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índex català     enero - febrero  n° 46

Reseñas1 46

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La perfección del tiro
Mathias Enard
Mi hermano el alcalde Fernando Vallejo
Del natural  W.G. Sebald
La gracia y el deseo Mariana Colomer
Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta Miquel Dalmau
La máquina de triturar niñas Tonino Benacquista
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El disparo más hermoso del mundo

portada-EnardLa perfección del tiro
Mathias Enard
Traducción de Manuel Serrat Crespo
Reverso, Barcelona, 2004

No es necesario conocer a Heráclito, o en su defecto a Petrarca, o a Fernando de Rojas, para poder afirmar que la metáfora de la existencia como guerra o combate permanente es una de las más convincentes de cuantas la cultura humanista nos ha legado antes de desaparecer consumida por sus enemigos. Con las tropas en territorio hostil, o con las tropas a resguardo en casa, el bien o lo bueno siguen sin estar más cerca por más que algún iluminado se empeñe en su lucha personal contra la barbarie. Si convenimos que la novela tiene como función principal exponer el mal sin moralizar y descubrir al mismo tiempo territorios insólitos de la experiencia humana, esta deslumbrante novela de Mathias Enard cumple magníficamente con ambos objetivos al situar su historia en un frente de batalla abstracto, más allá del bien y del mal.

Esta novela perturbadora y obsesiva se enfrenta a la tradición épica del género narrativo bélico poniendo en el punto de mira a quien lo suele poner todo en el suyo: la figura letal del francotirador, fascinante contrafigura del novelista. El novelista Enard -de ahí la focalización subjetiva del relato- tiene la gran valentía de erigirse en francotirador de primer nivel mediante el acto poético de identificarse con la mirada acechante del criminal emboscado. Enard presta su poderosa voz narrativa a ese francotirador enardecido indistintamente por un buen disparo de fusil y una deseable adolescente que cuida de su madre loca. El novelista es ese tirador de elite que, en cuanto realiza el disparo, se identifica fatalmente con la víctima, con el otro a quien ha tardado un tiempo en designar como blanco destacándolo con su gesto de entre las múltiples presencias que transitan por el espacio anónimo de la realidad.

La novela de Enard cuenta la turbulenta historia de un francotirador tan exigente y disciplinado como un artista, un científico o un escritor: un psicópata perfeccionista y calculador que sueña con la muerte metódica de todos y acaba poseído por un amor imposible hasta la locura y la mutua extinción. No en vano, la novela abre fuego con un epígrafe de André Breton sobre el "amor loco", como recordatorio de que este autor manifestó, precisamente, que el acto surrealista básico consistía en disparar al azar contra la multitud.

Enard describe la guerra como un laboratorio abominable en el que se experimenta con el paroxismo de la vida elemental, ese rostro bestial que suele ocultarse tras la máscara humanitaria. Si la guerra es instinto de supervivencia, es también instinto puro, animalidad pánica, sexo extremo. Una de las facetas más sugestivas de la historia es cómo el novelista Enard, al penetrar la mente enferma del francotirador con su mira microscópica, consigue transformar la crueldad en placer, el odio en pasión, la fiereza en amor. La economía libidinal del francotirador es explorada así en toda su excitante ambigüedad: su ardor visceral por el cuerpo moreno y opulento de la quinceañera, sus erecciones intempestivas y juegos masturbatorios con el arma reglamentaria, el deseo sucedáneo del fusil, el retozo acuático con su compañero de armas o la erotizada relación con las víctimas de sus disparos.

Con una sintaxis impecable, esta novela alegoriza la derrota histórica del sueño del humanismo y la ilustración. La entrada brutal en el siglo XXI: una espiral de violencia y destrucción tan masiva como el manto de moralina que la encubre. Una novela imprescindible, pues, para comprender el tiempo que habitamos: en el campo de batalla de sus páginas, la inteligencia y la poesía combaten, como revulsivo ético y estético, contra la ingenuidad bienpensante y la falsa inocencia, el cinismo global y el horror contemporáneo.

