The Barcelona Review

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Reseñas

Los primeros días de Pompeya María Folguera

Gestarescala Philip K. Dick

Trazado del natural Agustín Calvo Galán

El verano de los cazadores de luces Paco Moral

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portadaMaría Folguera
Los primeros días de Pompeya
Caballo de Troya, 2016

 

A María Folguera, dramaturga y directora de escena además de novelista, Pompeya le sirve de horma para montar el calzado que vistió Madrid no hace tanto, y que amenazaba con engalanar el pie de su alcaldesa, Esperanza Aguirre, cuando el director ejecutivo de Las Vegas Sands, el escualo Shedelton, aún daba coletazos paseando su «cara de pez» —como diría la autora— por una ciudad a cuyos habitantes sus migajas (260.000 empleos nada menos) sabrían a gloria. No olvidemos que, por entonces, la capital conocía el núcleo duro de la crisis; de ahí que el halo apocalíptico de la decadente ciudad del viejo imperio que quedó soterrada bajo la lava del Vesubio sobrevuele como una amenaza constante este Madrid posmoderno fotografiado en caída libre.
            La muerte, por tanto, pese al estilo irónico y entrañable repleto de imágenes personalísimas, no es una broma en esta novela que transcurre entre sus márgenes. Contra ella se conjura la escritura como único gesto de resistencia capaz de dar sentido al sinsentido, cuando el Arte escrito con mayúsculas, es decir en tanto que poder transformador de la praxis cotidiana, también fracasa. Los primeros días de Pompeya trata de esa búsqueda, de las «ganas de hacer algo bueno, bello, útil» y de todos los muros con los que choca este deseo; unos muros bien conocidos por quienes osen decir «soy artista» sin ser bendecidos por Fortuna. Cuando conoce a Hannah, una accionista norteamericana que ha realizado performances por todo el mundo y cuenta con el favor divino, por momentos parece  que la protagonista narradora  lo conseguirá, y el objetivo será «poblar Madrid de cuerpos visiblemente desesperados» para los que ella misma sirve de molde. Todo forma parte de un experimento artístico que, por una especie de détournement casual, amenaza con destruir los planes de la villana Presidenta, pues la exposición «Pompeya: Vida de la catástrofe» no sirve sólo para inspirar a Hannah sino también a Adriano, el «lacayo a tiempo completo de la Presidenta» que ha sabido leer el signo estéril de las ruinas pompeyanas en la inconclusa urbanización El Paraíso, y matar dos pájaros de un tiro ofreciendo a Shedelton esta ruina posmoderna que los jugadores podrán contemplar a través del metacrilato, si es que las figuras abandonadas por Madrid en las más diversas formas apocalípticas no lo echan todo a perder.
            Creo que, más allá del recurso a la ciudad redundante, lo que da mayor intensidad a esta novela que sabe mantener su intriga hasta la última línea, es el tema del posicionamiento de los personajes; un elemento narrativo de primer orden que puede leerse a la misma luz con que Bourdieu alumbra La educación sentimental de Flaubert en Las reglas del arte. Adriano y la narradora se conocen; es más, son amigos, excompañeros de la universidad a los que un mismo chorro filoclásico apaciguó un buen día, «cuando era fácil posicionarse», aunque luego sus vidas han seguido rumbos distintos. Como brújulas de los mismos aparecen unos «personajes de referencia», Hannah y la Presidenta, que representan los dos polos alrededor de los cuales pivota el universo de la novela: el del arte y la revolución por un lado, y el del dinero y el poder por otro. Todo se organiza a partir de aquí (también el espacio urbano), y en lo simbólico de cada universo que redefine la trama, o mejor aún, en las territorialidades que los dividen y que de repente puede atravesarse so pena de perder el propio nombre, debe buscarse la clave de los sentimientos de esta novela crítica y a la vez exigente estilísticamente, como hace falta que sea de vez en cuando una buena novela.

