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 LA NUEVA OLA DEL CINE ESPAÑOL
Alejandro Amenábar se sube a la ola con Abre los ojos

por Peter Sotirakis

Recientemente El País Semanal, suplemento dominical gratuito de El País -uno de los pocos periódicos nacionales de calidad-, publicaba en portada una historia de treinta páginas titulada "El nuevo cine español de la A a la Z". Todo (o casi todo) lo que usted quiso saber sobre el nuevo cine español y nunca se atrevió a preguntar. Su última entrada era "el Zorro", la última aventura de Antonio Banderas en su carrera para convertirse en la mayor exportación cinematográfica española, ahora tan conocido como la paella. La película en questión es La Máscara del Zorro, dirigida por Martin Campbell y co-protagonizada por Anthony Hopkins, cuya fecha prevista para su estreno en Estados Unidos es el 24 de julio y para España, el 23 de octubre. Pero la primera y más larga entrada era una entrevista con Fernando Trueba, director de la película Belle époque que fue galardonada con un Oscar, del que ni el nombre ni el apellido empiezan por A, y con el último "pequeño genio" español, el director alejandro Amenábar, cuyo nombre y apellido sí empiezan por A.

"El público le ha perdido el miedo a las películas españolas. Nuestro cine gusta y gana dinero" era la confiada declaración que encabezaba el artículo para describir la luz que aparentemente ha descendido para iluminar la oscuridad cinematográfica española. El retrato de dos figuras caminando despreocupadamente por las calles de una Madrid invernal, con las manos firmemente metidas en los bolsillos, fue el elegido para ilustrarla: "un aprendiz brillante y un maestro". No hacía falta adivinar quién era quién teniendo en cuanta que al menos veinte años separan a los dos directores. Trueba, que también escribe crítica de cine y acaba de publicar un diccionario de cine, está considerado un pilar del cine español, mientras que Amenábar, con dos producciones en el bolsillo -Tesis y Abre los ojos- tiene la conveniente edad de "chico-maravilla" al estilo Welles de veinticinco años. Se dice que, le pase lo que le pase a Amenábar más adelante en su carrera, ahora parece ser el "brillante aprendiz" de uno u otro; tanto de Trueba en la mencionada entrevista como (según otros artículos) del productor de sus dos películas, José Luis Cuerda, quien, como la mayor parte de la gente de cine en España, también está metido en otra área: la de dirigir. Esta versatilidad de papeles y una aparente atmósfera de familiaridad en la industria cinematográfica española es quizás una de las principales razones de su florecimiento en este momento. Las analogías son claras y ciertamente no se pasan por alto en los artículos que aparecen sobre la mayoría de edad del cine español: en el artículo de El País Semanal, Trueba se convierte en Henri Langlois, mientras Amenabar lo hace en François Truffaut; en cualquier otro sitio, Cuerda se convierte en la figura del padre de Langlois. Con similar énfasis en juventud y atrevimiento junto con un puñado de antepasados cinematográficos sagrados -Buñuel, Aranda y Berlanga- la respuesta española a "el nouvelle vague", la mismísima "nueva ola", ha llegado, y periódicos como El País están fuera de sí anunciando su llegada.

En número anterior de The Barcelona Review, era la descarada visceralidad del oso vasco Álex de la Iglesia y su última película Perdita Durango lo que se sacaba a flote; en este número es la otra cara de la nueva producción española: las consideraciones deliberadas y arquitectónicas de este hombre serio y joven llamado Alejandro Amenábar. De los excesos de carne y hueso de un director a los excesos de mente del otro. Mientras el joven Álex de la Iglesia habría crecido encerrado en su habitación atiborrada de posters, habría seguido una dieta a base de pulp y habría sufrido uns sobrecarga de cómic además de pulp, Amenábar estaría en la parte alta de la ciudad, en algún café, tragando revistas de informática mientras espera la hora de dirigirse al estreno de la última película de Kubrick.

Nacido en Santiago de Chile, de familia hispano-chilena, Amenábar reside en Madrid, donde ha sido reclamado como propio por los críticos de cine españoles. Su primera producción, Tesis, tuvo un estreno discreto en 1996 y casi se perdió en el olvido de no ser por un par de galardones en el Festival de Cine de Berlín y por un crecimiento verbal lento del público aquí en España. Los publicistas decidieron presupuesto publicitario y el éxito inesperado fue coronado con el recibimiento de 7 Goyas. Tanto críticos como público se apresuraron en confirmar el sitio que Tesis ocupaba en la historia del cine español, y ya por entonces Amenábar se encontraba en mitad del rodaje de su segunda producción, Abre los ojos, y el lento crescendo de su éxito por Tesis sólo sirvió para aumentar las expectativas de su continuación.