Juan Francisco Ferré

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Támesis sin Londres

portada VallejoMi hermano el alcalde
Fernando Vallejo
Alfaguara, Barcelona 2004

Mi hermano el alcalde es el título de la última novela del escritor colombiano Fernando Vallejo, de quien ya teníamos noticia por su ciclo novelístico autobiográfico denominado El río del tiempo –concluido en 1992- o por sus obras El desbarrancadero (2001), La rambla paralela (2002), el ensayo Logoi. Una gramática del lenguaje literario (1982) y los estudios biográficos Barba Jacob. El mensajero (1984) y Chapolas negras (1995). Nacido en Medellín en 1942, lleva más de treinta años viviendo en México, exiliado de un país que pasó de ser el paraíso de su infancia a ser un escenario dantesco, la "güevona y puta" Colombia a la que las instituciones del poder político y eclesiástico han borrado de todo atisbo noble que en otro tiempo tuvo.

En esta nueva entrega Vallejo nos sumerge en un mundo irreal y formula una despiadada sátira contra el estado corrupto y beligerante en el que se encuentra sumido su país. Mezclando como en anteriores entregas autobiografía y ficción y con un tono rebosante de comicidad –menos corrosivo de lo habitual- presenta a Carlos, su hermano en la vida real, antes y después de erigirse alcalde de una aldea de la región de Antioquia, llamada Támesis. Así, en tono delirante va mostrando la trayectoria de este personaje homosexual, bondadoso y alcohólico, cuya riqueza le permite comprar el voto o hacer que los muertos sean registrados para ejercerlo: "con los muertos lo que sí hay que hacer, una vez por la cuaresma, es sacarlos a votar. Te lo agradecen mucho porque se orean" (en el cementerio puede leerse la leyenda: ‘muerto: no dejes que otras decidan por tí, vota’).

La farsa con la que muestra el proceso electoral en Támesis y el delirio del alcalde electo conforman el punto de partida de esta novela. Prostitutas y monjas aupan en la alcaldía a Carlos, que, víctima del dengue, entra en un desvarío que arrastra consigo a su pueblo. Entre los proyectos más destacables de este alucinado alcalde están dotar de medios informáticos a los ancianos o proponer actividades lúdicas infantiles en los cementerios para que los niños le pierdan respeto a la muerte.

En medio de esa virulencia política fondeada en la vacuidad del sistema y los representantes políticos o la Iglesia, Vallejo deja escapar pinceladas de gran ternura hacia los enclaves de su historia personal; Támesis es el lugar donde transcurrió parte de su infancia.

Los elementos combinados por el escritor colombiano -autobiografía y novela, realidad y ficción, tono entrañable y crítica feroz, locura y lucidez- urdidos tras una prosa de ritmo trepidante, adquieren singular complejidad en esta obra que, por medio de un aparente diálogo con el lector, lo invitan a participar y perderse en los marañas que separan y mezclan literatura y vida. Así ocurre cuando, por ejemplo, en un pasaje, se le pregunta al autor por un accidente geográfico. La respuesta nos remite a una página web en la que efectivamente podemos comprobar dicha información (www.paraíso.támesis.com). Fernando Vallejo nos pasea a sus anchas por el relato y nos hace reír de principio a fin con los entresijos de este municipio estrella del ciberespacio. Uno de los más hábiles escritores vivos en lengua castellana. Un valor en alza en la literatura colombiana actual.
Carlos Vela

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portada-SebaldDel Natural
W.G. Sebald
Traducción de Miguel Sáenz
Anagrama, Barcelona, 2004

Ya podemos disfrutar de la última obra de W.G. Sebald: Del Natural. Paradojas del destino, su última obra publicada en castellano, resulta ser la primera que escribió en 1983. Su publicación ha sido tardía tanto en nuestro país como en Francia o Gran Bretaña. El prematuro fallecimiento de Sebald ha sido, posiblemente, el motivo de la publicación. Quizás, algún día, sabremos si el autor daba ya por acabada Del Natural o bien el ejemplar que tenemos en nuestras manos es su versión definitiva.

Al igual que el resto de obras de Sebald resulta un trabajo de difícil clasificación. Podríamos decir que es un poema en prosa, pero también podría tratarse de un libro de historia, un diario íntimo o de unas memorias un tanto peculiares. Para esta primera obra, Sebald escogió una forma que no repetiría en sus trabajos posteriores: el poema en prosa o el "poema rudimentario", cómo subtitula Sebald Del Natural. El libro se divide en tres secciones que funcionan de manera autónoma, Sebald pensó que funcionarían como una entidad, hecho que se cumple después de una atenta lectura. Su primera parte es la biografía del pintor germano Matthias Grünewald. La segunda narra las peripecias del botánico G.W. Steller, durante una expedición con Vitus Bering, y la tercera es una panorámica de la infancia y primera juventud del propio autor.

