Bonner, su esposa, en México, germen de su novela inacabada La mordida (última parte de su proyecto de trilogía, después de Oscuro como la tumba en la que yace mi amigo y Eridanus). Otra es la dirigida al crítico Jacques Barzun el 6 de mayo de 1947, donde Lowry se dedica, con generosidad e ironía admirables, a corregir los puntos de vista sostenidos por Barzun en su áspera crítica de Bajo el volcán. Subrayo dos cartas más: a Derek Pethick, del 6 de marzo de 1950, y a David Markson (quien entonces hacía una tesis sobre la novela de Lowry), del 27 de agosto de 1951. En esta última Lowry explica el argumento de su novela En lastre hacia el Mar Blanco, desaparecida en el incendio de su cabaña en Canadá, en 1944.

Lowry proyectaba titular el conjunto de su obra El viaje que nunca termina. En sus cartas, una y otra vez recalca que en Bajo el volcán intentó plasmar en forma circular el tiempo de la novela; esto último se relaciona con el deseo de que su libro pudiera leerse ad infinitum sin que se agotase la fuente de su sustancia, ni se repitiese dos veces el mismo hecho. También habla del eterno retorno, figura usual de la eternidad entre los escritores de la primera mitad del siglo XX y de otras épocas. Lo inacabable, lo inagotable (¿lo imperfecto?) como figura de la eternidad. El que la de Lowry fuera una obra inacabada, de la que no se puede decir dónde comienza y dónde termina, cuyos límites no se vislumbran, pues incluye miles de borradores y de cartas, parece ser, irónicamente, la forma más adecuada para figurar la eternidad. "Pero sin mezcal, imaginó", se dice del Cónsul en Bajo el volcán, "se había olvidado de la eternidad, se había olvidado de su viaje al mundo, de que la tierra era una nave fustigada por la cola del Cabo de Hornos y condenada a no llegar nunca a su Valparaíso". El mezcal, otra figura del arte, le recuerda la eternidad a quien lo bebe, le recuerda ese no llegar nunca a nada, el ir siempre, o el volver por siempre. Tal la obra inconclusa de Lowry (que incluye seguramente sus cartas), proteico mar de sentidos con playas siempre cambiantes. ¿Será eso lo clásico, lo inagotable? Según Malcolm Lowry, sí. Por eso, entre otras razones, resulta tan perturbadora la plegaria que obra de colofón de este epistolario, escrita por Lowry al Querido Señor Dios, a quien pide "que me ayudes a ordenar este trabajo, aunque parezca feo, caótico, pecaminoso, de modo que sea aceptable a Tus ojos...". Y hacia el final: "por favor, ayúdame, de lo contrario estoy perdido". Daniel Attala


La Opinión amordazada Abrasha Rotenberg Ed. del Taller de Mario Muchnik Madrid, 2000

La Opinión amordazada es un libro de memorias escrito sin más fuente que el recuerdo de lo vivido por su autor. La feliz decisión de no corroborar los hechos documentalmente lo convierte en mucho más que la historia de "la lucha de un periódico bajo la dictadura militar", según reza el subtítulo. El hilo conductor del libro es la historia de La Opinión, periódico argentino creado en 1972 por Jacobo Timerman y clausurado por la dictadura militar en 1979 so pretexto, nunca demostrado, de mantener vínculos financieros con la guerrilla. Abrasha Rotenberg había participado de los fulgurantes proyectos anteriores de Timerman, Primera Plana (1962) y Confirmado (1964), y administró desde el comienzo La Opinión, matutino tabloide sin fotografías, crítico, cultivado y antifascista, que contó entre sus colaboradores a intelectuales de la talla del poeta Juan Gelman, el periodista Horacio Verbitsky o el escritor Tomás Eloy Martínez. Según Rotenberg, El País de España se inspiró en La Opinión a la hora de definir sus perfiles.

Sin embargo la historia del periódico –vericuetos financieros, tensiones con el poder, traumas y avatares en el fuego cruzado de la guerrilla y las fuerzas paramilitares que acabaron ahogándolo- es apenas la superficie de este espléndido y angustioso libro. La memoria de Abrasha Rotenberg –judío ucraniano que, como Timerman, llegó de niño a la Argentina huyendo de Stalin- es el testimonio vivo del tramo más negro vivido por la Argentina durante el último siglo: la década del setenta. Bombas, secuestros, robos de niños, torturas, censura, son algunos tópicos indispensables para hablar de aquellos años. La Opinión amordazada no abunda en ellos (otros muchos libros ya lo hacen), opta por plasmar una experiencia íntima: sueños, impresiones fugaces, ingenuidades, decepciones cotidianas, euforias pasajeras o persistentes, fricciones, chistes, proyectos editoriales realizados o abortados. Y aún cuando en sus páginas se asoman algunos poderosos –el ex presidente Lanuse, el banquero Graiver, el ministro Gelbard y el omnipresente Timerman- su enfoque mínimo e íntimo permite acercarse a la época desde un ángulo distinto al del historiador. Distinto y tanto o más indispensable para quienes desean entender el pasado, el presente y el futuro de la Argentina.

El lector se siente interpelado por el libro de Rotenberg con una fuerza difícil de hallar en una historia documentada, y menos difícil en la literatura. Yo diría que es la fuerza de la verdad. No la de fechas correctas, sino la de quien ha decidido mirar de frente el entramado de su vida y contar honesta y verídicamente lo que ve. El resultado, por cierto, no es menos triste que una lista de desaparecidos o una explicación de los "vuelos de la muerte". Y es que Abrasha Rotenberg describe, en fin, el prólogo del hundimiento de la República Argentina en la abyección, en la pobreza material y espiritual. Hundimiento del que ese país no ha salido, ni es seguro que vaya a ser capaz de salir.

Estas memorias tendrían su interés limitado a los sudamericanos de que hablan si su autor no estuviera empapado de tradiciones judías. Cada tantas páginas Rotenberg reflexiona sobre los viejos mitos: la creación del mundo, la espera del Mesías, la alianza del pueblo con Dios. Los oscuros, complejos y personalísimos hechos que relata se detienen, y se miran en el espejo intemporal de ese fondo poético. Entonces su rostro adquiere cierta profunda y universal dimensión que nunca les habíamos visto; no antes de este libro. Daniel Attala

© 2000 The Barcelona Review
Juan Abreu y Daniel Attala

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