Sobra decir que Abre los ojos se lanzó con una campaña publicitaria considerablemente más importante que no dejaba ninguna duda sobre la confianza del productor y el distribuidor en el éxito de la película. Y no fueron defraudados: durante los primeros veinte días de estreno local, la película fue vista por más de un millón de personas y la recaudación sobrepasó los 600 millones de pesetas, cifras sin precedentes en un estreno local. Entonces la película y el director fueron invitados al Festival Sundance de Cine Independiente, iniciado por Robert Redford, de gran reputación como plataforma de lanzamiento de cine independiente de éxito en todo el mundo, siendo Tarantino uno de sus "descubrimientos". Allí encontró la película fácilmente un distribuidor para Estados Unidos y para el resto del mundo, "Live Entertainment" y "Summit Entertainment", respectivamente. Así que cuando entré en el cine y cerré los ojos para ver Abre los ojos, sinceramente esperaba verme arrastrado por esa ola de entusiasmo. Ahí tenía a un joven director jugando con el sueño del cine y con los miedos del público, jugando con la posibilidad de hacer cine y con el poder de sugestión de su particular visión cinematográfica, además del soporte de unos cuantos técnicos y un bien provisto escenario. Pero mis ojos nunca llegaron a cerrarse realmente a la emoción del momento cinematográfico. Así que cuando la última voz susurró "abre los ojos" sobre una pantalla en oscuro, no hubo necesidad de ello: ya estaban abiertos.

El mayor problema de la película es un problema de inmadurez. Por descontado hay que dejar un poco de margen, ya que Amenábar tan sólo tiene 25 años y ésta es su segunda película -y desafortunadamente los prodigios del tipo Welles no aparecen tan fácilmente como los medios de comunicación hoy en día parecen estar decididos a afirmar. Con toda su seriedad y conciencia de sí, Abre los ojos es básicamente una película juvenil que pretende llegar a mayores profundidades, hecha por un director totalmente consciente del juego de "hacer películas". Pero esta conciencia e interés deja a la película sin alma, pidiendo mundanería y conocimiento a través de la experiencia, no tan sólo conocimiento por conocimiento. Porque entonces el cine se convierte simplemente en un ejercicio técnico; irónicamente, una de las más grandes críticas que puedan dirigirse hacia el cine de uno de los "héroes" de Amenábar, Stanley Kubrick.

El reparto es competente sin ser sobresaliente. Najwa Nimri transmite la cantidad justa de peligro y de misterio con su voz rota, haciendo los honores como la oscura Núria. Su otro yo, la más clara Sofia, está interpretada por la maltratada Penélope Cruz, uno de los vértices de la trinidad española de ahora veteranas jóvenes promesas junto con Maribel Verdú y Ariadna Gil. ¿Cuándo se darán cuenta los directores que tiene más de Rita Hayworth que de Loretta Young? Espero con ansiedad la película que descarte su apariencia joven y frágil de niña/mujer y que le confiera un poco de poder y de maldad, algo de fuerza que pueda hacer justicia a su carnalidad en pantalla. Eduardo Noriega como César y Fele Martínez como Pelayo son los jóvenes protagonistas masculinos que tienen poco que hacer con unos personajes poco definidos y, en el caso de César, poco comprensivos.

Tanto si le gusta o no, o si está dispuesto a aceptar su papel, Amenábar se ha convertido, tanto para los críticos como para la industria, en la gran esperanza del cine español. Ya se le señala como el siguiente director español de éxito en el extranjero (léase Estados Unidos), aunque ese mercado sea pequeño para las películas españolas. Pero lo que le falta en ventas y distribución lo tiene en respeto y orgullo: un director español que rompe en los mercados extranjeros (EEUU) se coloca automáticamente en compañía de previas historias de éxito como Buñuel y Almodóvar, incluso si sus películas no tienen nada en común con estos dos. Si el éxito en "Sundance" se convierte en resultados, su próximo proyecto puede protagonizarlo John Travolta -e incluso Antonio Banderas, para quedarse más cerca de casa- aunque Amenábar altivamente sugirió que "no quiero saber nada de grandes estrellas". Tampoco quiere, dice, seguir los pasos de Hitchcock cuando se fue de Inglaterra a América. "Para empezar, no voy a hacer ningún remake de ninguna de mis dos películas". Comentario destinado, quizá, a anunciar y reafirmar su independencia dentro de la caldera de Hollywood, un comentario que indica qué es lo que más necesita después de esta erupción de gloria: la necesidad de tiempo y la experiencia que ello conlleva para ser capaz de añadir un poco de cuerpo y alma a su visión.

 © 1998 Peter Sotirakis

Traducción de Isabel Quintana Wulf y Carol Isern