Un recorrido avant lettre de los temas predilectos de Sebald, de manera que, habiendo leído el resto de su obra ésta cobra más valor del que posee por sí sola. Sebald, el último romántico, el cartógrafo del dolor humano y del sentimiento de pérdida, nos va introduciendo en su particular mundo de la mano de dos personajes del pasado, Grünewald y Steller, y de la suya propia. El pintor Grünewald y sus retablos, donde éste aparece y desaparece como Sebald en sus obras, son la primera piedra de toque para que el autor vaya desgranando sus temas. Grünewald (que nació en un pueblecito bávaro cercano al pueblo natal del escritor) es un ser perdido, un viajero sin rumbo, como el propio Sebald o como otros personajes que aparecen en posteriores trabajos: Jacques en Austerlitz, Janine en Los Anillos de Saturno o el propio autor en Vértigo. W. G. Sebald se hace valer del mundo de Grünewald y la Alemania envuelta en la Guerra de los Campesinos del siglo XVI para meditar sobre problemas que le son cercanos y que nunca abandonarán su obra. En un momento determinado dice así: "Sabido es que existe una larga tradición/ de perseguir judíos, también/ en la ciudad de Francfort del Meno". Con estas palabras inicia una digresión de cuatro páginas donde relata los progroms sufridos por los judíos en la Alta Edad Media y los vividos por Grünewald/ Sebald. El Holocausto será un tema que sobrevolará las obras del autor, a pesar de que no dedicó ningún trabajo en particular a éste. Esta primera parte dedicada a Grünewald será también una muestra del interés por la historia, por la narración y el uso y abuso de la memoria histórica; posiblemente uno de los pilares de la obra de W.G. Sebald. Ésto se repetirá en las otras dos partes del libro, en la dedicada a Steller y los viajes de los científicos Ilustrados, y en la sección autobiográfica, quizás la más cercana y reveladora sobre su persona y futura obra.

La segunda sección dedicada a Georg Wilhelm Steller (quién comparte iniciales con Sebald, de nuevo otra coincidencia autor/personajes que es inequívocamente intencionada) es un canto a la naturaleza a la vez que un diálogo entre natura y civilización, idea que vertebra las tres secciones, de ahí el título. Steller es un expatriado, como Sebald, un hombre de ciencia que deambulará por Siberia al igual que Sebald por Manchester, en busca de su identidad, más que en aras del progreso; idea Ilustrada que Sebald interrogará en éste y en otros trabajos posteriores. La identificación de la plenitud, de la autorrealización con el entorno natural agreste y sin civilizar, hacen que esta sección, y por qué no, la totalidad del libro, tengan un carácter pastoral (no en vano, Sebald cita a Virgilio al inicio de la tercera sección de la obra) cercano a los románticos alemanes. Naturaleza y personaje irán a la par como lo hacían en las obras de Goethe o Novalis, con la diferencia del poso amargo y en ocasiones desesperanzado de Sebald. Goethe, Novalis o Schiller eran hijos de la Ilustración, tenían la esperanza de que ideas como Progreso o Igualdad, triunfaran en la Europa que ellos conocían. Sebald, no. Ha visto la destrucción de su país, los horrores de un régimen que vitorearon su familia y sus vecinos, y demás circunstancias que cualquier europeo vivió en los últimos sesenta años. Con tal panorama, hablar de esperanza, futuro, progreso... se hace realmente difícil.

