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Felipe Sérvulo

 

 

SON COMO LA PROPIA FLORACIÓN

 

PERCIBO el cansancio en tu mirada
y tus párpados llevan
el íntimo secreto de tantos domingos
domados por la vida.
Pero hoy no voy hablarte de tristezas.
Ahora, con el cerezo ya en sazón,
ahora que está como pan de oro
nuestra calle
y las ventanas se van abriendo
mientras caminas,
la primavera está temblando
en sus esencias
y pronto vendrán los niños
del colegio. Con sus risas
tan blancas, con sus risas tan blancas.
Son como la propia floración:
llegan del frío y saturan de savia nueva
nuestras venas.

 

 

 

VUELVO A LA COLINA

 

ABRO el atlas, marco la ruta
y emprendo la marcha.

 

Pero me doy cuenta
que tuya es la memoria
y no reconozco las ciudades.

 

De nuestra casa de juventud,
viene una niña con babi
y ojos grandes
(idénticos a los tuyos),
que me pregunta
por el patio de los recreos.
También me habla de un arroyo
y una huerta que no recuerdo.

 

Hay un rumor de viento
y la niña llora.
Pienso que llora porque no tiene
la casa de la colina,
pero en Tara mora Vivi

en Leigh.

La tarde perdura demasiado
y el viento ya desborda
y vacía las templos sin indulgencia.

Arrecia la ventolera
e intento cerrar el portón,
pero me lo impide una bandada
de mirlos, ruiseñores, jilgueros
y otros animales fantásticos.

 

Con el nuevo día
inicio la repatriación,
pero de repente nieva
y malgasto el camino.

Entonces, desorientado
y sin indulto, pido el ingreso
en el presidio de tus brazos.

 

UNA PAREJA SE BESA

 

TU mirada es un paisaje
donde no me reconozco.

 

Al momento, tu voz,
me devuelve a nuestra calle
en una tarde de domingo.

 

No hay casi nadie
y están cerradas las ventanas
y los comercios.
Apenas un café abierto,
donde me refugio
de tanta indiferencia.
Una apareja se besa en un rincón
y un anciano que lee el Marca,
humanizan la escena.

 

Noto mi cuerpo pesado,
mientras tus sucesivas palabras
desfloran mis párpados
cansados y ya antiguos
de tanto conocer.

 

La pareja del café se marcha
y todo queda aún más triste.

 

Me siento extranjero con tu voz
y entonces vienen a visitarme
el loro de palo y el gato de escayol

 

 

 

RIAD MEHDI

 

QUÉ hacer después
del abandono,
sino robar hogueras,
buscar al poeta,
mendigar la humedad de otra orilla.

 

Y encontrar un amor de aire,
el miedo a no ser nada,
y, a veces, el silencio que se impone
y deja sin sentido los suspiros
embriagados por la última lluvia.

 

Entonces la luz se proyecta sin vida
y destruye la escena:
dos cuerpos en puro vaho,
Riad Mehdi, habitación 404,
Marrakech.

Había allí un mirador,
-lo recuerdo-
por donde pasaba el mundo.

 

El murmullo de una ciudad
hermosa e ideal
que marchó y ya no vuelve.

 

Nunca sabremos por qué,
a nuestro pesar,
persiste la memoria.

 

Por qué la soledad
es una fiebre en nuestra piel
que nos envuelve
y nos deja el paladar
pegado a lo salobre.

 

 

TU CUERPO COMO PENÍNSULA
TE abarco irremediable
con mis brazos, 
pero, en ciertas tardes, tú
caminas a lugares lejanos.
Lo veo en el exclusivo
brillo de tus ojos.

 

Y te vuelves península,
porque tu mente -eso pienso-   
se ha ido a la ciudad
de los corzos.

 

Llegado el caso,
te escribo algún verso,
para que sepas que no hay olvido
y aguardo tu inocencia.

 

Florecen los naranjos,
el vino es apacible,
las begonias encienden la aurora
y hasta hay buenos políticos.
Eso te digo para que vuelvas.

