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He aquí un oso pardo agachado en mitad de un río. De vez en cuando daba un zarpazo en el agua. Mi hermano se pasaba todo el rato susurrándome al oído y diciéndome:  , pero yo no estaba tan seguro. Veía el fondo del río, lo veía todo y no vi pasar nada más que unas pequeñas ramitas y unas cuantas hojas muertas.        —Me alegro de que estés aquí —me dijo.
     —Yo también —le contesté.
     —Quiero a Deb —me dijo.
     —Es fantástica —le contesté.
     —Soy un hombre afortunado —me dijo.
     —Eso son cinco mentiras seguidas —le contesté, sonriéndole. Enseguida vi que se había ofendido muchísimo. Me tiró al suelo de un empujón y se fue. En el río, el oso levantaba el hocico con tristeza y olisqueaba el aire.
     —¿La hueles? —le grité con imprudencia—. ¡Es la puta verdad!
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