Será en la tercera y última parte de Del Natural, donde Sebald nos mostrará dos temas que cristalizarán en sus siguientes obras - amén de los relatados con anterioridad: la expatriación, la búsqueda de la identidad, el canto a la naturaleza - será la Historia y su interpretación quién conduzca esta sección. El autor nos presenta su infancia y adolescencia en Baviera y su posterior traslado a Inglaterra. Estas páginas son toda una premonición sobre su última obra Sobre la Historia Natural de la Destrucción. Sebald no deja de preguntarse por qué, incluso sus mismos padres, enmudecen cuando relatan los bombardeos sobre Alemania: "El 27, partida de mi padre hacia Dresde, / de cuya belleza su memoria, / como dice cuando le pregunto, no guarda ningún/ recuerdo. / En la noche del 28, / 582 aviones lanzaron un ataque aéreo/ contra Nuremberg. Mi madre, / que pensaba volver al día siguiente/ a nuestra casa del Allgäu/ sólo pudo llegar con el tren/ hasta Fürth. / Desde allí vio/ Nuremberg en llamas, / pero no recuerda/ qué aspecto tenía la ciudad ardiendo/ ni cuáles fueron sus sentimientos/ al verla." El mutismo del que escribirá Sebald en su último trabajo surge aquí por primera vez. Será un fenómeno familiar, que se extenderá durante el tiempo y que, cómo bien dice el autor en Sobre la Historia Natural de la Destrucción, afectará a cualquier individuo de la sociedad alemana: "[...] me crié/ a pesar del horrible curso de los acontecimientos/ en la margen septentrional de los Alpes, según me/ parece, / sin tener ninguna idea de la destrucción." El mutismo y la falta de introspección por parte de sus familiares y, en general, de los alemanes; será uno de los elementos en los que Sebald buceará para construir su propia identidad, ya sea en el sur de Alemania como en Manchester. El escritor iniciará aquí sus viajes en busca de su yo, al igual que Grünewald por Baviera o Steller en la Siberia salvaje. Son seres desorientados, perdidos en el mundo civilizado, que encontrarán parte de sus raíces y de su razón de ser en contacto con la naturaleza. Sebald realizará un duro y agrio retrato del Manchester que le acogió siendo un jovenzuelo. Su pintura recuerda en más de una ocasión algunos pasajes del Dickens de Tiempos Difíciles, tal es el despego de Sebald por la brutalidad del mundo moderno, falto de comprensión, apoyo y calor para los que lo necesitan.

Cuando uno lee Del Natural, o cualquier trabajo de Sebald, tiene la impresión de que sus obras, sus temas, son partes de un todo que debido a su muerte quedó sin completar. ¿A dónde habría llegado? Para Sebald, el arte es una fuente de preservación de la memoria, es un elemento que tiende puentes en los vacíos de memoria, cómo nos lo demuestra con Grünewald o con Max Ferber el pintor de Los Emigrados. Dejemos que Del Natural sirva como testigo final de una obra inacaba, pero majestuosa, y como memento de un artista y unas vivencias que son las de cientos de lectores que ven en Sebald una parte de sí mismos.
Juan Vaccaro Sánchez

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portada- ColomerLa gracia y el deseo
Mariana Colomer
March Editor, Vallbona de les Monges, Lleida, 2003

¿Acaso anhelamos de volar como los pájaros porque nos pesa el cuerpo, o porque tenemos conocimiento de la gravedad que atrae hacia la tierra a todos los seres humanos? Sí, y seguramente porque somos conscientes de la prisión que supone la fisicidad matérica que tantas veces se pone de manifiesto en los sueños, durante esa otra realidad que también forma parte de nosotros. Hasta tal punto, que la realidad física atrae a la metafísica... Porque inmersos en la realidad del sueño podemos volar, podemos trasladarnos a otros lugares de contornos imprecisos y de límites a veces inexistentes. En esta región todo es posible, allí se manifiesta el deseo de absoluto que tiene nuestra alma, esencia espiritual y luminosa, pero sujeta a la parcialidad, a la opacidad y a la pesadez corporal. Por esta razón, la imagen del vuelo de los pájaros, su recorrido invisible en un cielo de azules cristalinos, resulta una metáfora poética de ese anhelo, de ese impulso de regresar a nuestros orígenes, cuando, en el vacío o en el lleno primordial, éramos solamente posibilidad de existencia.

El vuelo es una metáfora de la búsqueda de lo trascendente, de algo que, por su misma naturaleza eterna –iba a decir divina- nos supera en cuanto seres mortales. En este doble poemario de Mariana Colomer, titulado La gracia y el deseo (que comprende el libro que le da título, acompañado ahora por Crónicas de altanería, la anterior publicación en la misma línea), encontramos bellas metáforas de este impulso de ascensión del alma que aspira a reencontrarse con la energía primordial de la que procede.