 

Y me quedo frente a este cielo,
sin alejarme demasiado
en esta calle que conozco
de esta alcoba solidaria,
que me sirve de paisaje.

 

Y así va pasando un tiempo
que nunca se detiene.

 

De repente, tu voz,
como rosa de los vientos,
me sitúa en mi horizonte:
- Disculpa, ¿hablabas de algo?

 

 

EL GATO MAÚLLA

 

EN tu pequeño escritorio
encuentro fotos oscurecidas.

 

Parecen fotos de muertos:
algún caballero de gesto huraño,
muchachas que no reconozco
con bucles en el pelo
y risas veladas.

 

Tantos ojos que me observan.

 

Yo les aparto la mirada
y les digo que la vida es eso:
una ilusión.

 

Que todo es frágil:
las tardes de tabernas
en el puerto,
los guiños seductores,
dos labios entreabiertos,
tan libres y preparados.

 

Que el tiempo es invidente
y la exigua luz, una pausa
en el camino.

 

Ronronea, se despierta,
maúlla feroz mi gato tuerto.
Le riño.
Le digo que no.
Que esas fotos son de amigos, 
parientes, tal vez. 

 

Ojalá vengas pronto.
Aquí me tienes con la impaciencia
metida en las entrañas.

 

Quizás me cuentes alguna historia,
algún romance
de lilas en el pelo.

 

Quién sabe
si algún pañuelo con carmín

.

 

NI MESA, NI JAZZ

 

A menudo, tu cuerpo
es un desierto inabarcable,
donde lo mismo anida
el simún abrasador,
que reina el chacal 
en la noches tan frías.

 

Mi brújula señala
un norte que nunca alcanzo.
Inútil buscar un restaurante
céntrico y tranquilo,
ni copas, ni mesa, ni jazz
hasta las tantas.

 

En el exilio,
un oasis de nostalgia.
Espero que no tengas reservado
el derecho de admisión.

 

 

NACIERON LAS SEMILLAS
EN esta región distante
donde mora el rayo
hay hogares
donde la gente ama
porque tú así lo quieres.
Y cuando desde el río
sube la primavera,
es porque tú has previsto
que florezca el almendro
y crezca vigorosa la cebada.

 

Al otro lado del mundo
alguien soñó contigo;
de esa imagen primigenia
nacieron las semillas 
y los huertos amigos

 

 

 

© Felipe Sérvulo para TBR junio 2012

 

La niña de la colina

Felipe Sérvulo

Ediciones de poesía in-VERSO, Barcelona, 2012

 


Este texto no puede reproducirse ni archivarse sin permiso del autor y/o The Barcelona Review.
Rogamos lean las condiciones de uso

 


Felipe SérvuloBio: Felipe Sérvulo es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona. Presidente del colectivo de escritores El Laberinto de Ariadna y editor del pliego de poesía del mismo nombre. Ha sido cofundador de los grupos y revistas de literatura Alcudia, Gavina y Alga. Ha obtenido, entre otros, los premios Blas Infante. Cornellá de Llobregat, 1986, 1987, 1988. Sant Jordi. Castelldefels, 1986, 1987.
Salvador Espriu. Barcelona, 1992. Ciudad de Ponferrada. Ponferrada 1997. Réplica del Lobo de Huelma, 2001, Otorgado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía de Jaén en reconocimiento a su labor como escritor jiennense. Premi Ciutat de Castelldefels, 2009, Otorgado a las personas que hayan destacado de manera muy relevante en cualquier actividad, social o profesional, en Castelldefels.

Bibliografía:

Hasta el límite de las violetas.

La Mano en el Cajón. Barcelona, 1995

Las noches del sur.
Colección Poetas. Jaén, 1996.
Casi la misma luz.
Tágilis Ediciones. Almería, 1999.
Cartografía de la materia.
Diputación Provincial de Jaén, 2005.
La niña de la colina.
Ediciones in-VERSO. Barcelona, 2012