Víctor Mercado

 

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portadaPhilip K. Dick
Gestarescala
Ed. y trad. de Julián Díez, Cátedra, Madrid, 2016

 

Corren años buenos para Philip K. Dick: Amazon estrenó a finales de 2015 la serie inspirada por El hombre en el castillo, sus grandes novelas y sus relatos siguen reeditándose en varios formatos, tanto en inglés (véanse los tres supervolúmenes de la Library of America) como traducidas, en 2012 Pamela Jackson y Jonathan Lethem editaron una gruesa selección de la Exégesis y, hasta el momento, es el único autor con dos títulos en la muy valiente y necesaria colección Letras Populares de la editorial Cátedra. La recuperación de Gestarescala en castellano (ya había aparecido en Argentina en 1975, traducida por el quizá apócrifo Andrés Esteban Machalski) es una buena noticia, pese a tratarse de una novela menor en la producción del autor. El planteamiento es sencillo y atractivo: el alfarero Joe Fernwright subsiste miserablemente en la distópica República Comunal de los Ciudadanos de América (un arranque que recuerda a La caverna de Saramago) hasta que el misterioso semidiós Glimmung lo convence para acudir al planeta Labrador para participar en la reconstrucción de Gestarescala, una misteriosa catedral hundida en cuya restauración participarán criaturas de distintos planetas. Sin embargo, el desarrollo de la trama sigue un curso deslavazado, alternando un humorismo que no acaba de dar en el blanco con unas reflexiones filosóficas traídas, las más de las veces, por los pelos. Curiosamente, Dick publicó la novela en 1969, el mismo año de la prodigiosa Ubik y solo un año después de la archiconocida ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, pero carece de la grandeza y la sencilla profundidad de ambas. Esto no quita extraordinarios hallazgos como el Libro profético de los enigmáticos calendas.
            La retraducción de obras literarias es una tarea encomiable y necesaria, también en el caso de la ciencia ficción, un género muchas veces maltratado en ese sentido. Lamentablemente, la presente edición resbala en los lugares más tontos: puede que la prosa de Dick no sea precisamente un dechado de estilo, pero esto no disculpa los frecuentes calcos («haría colapsar al [sic] edificio», p. 211; «Que te rompas una pierna», p. 273) y los solecismos que podría haber resuelto una buena corrección («Puede que lo que le ocurriera se produjo aquí», p. 200; «empezó a escucharse un gemido», p. 213), que de paso despejara las múltiples erratas que poco a poco minan la paciencia del lector. Julián Díez demuestra su pericia como traductor al enfrentarse (con la útil ayuda de alguna nota) a los endiablados juegos de palabras de El Juego telefónico al principio de la novela, por lo que tachas como las señaladas resultan tanto más incomprensibles. El volumen se completa con una introducción magistral del propio Díez, que complementa sin solaparse la de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. A destacar la sistematización de los temas y personajes de la obra de Dick en general y el análisis de la Gestarescala en particular, preciso, razonado y quizá, en algunos puntos, algo benévolo.

David Paradela López

 

Los primeros días de Pompeya María Folguera

Gestarescala Philip K. Dick

Trazado del natural Agustín Calvo Galán

El verano de los cazadores de luces Paco Moral

 

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portadaEl recuerdo y la contemplación
Agustin Calvo Galán
Trazado del natural  
La isla de Siltolá Sevilla 2016

 

El poemario que tenemos en las manos es el cuarto libro de poesía publicado por su autor que es, además, un reconocido poeta visual  y un hombre con una enorme sensibilidad que sabe escuchar los sonidos del mundo y lo que revelan. Ha hecho también varias exposiciones de su obra gráfica
            Calvo Galán fue premio César Simón con su poemario Amar a un extranjero en el que realiza un ejercicio muy curioso al unir la vida de dos pintoras que realmente existieron y cuyo vínculo único es que amaron a un extranjero.
            En Trazado del natural la voz del poeta es radicalmente distinta, ya no se proyecta hacia la historia de otros  sino hacia su propia historia, su niñez, sus recuerdos, el viaje como certeza y posibilidad de expresión buscando siempre el motivo para escribir. Dice por ejemplo “Me he escondido dentro/me abandono entre palabras”.
            Este dentro del que nos habla el poeta es la propia realidad que contempla, una realidad que no es otra cosa que la naturaleza que contempla  y entra en ella para aprender y ser con todo lo que contempla. En la primera parte titulada “Al raso” que es la más extensa, nos explica claramente ese deseo de integración “cada día rindo culto al árbol más imponente de esta colina.Aprieto mi espalda contra él y me digo que soy savia”.
            Es muy curiosa la situación del yo respecto de lo que contempla y recuerda ya que parece situarse en una posición de inferioridad , dice “Este bicho me conoce a la perfección, sabe, sin haberse enfrentado aún a mi, que soy un perdedor y que por eso escribo, y por eso me ama.”
            Hay lugares donde el poeta vive su perplejidad y su contemplación de una realidad con la que se comunica “aquella realidad vivida como si fuera la mía misma”. Se trata, pues, de un paisaje exterior que en realidad  traduce un paisaje interior hecho de dudas.
Las referencias culturales son constantes y ayudan a situar el caminar del poeta en un tiempo y un espacio.
            La segunda parte “En la espesura” es más breve y funciona como el cerrar un círculo en el que la vida, la escritura y el tiempo se enlazan  para dar realidad a la propia escritura poética.
            Los poemas en prosa, mayoritarios en este libro, dan al conjunto un tono elegíaco y melancílico a veces que invitan a la reflexión. M Cinta Montagut ©MCM para TBR 2017