En Mariana Colomer ese impulso es Amor, siguiendo las huellas culturales y religiosas que se manifiestan en el "amor cortés" y en la mística. Es una pulsión de elevarse espiritualmente por encima de la cotidianeidad, sí, pero sin negarla, ya que el amor de cada día, vivido de forma sacramental, viene a ser la encarnación de Amor. La autora expresa este camino de voluntad amorosa por medio de la palabra poética, de la palabra como vía y como testimonio a la vez de este deseo ascensional.

Mariana Colomer escribe como ama. Escribe para saberse y, así, saber, escribe para conocer su destino último; la unión con Amor, alfa y omega de la existencia. Lo pone de manifiesto con esta fe de vida, en la que declara que la poesía es un don concedido para que retorne el amor al Ser «que me deseó y me buscó primero». No cabe duda, puesto que ésta es la esencia misma de la creación tal como la entendemos bíblicamente: el que es todo Amor se da en Amor... Y el hecho escritural, como crónica de las escaleras por las que ascender al cielo, vendría a ser una imagen de la vida, en la medida en que ésta es una manifestación de Amor, que desciende las escaleras para encontrarse con el alma, que lo añora. En la vía que conduce a la divina Fuente que apaga toda sed humana, la poesía de Colomer se eleva en la mística y adopta su lenguaje fosforescente:

Pides que te devuelva las palabras,
y esperas a que salgan de mis labios
doblemente encendidas.

La palabra actúa como intermediaria en el diálogo amoroso. Es la Palabra que se encarna en el abrazo definitivo del Amante con la Amada, hasta no dejar más rastro que el perfume de la propia palabra... Sí: porque lo pesado y lo opaco aspira a la ingravidez y a la transparencia de la luz, del mismo modo que lo mortal aspira a la inmortalidad...

para que el alma se alce sobre sí,
y en tu cuerpo evocado
ascienda hasta el azul.

No es, pues, inmortalidad en la carne, sino en la Palabra.

Teresa Costa-Gramunt para El Eco de Sitges, 6.11.04. (Traducción del catalán de Daniel Najmías.)

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Jaime Gil de Biedma: su biografía insatisfecha

portada- DalmauJaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta
Miquel Dalmau
Barcelona, Circe, 2004

Esta obra se vende como Retrato de un poeta porque no logra alcanzar el título de biografía; a lo sumo, puede aspirar a ser un collage, un pot-pourri de opiniones ajenas estructuradas no como un retrato, que tiene unidad en sí mismo, sino como un tríptico, que ofrece tres caras del personaje: la vida social, la obra poética y la experiencia amorosa. El autor había anticipado que la poesía de Gil de Biedma era toda autobiográfica y que su biografía revelaría las experiencias en las que estaban basados todos y cada uno de los poemas. La publicidad, en contra de toda razón, suele proponer una expectativa y después intenta resolverla; en realidad, primero crea el producto y luego, la necesidad; pero este Retrato no satisface ni la expectativa ni la necesidad.

Gil de Biedma (1929-1990) es autor de una obra poética breve, recogida bajo el título de Las personas del verbo. Pertenece a la generación del 50, la de los niños de la guerra, y es sin duda el más leído y citado de su generación, que comparte con Barral, Brines, Caballero Bonald, Ángel González, José A. Goytisolo, Claudio Rodríguez y Valente.

En 1957, Gil de Biedma leyó La poesía de la experiencia de Langbaum, aplicó, en parte, a sus poemas esta concepción y lentamente la introdujo también en el debate público. Así logró que la poesía social (Celaya, Hierro, Otero) se exigiera a sí misma mayor rigor literario y que la poesía española saliera de la polémica entre comunicación y conocimiento; como efecto colateral, logró reducir prácticamente al silencio los fastos poéticos del garcilasismo imperial.