 

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portadaLa poesía como testimonio
Paco Moral
El verano de los cazadores de luces  
Madrid, Lastura, 2016

 

Lastura es una de esas pequeñas editoriales que en los últimos años han surgido en el panorama editorial español para ofrecer a los lectores la mejor y más variada poesía que parece no tener un lugar  en las grandes editoriales que se mueven por un criterio economicista más que literario. Las editoriales como Lastura, a pesar de las dificultades que padecen  muchas veces, se arriesgan  para que podamos gozar de obras y autores como Paco Moral del que hoy vamos a comentar su último poemario.
            Paco Moral comenzó su carrera poética en 1989 con la publicación de su primer libro de poemas, colaboró en los años siguientes en distintas revistas y publicaciones literarias pero no volvió a publicar otro libro de poemas hasta el año 2008, hubo por tanto un silencio de casi veinte años antes de que volviera a seguir su camino poético.
            El verano de los cazadores de luces es  un libro en el que la voz del poeta se convierte en la voz de todos los que sufren la injusticia y el dolor de vivir en un mundo que se ha convertido en un lugar inhóspito para el desarrollo de la vida humana en libertad y armonía con los otros seres humanos.
            El libro comienza con un largo poema programático en el que el poeta nos descubre sus intenciones y  afirma su  fe en la palabra como portadora de verdad y de sentido. Dice “ digo todas las palabras que me caben en las fauces/porque son mías/son mi patria/sin ellas no soy más/que este sonido sordo de una piedra/golpeándome en la nuca.” El poeta es el cantor que con su palabra se compromete con los demás.
            El poemario se divide en tres partes . La primera Infinit(iva)mente  está compuesta por poemas que comienzan todos por un verbo en infinitivo lo que convierte cada uno de los poemas de este apartado en una especie de verdad irrefutable y al mismo tiempo produce un distanciamiento que evita que lo que en los poemas se dice se convierta en algo panfletario. Moral muestra un extraordinario dominio de la palabra que mueve a reflexión antes que a la consideración de los poemas como expresión de una queja sin fundamento. En esta primera parte muestra un mundo desolado y feroz donde el ser humano debe protegerse y luchar para sobrevivir y poder asi realizar sus sueños. “Ser/tu/yo/nosotros/pese a ellos”.
            La segunda parte titulada Voz en off incide más en la ternura, en la trampa de lo politicamente correcto y la visión sobre el mundo se dulcifica sin dejar de ser testimonio de una vida y un mundo que parece que no está hecho para las personas.
            En la tercera parte titulada Agujero para escapar de la red  predominan los poemas en los que el amor es el protagonista ya que parece que sólo a través del sentimiento amoroso es posible alejarse de la dureza de la vida cotidiana. Se trata de un amor en el que está ausente la idea de la posesión o de la entrega con lo que se convierte en un canto a la libertad. “Cuando regreses te amo/más que antes/ libre/ insumisa/ dueña/ de ti misma”.
            En el poemario encontramos citas de otros poetas contemporáneos como Cecilia Quílez, Laura Giordani,  Luis Pastor, Julio Obeso, Ana Pérez Cañamares, etc.
            Estilísticamente  se trata de una poesía directa, en la que las imágenes poseen una fuerte carga simbólica y que parece tener como objetivo hacer reflexionar sobre el sentido de la vida y los problemas actuales que , en el fondo, son universales. MC Montagut ©MCM para TBR 2017

 

 

Los primeros días de Pompeya María Folguera

Gestarescala Philip K. Dick

Trazado del natural Agustín Calvo Galán

El verano de los cazadores de luces Paco Moral


 

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