En ningún caso la obra de un creador puede confrontarse con la vida sin trazar los puentes que permitan la interpretación y la valoración de esa obra. Este Retrato no propone ninguna clave social, histórica ni filológica aceptable, y cae a menudo en un provinciano anecdotario de prensa del corazón que no facilita la lectura de la obra poética y crítica de Gil de Biedma, que es lo que, al final, queda. Verba volant.
Javier Pérez Escohotado

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portada-BenacquistaLa máquina de triturar niñas
Tonino Benacquista
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia
Lengua de trapo, Madrid, 2004

Aunque la reseña literaria trata sobre un libro de Tonino Benacquista, para variar, voy a empezar hablando de Stefano Benni. Debo a Benni muchos buenos momentos, muchas risas y unas cuantas reflexiones. Pero hay algo más que le debo al escritor italiano: el curioso descubrimiento de Benacquista. Casi siempre que deambulo por una librería acabo frente a la estantería de literatura extranjera buscando algún nuevo libro de Benni traducido al castellano. Pero en lugar de eso siempre encontraba algún libro de Benacquista. Hasta que un día decidí comprar uno y realmente fue un gran descubrimiento. En este caso la proximidad alfabética me ha sido propicia, aunque no siempre ha sido así.

Tonino Benacquista (París, 1961) es un autor polifacético, escribe novelas, cuentos, guiones, cómics y textos infantiles. Con su novela Saga (sinceramente, no os la podéis perder) ha conseguido reconocimiento internacional.

La máquina de triturar niñas tiene un título que, como los lienzos de Magritte, nada tiene que ver con el contenido. Podéis leerlo tranquilos, ninguna niña es dañada en el libro. Consta de 15 cuentos negros, negrísimos, zaínos, y, siguiendo con el símil taurino, también astifinos. Combinan perfectamente el género negro con el humor negro. En todos ellos se plantean situaciones sorprendentes aunque no del todo imposibles. El desarrollo es impecable y siempre conduce a un desenlace totalmente inesperado. Y ese final inesperado lo condensa en una o dos frases contundentes que hacen que el resultado sea demoledor y punzante (de ahí lo de astifino). Todo lo que habíamos imaginado durante la lectura se va al garete en la frase final. Ningún cuento finaliza como esperábamos, pero creo que, de todos los finales, imaginables e inimaginables, Benacquista siempre elige el mejor posible.

El cuento La Feria del Crimen narra una imaginaria (o quizás no) convención anual donde los profesionales del crimen ofrecen sus servicios y novedades como lo podrían hacer los laboratorios farmacéuticos o el gremio de la construcción. Incluso se dan premios para cada especialidad: el mejor terrorista, el mejor ladrón, el mejor asesino en serie... En El balcón de Romeo nos muestra cómo un matrimonio puede pasar del amor al odio más asesino. Réquiem junto a un techo cuenta como el último momento de un suicida es estropeado por un vecino aprendiz de violonchelista. La venganza será terrible e increíblemente elaborada. En Cluedo privado unos ricachos contratan a un supuesto detective privado para jugar al Cluedo con más autenticidad, aunque luego nada resulta ser como parece. Por último, en El parque de los golfos nos plantea lo que puede llegar a cambiar una persona por el simple hecho de llevar una pistola en el bolsillo.

En esta reseña sólo os puedo insinuar alguna de las situaciones que nos expone Benacquista. Para descubrir esos contundentes finales deberéis leer el libro completo. No será ningún esfuerzo, seguro que lo devoraréis en pocas horas y tendréis un apetito voraz de Benacquista. En castellano tiene publicados los libros Tres cuadrados rojos sobre fondo negro, Los mordiscos del alba, Saga y El Otro. De los dos primeros no os puedo dar referencias. Los otros dos son tan buenos, sorprendentes e imaginativos como La máquina de triturar niñas. Buena lectura.
Sergi Escolano

© TBR 2005
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enero - febrero  n° 46

Narrativa

Alejandro Tellería: Ana y los diez
Alex Ariel Acevedo: Secos
Teresa Álvarez: Epílogo

Palabras del Oficio

Concha García: Poesía en la Patagonia

Poesía

Galicia, mujeres poetas (IV)
Ana Romaní
***
Antonio Tello: Poemas de Un silabario de arena (Audio)
Maria Mercè Marçal: Poemas de Deshielo

Notas de actualidad

IX Encuentro de Mujeres y Letras
-Entrevista a Mª Cinta Montagut-

Reseñas

La perfección del tiro Mathias Enard
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La gracia y el deseo Mariana Colomer
Jaime Gil de Biedma. Retrato de un poeta Miquel Dalmau
La máquina de triturar niñas Tonino Benacquista

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